NOS HA NACIDO EL MENSAJERO DEL SEÑOR, JUAN EL BAUTISTA.
Por aquellos días, le llegó a
Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se
enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se
regocijaron con ella.
A los ocho días fueron a
circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre
se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si
ninguno de tus parientes se llama así”.
Entonces le preguntaron por señas
al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió:
“Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se
le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.
Un sentimiento de temor se apoderó
de los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este
suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a
ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con
él. (Lc 1, 57-66)
Se ha llegado el día de la promesa
de Dios a Zacarías: "El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu
petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien
pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su
nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará
lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre,"(Lc 1, 13- 15) La
que llamaban estéril ha dado a luz un varón. (Lc 1, 36)
A los ocho días de su nacimiento lo
llevan a circuncidarse y ponerle su nombre. El pueblo querían ponerle como su
Padre Zacarías, pero, Isabel se negó, diciendo: Juan es su nombre. Por derecho
el primogénito podían llamarle como su Padre, que era sacerdote, y el hijo
heredaría de su padre el sacerdocio. Zacarías pide una tableta y escribe el
nombre del niño: Juan es su nombre. Juan significa: “Dios ha mostrado su Gracia”.
No nació para ser sacerdote del Templo como su padre. Nació para ser profeta
desde el seno de su madre. Dios le tiene una Misión: Ser el Mensajero del
Señor. Su Precursor. Desde muy joven fue conducido al desierto dónde se preparó
para ser lo que estaba llamado a ser: Un Profeta, un predicador, un servidor de
Cristo. Dejó su casa, sus bienes, pues era único heredero. Dejó la religión del
Templo y se fue al desierto.
Bautizado con Espíritu Santo y
fuego desde el seno de su madre (Lc 1, 41). Creció en el desierto donde comía
raíces y yerbas, se alimentaba con miel silvestre. Vestía a la usanza de los
antiguos profetas y no se cortaba el pelo, era un Nazareo, un consagrado a
Dios. Tenía el fuego de Elías, su palabra era como de fuego y como jabón que
lavaba y limpiaba. Cientos y miles de gentes lo seguían para oírlo y que los
bautizara para el perdón de los pecados. La época de Juan es detallada por
Lucas:
"En el año quince del imperio
de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca
de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias
tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la
palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la
región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los
pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: “Voz
del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus
sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo
tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos." (Lc 3, 1- 5)
Juan predicaba la conversión para
que el Cristo se manifestara en sus corazones liberando, reconciliando,
haciendo hombres nuevos y promoviéndolos.
¿Qué dice Juan de sí mismo?
“Yo soy la voz que clama en el desierto”.
Estoy al servicio de la Palabra, de su Voz. No se apropia de lo que no le
pertenece. Conoce el mensaje de Miqueas: “Yo soy el Mensajero del Señor”
“Preparen el camino del que viene detrás de mí” “Yo no soy digno de desatar las
correas de sus sandalias, él los bautizará con Espíritu Santo y fuego (Lc 3,
16) Juan dice esto antes de caer en la cárcel por denunciar a Herodes: “No te
es lícito de tener como esposa a la mujer de tu hermano, déjala (Lc 3, 19- 20)
Era su momento de éxito, de esplendor de sumisión, muchos lo seguían.
Juan bautizo a Jesús, en un
principio se negaba a hacerlo, pero Jesús insistió: "Sucedió que cuando
todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en
oración, se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal,
como una paloma; y vino una voz del cielo: «Tú eres mi hijo; yo hoy te he
engendrado.»"(Lc 3, 21- 22)
Después, dice Juan el evangelista, lo
señala y lo manifiesta a sus discípulos: "Y yo le he visto y doy
testimonio de que éste es el Elegido de Dios.» Al día siguiente, Juan se
encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que
pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios.» Los dos discípulos le oyeron hablar
así y siguieron a Jesús."(Jn 1, 34- 37) Después de esto Juan el Bautista
habla de su propia muerte para evitar toda competencia: "El que tiene a la
novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra
mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su
plenitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya."(Jn 3, 29- 30) “Y
le cortaron la cabeza: "y envió a decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza
fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, la cual se la llevó a su
madre. Llegando después sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron;
y fueron a informar a Jesús." (Mt 14, 10- 12)
Dos cosas nos dice de la Humildad de
Juan el Bautista.
Juan era un hombre de gran fe,
confianza y obediencia a Dios. Dónde hay humildad hay fe, y donde no hay, sólo
hay soberbia. La humildad de Juan lo hizo decir: “Yo no soy el Mesías, sólo soy
la voz que clama en el desierto. El que viene detrás de mí:”No soy digno de ser
su servidor” Yo no soy el Camino, sólo soy su Mensajero. Habla con autoridad:
Raza de víboras, conviértanse. “Preparan el camino del Señor. Para Juan
humildad fue arriesgarse, donarse y entregarse a la Misión recibida. No pidió
cartas de recomendación para asegurarse que iba a tener éxito, que le iba a ir
muy bien y que iba a quedar muy bien. Le llamaban un endemoniado los judíos del
Tempo (Mt 11, 18) Al final de sus días, fiel a la verdad, fue encarcelado y
luego decapitado, así terminó el gran profeta, fiel hasta la muerte. El hombre
humilde que estuvo al servicio de Cristo, el Hijo de Dios, el Mesías.
Para conclusión:
“Sé muy bien lo que pienso hacer
con vosotros: designios de paz y no de aflicción, daros un porvenir y una
esperanza. Me buscaréis y me encontraréis si me buscáis de todo corazón.” (Jr
29, 11. 13) Frente a este designio de amor, hemos de responder con humildad,
para reconocer nuestra pecaminosidad y abrirnos a la acción de Dios, para luego
aceptar que todo lo bueno que tenemos viene de Dios, es su regalo que hemos de
compartirlo con los más pobres. Para que el espíritu de Juan Bautista esté en
nuestros corazones. El Espíritu de Juan era el mismo que el de Elías y que el
de Jesús, y es también el de la Iglesia porque hay un solo Espíritu Santo, el
espíritu de Dios. En nuestros corazones debe de haber un poco de Juan el
Bautista… para poder servir a Cristo Jesús.
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