EL MESÍAS HABLADO POR EL PROFETA ISAÍAS.

 

EL MESÍAS HABLADO POR EL PROFETA ISAÍAS.

En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra Jesús para acabar con él. Al saberlo, Jesús se retiró de ahí. Muchos lo siguieron y él curó a todos los enfermos y les mandó enérgicamente que no lo publicaran, para que se cumplieran las palabras del profeta Isaías:

Miren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi Espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea, hasta que haga triunfar la justicia sobre la tierra; y en él pondrán todas las naciones su esperanza. (Mt 12, 14-21)

El profeta Isaías habla ocho siglos antes de que Jesús naciera como hombre. Habla de Jesús como el siervo de Dios en el que el Señor ha puesto en él su Espíritu: “Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará en el temor de Yahveh. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. (Is 11, 2- 4)

Para el profeta Iasías, Jesús, el Cristo, es un hombre manso y humilde, compasivo y misericordioso, todo lo contrario a la idea que los judíos tenían del Mesías, un hombre poderoso, un guerrero, un victorioso que llevaría al pueblo de Israel a la riqueza, a la fama y al prestigio como los mejores tiempos, como en la época de David y Salomón. No aceptaron al Mesías pobre y sufriente y lo despreciaron. “Vino a los suyos y no lo recibieron” (Jn 1, 12) Escucharon su Palabra, lo vieron hacer milagros y exorcismos, conocieron su personalidad, pero no quisieron ser como él, y lo mataron.

Tres cosas sobresalen en Jesús. La primera: “No gritará ni clamará,
no hará oír su voz en las plazas”.
Nunca obligó, ni manipuló, ni hizo a nadie a fuerzas que creyera en él. Su lema era: “si tú quieres”. No se puso por encima de la gente, se abajó y se hizo uno de nosotros, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte de cruz (Flp 2, 7- 8)

La segunda que fue su estilo de vida: “no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea,” No engaña, no manipula, no confunde y no aplasta a nadie, Más buen anima, exhorta, consuela, libera sana, salva y corrige con humildad y con amor. Levanta a los débiles y a los pobres, reconcilia a los enemigos y reza por ellos (Lc 6, 27- 28; 23, 34) Y nos invita a ser misericordiosos como el Padre (Lc 6, 36)

La tercera palabra, manifestación de su Misión:hasta que haga triunfar la justicia sobre la tierra; y en él pondrán todas las naciones su esperanza”. La justicia es hija de la luz que viene de la fe (Ef 5, 9) Compañera inseparable de la bondad y de la verdad, de la humildad y de la mansedumbre (Col 3, 12). Es el amar a Dios y amar a los hombres, guardando sus Mandamientos y obedeciendo su Palabra (Jn 14, 21. 23)

Para que podamos entender que la fe es confianza, es obediencia y es amor, entonces podemos decir con Pablo: “Nadie que haya confiado en él ha quedado defraudado” (1 de Tim 1, 12). Entonces se actualiza en nuestra vida las palabras de Jeremías: “Bendito sea aquel que fía en Yahveh, pues no defraudará Yahveh su confianza”. Es como árbol plantado a las orillas del agua, que a la orilla de la corriente echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto. (Jer 17, 7- 8)

Pero no todos creyeron en Jesús, el Cristo de Dios. Los fariseos se confabularon contra Jesús para acabar con él. Se confabularon con los herodianos, con los políticos y los ricos, es decir, los poderes de este mundo: el poder religioso, el poder económico y el poder político, los poderes de las tinieblas se unieron para darle muerte, y lo mataron.

La Biblia divide a la humanidad en dos: los justos y los malvados (Slm 1, 1- 3) Por eso Jeremías dice: “El corazón es lo más retorcido; no tiene arreglo: ¿quién lo conoce?” El único que lo conoce es Jesús que es Dios con nosotros (Mt 1, 23) Llegado el momento se enfrentó con ellos y abrazó su Cruz con amor para morir y alcanzar el perdón de nuestros pecados y luego resucitó para darnos vida eterna. (Rm 4, 25)

“Muchos lo siguieron y él curó a todos los enfermos y les mandó enérgicamente que no lo publicaran.” Porque la inmensa mayoría del pueblo tenía una falsa concepción del Mesías, por eso querían proclamarlo como rey. Querían a un Mesías populachero, según el pueblo, y no según Dios que presentó al Mesías pobre y sufriente, humilde y manso, misericordioso y compasivo.

 

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