8.- LLAMADOS A SER HOMBRES Y MUJERES
COMPROMETIDOS
“EN LA OBRA DEL SEÑOR”
Objetivo: Iluminar a los creyentes para que valoren la
importancia del compromiso cristiano y dediquen tiempo y energías a buscar su
lugar en el Cuerpo de Cristo para ser colaborados de Cristo.
DESARROLLO DEL TEMA:
“Cum pro missio:” “Enviados con otros, en
favor de otros” Todo compromiso
implica cierto grado de madurez, de experiencia, de vida. Podemos afirmar que
el compromiso cristiano hunde sus raíces en la experiencia de encuentro con
Jesús, resucitado, experiencia que se encarna, que deja huella, y que es como
el motor de la vida cristiana. Creemos por eso que el compromiso nace de una
doble certeza: La certeza de que Dios me ama y que yo también lo amo a Él. El
término compromiso significa: “Enviados con otros, en favor de otros” Para
ayudar a otros a ser persona y más persona; para ayudar hacerse humano y
cristiano. Comprometerse para ayudar a otros a vivir con más dignidad. El
compromiso es con el Señor, que elige, llama y envía. Pero también con la
Iglesia que busca, llama y envía en el nombre del Señor Jesús.
El compromiso conlleva una promesa: “Yo
estaré con ustedes hasta el fin de los siglos.” El compromiso cristiano es fruto de una libertad afectiva que va
encarnando una doble certeza: La certeza de ser amado por Dios. Saber que mi
Padre me ama, me perdona, me salva y me ha dado el don de su Espíritu. Y la
certeza de que también yo lo amo, hago su voluntad y guardo sus Mandamientos.
Cuando así es entonces puedo tomar la firme determinación de seguir a Cristo,
de servirle y dar mi vida por Él y por los Él que ama. Ahora me comprometo con otros y a favor de otros, y acepto todo lo que eso implica. Decimos con
el profeta Isaías: “Heme aquí, envíame a mí
Señor”. (Is 6, 9)
La clave del
compromiso. Es el pertenecer a Cristo. Pertenece a Cristo quien lo ama. “Además, los que son de Cristo Jesús han crucificado
la carne con sus pasiones y sus apetencias.” (G´l 5, 24) La clave es “Ser de Cristo”. Todo el que es de Cristo es
una nueva creación (1 Cor 5, 17) Por lo tanto, ama a Cristo y acepta el
evangelio como “norma de vida para su vida”: “vivir según el Evangelio de
Nuestro Señor Jesucristo.[1] Esto implica tres cosas: “En guerra santa
contra mi pecado. Ejercitarse en Obediencia santa a la palabra de Dios. En la
práctica de toda clase de obras buenas. (cf Ef 4, 13) El compromiso evangélico
ha de estar libre de egoísmos, envidias, deseos de venganzas, odios, etc. sin
violencia y libre de toda opresión. Cuando somos de Cristo encarnamos la
disponibilidad para, en su nombre desprendernos de personas, de cosas o de
otros apegos que no nos dejan realizar nuestras vidas a la luz del Plan de
Dios. (cf Ef 1, 3- 8)
El sentido
del compromiso es la pertenencia a Cristo. Es el reconocer que soy propiedad exclusiva de Cristo, miembro de su
cuerpo me hace pensar que también soy propiedad de la Iglesia, y por lo tanto, también de mi comunidad
parroquial. La regla de oro de la vida cristiana es “Ser de Cristo”. (cf Gál 5,
24) Ser su propiedad particular: es
vivir para Él, que me amo y se entregó a la muerte por mi[2],
es vivir en su voluntad teniendo el Evangelio
como norma de la vida, recordando siempre el evangelio de María: “hacer lo que
el nos diga”[3],
solamente entonces podemos decir que todo lo de Cristo es nuestro, y nosotros
somos de él.[4] Para ser libres nos liberó Cristo (Gál , 1.
13). Somos libres en la medida que nuestra vida se fundamenta en la Verdad y en
el Amor para que seamos capaces de amar sin que nos cuesten tantos esfuerzos
La ley del compromiso es el Amor. El amar a los hermanos al estilo de Jesús[5].
La Ley del compromiso me sumerge en la vida nueva, rompiendo siempre con
esclavitudes: saliendo del pecado y viviendo para Cristo en el Espíritu Santo.
Guardar el Mandamiento Nuevo exige estar muriendo a uno mismo y viviendo para
los demás en Cristo Jesús. El que ama a Cristo guarda sus Mandamientos y sus
palabras (cf Jn 14, 21. 23) y ama a su prójimo, de manera que ya cumple la Ley
y los profetas,
El camino del compromiso es el servicio.
