JESUCRISTO ES EL REVELADOR DEL PADRE Y DEL HOMBRE
Objetivo. Tener claridad sobre la persona de Jesús, para
dar una respuesta concreta y válida a quien pregunte sobre nuestra esperanza.
Iluminación. “Por el
Bautismo fuimos revestidos de Cristo; morimos con él, fuimos sepultados con él
y resucitamos con él a una nueva vida” (Rm 6, 4ss)
DESARROLLO DEL TEMA
¿Qué sabemos de Jesús? ¿Quién es Jesucristo para nosotros? No
podemos hablar del Bautismo al margen de Jesús, sería una vergüenza que los
cristianos que no conozcamos en quien somos bautizados. Sólo en Cristo podemos
comprender el sentido de cada uno de los Sacramentos de la Iglesia, razón por
la cual he querido comenzar esta reflexión haciendo referencia a la persona de
Jesús de Nazareth, “su ser”, “su obrar” y luego “la vida cristiana”.
1.
EL SER DE JESÚS.
La pregunta sobre Jesús. Viniendo Jesús a la región de Cesárea de
Filipo, preguntó a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
hombre?” Ellos contestaron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías;
otros, que Jeremías u otro de los profetas.” Y El les dijo: Y vosotros: “¿Quién
decís que soy yo?” Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: “Tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios vivo”. (Mt. 16, 13-16) La respuesta de Pedro es la única respuesta
que tiene la Iglesia, es la respuesta de la fe cristiana.
JESUCRISTO es Dios verdadero y es a la vez hombre verdadero. No es un hombre que se hizo Dios. Él es DIOS desde
la eternidad: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba en Dios y
la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por
ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe”Jesucristo es Dios que se hizo
hombre, ésta es nuestra fe cristiana. (Jn 1, 1)
JESUCRISTO es el Verbo del Padre. “El Verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros”. (Jn 1,1-3.14) “En el principio es un término de la lengua semítica
que significa: “cuando nada existía, cuando nada había sido creado”. Jesús es la
Palabra encarnada.
JESUCRISTO es Jesús de Nazaret. Un hombre histórico, enviado por el Padre
y que nació de la Virgen María (Mt 1, 16; Gál 4,4), nació en Belén de Judá en
tiempo del rey Herodes (Mt 2, 1-6). Que
fue “Ungido” con el Espíritu Santo como
Sacerdote Profeta y Rey para realizar la “Misión” que el Padre le encomendó (Mt
3,13-16; Mc.1,9-11; Lc. 3,21-22). El libro de los Hechos nos dice que fue un
hombre aprobado por Dios, con palabras y señales poderosas; que murió como
hombre en manos de gente malvada, pero que Dios lo resucitó por medio del
Espíritu Santo” (Hech. 2, 21ss)
JESUCRISTO es “Señor y Cristo.” “Sepa con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido “Señor y
Cristo” a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado” (Hech 2, 36). Señor,
es el nombre que los judíos daban a Dios.
JESUCRISTO es “Principio y Fin; “Alfa y
Omega”. “Cabeza” de la Iglesia y de
lo todo lo creado: “Bajo sus pies sometió Dios todas las cosas y le constituyó
Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena
todo en todo” (Ef 1, 22-23)
JESUCRISTO es para quienes hemos tenido la experiencia de
encontrarnos con él, es el Don de Dios a los hombres, Es el Hijo de Dios hecho
hombre. Es nuestro Redentor y Salvador, es Maestro y Señor de nuestras vidas.
Es nuestra fuerza en la lucha contra el pecado y es nuestra Paz. (Jn 3, 16; Mc
1, 1; Gál 2,20; Ef 5, 1- 2; 1 Cor 1, 30)
¿QUÉ DICE JESUCRISTO DE SÍ MISMO? Leamos el evangelio de san Juan: “Le
dijo la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga,
nos lo desvelará todo.» Jesús le respondió: «Yo soy, el que está hablando contigo.» (Jn 4, 25- 26) Les dijo
Jesús: «Yo soy el pan de vida. El
que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá nunca sed.” (Jn
6, 35) Jesús les habló otra vez; les dijo:
«Yo soy la luz del mundo; la persona que me siga no caminará en la
oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» (Jn 8, 12) Jesús les respondió:
«En verdad, en verdad os digo que antes de que Abrahán existiera, Yo Soy.» (Jn 8, 58) “Entonces Jesús les
dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo que yo soy la puerta de las ovejas.” (Jn 10, 7) Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas (Jn
10, 11) “Jesús le respondió: «Yo soy la
resurrección y la Vida.” (Jn 11, 25) Respondió Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por
mí. Si me conocéis a mí, conoceréis
también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.» (Jn 14, 6- 7)
¿QUÉ SIGNIFICA JESUCRISTO? Jesús significa “Salvador” y Cristo
significa “Ungido”, “Consagrado” (cf Jn
1, 35). En el Credo decimos: “Creo en Jesucristo”, con esto decimos que creemos
que “Él es el Don y el Hijo de Dios,
Emanuel que significa Dios con Nosotros”, el Dios que se hizo hombre para la
salvación de su pueblo (Mt 1, 21)
¿PARA QUÉ SE HIZO HOMBRE EL HIJO DE DIOS? El Hijo de Dios se hizo hombre para “redimirnos
del pecado” y darnos el “don del Espíritu”, la Gracia de Dios. (Gál. 4, 4-6)
“Vengo para que tengan vida en abundancia” (Jn 10, 10) “He venido a encender el
fuego del Espíritu en el corazón de los hombres redimidos” (cf Lc 12, 49)
¿POR QUÉ PODEMOS LLAMARNOS HIJOS DE DIOS? Por la obra Redentora de Jesucristo nosotros
somos hijos de Dios por “adopción” (Ef 1, 5; 1 de Jn 3,1ss), es decir, por “participación”;
Jesucristo es el Hijo“natural” de Dios,
por recibir de Él su naturaleza, como el hijo de un hombre, es hombre. Nosotros
somos hijos por adopción, lo que significa que el Padre nos comunica su gracia,
su esencia su naturalaza (2 de Pedro 1, 4) y nos hace hijos suyos (Gál. 4, 5).
En el Sacramento del Bautismo nos apropiamos de los frutos de la Redención.
¿CÓMO PODEMOS ENTENDER ESTA
VERDAD? Sólo con la ayuda del Espíritu Santo que nos asiste
cuando leemos en la Biblia:
“Subo a Mi Padre y vuestro Padre; a mi
Dios y vuestro Dios” (Jn 20, 17) Vuestro Padre y vuestro Dios; Jesús nos dice
que lo que nosotros somos en referencia a Dios es por comunicación, por
participación, y esto es posible por medio de la fe y el Bautismo. Jesucristo
por razón de su divinidad es igual al Padre, y menor que el Padre por razón de
su humanidad (Jn 14, 28; 10, 30) En Jesucristo hay dos nacimientos, uno es
eterno: “Nacido del Padre antes de todos los siglos”, el otro es temporal,
nacido en el tiempo de la Virgen María.
¿POR QUÉ SE HIZO HOMBRE
JESUCRISTO? La única razón que podemos encontrar es el Amor: Por Amor. El Padre envió a
su Hijo para salvarnos (Jn 3, 16). El Amor de Dios se ha manifestado en que
siendo nosotros pecadores Cristo murió por nosotros” (Ef. 5, 6). Jesús lo había
dicho: “No hay mayor amor que la de aquel que da la vida por sus amigos” (Jn.
10, 10ss).
2. EL QUEHACER DEL SEÑOR JESÚS.
JESUCRISTO es el “Enviado”. Es enviado por
su Padre a este mundo con una misión
concreta; la salvación de los hombres; con sus mismas palabras nos dice: “Vengo
para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Es la vida de la
Gracia, la vida Trinitaria, vida de
Dios. Para darnos este hermoso don, Jesús inventó los Sacramentos, Signos
de la Nueva Alianza.
JESUCRISTO es el “Ungido” para ser Sacerdote, Profeta y Pastor. Se
pasaba horas y días enseñando su Palabra a los hombres. Les enseñaba a vivir
como hijos de Dios, como hermanos unos de los otros y como servidores de todos.
(Jn 13, 15) Enseñaba con su palabra y con su testimonio de vida que Dios ama a
buenos y malos (Mt. 5, 45)
JESUCRISTO es el Salvador y el Redentor: “Amó a los
suyos hasta el extremo” (Jn 13, 12-14) Amó a todos y murió por todos los
hombres (cfr. Ef. 5, 1); nos amó entregando su vida para redimirnos y darnos el
perdón de los pecados (Ef. 1, 7) y trasladarnos del Reino de las tinieblas al Reino de la Luz, Reino de Dios
(Col. 1, 12- 13).
JESUCRISTO es Liberador del Mal y Dador del Espíritu Santo; Vivió entre los hombres, “puso su morada
entre nosotros”, “igual a nosotros en todo menos en el pecado” (Heb. 5, 15) San
Pablo nos dice que vino a liberar a los esclavos de la ley y a traernos el “don
del Espíritu que nos hace hijos de Dios (Gál. 4, 4-6).
JESUCRISTO es Fundador de la Iglesia y a la vez es su Fundamento. Durante su vida mortal llamó a un grupo
de hombres que creyeron en Él, los llamó a ser sus discípulos `y luego los
llamó Apóstoles (Mc. 3, 12-14) A uno de ellos, Pedro, lo nombró su
representante (Mt. 16, 18), y después de su Resurrección confirma lo que en
vida había prometido (Jn 21,15ss).
JESUCRISTO es el Sanador el hombre herido por el pecado: Es el sanador del hombre integral, no
obstante, tuvo sus predilectos: los enfermos, los pobres y los pecadores, acoge
a todos, pobres y ricos; se entregó por ellos, perdonó sus pecados, los sanó de
sus enfermedades y los alimentó con su Palabra de verdad.
¿CÓMO VIVIÓ JESÚS, EN REFERENCIA A SU PADRE
Y EN REFERENCIA A LOS HOMBRES? En referencia a su Padre el Evangelio de san
Juan nos dice: “Su alimento favorito fue hacer la voluntad de Dios en todos los
momentos de su vida. (cfr Jn. 4, 34)
Vivió en todo sometido a su Padre. En referencia a los hombres vivió como
Dios quiso: “Se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por
el Diablo”. (Hch 10, 38) Vivió con toda sencillez y pobre entre los pobres
hasta el grado que “no tenía donde reclinar su cabeza”. (Lc. 9, 58)
¿CÓMO NOS AMÓ JESÚS? Amó hasta el
extremo (Jn 13, 1), sin límites ni condiciones a todos los hombres y mujeres,
sin medir riesgos. En Jesús el amor es donación,
es entrega, es servicio, es perdón, es defensa de los más débiles, etc. Lo
vemos amando a personas ricas como Zaqueo, Nicodemo, Lázaro y sus hermanas
entre otros. Los pobres, son sus favoritos, se sienta a la mesa con ellos. Con
los pecadores hace amistad y se deja querer por ellos. A sus discípulos que eligió
de entre el pueblo, los ama con predilección y los forma para el apostolado
(Mc. 3, 12-19).
¿POR QUÉ DECIMOS QUE JESÚS ES MAESTRO? Jesús no solamente
ama, sino que además nos enseñó a amar y a servir a los hermanos (Jn. 13,
12-14. 34). Su enseñanza no sólo fue de palabra, sino, y sobre, todo con su
propia vida. Jesús vive lo que enseña, por eso puede ser llamado un Maestro que
enseña con autoridad. En él todo lo que hace y dice es expresión del amor que
llena su corazón, razón por la que puede decir:"Ámense como yo los he
amado". Podemos asegurar que la manera de enseñar de Jesús es única, El
enseñaba con su palabra, milagros, expulsión de demonios y con su propia vida,
por ello que su enseñanza tenía tanto poder.
¿CUÁL ES LA VERDAD ENSEÑADA POR JESÚS, EL CRISTO DE DIOS? Jesús también
proclamó la verdad sobre Dios y sobre el hombre. (Jn 8, 31- 32). La verdad sobre Dios es que él es un Padre que
ama y perdona a todos y sin distinción de personas. La verdad es que Dios ama a
los hombres hasta darles a su Único Hijo como salvador y liberador del pecado
(cf Jn 3, 16). Jesús vino a instaurar en la tierra, el reino de Dios.
