7. EL COMPROMISO CRISTIANO

                                         7. EL COMPROMISO CRISTIANO

 

Objetivo: Iluminar a los creyentes para que valoren la importancia del compromiso cristiano y dediquen tiempo y energías a buscar su lugar en el Cuerpo de Cristo.

 

         DESARROLLO DEL TEMA:

 Del Encuentro con Jesucristo al compromiso cristiano. “Salió de nuevo por la orilla del mar. Toda la gente acudía a él, y él les enseñaba.  Al pasar, vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y le siguió. (Mc 2, 13- 14)

 

Todo compromiso implica cierto grado de madurez, de experiencia, de vida. Podemos afirmar que el compromiso cristiano hunde sus raíces en la experiencia de encuentro con Jesús, resucitado, experiencia que se encarna, que deja huella, y que es como el motor de la vida cristiana. Creemos por eso que el compromiso nace de una doble certeza: La certeza de que Dios me ama y que yo también lo amo a Él. El término compromiso significa: “Enviados con otros, en favor de otros” Para ayudar a otros a ser persona y más persona; para hacerse humano y cristiano. El compromiso es con el Señor que elige llama y envía. Pero también con la Iglesia que busca, llama y envía en el nombre del Señor Jesús.

 

“Yo estaré con ustedes hasta el fin de los siglos.” El compromiso cristiano es fruto de una libertad afectiva que va encarnando una doble certeza: La certeza de ser amado por Dios. Saber que mi Padre me ama, me perdona, me salva y me ha dado el don de su Espíritu. Y la certeza de que también yo lo amo, hago su voluntad y guardo sus Mandamientos. Cuando así es entonces puedo tomar la firme determinación de seguir a Cristo, de servirle y dar mi vida por Él y por los Él que ama. Ahora  me comprometo con otros y a favor de otros, y  acepto todo lo que eso implica. Decimos con el profeta Isaías: “Heme aquí, envíame a mí  Señor”. (Is 6, 9)

 

2.  La clave del compromiso.

 “Además, los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.” (G´l 5, 24) La clave es “Ser de Cristo”. Todo el que es de Cristo es una nueva creación (1 Cor 5, 17) Por lo tanto ama a Cristo y acepta el evangelio como “norma de vida para su vida”: “vivir según el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.[1]  Esto implica tres cosas: “En guerra santa contra mi pecado. Ejercitarse en Obediencia santa a la palabra de Dios. En la práctica de toda clase de obras buenas. (cf Ef 4, 13) El compromiso evangélico ha de estar libre de egoísmos, envidias, deseos de venganzas, odios, etc.. sin violencia y libre de toda opresión. Cuando somos de Cristo encarnamos la disponibilidad para, en su nombre desprendernos de personas, de cosas o de otros apegos que no nos dejan realizar nuestras vidas a la luz del Plan de Dios. (cf Ef 1, 3- 8)

 

El sentido del compromiso es la pertenencia a Cristo. Es el reconocer que soy propiedad exclusiva de Cristo, miembro de su cuerpo me hace pensar que también soy propiedad de la Iglesia, y por o tanto también de mi comunidad parroquial. La regla de oro de la vida cristiana es “Ser de Cristo”. (cf Gál 5, 24)  Ser su propiedad particular: es vivir para el, que me amo y se entregó a la muerte por mi[2], es vivir  en su voluntad teniendo el evangelio como norma de la vida, recordando siempre el evangelio de María: “hacer lo que el nos diga”[3], solamente entonces podemos decir que todo lo de Cristo es nuestro, y nosotros somos de él.[4]  Para ser libres nos liberó Cristo (Gál , 1. 13). Somos libres en la medida que nuestra vida se fundamenta en la verdad, seamos capaces de amar sin que nos cuesten tantos esfuerzos.

La ley del compromiso es el Amor. El amar a los hermanos al estilo de Jesús[5]. La Ley del compromiso me sumerge en la vida nueva, rompiendo siempre con esclavitudes: saliendo del pecado y viviendo para Cristo en el Espíritu Santo. Guardar el Mandamiento Nuevo exige estar muriendo a uno mismo y viviendo para los demás en Cristo Jesús. El que ama a Cristo guarda sus Mandamientos y sus palabras (cf Jn 14, 21. 23) y ama a su prójimo, de manera que ya cumple la Ley y los profetas,

 

El camino del compromiso es el servicio.  El estilo de vida, estilo único que implica: “Un ser para los demás.” Un regalo para la humanidad. Esto exige, entre otras cosas: No vivir solo para sí mismo, eso es egocentrismo, es individualismo, es inmadurez humana. Lo que exige: Un culto más auténtico” Una devoción más fervorosa”Un sacrificio más global” “Una vinculación más estrecha” Una vida más entregada” como lo pide el Señor Jesús: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que acabo de hacer con vosotros. (Jn 13, 13- 15)

Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios. Dios nos llama, y sí Dios nos llama ¿Cómo debe de ser nuestra respuesta? Tiene que ser inmediata. Dios nos llama a ser sus colaboradores en la reconstrucción del universo y de la Iglesia, el camino exige doblegar nuestra voluntad para tomarnos de la mano de Jesús y de los hombres, si nos soltamos de la mano del hombre, nos damos cuenta que nos estamos soltando de la mano de Jesús y no tendremos fuerzas para caminar juntos de nuevo en nuestro recorrido hasta la presencia de Dios. El camino también implica que vayamos desapareciendo (Jn 3, 30), vaciándonos de nosotros mimos, aprendiendo a ser invisibles para no realizar actos religiosos con el fin que nos vea la gente, de quedar bien, o de que nos vaya bien (Mt 6, 1ss), recordando siempre que somos colaboradores de Cristo y que a él le estamos sirviendo (1Ccor 4, 1; 3,9) “Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios.” ( 1 Pe 4, 10)

