LA VOZ DE LOS TRES PROFETAS ESTÁN AL SERVICIO DE DIOS Y DE LOS HOMBRES.

 

LA VOZ DE LOS TRES PROFETAS ESTÁN AL SERVICIO DE DIOS Y DE LOS HOMBRES.

Los profetas de Dios nacen y se hacen. Son hombres que nacen de sus padres y nacen dentro de una Comunidad donde se forman. El primero es Ezequiel que antes de ser profeta era sacerdote. El segundo es Pablo de Tarso que era fariseo y perseguidor de la Iglesia. El tercero es Jesús de Nazaret que era carpintero se ganaba el pan con el sudor de su frente. El trabajo de los profetas de Dios era denunciar al pueblo sus pecados y anunciar los caminos de Dios, defender la Ley. Pero también el profeta renuncia a sus criterios y a sus pensamientos cuando no son los de Dios, el ejemplo de Samuel que pensaba que el hijo primogénito era el elegido: «No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el corazón.» (1 de Sm 16, 7) El profeta es el hombre de la escucha y del silencio.

1.   El profeta Ezequiel.

Recibe su vocación en el exilio, tierra de servidumbre y de esclavitud. Fue llevado con su pueblo a las tierras babilónicas donde no había templo, ni sacrificio, ni rey ni patria. Allá Dios lo llama y lo envía a ser profeta en medio de un pueblo de cabeza y de rostro duros. Ezequiel es enviado a un pueblo rebelde.

El relato bíblico: “En aquellos días, el espíritu entró en mí, hizo que me pusiera en pie y oí una voz que me decía: "Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde, que se ha sublevado contra mí. Ellos y sus padres me han traicionado hasta el día de hoy. También sus hijos son testarudos y obstinados. A ellos te envío para que les comuniques mis palabras. Y ellos, te escuchen o no, porque son una raza rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos". (Ez 2, 2-5)

Ezequiel habló de la Nueva Alianza: Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh.» (Ez 37, 12- 14)

2.   Pablo de Tarso.

De fariseo y perseguidor de la Iglesia pasa a ser el profeta, el misionero, el servidor de Cristo. Cae a los pies de Cristo en el camino de Damasco. En el encuentro con Cristo descubre que Jesús es el Mesías que ha muerto y resucitado. Descubre que Jesús habita en aquellos que son perseguidos por él. Queda ciego, entra en crisis y es llevado a la ciudad. Allá Dios le envía a un sacerdote para que lo sane de su ceguera: El Señor le contestó: «Vete, pues éste me es un instrumento de elección que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre.» (Hech 9, 15- 16) Le explican todo y puede ver, para luego ser bautizado y comer.

El relato bíblico: Hermanos: Para que yo no me llene de soberbia por la sublimidad de las revelaciones que he tenido, llevo una espina clavada en mi carne, un enviado de Satanás, que me abofetea para humillarme. Tres veces le he pedido al Señor que me libre de esto, pero él me ha respondido: "Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad".
Así pues, de buena gana prefiero gloriarme de mis debilidades, para que se manifieste en mí el poder de Cristo. Por eso me alegro de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando soy más débil, soy más fuerte.
(2 Cor 12, 7b-10)

Pablo de profeta de Cristo no es perfecto, es débil y frágil, pasó por muchas tribulaciones y muchas tentaciones, para un día decir: “Para mí la vida es Cristo y la muerte es ganancia” (Flp 1, 21) “Lo único que busco es conocer a Cristo y experimentar en mí la fuerza de la resurrección  y padecer con él”.Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, (Flp 3, 7- 8)

3.   Jesús de Nazaret.

También Jesús, fue rechazado y despreciado por los suyos. Se les hizo poca cosa. Había dejado Nazaret y bajado al río Jordán donde fue bautizado y ungido con el Espíritu Santo para ser conducido al desierto para preparase para su misión. Después de vencer al Diablo comienza a evangelizar a su pueblo. A sí lo dice Pedro: De cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y lo llenó de poder; de cómo Jesús pasó por todas partes haciendo el bien y curando a todos los que padecían oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. (Hch 10, 38)

El relato evangélico: En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: "¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?" Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo: "Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos. (Mc 6, 1-6)

Ahora regresa a Nazaret por primera vez, lo acompaña su nueva familia, sus discípulos. El sábado va a la sinagoga, como había sido su costumbre por muchos años. Se apropia del texto de Isaías: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. (Lc 4, 18- 19)

Les habló como profeta de Dios, ellos admirados dicen entre ellos: ¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?" Y estaban desconcertados.

Lo conocemos desde niño, fuimos juntos a la escuela, a la sinagoga, jugamos y trabajamos juntos, es el carpintero, el hijo de María. Se les hizo poca cosa. Un hombre sin títulos y sin propiedades, es un pobretón, y tal vez experimentaron la envidia. “Vino a los suyos y lo despreciaron, lo rechazaron y quisieron matarlo”. Jesús no pudo hacer milagros entre ellos por su incredulidad. Después se va y se dedica a predicar su Evangelio a otros pueblos, nada ni nadie lo detiene, su Misión era dar vida dando su Palabra para sembrar el Reino de su Padre en el corazón de los hombres. Como a todo profeta lo espera su muerte.

El mensaje del profeta de Nazaret: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.» (Mt 11, 28- 30)

Los profetas de Cristo siembran riegan y defienden la fe con sus palabras y con su testimonio de vida. Descubren y desenmascaran a los enemigos de la fe que son: El individualismo, el relativismo, el conformismo, el totalitarismo, el secularismo, el ateísmo, las supersticiones y las ideologías. No buscan quedar bien, como tampoco buscan que les vaya bien, son hombres que caminan en la verdad.

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