YO SOY LA VOZ LA VOZ QUE CLAMA EN EL DESIERTO.
Iluminación: En distintas ocasiones y de muchas
maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres, por boca de los
profetas. Ahora, en estos tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo. (Heb 1, 1-2)
“Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos
enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién
eres tú?” Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: “Yo no soy el Mesías”.
De nuevo le preguntaron: “¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?” Él les respondió:
“No lo soy”. “¿Eres el profeta?” Respondió: “No”. Le dijeron: “Entonces dinos
quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. “Yo soy la
voz que clama en el desierto” como anunció el profeta Isaías”.
Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le
preguntaron: “Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el
profeta?” Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes
hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo
no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias”.
Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan
bautizaba. (Jn 1, 19-28)
“¿Quién eres tú?” la pregunta de los enviados desde el Templo de
Jerusalén a Juan el Bautista. Juan no hacía amistad con los del Templo. Él por
derecho podía ser sacerdote, hijo del sacerdote Zacarías, pero el Espíritu
Santo lo llevó al desierto desde muy joven para la misión anunciada por los
profetas. La pregunta para Juan: ¿Quién eres tú? Pedía una respuesta clara.
Juan les responde según los criterios que había de él mismo. Podía haber dicho “Yo
soy un Alguien” No son una algo. No soy una cosa. “Soy una persona” “Única e
irrepetible” “Soy un ser responsable de mi vocación” “Soy un ser libre para
decir la verdad” “Soy un ser capaz de amar y de servir al que me elegido para
predicar la verdad”. Pero con una humildad profunda les responde: “Yo no soy el
Mesías,” Ni Elías,” “Tampoco soy el profeta.”
¿Qué dices de ti mismo?” Juan les contestó: “Yo soy la voz que grita
en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor.’ La Voz que grita en el
corazón vacío de los hombres. Vacíos de Dios, de amor y de valores. No soy la
Palabra, tan sólo soy el eco, la voz que invita a la conversión de la mente,
del corazón y de actitudes. Déjense de saberse que son buenas gentes, porque son
pecadores. Necesitados de la Gracia de Dios. No se sientan mejores que los demás
porque todos son pecadores (Rm 3, 21; Ef 2,1- 3).
La respuesta de los ellos es precisa: Entonces, ¿Si no eres el Profeta,
ni Elías, ni el Mesías? ¿Porqué predicas, porqué bautizas? Juan les respondió:
“Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no
conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle
las correas de sus sandalias. Juan es profeta que habla las cosas antes de que
sucedan. Como si les dijera: Ustedes no lo conocen ni lo aman porque no han
creído en él. “Vino a los suyos, y estos no lo recibieron” (Jn 1,11) “La Luz
vino y las tinieblas no la recibieron” (Jn 1, 5).
El testimonio de Juan el Bautista es sobre el Testimonio y sobre la
Verdad de Jesús. (Jn 1, 7) "Juan
da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de
mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.» "(Jn 1, 15)
La Verdad de Jesús es que la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros (Jn
1, 14).
Yo
soy el Mensajero, vengo a prepararle un camino, conviértanse para que él se
manifieste en ustedes. Juan tiene conciencia de su identidad, es profeta de la
Verdad, es voz que clama en el desierto. Bautiza a Jesús en el río Jordán: "Sucedió
que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto
en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma
corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: «Tú eres mi hijo; yo hoy
te he engendrado.»"(Lc 3, 21- 22)
Antes de entrar a la cárcel, presenta a Jesús
como el Mesías: "Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con
dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero
de Dios.» Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús."(Jn
1, 35- 37)
Juan
habló de un Bautismo: "«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más
fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os
bautizará en Espíritu Santo y fuego."(Lc 3, 16)
Pero,
como profeta, también anuncia su muerte: “Es necesario que yo disminuya para
qué él crezca” (Jn 3, 30) y lo decapitaron.
El
Espíritu de Elías estaba en Juan el Bautista, estaba en Jesús, en sus Apóstoles
y está en cada bautizado, porque hay un solo Espíritu. El Espíritu de Dios.
Jesús vino a traernos su Espíritu (Gá 4, 6) Vino a traernos a Dios. Si queremos
que Cristo crezca en nuestro interior, disminuyamos como Juan hasta desaparecer
para que Cristo nazca y crezca. Despojémonos del hombre viejo y revistámonos de
Jesucristo en justicia y en santidad (Ef 4, 23- 24) Donde hay justicia hay paz,
y donde hay paz, hay perdón, y donde hay perdón hay Espíritu Santo.
Cuando
somos bautizados por Jesús con el Espíritu Santo nos apropiamos de los Regalos
del Resucitado a la Iglesia: La Paz, el Gozo, la Misión, el Espíritu Santo y el
Ministerio de la Reconciliación, unido todo esto a la experiencia de Dios en
nuestro corazón.(Jn 20, 21- 23) Aceptemos la Luz y la Vida, para que caminemos
en la verdad y no andemos en las tinieblas (Jn 8, 12). Jesús es nuestra Luz,
nuestra Vida y es nuestra Paz.
Señor Dios, que has iluminado a la Iglesia con los ejemplos y las
enseñanzas de san Basilio Magno y san Gregorio de Nacianzo, haz que busquemos
humildemente tu verdad y que, viviendo según esta verdad, crezcamos en el amor.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
Publicar un comentario