 

Finalidad del compromiso es la gloria, la honra a Dios y el amor y el servicio a los hombres. “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de vanagloria; se trata más bien de un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio!”  Efectivamente, a pesar de sentirme libre respecto de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda.” (1 Cor 9, 16. 23) El objetivo no es otro, que la construcción de la Comunidad Cristiana. Comunidad fraterna, solidaria y servicial, en la cual se recibe la vida trinitaria; se vive y se comparte con los hermanos la salvación de Dios manifestada en Cristo Jesús (cf Rm 3, 21). Este objetivo, implica una doble mirada, a Dios y a la comunidad, queremos que el pueblo florezca. Con el impulso del Espíritu, entre otras cosas: Buscamos fortalecer los vínculos de la comunidad, Ayudamos a recordar que nadie puede resistir solos contra el mal, Anunciamos que ya estamos reconciliados con Dios en la Cruz de Jesús. Abrimos campos de acción para que nadie esté inactivo. Tratamos de alentar a tener un corazón nuevo a los que nos rodean,

 

El fundamento de la comunidad cristiana. “Pues nadie puede poner otros cimientos que los ya puestos: Jesucristo.” (1 Cor 3, 11) La comunidad cristiana ha de tener como fundamento a Cristo, o no es cristiana, es decir, no es comunidad fraterna. En esta comunidad se ha de cultivar la Civilización del Amor. La construcción de esta  Comunidad implica cultivar, entre otras cosas: un sentido de igualdad fundamental, vivir en la verdad, practicar la justicia y la libertad interior. Las bases de la comunidad cristiana son cuatro: El amor, que hecha fuera el odio. La verdad que hecha fuera la mentira. La vida que hecha fuera a la muerte. La libertad, que hecha fuera la esclavitud.

         

Las bases de la Comunidad Cristiana son los valores del Reino que el Papa Juan XX111 recomienda a la Iglesia y a la humanidad para lograr tener unas relaciones armoniosas y pacificas entre los hombres. Pero que, a la misma vez responden a la acción del Espíritu en los cristianos para respondan a la vocación original de configurarse con Cristo (Fil. 2, 5) y reproducir su Imagen (Rom. 6, 29). Las bases son el fundamento del edificio espiritual, realidad que es posible con el Poder de Dios y con nuestras decisiones personales; es un camino de conversión que permite expulsar los demonios de nuestro interior y de nuestra comunidad de acuerdo a las palabras del Evangelista Lucas (cnf. Lc 16, 16).

 

7. Los frutos de la comunidad Cristiana

 

Que nacen del Apostolado, es decir, de la Evangelización son innumerables, de acuerdo a las necesidades de la Comunidad, sin embargo, podemos resaltar algunos frutos que resultan de las tres vertientes de la acción pastoral: (profética, litúrgica y social)

 

1.     Ministerio de la enseñanza: Pastoral profética (cf Mt (28, 19- 20)

2.     Ministerio de Liturgia: Celebrar la fe (cf 1 Cor 11, 25)

3.     Ministerio de acogida al estilo del Buen Pastor (Lc 15, 11ss)

4.     Ministerio de animación: La alegría del Anuncio (1 9, 16)

5.     Ministerio de acompañamiento: nadie camina solo (Lc 24, 13ss)

6.     Ministerio de envío: salir fuera a llevar la Buena Nueva. (Mc 16, 15)

7.     Ministerio de sanación: sanar de miedos, traumas, heridas de la vida (Mt 10, 8s)

8.     Ministerio de la unidad: reconciliación e integración de comunidades. (Ef 4,1ss)

9.     Ministerio de la comunión: intercambio de bienes, que nadie pase necesidades. (Hech 2, 42- 47)

 

El fruto de la comunidad puede ser de dos dimensiones; en la parte espiritual y en la parte material.   En la parte espiritual tenemos las virtudes, los valores del Reino, los frutos y los dones del Espíritu Santo (Is 11, 2). Esto es a lo que Pablo llama la riqueza de la Palabra (Col. 3, 16); en otras palabras, la parte espiritual es la “Santidad” sin la cual nadie verá al Señor.

 

La parte material implica los lugares apropiados para realizar “los apostolados”, los medios de evangelización: libros, Biblia, la radio, la televisión, el periódico, etc. Y esto cuesta, razón por la que todo católico debe ser co-responsable del Apostolado de la Iglesia

 

 

APLICACIÓN A NUESTRA VIDA

        

1.             Revisar mi compromiso apostólico a la luz de mi Bautismo.

2.             Me decido a seguir a Cristo y hacer de Él mi Maestro.

3.             Responderé al Señor aún en las pequeñas cosas.

4.             Me propongo reesforzar mi vida de oración de intercesión a favor de toda mi Iglesia

5.             Trataré de ayudar a otros a ser responsables de su compromiso bautismal.

 

 

 

 

 



[1] Filipenses 1, 27-29

[2] Gálatas 2, 19-20

[3] Juan 2, 5

[4] 1 de Corintios 3, 21

[5] Juan 13, 34

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