1)
La verdad sobre
Jesucristo creída y anunciada por la Iglesia, Él es el Salvador y Redentor del
hombre. (Mt 1, 21)
2)
La verdad de
Jesucristo es que nadie puede salvarse a sí mismo, sólo Cristo es el Salvador
(Lc 9 , 24- 25; Jn 15, 1-4; Hch 4, 12) “Todo poder se me ha dado…” (Jn 20, 19-
23)
3)
La verdad sobre
Jesucristo que es la Luz del mundo (Jn 8, 12) “Camino, Verdad y Vida” (Jn
14, 6) “Es la Resurrección y la vida” (Jn 11, 25)
4)
La verdad sobre
Jesucristo es que él es el Revelador del Padre y del hombre. El que ama al
Padre ama al hijo… (Jn 14, 7)
5)
La Verdad sobre
Jesucristo es que él es Emmanuel Dios con nosotros (Mt 1, 23) Es el don de
Dios a los hombres (Jn 3, 16) Es el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16, 16)
Salvador, Maestro y Señor (Mt 23, 8-9)
6)
La verdad es que
sólo Cristo puede dar el Espíritu Santo y Fuego a los hombres (Lc 3, 16) Porque él es el único que ha muerto por el
pecado de los hombres y ha resucitado para dar vida eterna (Rm 4, 25)
7)
La verdad es que
el Hombre tiene una dignidad que se funda en que es imagen y semejanza de su
Creador. (Gn , 26- 27) El sábado fue creado para el hombre (Mc 2, 27)
8)
La verdad es que
todo hombre tiene la tarea en la vida de amar y servir a sus semejantes con el
mismo amor con el que Dios lo ama a él. (Jn 13, 13. 34; Rm 5, 5)
9)
La verdad es que
el hombre tiene un valor que solo puede descubrirse a la luz de la redención de
Cristo que con su vida pagó por cada uno de los seres humanos. Valemos la
sangre de Cristo, el precio con el cual fuimos comprados. (1 Pe 1, 18- 22)
10)
La verdad es que
Dios creó los bienes de la tierra para
beneficio de todos los hombres. Todo fue creado para todos los hombres, los
que se apropian de las cosas sin tener en cuenta a los demás se alejan del
sentido que expresa el sacramento del Bautismo.
¿POR QUÉ ES JESÚS EL VENCEDOR DEL PECADO?
Jesús combatió el pecado. Estuvo en lucha contra las fuerzas del Mal a lo largo
de toda su vida, tal como lo muestran las tentaciones en el desierto. (Mt 4,
1ss) Combatió la injusticia, la falsedad, la mentira, el divorcio, la autosuficiencia, etc. (Mt. 23, 13- 15) Jesús
es el defensor y el promotor de la mujer (Jn 8, 1- 11; Mc 5, 21- 43; Jn 20, 11-
18) Jesús nunca se hizo cómplice de ninguna situación de pecado. Al final de su
vida con su muerte venció definitivamente al Maligno y al pecado. Los hombros
de Jesús son los hombros de Dios, él cargó todas nuestras debilidades. Por
haber amado, enseñado y proclamado la verdad, fue perseguido por los grandes de
la religión de los judíos, por las autoridades civiles y por los “grandes”. Fue preso, le
pusieron sobre sus hombros una cruz que abrazó con amor y en la cual fue clavado
y levantado en alto, como cualquier malhechor. (Lc. 23, 2- 5; 14, 20)
LA RESPUESTA DE DIOS A SU HIJO AMADO. Dios
responde a la confianza y al abandono de su Hijo: “En tus manos abandonó mi
espíritu”. La Resurrección, es “El AMEN” del Padre a Jesús que fue obediente
hasta la muerte (Flp 2, 8). Por la Resurrección el Padre dice: “respaldo todo
lo que mi Hijo, enseñó y realizó a lo largo de su vida terrenal”. “Pero el
poder de Dios lo resucitó de entre los muertos” La resurrección de Jesús es su
triunfo sobre la muerte. Jesús resucita para darnos vida en abundancia, para
que seamos libres y podamos realizar las obras y las maravillas de Dios (cf 1
Cor 15, 3-4; Flp 2, 9-11).
3. LA VIDA CRISTIANA.
NUESTRA RESPUESTA A DIOS, Y EN ÉL A CRISTO.
“Creer en Jesús, es confiar en él y obedecerlo, amarlo y servirlo:” “abrirle las puertas de nuestro corazón,”
(Apoc 3, 20) Abrirle la puerta del corazón a Cristo significa hacerse sus
discípulos. “Si confiesas con tus labios que Jesús es Señor y crees en tu
corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el
corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para
conseguir la salvación”. (cf Rm 10, 9-11) Creer en la resurrección de Cristo y
confesar a Jesús como Señor de nuestras vidas nos pone en el camino del
“Seguimiento”. El que quiera seguir a Jesús, y vivir como El vivió, tiene que
correr peligros como él los corrió. Pero también resucitará. También vencerá.
¿QUÉ RELACIÓN EXISTE ENTRE JESÚS, SU OBRA Y
EL BAUTISMO? El bautismo es el Sacramento de la fe, y nos incorpora a la
persona de Cristo y a su Misterio Pascual; nos inicia con el rito del
Sacramento, pero nunca termina, se realiza, se renueva, se celebra y se vive
todos los días y en situaciones especiales que nos ponen de frente a las
palabras de Jesús: "Conmigo o contra mí, el que no junta desparrama"
(Mt12, 30). Desparramar equivale a tirar
a la basura o echar a los cerdos la "Perla preciosa de la Gracia de
Dios" recibida en el Sacramento como semilla que ha de fructificar, en un
irse llenando de Cristo o dejándose transformar en su imagen por la acción del
Espíritu. (cf Rm 8, 29) En el Bautismo nos revestimos de Cristo y participamos
del triple Ministerio de Señor: Sacerdote, Profetas y Reyes para servir a la
luz de la Nueva Alianza.(1 de Pe 2, 9)
Aplicación a nuestra vida. Hacer un alto en mi vida, darme
un tiempecito para recogerme interiormente y preguntarme: ¿Quién soy?, ¿De
dónde vengo? ¿Para qué estoy aquí? ¿Cuál es el plan que Dios tiene para mí?
¿Cómo está mi sentido de familia, de Parroquia, de Iglesia? ¿Cómo es mi vida de
oración y de servicio?
La fe viene de
lo que se escucha, la Palabra de Dios; (Rm 10. 17) la enseñanza de la Iglesia;
entonces a buscar la renovación de la fe mediante el Encuentro con Jesucristo
en el Sacramento de la Reconciliación. Buscar la capacitación que me permita
crecer en la fe, mediante la
incorporación en una pequeña “comunidad de vida” dentro de mi Parroquia. Preguntar con un sentido de disponibilidad
sobre las diferentes actividades y trabajos que se realizan en la Comunidad
Parroquial. Es un ir buscando nuestro lugar en el Cuerpo de Cristo. Disponibilidad
para “salir” e “ir” al encuentro de mi”realidad” como cristiano, hijo de la
Iglesia y miembro de una Sociedad. “Como un hombre de Iglesia en el “Mundo” y
como un hombre de mundo en el corazón de la Iglesia” (EN) para ser el regalo de
Dios para los demás, un servidor de los hombres.
- EL BAUTISMO Y LA “BENDICIÓN DE SER HIJOS DE DIOS”.
Objetivo: redescubrir
el origen de todo don perfecto, del inicio de la historia de salvación de todo
bautizado y el momento para apropiarse de los frutos de la Redención de
Jesucristo.
Iluminación. “Bendito sea el
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues, por estar unidos a Cristo, nos
ha colmado de toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos. Dios nos
ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para que vivamos ante él
santamente y sin defecto alguno, en el amor.
El Plan divino
de la Salvación. Dios tiene un Plan de Salvación para ti, y
para cada hombre. “La Historia de la salvación para cada cristiano comienza el
día de nuestro bautismo. El día que Dios eligió para que nos apropiáramos de
sus bendiciones y de dones gratuitos por medio del Bautismo. El día del
Bautismo es el principio de la nueva creación, en el que se da el cumplimiento
a todas las promesas y el nuevo hijo de la Iglesia se apropia de las
bendiciones espirituales que Dios ha prometido para todo el que por la fe y el
Bautismo se incorpore a su Hijo (cf Mc 16, 15).
Nos ha elegido de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de
Jesucristo, porque así lo quiso voluntariamente, para que alabemos su gloriosa
benevolencia, con la que nos agració en el Amado. Por medio de su sangre
conseguimos la redención, el perdón de los delitos, gracias a la inmensa
benevolencia que ha prodigado sobre
nosotros, concediéndonos todo tipo de sabiduría y conocimiento. En efecto, nos
ha dado a conocer el misterio de su voluntad, conforme al benévolo proyecto que
se había propuesto de antemano, con el fin de realizarlo en la plenitud de los
tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y
lo que está en la tierra. A él, por quien somos herederos, elegidos de antemano
según el previo designio del que realiza todo conforme a la decisión de su
voluntad, para que alabemos su gloria los que ya antes esperábamos en Cristo.
En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, la buena nueva
de vuestra salvación, y haber creído también en él, fuisteis sellados con el
Espíritu Santo de la promesa”
(Efesios 1, 3-10).
¿Qué se entiende por bendecir? El término bendición tiene dos
dimensiones, una hacia arriba y otra hacia abajo. Hacia abajo significa que
Dios nos hace partícipes de lo que Él es, y de lo que Él tiene. Y hacia arriba
significa que nosotros le damos gracias por toda su bondad recibida. Jesús es
nuestra Bendición”, en él, somos benditos, y somos una “bendición.”
¿De qué bendiciones hablamos? Existen bendiciones naturales como el sol que sale para todos, la lluvia,
el viento que sopla para todos; los bienes y capacidades naturales como la razón, la belleza, etc. “Nada tenemos que
no lo hayamos recibido de lo Alto” (1 Cor 4, 7) El término “en los cielos, en
Cristo”, nos dice que estas bendiciones no son naturales, sino espirituales,
también son para todos, pero, “en Cristo”.
¿Cuáles son estas Bendiciones espirituales? La primera bendición es la
elección divina. “Por
cuanto nos ha elegido en Él antes de la creación del mundo.” (v.4) Se trata de
una elección gratuita, es decir hemos sido elegidos por amor, sin mérito
personal. Esta elección está ahí, hay que descubrirla, apropiarse de ella y
realizarla. Además es una elección funcional, hemos sido elegidos para algo,
hay una tarea, una misión para realizar. Elegidos
en Cristo, ¿Para qué? Dios Padre, nos ha llamado a la existencia, a la vida
como primera bendición para: “ser santos e inmaculados en el amor”. La vocación
de todo bautizado es la “santidad”. Esa es la voluntad de Dios: “vuestra
santificación”. (1 Tes 4, 3) La santidad de Dios que nos da el “ser de hijos”
la recibimos por medio de los Sacramentos.
La segunda bendición es “la
Filiación”. “Eligiéndonos
de ante mano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo” (v.5)
Nuevamente, en Cristo somos benditos, por Él y en Él somos lo que somos, hijos
de Dios. Ese es el destino glorioso que Dios pensó desde la eternidad para
todos los hombres, sin excepción. Por el bautismo nos revestimos de Cristo y
nos incorporamos a él (cf Gál 3, 26- 27) “En efecto, todos los que se
dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. 15 Y vosotros no habéis
recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis
recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! 16
El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos
hijos de Dios. 17 Y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios
y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con
él glorificados.” (Rm 8, 14- 17)
La tercera bendición es la
Redención. “En Él tenemos
por medio de su sangre la redención, el perdón de los pecados, según la riqueza
de su gracia”. (v.7) Somos pecadores redimidos, comprados a precio de sangre. El saber esta hermosa verdad deja en
nosotros una esperanza, la esperanza
que Dios nos ama, nos perdona, nos salva y nos da el don de su Espíritu, que
clama en nosotros “Abba”, Padre. (Gál. 4, 6) San Pablo en la carta a los
Romanos nos dice: “Pues a los que de
antemano conoció también los predestinó
a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él el primogénito entre
muchos hermanos, y a los que predestinó, esos también los justificó, y a los
que justificó , a ésos también los glorificó.” (Rom. 8, 29) Los frutos de
la Redención son el perdón y la paz, la resurrección y el don del Espíritu.
