EXAMINALO TODO QUEDAOS CON LO BUENO Y RECHAZA LO MALO

 

EXAMINALO TODO QUEDAOS CON LO BUENO Y RECHAZA LO MALO

 Iluminación: El Espíritu conoce perfectamente todo, hasta lo más profundo de Dios. En efecto, ¿quién conoce lo que hay en el hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de él?  (1 de Cor 10, 1-2)

Del mismo modo, nadie conoce lo que hay en Dios, sino el Espíritu de Dios. Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que conozcamos las gracias que Dios nos ha otorgado. De estas gracias hablamos, no con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu y con las cuales expresamos realidades espirituales en términos espirituales.

El hombre, con su sola inteligencia, no puede comprender las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son una locura; no las puede entender porque son cosas que sólo se comprenden a la luz del Espíritu. Pero el hombre iluminado por el Espíritu puede juzgar correctamente todas las cosas, y nadie que no tenga el Espíritu lo puede juzgar correctamente a él. Por eso dice la Escritura: ¿Quién ha entendido el modo de pensar del Señor, como para que pueda darle lecciones? Pues bien, nosotros poseemos el modo de pensar de Cristo. (1 Cor 2, 10-16)

 

Existen dos clases de hombres, uno está hecho al natural y el otro es el hombre espiritual. Uno se inspira en las cosas mundanas y el otro es iluminado por el Espíritu Santo. Dos estilos de vida, uno vive en la carne y el otro es conducido y determinado por el Santo Espíritu. La carne es una vida mundana, pagana, es una vida sumergida en el pecado. Donde está el Espíritu Santo hay vida espiritual, y donde hay vida espiritual hay espiritualidad cristiana que nace del Bautismo o del Encuentro con Cristo que nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego. La vida espiritual comienza con la escucha de la Palabra, enviada por Dios al corazón de los hombres para que creamos en su Amor, en su Perdón y en su Libertad. Para que creamos en su Hijo y nos dejemos conducir por Él.

El hombre espiritual es conducido por el Espíritu de Dios, y se hace, hijo de Dios.(Rm 8, 14) Es portador de la fe, la esperanza y el amor, sede de otras muchas virtudes que vienen de Dios, origen de todo lo bueno y de todo lo santo. La espiritualidad cristiana no es tan sólo un aspecto de la vida, abarca toda la totalidad de la vida: Mente, Cuerpo, Espíritu, Familia, Historia, Relaciones, Deportes, Dinero, Trabajo, etc. La espiritualidad está en todo esto y lo abarca todo.

Lo que el Espíritu Santo nos enseña a discernir. Lo primero es que no somos un algo, una cosa. Somos un alguien, una persona, valiosa y digna. Una persona amada por Dios, creada a su Imagen y semejanza. Redimida y santificada por Él.(Rm 4, 25) En segundo lugar nos enseña que somos pecadores de nacimiento y podemos pecar y de hecho lo hacemos. Nos enseña a distinguir entre lo bueno y lo malo, ambas cosas pueden venir de dentro, de nuestro corazón. Después nos enseña a rechazar lo malo y hacer lo bueno. Lo malo nos hace ser malos y esclavos del mal. Lo malo nos lleva a la muerte (Rm 6, 20- 23) Lo bueno nos hace generosos y nos hace hijos de Dios. Después nos enseña compartir los dones de Dios que ha creado todo para todos. Compartir es servir, es ayudar a otros a realizarse como lo que son, personas. Luego nos enseña que somos personas sexuadas, hombre o mujer, tan valiosa es él como ella, y se complementan mutuamente, el uno con la otra. Por todo lo anterior san Juan y san Pablo nos exhorta a discernir lo que viene de Dios y lo que viene de otra fuente. Lo que viene de Dios hay que aceptarlo y lo que viene de otra fuente, sea cual sea, hay que rechazarlo.

"Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo. Podréis conocer en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese es el del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo. Vosotros, hijos míos, sois de Dios y los habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los escucha." (1 de Jn 4, 1- 5)

"No extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno. Absteneos de todo género de mal. Que El, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo."(1 Ts 5, 19- 21).

