VAYAN Y PROCLAMEN
POR EL CAMINO QUE YA SE ACERCA EL REINO DE LOS CIELOS.
1.
El reino de Dios anunciado
por los profetas.
El Antiguo Testamento
atestigua que Dios ha elegido a un pueblo para revelar y llevar a cabo su
designio de amor. Un designio que abraza a todos los hombres, ya que Dios es
Padre de todos y con todos hace alianza (Gén. 9,1-17). No obstante, Israel es
el único pueblo que tiene experiencia de un Dios personal y salvador (Dt. 4,37;
7,6-8), por lo que se convierte en testigo y portador de un mensaje de
salvación en medio de las naciones. A lo largo de su propia historia Israel
adquiere conciencia de su misión universal (Is. 2,2-5; 6-8; 60,1-6; Jer. 3,17;
16,19). Israel es un pueblo llamado a ser luz
de las naciones.
Para los
profetas Yahveh es el Gran Rey, (Is.6, 5) que reina sobre el
mundo porque rige su curso y sobre los acontecimientos por que los conduce y
ejerce sobre ellos su juicio. Sin embargo la realeza divina se apoya en el
reinado temporal de los reyes de Israel, escogidos por él mismo Yahveh, a
quienes los profetas corrigen y amonestan cuando no son fieles a la ley divina
(2 Sam. 12; 24,10-17). Y por lo tanto, en vez de servirle a Yahveh se sirven a
sí mismos.
Los
profetas en sus promesas reservan un lugar al "Rey Futuro", al
"Mesías" el Hijo de David que hará su entrada triunfal en Jerusalén
de manera sencilla y humilde” (Zac. 9,9); vendrán de todas las naciones gentes
a Jerusalén para adorarlo (Zac. 14,9). El judaísmo, de manera equivocada representaba
la venida del reino como algo fulgurante e inmediato, de manera triunfalista.
Para Israel el sentido mesiánico tiene varias etapas.
2.
Cristo hace presente el reino
de Dios.
Jesús entiende el Reino de
Dios de manera distinta al sentir general del judaísmo de su época. El Reino
viene cuando se dirige a los hombres la "Palabra de Dios" como
semilla que debe de crecer por su propio poder hasta convertirse en un gran
árbol en medio del mundo donde anidan las aves del cielo (Mc. 4,26-29). Acogerá
en su seno a todas las naciones pues no está ligado a ninguna de ellas, ni
siquiera a Israel.
Cristo
es la encarnación y la revelación de la misericordia del Padre. La
salvación consiste en creer y en acoger el Misterio de Dios y de su amor que se
manifiesta y se da en Jesús mediante su Espíritu. En Jesús de Nazaret Dios da
cumplimiento a su Plan de salvación. Después de haber recibido en el bautismo
el Espíritu Santo, Jesús manifiesta su vocación mesiánica: recorre Galilea
predicando la Buena Nueva de Dios: "El tiempo se ha cumplido y el Reino
está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc. 1, 14,15; Mt. 4,17;
Lc. 4, 43).
3.
Jesús Predicador del reino de
Dios.
El
objeto de la misión de Jesús es la proclamación y la instauración del Reino, él
mismo lo afirma al aplicarse las palabras del profeta Isaías: "para eso he
sido enviado" (Lc.4,16-18). Jesús instaura el Reino de Dios en el corazón
de los hombres mediante la predicación de la Buena Nueva, los milagros, la
expulsión de demonios y su estilo de vida. A la acción de Jesús el hombre
responde con la fe en la persona y en el Mensaje de Jesús, el Liberador del
hombre (Mt.12, 28).
Cristo, el Evangelio de Dios
se identifica con la Buena Nueva del Padre. Existe plena identidad entre Mensaje y
Mensajero, entre el decir, el actuar y el ser de Jesús. La fuerza de su
predicación está en la armonía entre Mensaje y Mensajero: Jesús proclama la
Buena Nueva no sólo con lo que dice, sino también con lo que hace y con lo que
es.
4.
La llegada del Reino pone fin
al reinado del Mal.
