¿POR QUÉ ME LLAMAS BUENO? BUENO SOLAMENTE DIOS.
Iluminación: Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para
enriquecernos con su pobreza. (2 de Cor 8, 9)
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los
cielos. Se lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja,
que un rico entre en el Reino de los cielos". Al oír esto, los discípulos
se quedaron asombrados y exclamaron: "Entonces ¿quién podrá
salvarse?" Pero Jesús, mirándolos fijamente, les respondió: "Para los
hombres eso es imposible, más para Dios todo es posible".(Mt 19, 23ss)
¿Cómo hacerlo?
La respuesta es del mismo Jesús: “Crean y conviértanse” (Mc 1, 15) Esto implica
pasar del hombre viejo al Hombre Nuevo, a Jesucristo (Ef 4, 24) Esto implica
despojarse del traje de tinieblas y revestirse de luz. (Rm 13, 14) Es lo que
llamaos conversión: dejar el pecado para entrar en la gracia de Dios. Abandonar
la esclavitud para entrar en la libertad de los hijos de Dios. Romper con el
pecado para participar de la naturaleza divina (2 de Pe 1, 4). Ir hacia Dios
creyendo en Jesús y siguiéndolo. Dios es Amor, Verdad, Vida, Santidad, Justicia
y Libertad, por eso la conversión es revestirse y llenarse de Cristo en
Justicia y Santidad (Ef 4, 24)
La conversión es el paso de las tinieblas a la Luz. “Porque en
otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como
hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y
verdad. Examinad qué es lo que agrada al Señor. (Ef 5, 8- 10) Lo que agrada a
Dios es que tengamos fe, esperanza y caridad (Heb 11, 6) Que aborrezcamos el mal
y que amemos apasionadamente el bien (Rm 12, 9) Abandonar las tinieblas
significa huir del pecado (1 de Cor 6, 18; 2 de Tim 2, 22; 2 de Pe 1, 4) Para
irse revistiéndose del Hombre Nuevo, Jesucristo resucitado.
Jesús les habló otra vez diciendo: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no
caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12) El que
tiene la Luz de Cristo rompe con el pecado (1 de Jn 1, 8) Guarda los
Mandamientos y la Palabra (1 de Jn 2, 3- 5) Rechaza al mundo y ama a Cristo (1
de Jn 2, 15) Y se guarda de los falsos profetas ( 1 de Jn 2, 18).
La conversión es el paso de la esclavitud a la libertad. “El pecado nos priva de la gracia de Dios” (Rm 3, 21) Nos
divide, esclaviza y nos da muerte (cf Rm 6, 20- 23) Pero Dios nos da la vida en
Cristo Jesús cuando creemos en Él.
Y cuando
se convierte al Señor, se arranca el velo. Porque el Señor es el Espíritu, y
donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Mas todos nosotros,
que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor,
nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como
actúa el Señor, que es Espíritu. (2 de Cor 3, 16- 18).
La conversión es el paso de la aridez a las aguas vivas: “Doble mal ha hecho mi
pueblo: a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas,
cisternas agrietadas, que el agua no retienen”. (Jer 2, 13) El pecado nos vacía
del Amor y nos vacía de Dios, pero por la Fe en Jesucristo somos perdonados de
nuestros pecados y recibimos[D1] el don del Espíritu Santo. Ahora podemos
apropiarnos de las palabras de san Juan: El último día de
la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: “Si alguno tiene sed,
venga a mí, y beba el que crea en mí», como dice la Escritura: De su seno
correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a
recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús
no había sido glorificado.” (Jn 7, 37- 39)
Ahora Jesús ha pasado de la muerte a su Glorificación: Muerte, Resurrección y Ascensión para sentarse a la derecha del
Padre y darnos Espíritu Santo. Nuestra conversión ahora es posible y no es cosa
del pasado, es y debe de ser actual, hasta la muerte. Consiste en un negarse a
sí mismo para poder amar y seguir a Cristo. Esto es un parto permanente, es un
nacer de Dios muriendo al pecado y viviendo para Dios. Con la ayuda del Espíritu
Santoy con nuestras decisiones es posible convertirnos. Dios y nosotros.
La conversión implica revestirse de Cristo cultivando las
virtudes. Por esta misma razón, poned el mayor empeño
en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud la prudencia, a la prudencia la justicia, a la justicia la fortaleza, a la fortaleza la templanza, a la templanza la tenacidad, a la tenacidad la piedad, a la
piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad. Pues si tenéis estas
cosas y las tenéis en abundancia, no os dejarán inactivos ni estériles para el
conocimiento perfecto de nuestro Señor Jesucristo. Quien no las tenga es ciego
y corto de vista; ha echado al olvido la purificación de sus pecados pasados.
Por tanto, hermanos, poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y
vuestra elección. Obrando así nunca caeréis. (2 de Pe 1, 5- 10)
Y lo más hermoso,
podréis recibir la Corona de la Vida. Es una Promesa del Señor que cumple lo que promete: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de
todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas
delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como
el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y
los cabritos a su izquierda. Entonces, dirá el Rey a los de su derecha:
"Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para
vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de
comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba
desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis
a verme." (Mt 25, 31- 36)
Recordemos que lo que
se siembra se cosecha: No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre,
eso cosechará: el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el
que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos
de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos.
(Gál 6, 7- 9)
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