LA PALABRA DE DIOS ES LA SEMILLA DEL
REINO.
Iluminación: La Palabra de Dios es la semilla del reino de Dios. Los
hijos del Reino son hijos de la escucha de la Palabra, son hijos de la verdad
que nos hace libres (Jn 8, 32) «El que siembra la buena semilla es el Hijo del
hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la
cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la
siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. (Mt 13, 37- 39)
«Una
vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo
largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en
pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura
de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se
secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron.
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra
treinta. El que tenga oídos, que oiga.» (Mt 13, 4- 9)
Cuatro
terrenos, lo que significa, cuatro oyentes, tres no dieron fruto, solamente
uno, el que cultivó el barbecho de su corazón (Jer 4, 3) La Palabra para que dé
frutos debe seguir el camino del grano de trigo: En verdad, en verdad os digo:
si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da
mucho fruto. (Jn 12, 24) Morir para nacer, y luego, hay que cultivar la planta
hasta que llegue a dar fruto. Por eso conozcamos algo de la Palabra de Dios que
es viva y eficaz. Además es actual (Heb 4, 12)
Porque la Palabra de Dios es:
Es
creadora, ante un hombre de hoy que tiene deseos de conocer cosas nuevas y de
abrazar más y más, desde la creatividad del Creador (Gn 1, 3) y hasta la
inspiración del Espíritu (Jn 1, 13)
Es
separadora, frente a la confusión que vive el hombre actual, aclarando y
separando lo que es correcto y lo que no es (Heb 4, 12- 13), como una espada de
doble filo.
Es
salvífica y curativa, frente a los vapuleos, vaivenes, heridas y desencantos de
hoy, enseñando un nombre en quien confiar: Cristo Jesús. (Heb 4, 12) Por que
Cristo ya curó a muchos enfermos (Mc 1, 34) y liberó a muchos poseídos, (Mc 1,
23- 27) de esa situación inmunda, y sigue llamándolos a todos a la
resurrección.
La Palabra de Dios es viva y eficaz,
por eso nos da:
Nos
da la fe, en medio de esta mundo, vacío y sin sentido, en forma de adhesión
confiada y gratificante a Jesucristo (Gál 3, 26- 27)
Nos
da la esperanza, en medio de este mundo atrofiado por la angustia y la
frustración, para animarnos con la alegría del Espíritu. (Flp 4, 4)
Nos
da amor para unirnos, en medio de este mundo, troceado, individualizado y
disperso, congregando a todos en mismo pueblo de hermandad y amistad.(Ef 2,
14. 19)
Nos
da fuerza y poder, en medio de este mundo, manipulado y extorsionado, por medio
de una fuerza no humana, sino espiritual (Ef 6, 12- 13)
Nos
da vida eterna, en medio del mundo del dinero y del bienestar inmediato, no
ofreciendo una fecha de caducidad ni cobrando los intereses, sino invitando a
una vida perdurable (Jn 5, 24) de forma totalmente gratuita (Apoc. 21, 6b)
Porque
la salvación que obtenemos por la fe es totalmente gratuita e inmerecida, pero
no barata. La fe pide la escucha de la palabra de Dios (Rm 10, 17) La esperanza
pide para nacer y crecer un corazón pobre y sencillo. El amor o caridad pide
esfuerzos, renuncias y sacrificios para poder negarse a sí mismo, abrazar la
cruz y seguir a Cristo (Lc 9, 23) El precio a pagar por la salvación que es
gratuita es participar de la pasión de Cristo, y así, participar de su amor (Jn
15, 9) O con palabras de Pablo: “No te bajes de la Cruz” (Gál 5, 24). Es
caminar con Jesús a su Pascua: muerte y resurrección.
La fe es creadora, nos deja luz, poder
y amor. Es separadora porque nos
hace separarnos del pecado para poder llenar nuestra casa de vida, de verdad y
de amor. Por eso es liberadora, salvífica y curativa. Nos libera del mal y nos
lleva a los terrenos de Dios: El amor, la paz y el gozo entre otros muchos más.
(Gál 5, 22- 23) La bondad, la verdad y
la justicia (Ef 5, 9) La humildad, la mansedumbre y la misericordia (Col
3, 12) Esta es la “Ornamentación de la casa.” Son el fruto de la fe, de la
esperanza y de la caridad, sin las cuales todo es vacío y frustración.
Los enemigos de la fe, de la esperanza
y de la caridad, son la soberbia,
la mentira y la envidia, los cuales dan a luz el individualismo, el totalitarismo,
el conformismo, el secularismo y todas las ideologías. Frente a todo lo que
viene del hombre viejo (Ef 4, 23) luchemos usando la armadura de Dios (Rm 13,
12) Siguiendo el ejemplo de Pablo: Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en
la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las
acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre,
sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de
este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.
Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y
después de haber vencido todo, manteneros firmes. (Ef 6, 10- 13)
El
fe es el camino que nos lleva al amor y a la vida eterna. Por eso la fe sincera
es confianza, obediencia y pertenencia al Señor; es donación entrega y servicio
a los demás. Es a la vez, inseparable de una “conciencia recta” que nos lleva
hacer todo para la “Gloria de Dios y el bien para la Iglesia. Por la fe podemos
participar del Culto Nuevo, que pide un corazón redimido y limpio lavado en la
sangre de Cristo (Hb 9, 14) Y poder así para participar de la Ley Nueva, la Ley
de Cristo, la Ley del Amor.
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