DIOS PROMETE HACER
UNA NUEVA ALIANZA A SU PUEBLO REBELDE.
"Cuando Israel
era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo, dice el Señor. Pero, mientras
más lo llamaba, más se alejaba de mí, ofrecía sacrificios a los dioses falsos y
quemaba ofrendas a los ídolos.” “Yo fui quien enseñó a andar a Efraín yo quien
lo llevaba en brazos; pero no comprendieron que yo cuidaba de ellos.”
La Palabra del Señor: A Israel, mi pueblo, yo lo he amado, los qué de
Egipto, lo liberé, hice Alianza con él y lo reconcilié conmigo, lo hice mi pueblo
y le entre mi Ley para que me amará y se amarán entre ellos. Pronto rompió mi
Ley y me dio la espalda para caer en la Idolatría. Decía que creía en mí y que
me amaba, pero, ofrecía sacrificios e incienso a los Baales, a sus ídolos para
darles gracias por mis dones y por mis bendiciones. “No comprendían que yo
cuidaba de ellos”.
“Yo los atraía hacia
mí con los lazos del cariño, con las cadenas del amor. Yo fui para ellos como
un padre, que estrecha a su creatura y se inclina hacia ella para darle de
comer.” “Mi corazón se conmueve dentro de mí y se inflama toda mi compasión. No
cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, pues yo soy Dios
y no hombre, yo soy el Santo que vive en ti y no enemigo a la puerta''. (Os
11, 1-4. 8-9)
Como a un niño lo atraía hacia mí con cuerdas
de ternura y de cariño, me inclinaba para darle de comer, pero él me abofeteaba
y me escupía en la cara, dándome la espalda y sirviéndoles a sus ídolos. Yo le
enseñé a caminar, amarme y a servirme, pero pronto se desviaron de mí, unos a
la derecha y otros a la izquierda, y otros mirando hacia atrás, anhelando las
cebollas de Egipto, “Mi corazón se conmueve dentro de mí y se inflama toda mi
compasión”. ¿Castigarlos y destruirlos? No porque soy Dios y no hombre, soy el
santo que vive dentro de ti.
Haré una Nueva Alianza, y sellaré con la muerte y
resurrección de Cristo.
Oseas: “Me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón y
haré una Alianza con él”. “Yo te desposaré conmigo para siempre; te
desposaré conmigo en justicia y en derecho en amor y en compasión, te desposaré
conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahveh. Y sucederá aquel día que yo
responderé - oráculo de Yahveh - responderé a los cielos, y ellos responderán a
la tierra. (Os 2, 21- 23)
Ezequiel: Por eso,
di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: No hago esto por
consideración a vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, que
vosotros habéis profanado entre las naciones adonde fuisteis. Yo santificaré mi
gran nombre profanado entre las naciones, profanado allí por vosotros. Y las
naciones sabrán que yo soy Yahveh - oráculo del Señor Yahveh - cuando yo, por
medio de vosotros, manifieste mi santidad a la vista de ellos. Os tomaré de
entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro
suelo. Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras
impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón
nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el
corazón de piedra y os daré un corazón de carne. (Ez 36, 22- 26)
Jeremías:
“He aquí que días vienen - oráculo de Yahveh - en que yo pactaré con la casa de
Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté
con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos
rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos - oráculo de Yahveh - Sino que
esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos
días - oráculo de Yahveh -: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones
la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”. (Jer 31. 31- 33)
La
esperanza mesiánica tiene dos columnas: la promesa y el acontecimiento.
La
Promesa: Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He
aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío,
y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra
vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi
espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que
yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh.» (Ez 37, 12- 14)
El
Acontecimiento: Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su
Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban
bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que
sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo
que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo,
también heredero por voluntad de Dios. (Gál 4, 4- 7)
Dios envió
a su Hijo que realiza en la historia la Obra de Dios, y el Espíritu Santo lo actualiza
en nuestra vida. La Obra del Espíritu es hacer que el mundo crea en Jesús para
que creyendo se salve. “En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de
Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer
en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos
hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para
dar testimonio de que somos hijos de Dios. (Rm 8, 14- 16).
Los hijos
de Dios son llamados a la fidelidad, a ser conducidos a los terrenos de Dios:
el Amor, la Verdad, y la Vida, la Libertad y la Santidad, para que guardemos
los Mandamientos de la Ley de Dios, y poder conocerlo, amarlo y servirlo (1 de
Jn 2, 3- 5)
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