Analicemos un poco más el término Redención. Nos justificó, es decir nos hace
justos, gratos a Él (Rm 5, 1; Gál 2, 16). Se complace en nuestras oraciones, en
nuestros trabajos y en nuestras buenas obras, la razón, es que las hacemos en
el Nombre de su Hijo y en comunión con Él. Jesús nos lo había dicho:”Solamente
unidos a mí podéis dar fruto, sin mí, nada podéis hacer”. (Jn 15, 5-7)
¿Qué es la redención? La
Redención es la obra que Dios realiza en Cristo y por Cristo a
favor de los hombres para rescatarlos del poder de las tinieblas (cf Col 1, 13)
En virtud de la sangre de Cristo, pagada como rescate, nuestros pecados son
perdonados (Ef 1, 7). El
término redimir tiene por lo menos tres significados: Rescatar o sacar
de esclavitud al cautivo mediante el pago de un precio. Vencer el mal en todas sus formas. Jesucristo es el
Vencedor del Mal. Cancelar la
deuda. Dejar libre algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen u
obligación.
“La Redención” se relaciona
directamente con pagar un precio. Nadie es capaz de pagar su propia redención y
seguir viviendo. “Porque la redención de su vida es de gran precio, y no se
logrará jamás” (Salmos 49, 8). Nuestra redención, la hemos recibido gratuitamente
por gracia, tuvo un precio muy alto: la sangre de Cristo. Es muy importante comprender que el precio
que Jesucristo pagó por nuestros pecados no fue pagado al diablo, sino a Dios,
pues, a Él era a quién habíamos ofendido. Por eso Dios se hace hombre en Jesús
para cumplir la Ley de Dios y ofrecerse a sí mismo como sustituto por nosotros.
De esta forma, en Cristo, Dios mismo es el iniciador de nuestra redención (cf
Heb 12, 2). Él es nuestra redención y nuestro Redentor, es nuestra salvación y
es nuestro Redentor (cf 1 Cor 1, 30).
La cuarta bendición es el
don del Espíritu Santo:
“Que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a
conocer el “Misterio de su Voluntad” (v. 8). Conocer el “designio salvífico de
Dios”: la salvación de los hombres, judíos y gentiles, por revelación del
Espíritu Santo. “Según el benévolo designio que Él se propuso de ante mano para
realizarlo en la Plenitud de los tiempos hacer que todo tenga a Cristo por
cabeza, lo que está en el cielo y lo que está en la tierra.” (cf Col 2, 9) El
designio de Dios es que lleguemos, judíos y gentiles, a ser “alabanza de su
gloria” por nuestra incorporación al Cuerpo de Cristo, en quien tenemos nuestra
redención. Dios ama a todos los hombres, es una verdad, pero también es una
verdad, que Dios nos salva en Cristo y por Cristo; “El es el Plan de Dios”. El
dicho común de la gente: “Cualquier religión es buena”, no puede ser tomada
como una verdad de fe. Sólo en Cristo encontramos la salvación (Hech 4, 12).
Salvación que nos da a través de su Iglesia, por medio de los Sacramentos,
de los cuales el Bautismo es la “Puerta”
para entrar Ella. Lo grande, lo bello, lo bueno no es tanto el saber que somos
benditos, sino el vivir esas bendiciones; que nos apropiemos de la riqueza, de la
herencia que Cristo, el Hijo, comparte con nosotros sus hermanos. (cf Rm 8, 14-
17)
La quinta bendición es consecuencia de las bendiciones anteriores,
Cristo nos hace partícipes de su triple ministerio: sacerdote, profeta y rey,
para que hagamos las obras del Hijo; para que seamos colaboradores de Dios en
la obra de la salvación. “El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar
testimonio de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos
de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con Él, para ser también con
Él glorificados”. (Rom 8, 16-17)
Aplicación para nuestra vida. El
Bautismo es para vivir todas la bendiciones recibidas: Vivir como hijo de Dios,
hermano y servidor de la Humanidad para hacer a todos los hombres de la salvación
y para que todos lleguen al conocimiento de la verdad por medio de la
Evangelización y de los Sacramentos (cf 1 Tim 2, 4)
V Tener la disponibilidad para salir e ir al
encuentro de una persona concreta para iluminarla con el Amor y la Palabra de
Cristo
V Dedicar tiempo para bendecir alabar y dar
gracias a Dios por el Plan de Salvación y crecer en la fe, la esperanza y la
caridad (cf Col 3, 1- 4).
V Profundizar en la Palabra de Dios y en la vocación
de bautizados, llamados a la santidad para con la ayuda del Espíritu Santo, ser
testigos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. (cf Hech 1, 8)
V Con la ayuda de Dios, luchar más
ardientemente para vencer nuestras propias debilidades. Fortaleciéndose con la
energía del Señor (cf Ef 6, 10) Para crecer en la unidad de la fe y en el conocimiento de Dios guardando
los Mandamientos y practicando las
virtudes cristiana.
V Como Misionero de Cristo tener la
disponibilidad de dar a conocer las bendiciones espirituales que Dios
gratuitamente ha derramado en Cristo para todos los hombres. (cf Mt 28, 19-20)
V Vivir el compromiso bautismal, para todos
trabajar en la edificación de la Iglesia y en la construcción del reino de
Dios. El compromiso bautismal es iluminado por el mandamiento del Servicio:
“Lávense los pies unos a otros” (Jn 13, 13)
V Guardar los mandamientos de la Iglesia: “Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.
Confesar los pecados mortales al menos una vez cada año, y en peligro de
muerte, y si se ha de comulgar. Comulgar al menos por Pascua de
Resurrección Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa
Madre Iglesia.”
3.-
Los efectos del Bautismo
El primer efecto
del Bautismo es apropiarse de la Redención y purificación de los pecados en
virtud de la “Sangre de Cristo” (Ef. 1,7). Por el bautismo, el pecado original y todos
los pecados personales son perdonados, así como las penas del pecado. (Catic.
1263) Podemos afirmar que por el Bautismo nos apropiamos de los “Frutos de la
Redención de Cristo: El Perdón, la Paz, la Resurrección y el don del Espíritu
Santo.
Todo ser humano
nace “sin la Gracia redentora de Cristo, que nuestros padre no pudieron darla a
sus hijos por el nacimiento natural.” En eso consiste el “pecado original”. La
Biblia lo dice: “Vino a los suyos, mas los suyos no la
recibieron. Pero a todos los que la
recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su
nombre; éstos no nacieron de sangre, ni
de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios. (cf Jn 1, 11-13) Por el Bautismo “nacemos a la vida de la Gracia”. El nuevo nacimiento en el Espíritu Santo (Jn 3, 5) “Nacer
de la voluntad de Dios” (Catic 1262). El primer nacimiento fue por la acción de
nuestros padres. Por el bautismo nacemos a la vida de la Gracia.
Por el Bautismo,
al recibir el “Don del Espíritu Santo” somos hijos del
Padre. (Ef 1, 5) “Hermanos de Jesucristo, Él es el Primogénito entre muchos
hermanos” (cf Col 1, 15s) “Templos vivos
del Espíritu Santo”. (cf 1 Cor 3, 16; 2 Cor 6, 16) Por el Bautismo somos “Co-Herederos con Cristo de la Herencia de
Dios. (Rm 8 17). La herencia de Dios es el mismo Señor que se nos da en su
Palabra y en los Sacramentos.
Por el Bautismo “Somos Familia de Dios.” (cf Ef 2, 19)
Miembros del “Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. (cf 1 Cor 6, 15) Somos la
“Fraternidad” de Jesús y de todos los bautizados. Llamados a ser discípulos
misioneros del Señor (cf Mt 28, 10- 20; Mc 16, 15s) Por ser hijo y miembro de
la Iglesia el bautizado ya no se pertenece a sí mismo, sino que es de “Aquel
que murió y resucitó por él para pertenecer al Señor” (Rm 14, 9; Gál 2, 19-
20). De esta hermosa verdad se desprenden algunos derechos, deberes y
compromisos del cristiano bautizado.
¿Qué significa ser hijos de Dios?
Es un don y una respuesta:
Significa, con la gracia de Dios, irse
configurando con Jesús para reproducir su “Imagen y semejanza.” Para tener su
mente, sus sentimientos, sus preocupaciones, sus intereses y sus luchas (cf Flp
2, 5- 8) Es el camino para aprender de él que nos invita a ser mansos y
humildes de corazón (cf Mt 11, 29) Hacerme discípulo de Cristo, el Señor, para
hacerme hijo amado del Padre y hermano de Jesús y de sus hermanos. Un auténtico
servidor del reino de Dios en favor de la humanidad redimida por Jesús, el
Cristo de Dios.
Ser hijo no es
un título ni un privilegio, ser hijo es don y respuesta. En Bautismo se nos da
para que lo vivamos como hijos de Dios, como hermanos y servidores de los
demás.(cf Gál 3, 27; Mt 23, 9; Jn 13, 13) Es una misión por cumplir: anunciar y
llevar la fe a los demás para que creyendo se salven y se integren a la
“Familia de Jesús”. (Mt 28, 19-20; Jn 20, 19, 23). Ser hijo exige ser discípulo
de Jesús para amarlo y seguirlo. Todo un proceso de vida que nos pide vivir
como Jesús que se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por
el diablo” (Hech. 10, 38). Exige buscar siempre la voluntad de Dios en cada
situación concreta de nuestra vida no obstante no lo entendamos. “No todo el
que me dice Señor, Señor, entra en la casa de mi Padre, sino el que hace la
Voluntad de Dios” (cf Mt 7, 21s)
La
exigencia fundamental: Es creer en Jesús: Creer significa confiar en él,
obedecerlo, amarlo y pertenecerle para seguir y servir a Jesús, hasta las
últimas consecuencias. (ccf Lc 9, 23) Seguir a Cristo es la mejor y única
manera de vivir nuestro Bautismo: “Muriendo con él al pecado, para vivir para
Dios” (Rm 6, 10- 11) Quién se baja de la cruz abandona la fe y no vive su
Bautismo (cf Gál 5, 24). Veamos por un momento a Jesús, él Unigénito de Dios, y
escuchemos su Palabra: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y llevar a
cabo su obra (Jn. 4, 34); escuchemos a María, la hija predilecta del Padre
decirnos: “Hágase en mi según su Palabra” (Lc 1, 38) En la obediencia al Padre
seguimos a Jesús y abrazamos con amor su Voluntad y nos sometemos a ella, éste
es nuestro sacrifico espiritual (cf Rm 12, 1)
Los que no viven su Bautismo
no viven como hijos de Dios. Es una verdad que muchísimos son los bautizados, muchos los
creyentes, pocos los practicantes y poquísimos los que realmente están
comprometidos con su Bautismo. A la luz del Bautismo podemos decir que
las obras de la fe o las obras de la carne, dicen sobre la realidad de nuestro
padre (cf Gál 5, 19- 22). Si las obras son las obras de la fe, Dios Padre de
Jesucristo es nuestro Padre. Si nuestras obras son las obras de la carne,
nuestro padre sería entonces el diablo (cfr Jn 8,41)
El Espíritu de Dios nunca nos
llevará a un lugar donde podamos perder la gracia de Dios. Que nos quede
claro: recibimos el Sacramento del Bautismo para vivirlo en la “Comunión con
Cristo y con todos los “miembros de su Cuerpo”; buscando la “purificación del
corazón”; siendo “Dóciles a la acción del Espíritu”; en la donación, entrega y
servicio, especialmente a los menos favorecidos, en la Iglesia y desde la
Iglesia. Para vivir el Bautismo la Biblia nos presenta una “espiritualidad” que
la puede vivir quien tenga “Vida espiritual” para que sea conducido por el
Espíritu Santo. (cf Rm 8, 14). Ésta espiritualidad tiene algunas condiciones
para vivir en la Luz como hijos de Dios.
Primera condición: romper con
el pecado. Si decimos: «No tenemos
pecado», nos engañamos y no hay verdad en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo
es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si
decimos: «No hemos pecado», hacemos de él un mentiroso y su palabra no está en
nosotros. (1 de Jn 1, 8-10) Al reconocer y confesar nuestros pecados nos
convertimos en candidatos para se manifieste el poder redentor de Jesucristo.
(cf 1 de “Tim 1, 16)
Segunda condición: guardar los
mandamientos, sobre todo el de la caridad.
