LAS CUATRO
VOCES DE LA LEY NATURAL QUE SE ESCUCHAN EN LA CONCIENCIA.
Iluminación: Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os
conocí; ¡apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 22- 23)
En aquel
tiempo, el rey Herodes se enteró de todos los prodigios que Jesús hacía y no
sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado; otros, que
había regresado Elías, y otros, que había vuelto a la vida uno de los antiguos
profetas. Pero Herodes decía: “A Juan yo lo mandé decapitar. ¿Quién será, pues,
éste del que oigo semejantes cosas?” Y tenía curiosidad de ver a Jesús. (Lc 9, 7-9)
El rey Herodes tenía curiosidad
de ver a Jesús.
¿Qué le estaba pasando a
Herodes? En el fondo de su corazón escuchaba la voz de su conciencia o del
corazón. La conciencia es el lugar donde el hombre puede escuchar la voz de
Dios, la voz del profeta que denuncia el pecado: “A Juan yo lo mandé decapitar. ¿Quién será, pues, éste del que oigo
semejantes cosas?” Y tenía curiosidad de ver a Jesús”.
La voz de
la conciencia natural
Dios ha
puesto en el corazón de los hombres una cajita con cuatro palabras. Todo hombre
de cualquier estatus, religión sexo, color, hombre o mujer, pobre y rico,
religioso y ateo, todos pueden escuchar las voces que son puestas ahí por el
mismo Dios. En la conciencia entran las tres facultades del Hombre: la
inteligencia, la voluntad y el espíritu, llamado por algunos como el corazón,
que es la sede de los valores, de la dignidad y del amor.
Herodes se
encuentra con Jesús al final de la vida del Señor, cuando Pilatos se lo envía.
¿Qué le dice Herodes a Jesús? Tenía deseos de conocerte y muy entusiasmado le
pide que haga un milagro delante de él. Le pide que le haga un show, un número.
No ha escuchado la voz de la conciencia. Le había endurecido el corazón a Dios.
Tenía curiosidad por ver a Jesús para verlo hacer milagros. Jesús no le
responde ni media palabra, no está expuesto ni a la curiosidad ni a la
charlatanería. ni de Herodes ni de nadie.
La primera
palabra: “No hagas cosas malas” Porque te deshumanizas y te
despersonalizas, te haces daño. El mal se enraíza en los corazones vacíos. Genera
en el hombre divisiones con el adentro y con el afuera.
La segunda
palabra: “Haz cosas buenas”, haz el bien. El bien te hace
generoso y bueno: responsable. Libre y capaz de amar. Todo hombre tiene poder
para hacer el bien y poder para hacer el mal. Si no obedece estás dos palabras
que se escuchan en lo profundo de la conciencia, peca, y se le embota la mente,
endurece su corazón y se vacía hasta dejarse atrofiar y dejar de escuchar la voz de su conciencia.
La tercera
Palabra: Es la respuesta del Amor de Dios ah hombre
pecador: “Arrepiéntete”. Para que pases de la muerte a la vida, porque el
pecado paga con la muerte, pero, Dios nos da la vida en Cristo Jesús (Rm 6, 23)
Dios perdona, ama y salva al que se arrepiente.
La cuarta
palabra: Es la consecuencia de haber obedecido las otras
tres palabras: “Alégrate”. Es la alegría del Señor, cuando un pecador se
arrepiente y se convierte al Reino de los Cielos. (Lc 15, 7). El Gozo del Señor
está siempre acompañado por el Amor y la Paz.
Cuando la conciencia de los
hombres se atrofia, se pierde la capacidad de escuchar las cuatro palabras que
Dios habla en nuestro corazón, entonces Dios nos habla por medio de la Palabra
revelada: La Sagrada Escritura: “Vuestra caridad
sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien;” (Rm 12, 9) Arrepentíos,
pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, (Hch 3, 19) Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el
cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan
necesidad de conversión. (Lc 15, 7)
Estas cuatro palabras son el fundamento de la moral
Bíblica, tal como lo dice el profeta Isaías:
Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros.
Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre
llenas: lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista,
desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus
derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid,
pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana,
cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana
quedarán. Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis. (Is 11, 15- 19)
La Moral es el Amor de Dios en nuestra vida y acciones.
La espiritualidad bíblica encontramos cuatro pasos que nos exige ser
conducidos por el Espíritu Santo:
Romper con el pecado: Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en
la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos
purifica de todo pecado. Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la
verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él
para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No
hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros. (1 de Jn
1, 7-10)
Guardar los Mandamientos de la
Ley de Dios: En esto sabemos que le
conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no
guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien
guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud.
En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir
como vivió él. (1 de Jn 2, 3- 6)
Guardarse del Mundo y sus concupiscencias: No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si
alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto que todo lo que
hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos
y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre, sino del mundo. (1 de Jn
2, 15- 16)
Guardarse de los falsos profetas o anticristos: Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba
a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual
nos damos cuenta que es ya la última hora. Salieron de entre nosotros; pero no
eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con
nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los
nuestros. En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo y todos vosotros lo
sabéis (1 de Jn 2, 18- 20)
En la Moral Cristiana podemos agregar una quinta
palabra: “Proyéctate”. ¿hacía dónde? Hacía Cristo para ser testigos de su
muerte y de su resurrección para amarlo, seguirle y servirlo. Sin Amor no hay
Moral, no hay seguimiento, no hay Gracia de Dios. Hay Moral en el corazón donde
habita Cristo.
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