La obsesión de Jesús es
establecer el Reino de su Padre en el corazón de los hombres para así poner fin
al reinado del Mal, de la opresión y de las esclavitudes. "El Reino de
Dios está cerca". Se ora para que venga (Mt.6, 10). Por la fe se le
descubre presente y operante en las palabras, milagros, exorcismos (Mt. 11,4-5; 12,25-28) y en el
testimonio de vida de Jesús.
Jesús inaugura el Reino de
Dios entre los hombres, y a la misma vez, revela el rostro de Dios a quien
llama con el término "ABBA" (Mc.14, 36). El Dios de las parábolas de
Jesús es un Padre amoroso y lleno de compasión, que perdona y concede
gratuitamente las gracias pedidas. Acoger a Jesús como la manifestación amorosa
del Padre y orientar la vida a Dios en la intimidad de la oración con la
confianza de encontrarse con un Padre que escucha, ama y perdona es la
expresión fundamental de la presencia del Reino en el corazón del creyente. El
esfuerzo por cumplir su voluntad del Padre genera una conciencia filial y
permite el crecimiento del Reino en el corazón de los hombres (Lc.11, 2; Mt.
7,21).
"Que
el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el
Espíritu Santo. Toda vez que quien así sirve a Cristo, se hace grato a Dios y
aprobado por los hombres. Procuremos, por tanto, lo que fomente la paz y la
mutua edificación." (Rm 14, 17- 19)
Lo anterior nos dice con toda claridad que el Reino de Dios es Cristo, Camino,
Verdad y Vida (Jn 14, 6)
5.
Las exigencias
del Reino.
a) Tener
los sentimientos de Cristo. El Reino está destinado a
todos los hombres, dado que todos están llamados a la salvación, no obstante,
Jesús al principio de su Evangelio manifiesta la predilección por aquellos que
están al margen de la sociedad: los pobres: "Ha sido enviado anunciar
b)
Guardar el Mandamiento Regio de Jesús. El Reino tiende a transformar
las relaciones humanas y se realiza progresivamente en la medida que todos los
hombres aprenden a amarse a perdonarse y a servirse mutuamente, tal como lo
confirma el "Mandamiento Regio del
Amor" (Jn. 13,34). El amor con el que Jesús ha amado a los suyos
encuentra su plena expresión en el don de la vida por los hombres (Jn.15, 13).
Al dar su vida Jesús manifiesta el amor del Padre por todos los seres humanos.
Por tanto, la naturaleza del Reino es la comunión de todos los seres humanos
entre sí y con Dios.
c)
Entregarse a la obra de Jesús. Trabajar por el Reino
significa reconocer y favorecer la acción liberadora de Dios en el mundo y en
la historia. Construir el Reino significa trabajar por la liberación del mal en
todas sus formas. De manera que un trabajador del Reino tenga claridad que su
misión es la de Jesús: destruir el mal en el mundo e instaurar el Reino de
Dios. Erradicar el mal del corazón de los hombres e impregnarlos con el amor de
Dios.
Durante
su vida terrena Jesús es el profeta del Reino, es el vencedor del Maligno y del
Mundo. Con su muerte y resurrección vence la muerte e inaugura
definitivamente el Reino de Dios en la tierra. Después de su Pascua los
discípulos descubren que el Reino está presente en la persona de Jesús y se va
instaurando paulatinamente en el hombre y en el mundo en la medida de la unión
con él.
6.
Las características
del Reino.
"Mi Reino no es de este
Mundo" (Jn. 18,36).Lo primero para tener presente, es que el Reino, no
obstante, abarca todas las realidades humanas, no es de este mundo: no se puede
medir con parámetros humanos, con cuentas bancarias o con extensiones de
terrenos. No se puede pertenecer a él por ser de cierta nacionalidad o cultura.
Las manifestaciones de la presencia del
Reino en el corazón del hombre son: El
amor, la paz, el gozo, (Rom. 14,17) la
justicia, la bondad, la verdad, (Ef 5, 9) el compartir, la dignidad humana, la libertad, la solidaridad humana, la
fraternidad, el servicio, etc.