Estaremos seguros de conocerle si cumplimos sus mandamientos. Quien
dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad
no está en él. (1 de Jn 2, 3- 4) El mandamiento del Padre es “que creamos en su
Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros” (1 de Jn 3, 23) “Queridos,
amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido
de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no
ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.” (1 de Jn 4, 7-8
Tercera condición: guardarse
del mundo. Os escribo a vosotros, hijos míos, porque vuestros pecados han sido
perdonados en virtud de su nombre. No améis al mundo ni lo que hay en el
mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo
cuanto hay en el mundo —la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los
ojos y la jactancia de las riquezas— no viene del Padre, sino del mundo. El
mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios vivirá
para siempre.(1 de Jn 2, 12-13. 16- 17)
Cuarta condición: guardarse de
los anticristos. Hijos míos, ha llegado
la última hora. Habéis oído que vendría un Anticristo; y la verdad es que
han aparecido muchos anticristos. Por eso nos damos cuenta que ha llegado la
última hora. Salieron de entre nosotros,
aunque no eran de los nuestros. Pues si hubiesen sido de los nuestros, habrían
permanecido con nosotros. Así se ha puesto de manifiesto que no todos son de
los nuestros. Vosotros habéis recibido
la unción del Santo, y todos vosotros lo sabéis.(1 de Jn 1, 18- 20)
4.- El
Bautismo es el Sacramento de la Fe
Objetivo: Purificar los conceptos,
criterios y dudas que se tengan acerca del Bautismo y de la fe para facilitar
el entendimiento y el compromiso de la fe.
Iluminación. “El hombre es justificado por la fe sin las obras de
la ley” (Rom. 1,5; 3, 28) Significa que la salvación es un don gratuito e
inmerecido a grandes y a niños; nunca es algo debido, no hay méritos propios,
es por eso, una gracia de Dios acogida por la fe. De esta manera el creyente
nunca puede gloriarse de sus obras o de su propia justicia ni apoyarse en sus
obras como lo hacía Pablo el fariseo” (Fl, 3, 4- 9)
¿Es el
Bautismo necesario para la salvación? La fe
es la exigencia esencial para salvarse, para conocer, amar y servir al Señor.
Jesús en el Evangelio de Juan pide a sus discípulos creer en Él. “Creen en
Dios, crean también en mí”. (Jn. 14, 1)
En Mateo y Marcos, el Señor Jesús, ordena a sus Apóstoles bautizar a los que
crean en su Palabra (cf Mt 28, 20; Mc 16, 15) Por el Bautismo pasamos de la
muerte a la vida (cf Jn 3, 1- 5) “Todos
ustedes estaban muertos a causa…”. Dios, el Padre de toda misericordia nos ha
dado vida juntamente con Cristo…y esto no es por méritos personales, sino por
la fe…por la obediencia de Cristo al Padre, y por al amor de Cristo a los
hombres”. (Efesios 2, 1-8.) Cristo después de su Resurrección dice a sus
discípulos: “Y les dijo: “Vayan opor todo el mundo y prediquen la Buena Nueva. El que crea y se bautice se salvará. El
que no crea se condenará” (Mc. 16, 15-16) Por el bautismo somos incorporados al
Cuero de Cristo y revestidos de él. (Gál 3, 26- 27)
El Origen de la fe. Por lo tanto, la fe viene por la
predicación, y la predicación, por la
Palabra de Cristo” (Rom. 10, 17) La escucha de la Palabra, nos lleva a la
confianza en Dios que se revela, a la obediencia de la fe y al compromiso
cristiano. Por la fe, el hombre
somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el
hombre da su consentimiento a Dios que se revela; esta respuesta, del hombre a Dios es llamada:
La obediencia de la fe”. (Catic. 143) La Sagrada Escritura nos presenta varios
modelos de la Fe.
Abraham, el Padre de la fe. La Escritura llama a Abraham el padre
de todos los creyente. Dios pide al patriarca que deje cuanto le pertenece:
tierra, patria y familia para que pueda ser una bendición para los demás (Gn
12,3b) Por la fe Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en
herencia, y salió sin saber a dónde iba” (Heb. 11,8; Cf Gn. 12, 1-4). Abraham
cree en lo imposible, y el misterio inicia su historia. “Creyó Abraham en Dios
y le fue reputado como justicia” (Rom. 4,3; cf Gn 15, 6) Gracias a esa fe
poderosa vino Abraham a ser el Padre de lso creyentes.
María, la Madre de la fe. María, por ser modelo de fe es llamada
por la iglesia: “Madre de todos los creyentes.” Dios pide a María una fe que va
mucho más allá del abandono de la tierra y de la familia; le pide el abandono
de sí misma; todas sus ilusiones como mujer quedan truncadas ante la presencia
del Ángel. Ella desea ser madre y tiene que seguir siendo virgen…para ser
madre. Ella realiza de manera más perfecta la obediencia de la fe, creyendo que
nada es imposible para Dios y responde dando su asentimiento: “He aquí la
esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc. 1, 38) Isabel la
saludó:”Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor” (Lc. 1,45) Por esta fe todas las generaciones te
proclamarán bienaventurada. (cf Lc. 1, 48)
Pablo de Tarso, pilar de la fe. “Yo sé en quien he puesto mi
confianza” (2 Tim 1, 12). La fe es ante
todo “la adhesión personal del hombre a Dios y a toda la verdad por Él
revelada., es decir, la “voluntad del Padre es que todo aquel que crea en el
que Él ha enviado tenga vida eterna” (Jn 6, 39-40). Creer en su “Hijo amado” en
quien Él tiene todas sus complacencias (cf Mc. 1,11). No podemos creer en Jesucristo y no creer en el Espíritu Santo. Es
Él quien revela y quien actúa en los
hombres para llevarlos a la fe en Jesucristo: Nadie pude decir: “Jesús es
Señor, sino es bajo la acción del Espíritu Santo” (1 de Cor. 12, 1-3). El
“Creer” , no es solamente un acto personal, es también un acto eclesial. Porque
la fe, no es algo subjetivo, nos precede, existía desde antes que cada uno de
nosotros fuera bautizado. Es la fe de la Iglesia que nos precede, engendra,
conduce y alimenta nuestra fe. “La Iglesia es la Madre de todos los creyente.
“Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre” (San
Cipriano)
¿Qué es entonces la fe? Para comprender lo que es la fe,
miremos a Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe (cf Hb 12, 2).Jesús, el
Siervo emprende el camino hacia Jerusalén para obedecer hasta la muerte.
Aceptando su muerte lleva la fe a su perfección mostrando una confianza
absoluta en el que podía salvarlo de la muerte (Heb. 5,7) Para Jesús la fe es
obediencia a su Padre, confianza ilimitada; abandono en las manos del Padre y
vida entregada a favor de todos los hombres especialmente los menos favorecidos
a quienes amó con predilección.
Para nosotros…digamos primero lo que no es la fe: La fe no es un
algo: un objeto, una cosa que podemos medir, pesar y abarcar. La fe no es un sentimiento. Los
sentimientos humanos son neutros, es decir, ni buenos ni malos, depende la
orientación que se les quiera dar. La
fe no es una teoría como la de Darwin. Toda teoría es la manifestación de
impresiones subjetivas. La fe no es
un conjunto de normas que tengamos que obedecer para salvarnos. Caeríamos en un
fariseísmo legalista, rigorista y perfeccionista. Hombres y mujeres sin
misericordia. La fe no es una “ideología” u conjunto de ideas para presentarla como
la solución a los problemas de la vida.
Ahora digamos lo que sí es la fe. Es la respuesta que el hombre da
al amor de Dios, a la Palabra que Él le dirige. Es la decisión de confiar y
abandonarse en Jesús: Es una convicción que sólo en Cristo hay salvación…(Hechos
4, 12) La fe es la experiencia de Dios en nuestros corazones que abraca toda
nuestra vida. Fuera de Cristo todo es muerte. La fe es un don y
respuesta: “He sido yo quien los eligió a Ustedes” (cfr. Jn. 6, 70), nos ha
dicho Jesús. La fe no se puede comprar. La
fe es un poder. Poder “para vencer el
mal y para hacer el bien”, fuerza de Dios para cambiar la manera de pensar y
los criterios mundanos y torcidos. La
fe es una vida: “El Padre nos ha dado vida, esa vida está en Cristo, quien
tiene a Cristo tiene vida”. (1 de Jn 5, 14ss) La fe es abrazar la Voluntad de
Dios (cf Mt 721s; Lc 6, 6) Jesús mismo nos dice quien es El: “Yo soy el camino,
la verdad y la vida”. (Jn 14, 6) “Yo soy la Resurrección y la vida”. (Jn 11,
35) La fe es un “Alguien” que habita
por la fe el corazón del creyente (cf Ef. 3, 17). Una persona divina que ha
tomado rostro humano: Jesús. El Don de Dios a los hombres, La Palabra hecha
carne mediante la cual fueron creados los mundos; la Vida que el Padre nos da
para que tengamos vida en abundancia. La fe es el camino para apropiarnos de los
frutos de la Redención y de todo lo que Dios en su divina gracia nos ha querido
compartir. Sólo por el camino de la fe podemos conocer a Dios, penetrar sus
Misterios y recibir sus bendiciones espirituales (Ef. 1, 3-10) Por la fe sabemos que en el nombre de
Jesús, y por sus méritos, los pecados son perdonados; los demonios son
expulsados, los enfermos se curan y por él y en él somos hijos de Dios.
¿Qué implica creer en Jesús? Aceptarlo
como nuestro único Salvador personal: “me amó y se entregó por mí”. (Gál 2, 20)
Es mi Redentor: con su sangre me ha comprado para Dios: “nos ha sacado del
reino de tinieblas y nos ha llevado al reino de la luz” (Col. 1, 13). “Bajo las
estrellas del cielo, solo en el nombre de Cristo Jesús podemos ser
salvos”.(Hech. 4, 12) Creer en Jesús es adherirse a su persona:
hacerse uno con él, buscando su rostro, su mirada, tener sus pensamientos, sus
sentimientos, sus intereses, sus preocupaciones, sus luchas, (cf Flp 2, 5-8)
para hacer nuestras las promesas y bendiciones del Padre que encontramos en la
Biblia. Creer en es aceptar su Palabra como “Norma” para nuestra vida: Vivir
según el Evangelio (Fil. 1, 29), es vivir como hijo de Dios, hermano de los
hombres y servidor de los demás. Creer en Jesús es aceptar a Dios como Padre
que nos ama, que nos perdona, que nos salva y que nos da su Espíritu Santo.
Lo que exige el creer en Jesús. El
Catecismo de la Iglesia nos dice que la fe es la adhesión personal a Dios que
se revela en Cristo. Implica la inteligencia y la voluntad del hombre que
acepta la Revelación que Dios hace de sí mismo mediante sus obras y sus
palabras. (Catic 176)
V
Confianza
infinita en Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús. Se abandonó
incondicional en las manos del Padre. “Yo sé en quien he puesto mi confianza”.
“Quien pone su confianza en Él, no queda defraudado”. (2Ti. 1,12)
V
Obediencia
a su Palabra: “Haced lo que os diga” (Jn. 2, 5) Sin obediencia a la Palabra
de Dios no hay salvación.
V
Disponibilidad
para servirle, aunque no te dejen: “No he venido a ser servido, sino a
servir” (Mt 20, 28)
V
Sentido
de pertenencia: Somos del Señor, de Aquel que nos ha redimido, que ha
pagado el precio por nosotros. Y somos
pertenencia exclusiva del Señor en la medida que lo amemos por lo qué es y no
por lo que tiene. (1 de Cor. 3, 21; Gál 5, 24))
¿Dónde no hay fe? No hay fe
donde hay orgullo. La soberbia es el peor enemigo de la fe: presunción,
machismo, vanidad, etc. No hay fe donde hay avaricia: ambición
desmedida por las riquezas, fraudes, opresión y explotación a los demás. No
hay fe donde hay lujuria: adulterio, fornicación, pornografía, etc. No hay fe donde hay envidia:
chismes, críticas, calumnias, falsos testimonios. No hay fe donde reina el
pecado. No hay fe donde reina el espíritu impuro, mundano y pagano. No hay fe,
aunque recemos y prendamos velas, mientras se oprima a los demás. Pablo
VI habló de una fe que no salva, la fe objetiva: creer en los dogmas de la
Iglesia pero sin vivirlos. La fe que sí salva, la fe subjetiva: vivir lo que se
cree: es la obediencia de la fe. Es la fe sincera, que brota de un corazón
reconciliado y justificado por el sacrificio redentor de Cristo.
