YO LES ASEGURO QUE ESA POBRE
VIUDA HA DADO MÁS QUE TODOS.
Introducción: Estén preparados, porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del
hombre. (Mt 24, 42a. 44)
Y nadie podía cantar el cántico, fuera de los ciento
cuarenta y cuatro mil, que habían sido rescatados de la tierra. Estos son los
que acompañan al Cordero a dondequiera que va; estos son los que han sido
rescatados de entre los hombres, las primicias para Dios y para el Cordero; en
la boca de ellos no hubo mentira y son irreprochables ante Dios. (Apoc 14, 4b-5)
¿Quiénes pueden cantar el cántico nuevo?
Son hombres y mujeres que han sido rescatados en virtud
de la sangre de Cristo; los que han sido justificados, sus pecados han sido
perdonados y han recibido el amor de Dios juntamente con el Espíritu Santo y son
fieles a la Gracia de Dios (Rom 5, 1- 5) Se trata del “cántico del Amor” que se
canta donde hay “una fe sincera, un corazón limpio y una conciencia recta” que alaba
a Dios y hace el bien a los hombres (cf 1 de Tim 1. 5) Son aquellos que aman a
Dios y aman a sus hermanos, por eso son fieles y guardan los Mandamientos de
Dios y aman a su prójimo (cf Jn 14, 21. 23) Este cántico se canta, se vive, se
anuncia y se celebra. Lo hacen los que caminan en la Verdad que nos hace libres
para amar y para servir (cf Jn 8. 32)
¿Quiénes no pueden cantar el cántico nuevo? Los que están llenos de malicia, de
mentira, de envidia, de odio, hipocresía y maledicencia (1 de Pe 2, 1) No
pueden cantarlo los que de su corazón sale del corazón para serlo impuro, tal
como lo dice Jesús: En cambio lo que sale de la boca
viene de dentro del corazón, y eso es lo que contamina al hombre. Porque del
corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones,
robos, falsos testimonios, injurias. (Mt 1, 18- 19)
La recta intención es acompañada de un corazón limpio y de
una fe sincera.
No se hacen las
cosas de Dios para quedar bien ni para que le vaya bien. Tampoco para presumir y
recibir aplausos, no se hacen las cosas por obligación, ni a fuerzas, ni por paga,
sino que se hacen por amor con humildad y con mansedumbre (Col 3, 12) Con
palabra s de Pablo: y todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre.
(Col 3, 17) Con palabras de Pedro decir: De igual manera, jóvenes, sed
sumisos a los ancianos; revestíos todos de humildad en vuestras mutuas
relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. Humillaos,
pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, os ensalce; confiadle
todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros. (1 de Pe 5, 5- 7)
La enseñanza de Jesús en la parábola de la viuda.
En aquel tiempo, levantando los ojos, Jesús vio a
unos ricos que echaban sus donativos en las alcancías del templo. Vio también a
una viuda pobre, que echaba allí dos moneditas, y dijo: “Yo les aseguro que esa
pobre viuda ha dado más que todos. Porque éstos dan a Dios de lo que les sobra;
pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir”. (Lc 21,1-4)
Practicar
la caridad para quedar bien o para presumir y dar las sobras, no es grato ni
agradable a Dios, porque no hay fe. no hay humildad y no hay amor. Y sin esto
nada es agradable a Dios (cf Heb 11, 6) Vio también a una viuda pobre, que
echaba allí dos moneditas, y dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha dado
más que todos.” Lo hizo con humildad y con amor, lo dio todo, poniendo en Dios
su confianza.
Lo que Jesús propone para practicar la caridad.
«Cuidad de
no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos;
de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto,
cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los
hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por
los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando
hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu
limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
(Mt 6, 1- 4)
A sus discípulos les dice: «Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor
que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
(Mt 5, 20)
¿Qué hacían los fariseos y los escribas?
«En la cátedra de Moisés se
han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os
digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas
pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo
quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se
hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el
primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas. (Mt
23. 2- 6).
El cambio
del fariseísmo a Jesucristo.
«Venid a mí todos los que
estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros
mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.» (Mt
11, 28- 30) El yugo de Jesús es el Amor. Así podemos entender sus Palabras: «No
todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos,
sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día:
"Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les
declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"
(Mt 7, 21- 23)
Estos no pueden cantar el cántico
nuevo porque no tienen fe, humildad y amor. No son calientes ni fríos, sino
tibios, y los tibios son expulsados de mi boca (cfr Apoc 3, 15- 16)
Amar es
darse, donarse y entregarse a Cristo y a los demás.
Vuestra
caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; amándoos
cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con
un celo sin negligencia; con esp1ritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la
alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la
oración; compartiendo las necesitades de los santos; practicando la
hospitalidad. (Rm 12, 9. 13)
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