El
estilo de vida, estilo único que implica: “Un ser para los demás.” Un regalo
para la humanidad. Esto exige, entre otras cosas: No vivir solo para sí mismo,
eso es egocentrismo, es individualismo, es inmadurez humana. Lo que exige “Un culto más auténtico” “Una devoción más fervorosa” “Un sacrificio más global” “Una
vinculación más estrecha” “Una vida
más entregada” como lo pide el Señor Jesús: «¿Comprendéis lo que he hecho con
vosotros? Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque
lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros
también debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo, para que
también vosotros hagáis lo que acabo de hacer con vosotros. (Jn 13, 13- 15)
Que cada cual ponga al servicio de los
demás los dones que haya recibido, como buenos administradores de las diversas
gracias de Dios.
Dios
nos llama, y sí Dios nos llama ¿Cómo debe de ser nuestra respuesta? Tiene que
ser inmediata. Dios nos llama a ser sus colaboradores en la reconstrucción del
universo y de la Iglesia, el camino exige doblegar nuestra voluntade, para
tomarnos de la mano de Jesús y de los hombres, si nos soltamos de la mano del
hombre, nos damos cuenta que nos estamos soltando de la mano de Jesús y no
tendremos fuerzas para caminar juntos de nuevo en nuestro recorrido hasta la
presencia de Dios. El camino también implica que vayamos desapareciendo (Jn 3,
30), vaciándonos de nosotros mismos, aprendiendo a ser invisibles para no
realizar actos religiosos con el fin que nos vea la gente, de quedar bien, o de
que nos vaya bien (Mt 6, 1ss), recordando siempre que somos colaboradores de
Cristo y que a él, le estamos sirviendo (1Ccor 4, 1; 3,9) “Que cada cual ponga
al servicio de los demás los dones que haya recibido, como buenos
administradores de las diversas gracias de Dios.” (1 Pe 4, 10)
Finalidad del compromiso es la gloria,
la honra a Dios y el amor y el servicio a los hombres. “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de
vanagloria; se trata más bien de un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no
predico el Evangelio!” Efectivamente, a
pesar de sentirme libre respecto de todos, me he hecho esclavo de todos para
ganar a los más que pueda.” (1 Cor 9, 16. 23) El objetivo no es otro, que la
construcción de la Comunidad Cristiana. Comunidad fraterna, solidaria y
servicial, en la cual se recibe la vida trinitaria; se vive y se comparte con
los hermanos la salvación de Dios manifestada en Cristo Jesús (cf Rm 3, 21). Este
objetivo, implica una doble mirada, a Dios y a la comunidad, queremos que el
pueblo florezca. Con el impulso del Espíritu, entre otras cosas: Buscamos fortalecer
los vínculos de la comunidad, Ayudamos a recordar que nadie puede resistir
solos contra el mal, Anunciamos que ya estamos reconciliados con Dios en la
Cruz de Jesús. Abrimos campos de acción para que nadie esté inactivo. Tratamos
de alentar a tener un corazón nuevo a los que nos rodean,
El fundamento de la comunidad cristiana.
“Pues nadie puede poner otros cimientos que los ya puestos: Jesucristo.” (1 Cor 3, 11) La comunidad cristiana ha de tener como
fundamento a Cristo, o no es cristiana, es decir, no es comunidad fraterna. En
esta comunidad se ha de cultivar la Civilización del Amor. La construcción de
esta Comunidad implica cultivar, entre
otras cosas: un sentido de igualdad fundamental, vivir en la verdad, practicar
la justicia y la libertad interior. Las bases de la comunidad cristiana son
cuatro: El amor, que hecha fuera el odio. La verdad que hecha fuera la mentira.
La vida que hecha fuera a la muerte. La libertad, que hecha fuera la
esclavitud.
Las
bases de la Comunidad Cristiana son los valores del Reino que el Papa Juan
XX111 recomienda a la Iglesia y a la humanidad para lograr tener unas
relaciones armoniosas y pacificas entre los hombres. Pero que, a la misma vez
responden a la acción del Espíritu en los cristianos para respondan a la vocación
original de configurarse con Cristo (Fil. 2, 5) y reproducir su Imagen (Rom. 6,
29). Las bases son el fundamento del edificio espiritual, realidad que es
posible con el Poder de Dios y con nuestras decisiones personales; es un camino
de conversión que permite expulsar los demonios de nuestro interior y de
nuestra comunidad, de acuerdo a las palabras del Evangelista Lucas (cnf. Lc 16,
16).
Los frutos de la Comunidad Cristiana. “Se
mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la
fracción del pan y en las oraciones.”
