CONTRA LA INTEMPERANCIA EN EL HABLAR.
"La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta." (1 de Cor 13, 4- 7)
¿Qué es la intemperancia? Es un vicio, contrario a las virtudes de la continencia, de la templanza, de la castidad y de dominio propio. Hay intemperancia cuando no se educan los instintos y los impulsos. No se le ponen a los niños límites o barreras en la vida, pueden hacer lo que quieran. Aparecen desde una temprana edad la gula, el tabaco, el alcohol, la droga, el sexo, etc. Cuando hay intemperancia se adentra en los vicios, en las enfermedades que llevan, tanto a la muerte física como espiritual. El apóstol Santiago nos habla de la intemperancia en el hablar: “Hermanos míos, no queráis ser maestros muchos de vosotros, pues habéis de saber que tendremos un juicio más severo, pues todos caemos muchas veces”. (St 3, 1- 2)
La importancia de educarnos para hablar con palabras, amables, limpias y veraces. “Prontos para escuchar y lentos para hablar” (St 1, 19) La Palabra sigue ayudándonos para que entendamos un poco más: “Pues la ira del hombre no desemboca en lo que Dios quiere. Por eso, desechad todo tipo de inmundicia y de mal, que tanto abunda, y recibid con docilidad la palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras vidas.” (St 1, 20- 21)
“Si alguno no cae al hablar, puede ser considerado un hombre perfecto, capaz de refrenar todo su cuerpo. Si ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan, podremos dirigir todo su cuerpo. Lo mismo pasa con las naves: aunque sean grandes y las empujen vientos impetuosos, basta un pequeño timón para dirigirlas adonde quiere el piloto.” (St 3, 2- 4) Existen salones de belleza y gimnasios para educar nuestros cuerpos y embellecerlos, pero nunca hemos visto salones para educar y embellecer nuestras lenguas. Esto se adquiere en el camino de la vida, y para mí, es posterior a tener un encuentro con Cristo.
Recordemos lo que la Palabra nos dice: “Así, el hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene en su corazón, mientras que el malo, de su fondo malo saca cosas malas. La boca habla de lo que está lleno el corazón”. (Lc 6,45) Las palabras y acciones malas contristan al Espíritu Santo y lo alejan de nuestra vida: “No salga de sus bocas ni una palabra mala, sino la palabra justa y oportuna que hace bien a quien la escucha.”(Ef 4, 29)
“No entristezcan al Espíritu santo de Dios; éste es el sello con el que ustedes fueron marcados y por el que serán reconocidos en el día de la salvación. Arranquen de raíz de entre ustedes disgustos, arrebatos, enojos, gritos, ofensas y toda clase de maldad. Más bien sean buenos y comprensivos unos con otros, perdonándose mutuamente como Dios los perdonó en Cristo.” (Ef 4, 30- 32)
Para que nuestra oración no sea estéril, vana y vacía: ¿Por qué me llaman: ¡Señor! ¡Señor!, ¡Señor! y no hacen lo que digo? (Lc 6, 46) Les voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que construyó una casa; cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca; vino una inundación y la corriente se precipitó sobre la casa, pero no pudo removerla porque estaba bien construida. (Lc 6, 47- 48) Por el contrario, el que escucha, pero no pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. La corriente se precipitó sobre ella y en seguida se desmoronó, siendo grande el desastre de aquella casa. (Lc 6, 49)
“No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni tampoco árbol malo que dé frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de los espinos ni se sacan uvas de las zarzas. Así, el hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene en su corazón, mientras que el malo, de su fondo malo saca cosas malas. La boca habla de lo que está lleno el corazón.” (Lc 6, 43- 44)
La boca habla o vocifera de los que lleva dentro de su corazón: No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará; se les echará en su delantal una medida colmada, apretada y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan serán medidos ustedes.(Lc 6, 27- 38)
Toda maldad, mentira, envidia, grosería, hipocresía y toda maledicencia, no viene de Dios, viene de un corazón vacío, frustrado y agresivo (cf1 Pe 2, 1) la persona que hable así no madura, está siempre inmadura, y es lo que hace a los demás: los envenena y los arrastra a la sepultura. Así san Pablo nos dice: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien” (Rm 12, 9) “Con el bien venzan al mal” (Rm 12, 21)
¿Cómo educar nuestra lengua? Cuando comenzamos a leer o a escuchar la Biblia, la Palabra de Dios y la escucha la acompañamos con un poco de oración nos damos cuenta que algo nos está cambiando sin tantos esfuerzos: la lengua, la manera de hablar. Se van las groserías, la maledicencia y aparecen en nosotros un estilo nuevo de hablar y comunicarnos con los demás. Es el primer fruto de la Palabra. Nos cambia a manera de hablar y de pensar para luego ir cambiando la manera de sentir… la manera de vivir… para entrar en la Voluntad de Dios. “Es la importancia de comer los frutos buenos que brotan del Árbol de la vida que está en el Paraíso de Dios” (cf Apoc 2, 7) Para luego, al tomar conciencia de estos cambios vamos cultivando los buenos hábitos, las nuevas virtudes que luchan contra los vicios. Virtudes como la prudencia, la justicia, la templanza, la fortaleza, la piedad, el amor fraterno y la caridad (2 Pe 1, 5-8) Virtudes que son el fundamento de nuestra fe: “Cristo Jesús” (Cf 1 Cor 3, 11) Cambia nuestra manera de pensar de Dios, de nosotros y de los demás para adentrarnos en la vida nueva (Rm 12. 2; 2 Cor 5, 17) Ahora y así podemos comprender las palabras del Génesis:
Yavé Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara. Y Yavé Dios le dio al hombre un mandamiento; le dijo: “Puedes comer todo lo que quieras de los árboles del jardín, pero no comerás del árbol de la Ciencia del bien y del mal. El día que comas de él, ten la seguridad de que morirás.” (Gn 2, 15- 17) Dios nos ha dado el albedrío paraqué elijas el bien y el mal (cf Dt 30, 15s) Recordando siempre que el árbol se conoce por sus frutos. Así el pueblo dice: “Dime como hablas y te diré quién eres” El hombre maduro, primero piensa y después habla.
Así nos dice el apóstol Santiago: "No os engañéis, hermanos míos queridos: toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de rotación. Nos engendró por su propia voluntad, con Palabra de verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas. Tenedlo presente, hermanos míos queridos: Que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar, tardo para la ira. Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios." (Snt 1, 16- 20) La Palabra de Dios es la semilla del Amor, de la Verdad y de la Vida, por eso, el hombre de Dios es amable, limpio de sus labios y habla las palabras veraces. Es una persona honrada, integra, honesta, leal y fiel.
"Por eso, desechad toda inmundicia y abundancia de mal y recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas. Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla por obra, ése se parece al que contempla su imagen en un espejo: se contempla, pero, en yéndose, se olvida de cómo es. En cambio el que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ése, practicándola, será feliz. Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su propio corazón, su religión es vana." (Snt 1, 21- 26)
La boca habla de lo que hay en el corazón. (Lc 6, 45) Si en nuestro corazón hay basura, nuestras palabras serán groseras, mentirosas y llenas de envidia. Las mascarillas de la envidia son la crítica, la murmuración, los chismes, el mal testimonio y la lástima. Si Cristo está en nuestro corazón nuestras palabras serán optimistas, positivas, constructivas, amables, limpias y veraces. Podemos entonces comprender cuál es la raíz de la fe: el Amor, la Verdad y a Vida (Jn 14, 6) Los pecados de la lengua atentan contra el quinto Mandamiento. No matarás. Y en el octavo mandamiento encuentran su fuerza: No mentitás;
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