Los frutos de la fe. Hemos
dicho que nadie se salva sin la fe; pero de la misma manera hemos de decir, que
nadie se salva sin las obras. Obras que han de ser manifestación de la fe, de
la presencia de Cristo en el corazón (cf Snt 2, 14). Los frutos de la fe son
las Obras de Misericordia y los frutos del Espíritu: El amor, la paz, la justicia, etc. (Gál. 5,
22) Todo lo anterior nos lleva a decir
que el Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana; es la puerta
para entrar a la Iglesia y nos abre el acceso a los demás sacramentos y a la
vida según el Espíritu, la vida en Cristo.
Digamos entonces que el Bautismo
es: Es don y tarea; es llamada y
compromiso. Nos bautizamos para
ser cristianos, es decir, para recibir la “Gracia de Dios” que se nos da en
Cristo. En Él somos hijos de Dios, y en Él, recibimos la salvación. Nos bautizamos para vivir en Cristo y ser
conducidos por su Espíritu que nos transforma y nos capacita para entregar
nuestra vida al estilo de Jesús. Su muerte y su Resurrección dan sentido a
nuestra vida.
Una mirada a María, la Madre del
Salvador, nos ayudará a comprender lo que es la fe. Para la Madre la fe es “don
de Dios”, “es confianza y abandono en la manos de Dios” “es apertura a la
acción divina”, “es acogida de la voluntad de Dios”, es “entrega y servicio a su Pueblo.” Podemos
de esta misma manera comprender porque la Iglesia llama a María “la hija
predilecta del Padre” y “la Madre de los creyentes” (Lc 1, 38. 46- 55)
5.- REDIMIDOS Y JUSTIFICADOS POR LA FE DE
JESUCRISTO.
Iluminación. Pero ahora, independientemente de la ley, se ha manifestado la justicia
de Dios de la que hablaron la ley y los profetas. Se trata de la justicia que
Dios, mediante la fe en Jesucristo, otorga a todos los que creen —pues no hay
diferencia; todos pecaron y están
privados de la gloria de Dios—. Éstos son justificados por Él gratuitamente, en
virtud de la redención realizada en Cristo Jesús (Rm 3, 21- 24)
¿Qué significa ser criatura nueva? Ser “criatura nueva” significa
haber sido transformados por la acción del Espíritu Santo; justificados para
ser reconciliados con Dios y con los demás en Cristo; ( cf Rm 5,1) lavados con
su sangre (Ef 1, 7; Hb 9, 14); significa ser perdonados y ser revestidos de
Cristo (Gál 3, 26-27). El bautizado recibe un don y una tarea. Por un lado
recibe la gracia santificante y por otro lado recibe el compromiso de vivir
según el don recibido. San Alberto Magno decía: “cristiano vive según la
dignidad que has recibido”. Vive tu dignidad de hijo de Dios; experiméntala,
acreciéntala y desarróllala. Ser
“criatura nueva” significa reconocer que ya no nos pertenecemos, somos
propiedad de exclusiva de Cristo que nos hace servidores de la Iglesia: somos
de los demás y hemos de vivir para los demás. (cf Rm 14, 8) En otras palabras,
somos un don para la iglesia y para el mundo con una tarea recibida del mismo
Jesús: “ser sal y luz para la humanidad” (Mt. 5, 13-14)
Por el Bautismo, el hombre es convertido en
“criatura nueva” (2 de Cor. 5, 17), y por lo tanto en hijo de Dios (Gál. 4,
5ss), partícipe de la naturaleza divina (2 Pe. 1,4), miembro de Cristo (1 de
Cor. 6, 15), coheredero con El (Rom. 8, 17) y templo del Espíritu Santo (1 de
Cor. 6, 19). En el Bautismo Dios da al bautizado la “gracia santificante” o
gracia de la justificación. Para que pueda creer, esperar y amar a Dios
mediante el ejercicio de las virtudes teologales.(cf Col 3, 1-4) El hombre al
ser bautizado es justificado por la fe mediante el Sacrificio Redentor de
Cristo, y por lo tanto, al ser justificado es hecho grato a Dios. Qué hermoso
es ser hombre nuevo, hijo de Dios e hijo de la iglesia.
¿Cuáles son las virtudes teologales? Son gracias de Dios recibidas en el Bautismo.
El bautizado recibe estas gracias para que pueda vivir como hijo, movido y
conducido por el Espíritu Santo que guía a los hijos de Dios. (Rom 8, 14) De
esta manera el bautizado recibe además la capacidad para realizar toda obra
buena mediante la práctica de las virtudes morales. San Pablo describe esta
hermosísima realidad diciendo: “Dios nos sacó del reino de las tinieblas y nos
trasladó al Reino del Hijo de su Amor” (Col.
2, 13). Lo que nos enseña que Dios, no solamente perdona, sino que
también nos da el “don” de su Espíritu, (cf Gál 4, 4-6) nos da su Paz, su Gozo,
su Santidad, frutos de la fe, de la esperanza y de la caridad.(Gál 5, 22) Las
virtudes teologales son el Camino para llegar al Cielo.
¿Cuáles son los deberes de todo bautizado? (Catic. 1269) El sagrado deber de ser
instruido con el “depósito de la fe”Son las verdades que la Iglesia ha recibido
de su Fundador. Juntamente con el deber
de someterse a los demás (Ef. 5, 21; 1 Cor. 16, 15-16) Cómo un servidor de sus hermanos en la comunión de la Iglesia.(cf.
Jn 13, 12-15) Está llamado a ser
dócil y obediente a los Pastores de la Iglesia (Hb. 13, 17) Debe considerar a sus Pastores con respeto y afecto (1 de Tes. 5,
12- 13)
¿Cuáles son los
derechos de todo bautizado? (Catic.
1269) Ser
enseñado por la enseñanzas que los Apóstoles recibieron de Jesucristo, el
Maestro y Señor. Recibir los
Sacramentos. Ser alimentado con la
Palabra de Dios. Ser sostenido por
los otros auxilios espirituales de la Iglesia (LG 37; CIC c. 208-223)
3. ¿Cuál es el compromiso
cristiano? (Catic 1270) Confesar y dar testimonio de la fe. Los Bautizados por su nuevo
nacimiento como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres
la fe que recibieron de Dios por medio dela Iglesia (LG 11) y de participar en
la actividad apostólica y misionera del
pueblo de Dios ( LG 17; AG 7, 23 Constructores de la unidad y de la paz. El
catecismo nos dice que el Bautismo es el vínculo sacramental de la unidad entre
todos los cristianos, e incluso con los que todavía no están en plena comunión
con la Iglesia Católica. (Catic. 1271) Amar
y defender el Sacramento. El Bautismo imprime en el bautizado carácter; un sello espiritual que
manifiesta su pertenencia a Cristo como miembro de su Cuerpo. Sello que no
puede ser borrado, ni siquiera por el pecado y por lo mismo el Bautismo no
puede ser repetido. (Catic. 1272) Vivir
el bautismo. El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir
a Dios mediante una participación viva el la Liturgia y en la misión de la
Iglesia: Todo bautizado participa de la triple misión de Cristo: sacerdote,
profeta y rey. (cf. Catic. 1273) La
fidelidad al Espíritu. El sello del Señor, es el sello del Espíritu con el que
el Señor nos ha marcado para el día de la redención (Ef. 4, 30), es el sello de
la vida eterna, quien sea fiel a las exigencias de su bautismo podrá morir con el signo de la fe. (Catic. 1274)
¿Cuál es la fuente de todas las desgracias? Guerras, divorcios, fraudes, abortos, niños y
ancianos abandonados, desviaciones sexuales, hambre y miserias, crímenes
narcotráfico, racismos, indiferencias frente a las necesidades de otros,
divisiones dentro y fuera de la Iglesia, y más. La respuesta es clara y
precisa: “porque los bautizados no viven su bautismo”: No viven como hijos de
Dios, hermanos de los hombres y servidores de ellos. Hombres y mujeres que no
viven el compromiso del Bautismo. La vida de los creyentes está dominada por el
espíritu mundano; espíritu pagano, vida de pecado. Veces se reza, se participa
en el “Culto” pero solo de cuerpo, no de corazón. San Pablo tenía razón cuando
nos dijo: “El misterio de la impiedad anda suelto”. (2 Ts 7-8)
¿Qué son los
Sacramentos? Los sacramentos son signos sensibles y
eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia, a
través de los cuales se nos otorga la vida divina. Son siete: Bautismo,
Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal
y Matrimonio. Los Sacramentos
son “Signos” de la Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo (cf Ef 5, 25)
Son la “Herencia”, el “Legado” de Cristo a su Iglesia; La Iglesia es el
Sacramento querido e instituido por Cristo para bendecir a los hombres, y hacer
de cada uno de los hijos una “Bendición para la Humanidad”. Nada se pierde para
el que está en Cristo, todo es bendición; todo es don que hace bien a los que
aman a Dios. Es también importante que
digamos que todas las bendiciones de Dios son nuestras si nosotros somos de
Cristo, por la fe, por que habita en nosotros y porque lo amamos (1 Cor. 3,
21).
6.- Llamados a
ser hombres y mujeres comprometidos
con la Obra
del Señor
Objetivo: Iluminar a los creyentes para
que valoren la importancia del compromiso cristiano y dediquen tiempo y
energías a buscar su lugar en el Cuerpo de Cristo para ser colaborados de
Cristo.
Del Encuentro con Jesucristo al compromiso
cristiano. “Salió de nuevo por la orilla del mar. Toda la gente acudía a
él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a
Leví, hijo de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y le siguió. (Mc 2, 13- 14) Dios llama a los suyos para estar con
él y para enviarlos a predicar su Evangelio de amor a todos los hombres.
1.
“Cum pro missio” “Enviados con otros, en favor
de otros” Todo compromiso implica cierto grado de madurez, de
experiencia, de vida. Podemos afirmar que el compromiso cristiano hunde sus
raíces en la experiencia de encuentro con Jesús, resucitado, experiencia que se
encarna, que deja huella, y que es como el motor de la vida cristiana. Creemos
por eso que el compromiso nace de una doble certeza: La certeza de que Dios me
ama y que yo también lo amo a Él. El
término compromiso significa: “Enviados con otros, en favor de otros” Para
ayudar a otros a ser persona y más persona; para ayudar hacerse humano y
cristiano. Comprometerse para ayudar a otros a vivir con más dignidad El compromiso es con el Señor, que elige
llama y envía. Pero también con la Iglesia que busca, llama y envía en el
nombre del Señor Jesús.
“Yo estaré con ustedes hasta el fin de los siglos.” El compromiso
cristiano es fruto de una libertad afectiva que va encarnando una doble certeza:
La certeza de ser amado por Dios. Saber que mi Padre me ama, me perdona, me
salva y me ha dado el don de su Espíritu. Y la certeza de que también yo lo
amo, hago su voluntad y guardo sus Mandamientos. Cuando así es entonces puedo
tomar la firme determinación de seguir a Cristo, de servirle y dar mi vida por
Él y por los Él que ama. Ahora me
comprometo con otros y a favor de otros, y
acepto todo lo que eso implica. Decimos con el profeta Isaías: “Heme
aquí, envíame a mí Señor”. (Is 6, 9)
Las leyes del compromiso. Hablemos en clave: La clave es “Ser de
Cristo “Además, los que son de Cristo
Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.” (Gál 5,
24)”. Todo el que es de Cristo es una nueva creación (1 Cor 5, 17) Por lo tanto
ama a Cristo y acepta el evangelio como “norma para su vida” y “vivir según el
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. (Flp 1, 27) Esto implica tres cosas: “En
guerra santa contra mi pecado. Ejercitarse en Obediencia santa a la Palabra de
Dios. En la práctica de toda clase de obras buenas. (cf Ef 4, 13) El compromiso
evangélico ha de estar libre de egoísmos, envidias, deseos de venganzas, odios,
etc. Sin violencia y libre de toda
opresión. Cuando somos de Cristo encarnamos la disponibilidad para, en su
nombre desprendernos de personas, de cosas o de otros apegos que no nos dejan
realizar nuestras vidas a la luz del Plan de Dios. (cf Ef 1, 3- 8)
El sentido del compromiso es la pertenencia a Cristo. Es el
reconocer que soy propiedad exclusiva de Cristo, miembro de su cuerpo me hace
pensar que también soy propiedad de la Iglesia,
y por o tanto también de mi comunidad parroquial. La regla de oro de la
vida cristiana es “Ser de Cristo”. (cf Gál 5, 24) Ser su propiedad particular: es vivir para el,
que me amo y se entregó a la muerte por mí, (Gál 2, 20) es vivir en su voluntad teniendo el Evangelio como
norma de la vida, recordando siempre el evangelio de María: “hacer lo que el
nos diga, (Jn 2, 5) solamente entonces podemos decir que todo lo de Cristo es
nuestro, y nosotros somos de él. ( Para
ser libres nos liberó Cristo (Gál , 1. 13). Somos libres en la medida que
nuestra vida se fundamenta en la Verdad y en el Amor para que seamos capaces de
amar sin que nos cuesten tantos esfuerzos
La ley del compromiso es el Amor. El amar a los hermanos al estilo
de Jesús[1].