Algo que Dios quiere para nosotros: "Mirad que nadie devuelva a otro mal por mal, antes bien, procurad siempre el bien mutuo y el de todos. Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros."(1 Ts 5, 15- 18)

La espiritualidad mundana, los hombres que viven al natural, son amados y queridos por Dios y los llama a la salvación. “Dios quiere que todos los hombres se salven y que lleguen al cocimiento de la verdad” (1 de Tim 2. 4) Nos busca hasta encontrarnos (Lc 15, 4) “Nos habla al corazón” (Os 2, 16) “Nos seduce” (Jer20, 7) “Nos llama a la conversión” (Mt 11, 28) “Nos llama a pasar de la muerte a la vida” (Lc 9, 23) “Nos llama a amarlo y a seguirlo para ser discípulos suyos” (Jn 15, 13) “Nos llama a creer en él y a bautizarnos en su Nombre:

"«¿Qué hemos de hacer, hermanos?» Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.» Con otras muchas palabras les conjuraba y les exhortaba: «Salvaos de esta generación perversa.»"(Hch 2, 37- 40) El llamado es para todos, pues todos son amados de Dios y redimidos por Cristo. “Y son justificados por la fe de Cristo que nos amó y se entregó por nosotros (Rm 5, 1: Ef 5, 2)

La conversión cristiana termina con la muerte, por eso, mientas vivamos cultivemos las Obras de la fe y trabajemos nuestro cambio del Pecado a la Gracia: "Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto."(Rm 12, 2) Lo anterior significa: “Tomar la firme determinación de amar y seguir a Cristo Jesús” para ser hijos de Dios, discípulos, apóstoles y servidores de Cristo, por voluntad de Dios (Ef 1, 1). Podemos decir que el Antiguo Testamento se puede sintetizar con una sola Palabra: Justicia. Y el Nuevo con otra Palabra: Amor. Amor y Justicia no se enfrentan la una con la otra, más bien se complementan y se identifican una con la otra. Dios es Justo y Dios es Amor.

El teólogo Albert Nolan de sur Africa nos ha dicho: Amor y justicia no pueden ser separados y opuestos el uno al otro. El amor compasivo es el corazón de la justicia, nuestro motivo para practicar la justicia. Y justicia es la práctica del amor en las circunstancias de un mundo en que billones de personas están sufriendo por causa de la injusticia. Hay muchos malentendidos sobre las exigencias de una verdadera vida según el Espíritu, por causa de la tendencia a separar el amor de la justicia. Esto sucede de dos formas:

Primero, el amor está divorciado de la justicia cuando el amor al prójimo es considerado como hacer un FAVOR al prójimo en vez de hacerle JUSTICIA. Vemos esto todos los días, cuando alguien ayuda a un pobre o un necesitado de una forma condescendiente y paternalista, como si él no mereciese o no tuviera derecho a eso. Es por eso que muchos pobres, hoy, rechazan nuestra caridad como un insulto a su dignidad humana. No me den caridad, dicen ellos, denme mis derechos.

¿Dónde está el error aquí?. Parece que muchos de nosotros nos olvidamos de que el amor es un MANDAMIENTO, el mayor de los mandamientos de la Ley de Dios. Amor no es un favor, un extra opcional. Amor es cuestión de justicia. Dios nos ORDENA amar al prójimo. Por lo tanto, mi prójimo tiene ahora derecho a mi amor. Él lo merece, porque es otro ser humano como yo -hecho a imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 26- 27).

En segundo lugar, se divorcia el amor de la justicia siempre que el amor es considerado en términos puramente individualistas. Algunas personas piensan que el amor se refiere a las relaciones personales y la justicia a las relaciones sociales. En el Nuevo Testamento no existe ninguna distinción de este tipo entre el amor y justicia. Amor y justicia deben ser ambos aplicados a todas nuestras relaciones. En realidad, la Biblia no hace ninguna distinción entre relaciones personales y relaciones sociales, entre individuo y sociedad, entre vida privada y vida social, o entre nuestra vida espiritual y nuestra vida social. La Biblia se refiere a toda la persona, cuerpo y alma, individual y social. (Espiritualidad Bíblica de Albert Nolán)

San Juan en su Primera carta nos dice: El amor es de Dios, y todo aquel que ama nació de Dios y conoce a Dios (tiene la experiencia de Dios). Aquel que no ama, no conoció a Dios (no tuvo la experiencia de Dios), porque Dios es Amor (Jn 4, 7-8). Pocos, sin embargo, perciben que, en otro lugar de la misma carta, Juan dice lo mismo respecto de la justicia. Naturalmente esto es, una vez más, cuestión de palabras. En las traducciones se usa la palabra recto en vez de justo. Veamos el texto de San Juan: Ustedes saben que Dios es el justo; reconozcan entonces que quien obra la justicia, ese ha nacido de Dios (1 Jn 2, 29).

Dios es amor y nos ama, nos perdona, nos hace justicia y nos da Espíritu Santo. Y todo esto se manifiesta al darnos su Justicia: Jesucristo (cf Rm 3, 21- 22)

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