Las
dos mesas que se encuentran ante la faz del mundo.
La Mesa del Señor. Mesa con vinos suculentos y con manjares exquisitos: “Vengan y coman… Vengan y beban… Jesús es el que pone la Mesa. Para sentarse a la Mesa de Jesús hay que estar revestidos con el Traje de Bodas. Es la Mesa del Hombre Nuevo hay que revestirse con la Gracia de Dios que nos hace ser hijos, amigos, hermanos, discípulos y servidores de Cristo. Sentados a la Mesa del Señor para comer del Árbol de la Vida que está en elParaíso de Dios (Apoc 2, 7)
La
Mesa de los demonios. Es la Mesa del “Árbol de la ciencia del
bien y del mal” (Gn 2, 17) Es la Mesa del Hombre Viejo con su hijo predilecto:
el Ego, que tiene como hijos a todos los vicios. Sus características son: La
mente embotada, el corazón endurecido, la pérdida de la Moral y el desenfreno
de las pasiones (Ef 4, 17- 18) Sus frutos son las Obras de la carne (Gál 5, 19-
21).
La
lucha entre la Prudencia y la Insensatez.
La
Prudencia viene de la fe y está siempre acompañada por la
Justicia, la Fortaleza, la Castidad, la Piedad, el Amor Fraterno y la Caridad.
Lo que abunda en el conocimiento de Dios (2 de Pe 1, 5-8) La Prudencia es el
quicio de todas las Virtudes, nos hace ser pensantes e inteligentes.
Inteligente es el que sabe vivir. Piensa antes de hablar y antes de actuar. El
hombre prudente camina en la Verdad, sabe distinguir entre el mal y el bien, rechaza
el mal y hace con libertad el bien.
La
Insensatez no viene de la fe (Rm 14, 23) No camina, se
arrastra… Sus amigos son los enemigos de la Fe: El individualismo, el
relativismo, el conformismo, el totalitarismo, el ateísmo, las supersticiones y
las ideologías. Es imprudente: gasta lo que no tiene, hace fiestas con dinero prestado
o ajeno. Lo acompaña el “Vacío Existencial”, hijo de la “Inversión de Valores”.
Todo lo hace para quedar bien o para que lo admiren.
La
Eucaristía es la Mesa del Señor.
Es la fracción del Pan que
Jesús bendice y consagra para transformarlos en Cuerpo y Sangre de Cristo, es
decir en Jesús el Hijo de Dios, el Don de Dios, nuestro Salvador, nuestro
Maestro y nuestro Señor. En la Eucaristía hay dos mesas: La Mesa de la Palabra
y la Mesa del Pan de Vida. El que escucha la Palabra, entra en Comunión con el
Señor, se alimenta y se nutre con la Palabra que es “Espíritu y Vida”. Creer en
la Palabra es comerse a Cristo Jesús, y poder decir: “Mi alimento es hacer la
Voluntad de mi Padre y hacer su Obra (Jn Jn 4, 34) El Salmo responsorial nos
dice: “Haz la prueba y verá que bueno es el Señor”.
Probar de lo bueno que es
el Señor equivale a tener la “Experiencia del Señor”. Sabernos amados,
liberados, perdonados, reconciliados, salvados y santificados, y aceptar a
Jesús como el Hijo de Dios, como el Cristo (Mt 16, 16) Como lo dijo el apóstol
Pedro: “Nosotros hemos creído que Tú eres el Santo de Dios, y hemos creído en Ti.
(Jn 6, 67s)
Para que Él pueda
construir su Casa en cada uno de nosotros hay que escuchar su Palabra y
obedecerla, es el modo de construir la casa sobre Roca (Mt 7, 24) Cultivando
las Virtudes que son comida y bebida, fruto del Espíritu Santo (Gál 5, 22- 23)
Por eso Pablo nos dice: “No se emborrachen con el vino que tumba y lleva una
vida arrastrada”. El alcohol embrutece, empobrece y prostituye.
Emborráchense con el Vino
que levanta y nos hace caminar en la Verdad, en la Bondad y en la Justicia (Ef
5, 8) El Espíritu de la verdad que nos hace libres (Jn 8, 32) Para que hagamos
el bien y rechacemos el mal. Es una Bebida gratuita: “Vengan y beban gratis del
Agua de la Vida”
En la Eucaristía, si
alguno no puede recibir el Pan de Vida, porque no está preparado, puede
comulgar con la Palabra, puede orar, puede ofrecerse a Dios, y puede hacer
después de la Misa todo el bien que pueda. Para comulgar dignamente hay que
traer el Traje de Bodas que consiste es tener una fe sincera, un corazón limpio
y una conciencia recta (1 de Tim 1, 5) De ahí brota el Amor que nos hace dar a
Dios un Culto grato y agradable a Dios (Rm 12, 1)
El alimento de la
Eucaristía, la Palabra y el Pan de Vida, es liberador y sanador, nos abre la
mente, nos quita lo sordo, lo mudo y lo cojo para que podamos cantar y alabar
al Señor. Y podamos compartir el Pan de Vida, amando y sirviéndolo con toda
nuestra vida.
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