La Ley del compromiso me sumerge en la vida nueva, rompiendo siempre con
esclavitudes: saliendo del pecado y viviendo para Cristo en el Espíritu Santo.
Guardar el Mandamiento Nuevo exige estar muriendo a uno mismo y viviendo para
los demás en Cristo Jesús. El que ama a Cristo guarda sus Mandamientos y sus
palabras (cf Jn 14, 21. 23) y ama a su prójimo, de manera que ya cumple la Ley
y los profetas,
El camino del compromiso es el servicio. El estilo de vida, estilo único que implica: “Un ser para
los demás.” Un regalo para la humanidad. Esto exige, entre otras cosas: No
vivir solo para sí mismo, eso es egocentrismo, es individualismo, es inmadurez
humana. Lo que exige: “Un culto más auténtico” “Una devoción más fervorosa” “Un sacrificio más global” “Una
vinculación más estrecha” “Una vida más entregada” como lo pide el
Señor Jesús: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis
‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y
el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies
unos a otros. Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que acabo
de hacer con vosotros. (Jn 13, 13- 15)
La llamada a
servir. Es llamada al desprendimiento y a la madurez. Que cada cual
ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido, como buenos
administradores de las diversas gracias de Dios (1 Pe 4, 10). Dios nos llama, y sí Dios nos llama ¿Cómo debe de ser nuestra
respuesta? Tiene que ser inmediata. Dios nos llama a ser sus colaboradores en
la reconstrucción del universo y de la Iglesia, el camino exige doblegar
nuestra voluntades, para tomarnos de la mano de Jesús y de los hombres, si nos
soltamos de la mano del hombre, nos damos cuenta que nos estamos soltando de la
mano de Jesús y no tendremos fuerzas para caminar juntos de nuevo en nuestro
recorrido hasta la presencia de Dios. El camino también implica que vayamos
desapareciendo (Jn 3, 30), vaciándonos de nosotros mimos, aprendiendo a ser invisibles
para no realizar actos religiosos con el fin que nos vea la gente, de quedar
bien, o de que nos vaya bien (Mt 6, 1ss), recordando siempre que somos
colaboradores de Cristo y que a él le estamos sirviendo (1Ccor 4, 1; 3,9) “Que
cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido, como
buenos administradores de las diversas gracias de Dios.” (1 Pe 4, 10)
Finalidad del compromiso es “la gloria y la honra a Dios” y “el amor y
el servicio a los hombres.” “Predicar
el Evangelio no es para mí ningún motivo de vanagloria; se trata más bien de un
deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio!” Efectivamente, a pesar de sentirme libre
respecto de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que
pueda.” (1 Cor 9, 16. 23) El objetivo no es otro, que la construcción de la
Comunidad Cristiana. Comunidad fraterna,
solidaria y servicial, en la cual se recibe la vida trinitaria; se vive y se
comparte con los hermanos la salvación de Dios manifestada en Cristo Jesús (cf
Rm 3, 21). Este objetivo, implica una doble mirada, a Dios y a la comunidad,
queremos que el pueblo florezca. Con el impulso del Espíritu, entre otras
cosas: Buscamos fortalecer los vínculos de la comunidad, Ayudamos a recordar
que nadie puede resistir solos contra el mal, Anunciamos que ya estamos
reconciliados con Dios en la Cruz de Jesús. Abrimos campos de acción para que
nadie esté inactivo. Tratamos de alentar a tener un corazón nuevo a los que nos
rodean,
El fundamento
de la comunidad cristiana. “Pues nadie puede poner otros cimientos que
los ya puestos: Jesucristo.” ( 1 Cor 3, 11) La comunidad cristiana ha de
tener como fundamento a Cristo, o no es cristiana, es decir, no es comunidad
fraterna. En esta comunidad se ha de cultivar la Civilización del Amor. La
construcción de esta Comunidad implica
cultivar, entre otras cosas: un sentido de igualdad fundamental, vivir en la
verdad, practicar la justicia y la libertad interior. Las bases de la comunidad
cristiana son cuatro: El amor, que hecha fuera el odio. La verdad que hecha
fuera la mentira. La vida que hecha fuera a la muerte. La libertad, que hecha
fuera la esclavitud.
Las bases de la Comunidad
Cristiana son los valores del Reino que el Papa Juan XX111 recomienda a la
Iglesia y a la humanidad para lograr tener unas relaciones armoniosas y
pacificas entre los hombres. Pero, que a la misma vez, responden a la acción
del Espíritu en los cristianos para que respondan a la vocación original de
configurarse con Cristo (Fil. 2, 5) y reproducir su Imagen (Rom. 6, 29). Las
bases son el fundamento del edificio espiritual, realidad que es posible con el
Poder de Dios y con nuestras decisiones personales; es un camino de conversión
que permite expulsar los demonios de nuestro interior y de nuestra Comunidad de
acuerdo a las palabras del Evangelista Lucas (cnf. Lc 16, 16).
Los frutos de
la Comunidad Cristiana. Se mantenían constantes en la enseñanza de
los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. (cf
Hech 2, 42- 47) Los frutos nacen del
Apostolado, es decir, de la Evangelización son innumerables, de acuerdo a las
necesidades de la Comunidad, sin embargo podemos resaltar algunos frutos que
resultan de las tres vertientes de la acción pastoral: Pastoral profética (cf
Mt (28, 19- 20) La Pastoral litúrgica: Celebrar la fe (cf 1 Cor 11, 25) La
Pastoral de la caridad (Jn 13, 13. 34) Una Pastoral al estilo del Buen Pastor
(Lc 15, 1ss) Lo que implica: La alegría del Anuncio (1 9, 16) Para salir fuera
a llevar la Buena Nueva. (Mc 16, 15) Para sanar de miedos, traumas, heridas de
la vida (Mt 10, 8s) Para llevar a los hombres a la reconciliación e integración
de comunidades. (Ef 4,1ss) Los frutos de la fe son los valores del Reino: El
compartir, la dignidad, la solidaridad y los servicios El fruto de la Pastoral de la Comunidad es el
hombre nuevo y las comunidades nuevas. El fruto puede ser de dos dimensiones;
en la parte espiritual y en la parte material.
En la parte espiritual tenemos las virtudes, los valores del Reino, los
frutos y los dones del Espíritu Santo (Is 11, 2). Esto es a lo que Pablo llama
la riqueza de la Palabra (Col. 3, 16); en otras palabras, la parte espiritual
es la “Santidad” sin la cual nadie verá al Señor. La parte material implica los
lugares apropiados para realizar “los apostolados”, los medios de
evangelización: libros, Biblia, la
radio, la televisión, el periódico, etc. Y esto cuesta, razón por la que todo católico debe ser
co-responsable del Apostolado de la Iglesia.
“Jesucristo,
siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9) “Así pues, queridos míos, de la misma
manera que habéis obedecido siempre —no sólo cuando estaba presente, sino mucho
más ahora que estoy ausente—, trabajad con sumo cuidado por vuestra salvación,
pues es Dios quien, por su benevolencia, realiza en vosotros el querer y el
obrar.” (Flp 2, 12- 13) No hagamos de la salvación nuestro negocio, pues la
salvación es un don gratuito e inmerecido, pero no barato. Don de Dios pagado a
precio de Sangre. Cristo Jesús murió para el perdón de nuestros pecados y
resucitó para darnos vida eterna. (Rm 4, 25) Los que predican y enseñan sobre
la “teología de la prosperidad” no han entendido el Evangelio de Jesucristo.
“Que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8, 9)
Hacer del Evangelio nuestra fuente de negocios o riquezas, no es grato a Dios,
es una abominación, es “vomito” según lo dice la Escritura (Apoc 3, 15) “Efectivamente, los que viven según la carne
desean lo que es propio de la carne; mas los que viven según el espíritu
buscan lo espiritual. Ahora bien, las
tendencias de la carne desembocan en la muerte, mas las del espíritu
conducen a la vida y la paz, ya que las
tendencias de la carne llevan al odio de Dios: no se someten a la ley de Dios,
ni siquiera pueden.
Así que los
que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne,
sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que
no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece” (Rm 8, 5- 9) Recordemos Cristo
Jesús, el siervo de los pobres que nos invita a ser como él: pobre, humild y
mans de corazón (Flp 2, 5- 8; Mt 11, 29) Pablo,
el siervo de Jesucristo nos invita a enriquecer a otros con nuestra pobreza. “A
nadie damos ocasión alguna de tropiezo, para que nadie se mofe del
ministerio; antes bien, nos manifestamos
en todo como ministros de Dios, soportando con frecuencia tribulaciones,
necesidades y angustias; azotes,
cárceles y algaradas; fatigas, desvelos y ayunos. Y lo hacemos con nobleza, ciencia, paciencia
y bondad, con la ayuda del Espíritu Santo y apoyándonos en una caridad sincera;
ofreciendo un mensaje veraz y contando con el poder de Dios; usando las armas
de la justicia a diestra y siniestra.” Nuestra vida discurre entre el honor y
el agravio, entre la calumnia y la buena fama. Nos tienen por impostores,
aunque somos veraces; por desconocidos, aunque nos conocen bien; por
moribundos, aunque estamos vivos; por castigados, aunque no condenados a
muerte; por gente triste, aunque estamos siempre alegres; por pobres, aunque enriquecemos a muchos. En fin, creen que no
tenemos nada, aunque todo lo poseemos. (2 Cor 6, 3- 10)
7. LOS QUE NO VIVEN COMO CRISTIANOS, NO VIVEN SU BAUTISMO.
Objetivo: Iluminar para que se pueda comprender que el Sacramento
del Bautismo es tan solo el inicio de una nueva vida que ha de desarrollarse a
los largo de nuestra historia.
Iluminación. “Todos vosotros sois hijos de Dios; todos vosotros
sois miembros unos de los otros; todos vosotros sois comunión”
DESARROLLO DEL TEMA
Todos
decimos que somos cristianos porque fuimos bautizados. Podemos afirmar que
“muchísimos son los bautizados, muchos son los que creen, pocos son los que
practican lo que creen y poquísimos son los que viven el compromiso de su
Bautismo”. A la luz del Bautismo podemos decir que las obras de la fe dicen
sobre la realidad de nuestro Padre. Si la obras son las “obras de la fe”, Dios
Padre de Jesucristo es nuestro Padre. “Si nuestras obras son las obras de la
carne,” nuestro padre sería entonces el diablo (cfr Jn 8,41).
¿Quiénes no viven su Bautismo? Son hombres y mujeres que llevan una vida mundana,
pagana, vida de pecado. San Pablo los describe en hombres que ni pueden ni
quieren conocen a Dios: “Por tanto, os digo y os repito en nombre del Señor que no viváis ya
como los gentiles, que se dejan llevar por su mente vacía, obcecados en las
tinieblas y excluidos de la vida de Dios por su ignorancia y por la dureza de
su corazón. Habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de
impurezas.” (Ef 4, 17- 19)
Ø Los que sólo viven en razón del dinero:
"No se pueden servir a Dios y al dinero" (Mt. 6,24); pero eso
explotan y oprimen a los trabajadores, les roban sus salarios; prestan dinero a
usura, etc. Tampoco viven su bautismo los que roban en las tiendas o atracan a
sus semejantes.