Quien ama conoce a Dios; vive
en armonía consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios. Si
decimos que la paz es el primer fruto del amor, podemos decir también que la
justicia es el fruto de la paz mesiánica que brota de la cruz de Cristo y pone
a los hombres en igualdad de condición. La libertad de los hijos de Dios es el
don de Cristo por el cual los cristianos se comprometen y se donan libremente
en servicio por los intereses del Reino. La comunidad de hermanos unidos por el
Amor de Jesús es la expresión más auténtica de la presencia del Reino entre los
hombres.
7.
El reino
en relación con Cristo y con la Iglesia.
El Reino de Dios que
conocemos por la divina revelación no puede ser separado ni de Cristo ni de la
Iglesia. El Reino de Dios no es un concepto, una doctrina o un programa de vida
sujeto a la libre elaboración, sino que es ante todo una Persona que tiene el
rostro y el nombre de Jesucristo de Nazaret, imagen de Dios invisible, que
nació de María, vivió como hombre, murió y resucitó. Quien se atreva a separar
el Reino de Dios de la persona de Jesús está distorsionando el verdadero
sentido del Reino para transformarlo en una simple ideología.
Así
mismo, el Reino no puede ser separado de
8.
La Iglesia al servicio del Reino.
El Reino de Dios es una
realidad misteriosa, cuya naturaleza Jesús sólo da a conocer a sus discípulos,
a los humildes y a los pequeños, no a los sabios ni a los prudentes de este
mundo (Mt. 11, 25). Es a la "Pequeña Grey" a la que se le da el Reino
( Lc.12,32), al Nuevo Israel, la Iglesia prefigurada en los Doce comandados por
Pedro, quien recibe incluso las llaves el Reino de los Cielos (Mt. 16,18ss). La
naturaleza de la Iglesia es la de ser misionera y servidora de los intereses
del Reino que son los intereses de Cristo y por ende de Dios. Lo está de varias
y diversas maneras:
Mediante
el Anuncio de Cristo y de su Evangelio. (Jn 1,12). Mediante la proclamación de
la exigencia fundamental del Reino: la conversión. (Mt 4, 17; Mc 1, 15) Mediante
la fundación de comunidades vivas e instituyendo Iglesias particulares, las
cuales debe llevar a la madurez de la fe y de la caridad. Mediante la promoción y difusión de los
"valores evangélicos" entre los hombres. Estos valores son verdaderas expresiones del Reino y ayudan a
los hombres a acoger el designio de Dios. Mediante la promoción humana, el
compromiso por la paz y la justicia, la educación y el cuidado a los enfermos,
la asistencia a los pobres y a los pequeños, salvaguardando siempre la
prioridad de las realidades trascendentes y espirituales sobre las realidades
temporales. Mediante la intercesión en favor de todos los hombres para que el
reino de Dios venga a todos. Jesús mismo enseñó a
9.
El
acceso de los hombres al Reino.
El Reino es el Don de Dios
por excelencia. No obstante todo es "Gracia", los hombres han de
responder a la "Gracia", para recibirlo han de llenar ciertas
condiciones: los pecadores endurecidos quedan excluidos del Reino (1 de Cor.
6,9ss.; Gál. 5,21; Ef.5, 5; Apoc. 22,14ss).
Un alma
de pobre (Mt.5,3) y una actitud de niño
(Mt.18,1-4) para acoger la persona de Jesús y el Evangelio que, abriéndose a la
vez a un proceso de conversión y al
Nuevo Nacimiento sin el cual no se puede ver el Reino de Dios (Jn. 3,3ss). Una
búsqueda activa del Reino y de su justicia (Mt.6, 33) orientada a revestirse
del Hombre Nuevo: de Cristo, llenarse de sus sentimientos para no correr el
peligro de ser sacado de la "Fiesta" el día de las Nupcias (Mt.