(cf Hech 2, 42- 47)
Los
frutos nacen del Apostolado, es decir, de la Evangelización son innumerables,
de acuerdo a las necesidades de la Comunidad, sin embargo podemos resaltar
algunos frutos que resultan de las tres vertientes de la acción pastoral:
Pastoral profética (cf Mt (28, 19- 20) La Pastoral litúrgica: Celebrar la fe
(cf 1 Cor 11, 25) La Pastoral de la caridad (Jn 13, 13. 34) Una Pastoral al
estilo del Buen Pastor (Lc 15, 1ss) Lo que implica: La alegría del Anuncio (1
9, 16) Para salir fuera a llevar la Buena Nueva. (Mc 16, 15) Para sanar de
miedos, traumas, heridas de la vida (Mt 10, 8s) Para llevar a los hombres a la reconciliación
e integración de comunidades. (Ef 4,1ss) Los frutos de la fe son los valores
del Reino: El compartir, la dignidad, la solidaridad y los servicios El fruto de la Pastoral de la Comunidad el
hombre nuevo y las comunidades nuevas. El fruto puede ser de dos dimensiones;
en la parte espiritual y en la parte material.
En
la parte espiritual tenemos las virtudes, los valores del Reino, los frutos y
los dones del Espíritu Santo (Is 11, 2). Esto es a lo que Pablo llama la
riqueza de la Palabra (Col. 3, 16); en otras palabras, la parte espiritual es
la “Santidad” sin la cual nadie verá al Señor. La parte material implica los
lugares apropiados para realizar “los apostolados”, los medios de
evangelización: libros, Biblia, la
radio, la televisión, el periódico, etc. Y esto cuesta, razón por la que todo
católico debe ser co-responsable del Apostolado de la Iglesia.
“Jesucristo, siendo rico se hizo pobre
para enriquecernos con su pobreza” “Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis
obedecido siempre —no sólo cuando estaba presente, sino mucho más ahora que
estoy ausente—, trabajad con sumo cuidado por vuestra salvación, pues es Dios
quien, por su benevolencia, realiza en vosotros el querer y el obrar.” (Flp 2,
12- 13)
No
hagamos de la salvación nuestro negocio, pues la salvación es un don gratuito e
inmerecido, pero no barato. Don de Dios pagado a precio de Sangre. Cristo Jesús
murió para el perdón de nuestros pecados y resucitó para darnos vida eterna.
(Rm 4, 25) Los que predican y enseñan sobre la “teología de la prosperidad” no
han entendido el Evangelio de Jesucristo. “Que siendo rico se hizo pobre para
enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8, 9) Hacer del Evangelio nuestra fuente
de negocios o riquezas, no es grato a Dios, es una abominación, es “vomito”
según lo dice la Escritura (Apoc 3, 15) “Efectivamente, los que viven según la
carne desean lo que es propio de la carne; mas los que viven según el espíritu
buscan lo espiritual. Ahora bien, las tendencias de la carne desembocan en la
muerte, mas las del espíritu conducen a la vida y la paz, ya que las tendencias
de la carne llevan al odio de Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera
pueden.”
Así que los que viven según la carne no
pueden agradar a Dios. Mas vosotros
no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios
habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece” (Rm
8, 5- 9) Recordemos a Cristo Jesús, el siervo de los pobres que nos invita a
ser como él: pobre, humilde y manso de corazón (Flp 2, 5- 8; Mt 11, 29) Pablo, el siervo de Jesucristo nos invita a
enriquecer a otros con nuestra pobreza. “A nadie damos ocasión alguna de
tropiezo, para que nadie se mofe del ministerio; antes bien, nos manifestamos
en todo como ministros de Dios, soportando con frecuencia tribulaciones,
necesidades y angustias; azotes, cárceles y algaradas; fatigas, desvelos y
ayunos. Y lo hacemos con nobleza,
ciencia, paciencia y bondad, con la ayuda del Espíritu Santo y apoyándonos en
una caridad sincera; ofreciendo un mensaje veraz y contando con el poder de
Dios; usando las armas de la justicia a diestra y siniestra.” Nuestra vida
discurre entre el honor y el agravio, entre la calumnia y la buena fama. Nos
tienen por impostores, aunque somos veraces; por desconocidos, aunque nos
conocen bien; por moribundos, aunque estamos vivos; por castigados, aunque no
condenados a muerte; por gente triste, aunque estamos siempre alegres; por pobres, aunque enriquecemos a muchos.
En fin, creen que no tenemos nada, aunque todo lo poseemos. (2 Cor 6, 3- 10)
Pidamos al Señor que por su Hijo nos conceda Espíritu Santo para que
nos enseñe y nos fortalezca a vivir la Misión que nos participa en favor de
toda la familia humana.
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