Ø Los que
sólo viven en razón del poder: quieren vivir por encima de los demás; sólo
les preocupa la fama, el prestigio, que se les rinda culto.
Ø Los que viven en razón del placer, se
entregan a la bebida, a la inmoralidad y a la confusión. Hombres que se dedican
a la venta de drogas y de carne humana. (Tratantes de blancas). No les importa
dejar a sus familias con hambre y en la miseria.
Ø Los que se creen los amos y dueños del
mundo y piensan que la tierra sólo fue hecha para ellos. No se dan cuenta
que en el cristianismo lo que vale son los hechos y no las palabras (Mt. 7, 21-
22) (Stg. 2, 14- 17).
la escuela, la
salud, la comunidad. Aquellos que se ahogan en el conformismo que atrofia a las
personas y a las familias.
Ø Los que nunca prestan un servicio a la
comunidad en favor de los demás. Personas individualistas que sólo buscan
su propio interés. (Mt. 25, 31- 45).
Ø Los que traicionan a los compañeros, a los
amigos y a la familia por dinero. Personas ambiciosas, esclavas de Mamón
(el dios dinero).
Ø Las personas individualistas que nunca se
preocupan por los demás. (1 de Jn. 3, 10- 18) “En el Reino de Dios nadie
vive para sí mismo”. (Rm 14, 8)
Ø Los que luchan por los demás, pero, al
margen del Evangelio: siembran violencia, odios, matan y destruyen. La
primera carta de Juan nos dice que “todo
el que odia a su hermano es un asesino, y ningún asesino tiene vida en sí
mismo”. (1 de Jn 3, 15)
Ø Los que llamándose católicos, promueven el
aborto, las ideologías y se someten a un servilismo para dar culto a los
ídolos del poder, del tener y del placer.
¿Qué implica el ser cristiano? Ser cristiano de verdad es
tener fe en la persona de Jesucristo y dejarse conducir por el Espíritu Santo
(Rm 8, 14). Es seguirlo a a Cristo, caminar a su lado. Nacer de nuevo y vivir
como Jesús vivió:"Amando hasta el extremo" "Haciendo el
bien" "Enseñando a los hombres con la propia vida el camino que los
lleva a la Casa del Padre":
¿Puedo vivir solo la vida cristiana? Nadie se realiza solo. (cf Gn 2, 18) Tengo que
aprender a vivir con otros la vida de la fe en Jesús, junto con hermanos
cristianos, formando con ellos la Comunidad que tiene a Jesús como centro, como
principio y fin: Alfa y Omega. Los cristianos juntos forman la comunidad de la
Iglesia, la fraternidad de los cristianos, en la cual todos se saben y
reconocen hijos de Dios, hermanos en Cristo.
Por eso trabajan y luchan juntos, y
juntos alaban a Dios en una misma Liturgia, y rezan a un mismo Padre. Juntos
agradecen y ofrecen a Dios la vida. Se interesan por la vida de la Iglesia y
juntos edifican la comunidad cristiana: comunidad de fe, culto y caridad. El
individualismo y el aislamiento frustran el sentido del Bautismo.
¿Cómo vivían su bautismo los cristianos de la “comunidad primitiva? El libro de los hechos de los Apóstoles
nos presenta cuatro características que deben reunir los que han sido
bautizados: "reciben la enseñanza de los Apóstoles", "viven
intensamente la comunión fraterna", "celebran en culto en la
"fracción del Pan" y llevan una vida de oración comunitaria y
personal "(Hech. 2, 42).
Luchar por el derecho de ser libres. Trabajar
por la justicia social buscando la participación del bien común. Dios es Padre
de todos; por eso todos somos iguales en dignidad. Ser libres exige el
desprendimiento de todo aquello que impide realizarse como personas: la
ignorancia, la pereza, los vicios o cualquier otra forma de opresión. Hombre
libre es aquel que decide por el bien, el amor y el servicio. (cf Gál 5,1)
¿Cuál es el compromiso del Bautismo? El
Bautismo me implica en el compromiso de la fe: anunciarla, propagarla y
defenderla; es compromiso con el Señor y con el Mundo, en la Iglesia y desde la
Iglesia. También me compromete en la defensa de los más débiles, la familia y
la vida. La lucha por un mejor bienestar para la comunidad y para la sociedad.
Esta lucha exige ponerme al servicio de los demás, compartiendo con ellos lo
que tengo, lo que sé y lo que soy. No se trata nada más de hablar, sino de
actuar conforme a los designios de Dios y nunca según los planes hombres. Los
secretos de Dios no están a la vista de cualquiera (cf Sab. 2, 22)
¿Qué significa renovar el Bautismo? Renovar
diariamente nuestro Bautismo es volver a las “Fuentes”: La Palabra de Dios, la
Oración, los Sacramentos, las Buenas Obras; para sumergirnos diariamente en la
Pascua de Cristo: “Muerte, sepultura y resurrección de Cristo, y crecer en el conocimiento de su Creador
(Col. 3, 10), llenarse de los mismos sentimientos
de Cristo (Fil 2, 5), hasta alcanzar la estatura del "Hombre
Perfecto" (Ef. 4, 13) y, así ofrecerse como hostia viva, santa y agradable
al Padre (Rom 12, 1), según el estilo de Jesús. Lo anterior es llevar una “vida
consagrada al Señor, renunciando al pecado, para vivir con Cristo para Dios
8.- EL
BAUTISMO Y LA IGLESIA DE CRISTO
Objetivo: Obtener un conocimiento mas profundo del Misterio de la Iglesia, el Plan de Dios sobre ella y sobre su quehacer r en
el mundo que nos lleve a amarla y servirla .
La Iglesia como Cuerpo místico de Cristo nos hace comprender que todos los
cristianos estamos unidos entre nosotros y con Cristo por la caridad y el
Espíritu Santo; que el Señor dio diversas funciones en su Iglesia y que cada
quien debe cumplir su función para el bien de toda la Iglesia.
La Iglesia:
La Asamblea de Dios. La Iglesia debe entenderse como una
asamblea convocada por el Padre, que camina para volver a Él (cf LG 1). La
palabra “Iglesia” significa “convocación,” “Asamblea de los elegidos que han
creído en Cristo y se han hecho bautizar.(Catic 751) La Iglesia es el pueblo
que Dios reúne en el mundo entero. La
Iglesia de Dios existe en las comunidades locales. La Iglesia vive de la
Palabra y del Cuerpo de Cristo. (Catic 752) La Iglesia como comunidad visible
sigue las huellas de Cristo, vive y se nutre de Él cumpliendo su mandato de
trasmitir la salvación a todos los hombres y en todo tiempo hasta su vuelta. El
Concilio nos descubre la voluntad de Dios acerca de la Iglesia: “Fue voluntad
de Dios el santificar y el salvar a los hombres, no aisladamente sin conexión
alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en
verdad y le sirviera santamente (LG 9)
La Iglesia
Misterio de Comunión La Iglesia se confiesa a sí misma como un
“Misterio de Comunión en tensión misionera”. Con la Palabra Misterio quiere
decir que es a la vez una realidad visible y una realidad espiritual: que está
en la historia, pero que al mismo tiempo la trasciende. Visible y a la vez invisible,
realidades que solo pueden ser vistas con los ojos de la fe. Las
dos dimensiones de la Iglesia pueden ser expresadas con dos palabras
íntimamente relacionadas: Comunión y comunidad. La comunión es la participación
en la misma vida Trinitaria, y por lo tanto, don gratuito que nos da Cristo a
través del Espíritu Santo La comunión no es perceptible pero se
manifiesta creando comunidad. Comunidad fraterna donde nos acogemos mutuamente
como hermanos, nos sentimos responsables unos de los otros, compartimos los
bienes espirituales y materiales que hemos recibido de Dios. Razón por la que
decimos que la Iglesia es la “comunidad en la que recibimos, vivimos y
compartimos el don de la “comunión.” La “comunión es el alma de la “comunidad”
y la “Comunidad” es la manifestación de la “Comunión”.
La
Iglesia Pueblo de Dios. Como Iglesia somos el pueblo
consagrado a Dios. Distingamos siempre esto: cuando decimos el pueblo de Dios
no aludimos al pueblo en general. Es una pretensión de los grupos humanos
quererse constituirse en intérpretes del pueblo. El pueblo es muy autónomo, muy
variado, muy pluriforme. Nadie puede arrogarse: "Yo soy la voz del
Pueblo". Por eso, el pueblo de Dios es el grupo de los seguidores de Dios,
es el grupo de los hombres y mujeres que inspirados en la fe en Jesucristo,
celebran los sacramentos de la Iglesia e inspiran en la palabra divina su
conducta; para hacerse más agradables a Dios y, desde su unión con Dios, ser un
pueblo que sea luz, sal y fermento para el pueblo en general. Esto es la Iglesia.
El Catecismo de la Iglesia,
haciéndose eco del Concilia Vaticano, dice que el pueblo de Dios tiene
características que lo distinguen de los otros pueblos:
1) Es el pueblo de Dios; Dios no pertenece en
propiedad a ningún pueblo. Pero El ha adquirido para sí pueblo de aquellos que
antes no eran pueblo: “una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa”
(1 Pe 2, 9)
2) Se llega a ser miembro de esta cuerpo, no
por el nacimiento físico, sino por “el nacimiento de arriba”, “del agua y del
Espíritu” (Jn 3,3-5). Por la fe en Cristo y el Bautismo.
3) Este Pueblo tiene por Cabeza a Jesús, el
Cristo. “la unción de Cristo, Cabeza fluye de la cabeza al Cuerpo, es el
“pueblo Mesiánico”.
4) La identidad de este Pueblo, es la
dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el
Espíritu Santo como en un templo”.
5) “Su Ley, es el Mandamiento Nuevo:” Amar
como el mismo Cristo nos amó (Jn 13, 34) Esta es la Ley nueva del Espíritu”
(Rom 8,2)
6) Su misión es ser luz, sal y fermento del
mundo (cf Mt 5,13-14)
7) “Su destino es el reino de Dios. Que él
mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que él mismo lo
lleve a su perfección” (LG 9; CATIC 782)
El origen
de la Iglesia.. La
Iglesia se siente asamblea convocada por el Padre, que camina para volver a Él
(LG 2) Dios envió a su Hijo a salvar a todos los hombres, ese es su deseo:”Que
todos los hombres lleguen a la salvación y al
conocimiento de la verdad (cf 2 Tim 2, 4). La Iglesia es el sacramento
de unidad en la que Dios se une íntimamente a los hombres y realiza la unidad
de todo el género humano (LG 1) Vino el Hijo enviado por el Padre e instauró en
la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó
nuestra redención. Nuestro Señor Jesucristo con la predicación de la Buena
Nueva, milagros y exorcismos comenzó la fundación de su Iglesia. Siguiendo la voluntad de su Padre llamó a sus discípulos: “Venid en pos de mí,
seguidme, les dice…que os haré pescadores de hombres. (Lc 5,10) De entre el
grupo de discípulos eligió a los Doce
(Mt 10,5-7; Mc 3, 13ss; Lc. 6,12-16). Los Doce han sido llamados, elegidos,
investidos de autoridad y poder y enviados expresamente por Jesús a predicar el
Evangelio, a curar a los enfermos y a expulsar a los demonios.