22,11-14). El soportar las persecuciones que la vivencia del Reino pueda traer
consigo (Mt. 5,10, Hech.14, 22; 2Tes. 1,5). La disponibilidad para renunciar a
todo lo que se opone al Reino (Mt. 13,44s), inclusive a los lazos familiares y
a sí mismo, tal cual lo exige el seguimiento de Jesús. La búsqueda de una perfección más grande que
la de los fariseos (Mt.5, 20). El cumplimiento de la voluntad del Padre,
expresada en Jesús, sobre todo en materia de caridad fraterna (Mt. 7,21) Una
actitud de oración. Actitud de vigilancia interior para descubrir las
manifestaciones del Reino y los peligros a los que puede estar expuesto (Mt.25,
1-13).
Todo esto se pide a quienes
quieran entrar al Reino de los cielos y heredarlo finalmente. Porque si todos
son llamados a él no todos son "elegidos": se expulsará en su momento
a quien no lleve el vestido nupcial.
10. Jesucristo: el Rey de reyes.
En el Nuevo Testamento el Rey
Mesías es al mismo tiempo el Hijo de Dios. Este puesto de Jesús en el centro
del misterio del Reino se descubre en tres etapas por las que debe pasar: la
vida terrena de Jesús, el tiempo de la Iglesia, y la consumación final de las
cosas.
a) Jesús
se muestra muy reservado respecto al título de Rey por la interpretación errada
de sus contemporáneos al título mesiánico. Jesús lo despoja de sus
resonancias políticas a fin de mostrar que su realeza no es de este mundo y que
se ha de manifestar en el testimonio prestado a la verdad (Jn.18, 36s). Además
Jesús identifica la causa del Reino con la suya propia: Dejar todo por el Reino
de Dios es lo mismo que dejarlo todo por la causa de Jesús (Mt.19, 29; Mc.10,
29). Identifica el Reino del Hijo de Dios con el Reino del Padre (Mt.11, 41ss)
Asegura a sus Apóstoles un Reino como el Padre lo ha dispuesto para él (Lc.
22,29ss).
b) La
entronización regia de Jesús tiene lugar en la hora de su resurrección:
entonces es cuando toma asiento en el trono mismo de su Padre (Apoc. 3,21). Es
en entonces cuando es levantado en alto y exaltado a la diestra del Padre (Hech
2,30-35) Jesús es el Señor Universal ante quien se ha de doblar toda rodilla en
el cielo, y en la tierra toda lengua ha
de proclamar su señorío (Fil.2, 11). Porque el Padre constituyó a su Hijo como
Rey de Reyes y Señor de Señores (Apoc. 1,5; 19,16; 17,14).
c)
Cristo vencedor de todos sus enemigos entregará la realeza a Dios Padre al
final de los tiempos (1 Cor.15, 24) Termina la realeza mesiánica de
Cristo para dar comienzo al reinado absoluto de Dios (Apoc.19, 10), y los
fieles recibirán la herencia en el reino de Cristo y de Dios (Ef.5,5). Los
discípulos de Jesús serán llamados a compartir la gloria y el reinado de Cristo
porque desde la tierra ha hecho de ellos un reino de sacerdotes para su Dios y
Padre (Apoc. 1,6; 5,10; 1 Pe. 2,9).
Oración: Padre,
venga a nosotros tu Reino de amor, de paz y de justicia. Que se haga tu
voluntad en nuestra vida, y que ella sea la delicia de nuestra vida. Que la
Comunidad de tu Hijo, cimentada en la verdad, el amor y la vida, sea el
instrumento para que tu Reino acoja a todos los pueblos. Que nadie sea excluido
y que todos podamos vivir la espiritualidad del Reino.
En aquel tiempo, envió Jesús a los Doce con estas instrucciones: 'Vayan
y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos”. Curen a los
leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los
demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues,
gratuitamente.
No lleven con ustedes, en su cinturón, monedas de oro, de plata o de cobre. No
lleven morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bordón, porque el
trabajador tiene derecho a su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, pregunten por alguien respetable y
hospédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar, saluden así: 'Que haya paz
en esta casa'. Y si aquella casa es digna, la paz de ustedes reinará en ella;
si no es digna, el saludo de paz de ustedes no les aprovechará. Y si no los
reciben o no escuchan sus palabras, al salir de aquella casa o de aquella
ciudad, sacúdanse el polvo de los pies. Yo les aseguro que el día del juicio,
Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que esa ciudad". Mt 10, 7-15
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