EL QUE ME SIRVE
SERÁ HONRADO POR MI PADRE
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que si el
grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere,
producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece
a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna. El que quiera
servirme que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que
me sirve será honrado por mi Padre’’. (Jn 12, 24-26)
Para ser hombres y mujeres probados en
la virtud.
Considerad
como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo
que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero
la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e
íntegros sin que dejéis nada que desear. (Snt 1, 2- 4) ¡Feliz el hombre que soporta la prueba!
Superada la prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a
los que le aman.(Snt 1, 12)
Resistidle
firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan
los mismos sufrimientos. El Dios de toda gracia, el que os ha llamado a su
eterna gloria en Cristo, después de breves sufrimientos, os restablecerá,
afianzará, robustecerá y os consolidará. (1 de Pe 5, 9- 10)
El grano de trigo que es sembrado en la tierra para que nazca tiene que podrirse, es decir, debe morir, luego
nace y sigue un proceso de crecimiento hasta que llega a dar frutos de vida
eterna. Es la enseñanza de Jesús acerca del Reino: “La Palabra que es la
semilla del Reino” nos lleva a negarnos a nosotros mismos, lo equivale
abandonarse en las manos de Dios, para conocer en Nuevo Nacimiento. Hay que
entregarle la carga a Cristo para que lave nuestros corazones (Mt 11, 29; Heb
9, 14) Para nacer de Dios a una Vida Nueva, la Vida en Cristo, que desde
nuestro interior, guía nuestros pasos, de lo viejo a lo nuevo, de las tinieblas
a la luz (2 de Cor 5, 17; Ef 5, 7) De la muerte a la Vida y del pecado a la
Gracia. (Ef 2, 1- 4) Para que
participemos de la libertad de los hijos de Dios (Gál 5, 1)
“El que se ama a
sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura
para la vida eterna”. Se ama a sí mismo el que no tiene la herencia de la fe: La luz, el
poder y el amor. Quiere ser feliz por sí mismo, busca la felicidad en el poder,
en el placer y en el tener, se pierde, pero, negándose a sí mismo, acepta a
Cristo como su Salvador, encuentra la Vida eterna (cf Jn 6, 40) Y la encuentra
en abundancia (cf Jn 10, 10) “Tiene la Luz y no camina en tinieblas” (Jn 8,
12).
Los medios del
crecimiento en la fe está a nuestro alcance: Regar la planta de la fe con la Palabra de Dios,
las veces que sean necesarias. Aflojar y remover la tierra mediante la Oración
íntima, cálida y extensa. Otro medio muy excelente son la pruebas o crisis
espirituales para purificar la fe y destruir los ídolos, tal como lo dice
Santiago y Pedro. El Señor nos ha presentado como medios para el crecimiento
los Sacramentos, especialmente la Confesión y la Eucaristía. Otro medio son las
Virtudes cristianas, la práctica de la Caridad, sin la cual nuestra fe está
vacía y muerta (Dnt 2, 14).
El que quiera
servirme que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. Sin seguimiento
no hay Gracia de Dios, y no hay servicio a Cristo y a su Iglesia. Hay que estar
en comunión con Cristo para poder dar frutos en abundancia (Jn 15, 7)
“Permanezcan en mi Amor” (Jn 15, 9). Con palabras de Pablo: “No se bajen de la
Cruz”. “Pues los que son de Cristo Jesús, han
crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias”. (Gál 5, 24) Bajarse de
la Cruz es caer bajo el peso del pecado y volver a la tierra de la esclavitud.
En la cruz de Cristo hay Luz, hay Santidad y hay Libertad. “Amamos a Cristo y
amamos a los hermanos”, “Guardamos sus Mandamientos y guardamos su Palabra” (1
de Jn 2, 3- 5)
“El que me sirve será honrado por mi Padre”. El Padre nos
honra, es decir, nos ama, nos perdona, nos salva y nos santifica. Nos libera,
nos reconcilia y nos promueve para hacer de nosotros instrumentos de su Gracia:
Hombres nuevos al igual que Cristo, el hombre libre, que abrazó la Cruz con
amor para salvar a toda la Humanidad. Pero nunca a fuerzas, si queremos, somos
libres para aceparlo o para rechazarlo: “El
que quiera seguirme que me siga”. “Porque
estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la
gloria que se ha de manifestar en nosotros.” (Rm 8, 18)
Publicar un comentario