La elección y las promesas de Jesús. “Subió al
monte y llamó a los que él quiso. Cuando estuvieron junto a él, creó [un grupo de] Doce, para que estuvieran
con él y para enviarlos a predicar con
poder de expulsar los demonios” (Mc
3, 13- 15) Jesús de entre los Doce eligió a Simón a quien llamó Pedro como cabeza visible de su
Iglesia, y le dijo: “Te eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y
los poderes del Mal no prevalecerán sobre ella” (Mt 16, 17). El Apóstol Juan ve
en la muerte de Jesús, al ser traspasado su corazón por la lanza del soldado,
el nacimiento de la Iglesia: “Y al instante salió sangre y agua” (Jn 19,34)
Muchos de los Padres de la Iglesia han visto en el agua el símbolo el Bautismo
y en la sangre la Eucaristía, y en estos dos sacramentos, el signo de la
Iglesia, nueva Eva, que nace del nuevo Adán. Jesús muere, y con su sangre
compra para Dios su Padre un Pueblo de su propiedad; con su Resurrección Jesús
comienza un “estado nuevo”, que ya no conoce la muerte; El acontecimiento de la
Resurrección de Jesús de entre los muertos; es “el centro de nuestra fe” y
representa además, la máxima revelación de Dios; la Resurrección de Jesús
establece la comunidad apostólica como fundamento y norma de la Iglesia para
todas la épocas. En la Resurrección nace el “Hombre Nuevo”, El Cristo total:
Cabeza y Cuerpo
Después de la muerte-resurrección y ascensión del Señor Jesús, la Iglesia
se reúne al alrededor de la María, la Madre de Jesús; estaban los Doce, algunas
mujeres, y algunos familiares de Jesús, el número de los reunidos era de unos
120 personas (Hech 1, 12.15) El libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra
el “Cumplimiento de la Promesa” “Dentro de pocos días recibiréis el Poder de lo
Alto (cf Hech 1, 8): En Pentecostés, Jesús bautiza a su Iglesia con el Espíritu
Santo, “Y así toda la Iglesia aparece como un pueblo reunido en virtud de la
unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”(LG 4). En Pentecostés, con la
Fuerza del Espíritu comienza el crecimiento de la Iglesia.
El Gran
Envío. Jesús durante su vida
terrena llama a sus discípulos, les revela las palabras de su Padre; les llama
“pequeño rebaño”, al final da su vida por ellos y en la última cena pone en sus
manos el “El Mandato de continuar en la historia “su Pascua, la Eucaristía.” Después de su Resurrección confirma lo que
en vida había prometido. Jesús pregunta a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿Me amas
más que estos?” Le dice él: “Señor tu sabes que te quiero”. Le dice Jesús
apacienta mis corderos. Vuelve a decirle por segunda vez: “Simón hijo de Juan,
¿Me amas?” Le dice él: “Señor tu sabes que te quiero” Le dice Jesús apacienta
mis ovejas”. Le dice por tercera vez:”Simón hijo de Juan, ¿me quieres? Y le
dijo:”Señor, tu lo sabes todo; tu sabes que te quiero” Le dice Jesús: apacienta
mis ovejas.” (Jn 21, 15ss)
“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la
tierra. Id pues haced discípulos a todas las gentes bautizándolas
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a todo lo
que yo os he mandado” (Mt 28, 19-20) “Id por todo el mundo y proclamad la Buena
Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea,
se condenará” (Mc. 16, 15) “Todo poder se me ha dado en el cielo y en la
tierra, así cómo el padre me envió, Yo los envió a ustedes. Dicho esto sopló
sobre ellos y les dijo “Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los
pecados les quedaran perdonados… ” (Jn 20,21ss) Razón suficiente para decir que la Iglesia
hunde sus raíces en la eternidad: El Padre fuente de todo envío, es
también la fuente del origen de la Iglesia.
Imágenes de la Iglesia (LG 7; Catic 753-757)
1) La Iglesia redil, cuya
única y obligada puerta es Cristo (Jn 10, 1-10). Es también una grey, de la que
el mismo Dios se profetizó pastor. (Ez 34, 11ss)
2) La Iglesia es labranza o arada de Dios (cf 1 Cor. 3, 9) En ese campo crece el árbol de olivo, cuya
raíz santa fueron los patriarcas, y en la cual se realizó y se concluirá la
reconciliación de los judíos y de los gentiles (cf Rom 11, 13-26). El Dueño de
la “viña” la plantó como “viña escogida” de la cual Cristo es la Vid verdadera,
que comunica vida y fecundidad a los sarmientos
que somos nosotros, que permanecemos en Él por medio de la Iglesia, y
sin Él nada podemos hacer. (Jn 15, 1-5)
3) La Iglesia construcción y edificación de Dios. (1 de Cor 3, 9) Los Apóstoles y los profetas construyen la
Iglesia sobre el “fundamento” que es Cristo (cf 1 de Cor 3, 11; Ef 2, 20).
Nosotros entramos como piedras vivas de esa construcción por nuestro bautismo
(1 de Pe 2, 5). La “Construcción”, Edificio espiritual cimentado en los
Profetas y en los Apóstoles tiene
siempre como fundamento a Cristo, “La Piedra Angular”.
Otras imágenes de la Iglesia según la Biblia: Casa de Dios, fundamento de la verdad (1 de Tim 3, 15) Familia habitación de Dios en el Espíritu (Ef
2, 19-22) Templo santo, representado en los templos de piedra. Templo que no
fue construido por la mano del
hombre, sino, por la acción poderosa de Dios. La Iglesia la Jerusalén de arriba
y madre nuestra (Gal 4, 26cf Apoc. 12,17)
San Juan en el Apocalipsis describe a la Iglesia como la esposa
inmaculada del Cordero Inmaculado (Apoc. 19, 7; 21, 2-9) “Cristo, la amó y se
entregó por ella para santificarla” (Ef. 5,25-26); se unió a ella en alianza
indisoluble, “la alimenta y la cuida (Ef. 5, 29) y la cuida sin cesar” (LG 6)
Las Propiedades de la Iglesia. De
la Iglesia de Cristo que acabamos de describir, afirmamos en el Credo que es
Una, Santa, Católica y Apostólica. Se trata de cuatro cualidades o atributos
que le concede el mismo Cristo por el Espíritu Santo y que nos permiten
profundizar aún más en su naturaleza y misión.
La Iglesia es una. La Iglesia de Cristo aunque reúne a diferentes
pueblos y culturas, y presenta en sus miembros una gran diversidad en dones,
cargos, condiciones y modos de vida, es una y única. Escuchemos a san Pablo
decirnos que la Iglesia tiene un solo Señor, confiesa una sola, nace de un solo
Bautismo, forma un solo Cuerpo, vivificado por un solo Espíritu, y está
orientada hacia una única esperanza (cf Ef. 4, 3-5). Podemos explicitar lo que
afirma el Apóstol a través de tres afirmaciones.
La Iglesia es santa. Es evidente que todos los miembros de la
Iglesia somos pecadores, por lo que, desde este punto de vista, la Iglesia está
necesitada siempre de purificación y conversión. A pesar de ello, confesamos
que la Iglesia es santa. ¿En qué sentido?
La Iglesia es santa porque, unida a Cristo, está santificada por El a
través del Espíritu. La Iglesia es santa
porque, por Cristo y con Cristo, es santificadora, es decir, posee los medios
por los que Dios nos santifica: el depósito de la fe, los sacramentos, los
ministerios. La Iglesia es santa porque produce frutos de santidad, aunque se
trate de una santidad que todavía no ha llegado a la perfección, excepto en
María, en quien la Iglesia es ya enteramente santa.
Iglesia es católica. La palabra católica, que significa universal o
total, tiene también un doble sentido: La
Iglesia es católica porque posee la plenitud de los medios de salvación que le
dado Cristo: confesión de la fe recta y completa, vida sacramental integra y
ministerio ordenado en la sucesión apostólica. La Iglesia es católica porque ha sido enviada por Cristo a la
totalidad del género humano.
La Iglesia es apostólica. Con esto queremos decir que está fundada
sobre los Apóstoles, en un triple sentido:
Ha sido y permanece edificada sobre el fundamento de los testigos escogidos
y enviados por el mismo Cristo. Guardar
y trasmite con fidelidad la enseñanza de los apóstoles. Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los Apóstoles, a
través de aquellos que les suceden en el ministerio pastoral: el colegio de los
obispos, a quienes ayudan los presbíteros, con el sucesor de Pedro, que es el
supremo pastor de la Iglesia.
La Iglesia es perseguida. Esta es la quinta nota de la Iglesia de Cristo, ya que si recorremos la
historia nos damos cuenta que las persecuciones y los sufrimientos son la
herencia que Cristo legó a su Iglesia. “Si a mí me han perseguido a ustedes
también los perseguirán” (Jn 15,20) “Os envío como corderos en medio de
lobos…,os entregaran a los tribunales y en las sinagogas os azotarán” (Mt 10,
16-18) “Entonces os entregarán a los tormentos y os matarán y seréis
aborrecidos de todos los pueblos a causa de mi nombre” (Mt 24, 9) “En el mundo
habéis de tener tribulaciones, pero confiad: Yo he vencido al mundo” (Jn 16,
23) “Todos los que quieran vivir virtuosamente en Cristo Jesús sufrirán
persecuciones” (2 Tim 3, 12) mi causa os azotarán. Si la Iglesia nunca fuera perseguida dejaría de identificarse con
la Iglesia de Cristo. El Señor nos salvó por el camino de la cruz; desde su
misma infancia el rey Herodes arremetió contra el Niño para darle muerte; de
grande durante su vida pública fue rechazado por los suyos; al final de sus
días le dieron muerte, y muerte de cruz. No obstante Pedro y los discípulos no
lo entendieron Cristo Resucitado les abrió la mente y les explicó las
Escrituras: “¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrara en su
Gloria, según el vaticinio de los profetas” (Lc 22, 25-26) Después de
Pentecostés, apenas acaba la Iglesia iniciar la Misión, y ya es perseguida: A Pedro
y Juan se les mete en la cárcel (Hech 4)
La dispersión de la comunidad primitiva (Hech 5, 18); Degollación de Santiago
el Mayor (Hech 12,1ss) Las persecuciones en Roma contra la Iglesia a partir del
año 64 con el emperador Nerón y que culminaron con Juliano el Apóstata dieron a
la Iglesia miles y miles de mártires. No hay duda los sufrimientos son pruebas
enviadas por Cristo a su Iglesia, pero es bueno también recordar las palabras
que Señor dio a su Iglesia por medio del apóstol Pablo: “Los padecimientos del
tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse
en nosotros” (Rom 8,18)
La Misión
de la Iglesia. La misión esencial de la Iglesia es evangelizar, es
decir, hacer que los hombres participen en la comunión (Vida Trinitaria). Pero,
¿cómo se hace esto? ¿Qué tareas o acciones necesita llevar a cabo la Iglesia
para evangelizar? Leamos el Catecismo de la Iglesia católica que resume la
enseñanza del Concilio en la Constitución Lumen
Gentium, afirma: Jesucristo es Aquel a quien el Padre ha constituido
Sacerdote, Profeta y Rey. Todo el pueblo de Dios participa de estas tres
funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que
se derivan de ellas. (Catic. 733) El segundo planteamiento se fija más en las
distintas etapas o pasos que ha de recorrer el hombre para ser evangelizado.. Veamos
cómo se encuentra la acción de la Iglesia desde cada uno de estos planteamientos.
Las tres funciones. El libro
de los Hechos de los Apóstoles, al hablar de la primera comunidad cristiana que
surge después de Pentecostés, dice: “Perseveraban en oír la enseñanza de los
Apóstoles, en la Comunión, en la fracción del Pan y en la oración.” (Hch 2, 42)
Aquí se apuntan las tres grandes funciones que la Iglesia ha de realizar, tanto
para mantener la cohesión interna como para conseguir nuevos adeptos:
a). La función profética: escuchar y proclamar la palabra de Dios.
Esta primera función da lugar a actividades diferentes según sean los
destinatarios o las ocasiones en que se tenga que realizar: primer anuncio,
catequesis, predicación, reflexión teológica, etc.
b). Función sacerdotal: celebrar la pre4sencia salvadora de Cristo
en la Liturgia y en la oración: Eucaristía, Sacramentos, año litúrgico,
fiestas, oración, comunitaria y personal devociones…
c). la función real: vivir el amor como servicio, tanto con los
hermanos en la fe como con los que aún no pertenecen a la comunidad: vivir la
fraternidad, compartir los bienes, atender a los pobres, hacer inmundo más
justo y hermano.
“Cuando terminó
de lavarles los pies y se volvió y se volvió a poner el manto, se sentó a la
mesa y dijo: ¿Entienden lo que he hecho con Ustedes? Ustedes me llaman: Maestro
y Señor. Y dicen verdad, pues lo soy: Si yo, siendo el Señor y el Maestro les
he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he
dado ejemplo, Para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes…” (Jn 13, 13ss) La Iglesia existe para servir. En el seno de
la Iglesia nadie vive para sí mismo. Se vive para el Señor, es decir, la
Iglesia es el Sacramento desde donde Cristo santifica, guía, reconcilia y
unifica a los hombres, con Dios y entre ellos mismos. La tarea es de toda la
Iglesia, de todo bautizado.
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