ELEGIDOS POR AMOR PARA ESTAR EN SU
PRESENCIA SANTOS E INMACULADOS A ÉL EN EL AMOR.
Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones
espirituales, en los cielos, en Cristo” (Ef 1, 3)
El único destino que nosotros aceptamos es el
que Dios nos ha dado: “La elección.” Gratuita e inmerecida ya que fuimos
elegidos por amor desde de nacer: “por cuanto nos ha elegido en él antes de la
fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor;
(Ef 1, 4)
“La filiación”. “eligiéndonos de
antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el
beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que
nos agració en el Amado” (Ef 1, 5). Nuestro destino es ser hijos de Dios, y si
hay filiación hay también fraternidad, todos los hijos de Dios son también
hermanos entre ellos.
La “redención” En él tenemos por
medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de
su gracia” (Ef 1, 7) La redención hace referencia al sacrificio perfecto que
Cristo ofrece al Padre por nuestra salvación. Para el perdón de los pecados y
para abrirnos el camino para que el Espíritu Santo venga a nosotros.
Y la “Santificación.” “que ha
prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer
el Misterio de su voluntad según el benévolo” (Ef 1. 3- 9) Los dones del
Espíritu Santo que Dios infunde en los corazones que están en gracia de Dios
para que podamos conocer el misterio de su Voluntad.
Jesús realiza en la Historia la Obra
del Padre y el Espíritu Santo la actualiza en nuestra historia Para que nos
apropiemos de los frutos de la redención. Para que en Cristo nos apropiemos de
las “Bendiciones de Dios”. ¿Cuándo y cómo sucede esto? “Por la fe y el bautismo”
(Mc 16, 16) Nos incorporamos al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia y nos
revestimos de Cristo (Gál 3, 26)
Al apropiarnos de los frutos de la redención
nos hacemos hijos de Dios, hermanos de Jesucristo, templos vivos del Espíritu Santo
y en hijos de la Iglesia. Estamos hablando de nuestro Bautismo. El día que
recibimos la justificación por la fe para recibir el perdón de los pecados y el
don del Espíritu Santo (Rm 5,1) Ahora somos familiares de Dios (Ef 2, 19) Somos
miembros de una Comunidad fraterna. Somos Pueblo de Dios.
Tenemos
quien nos enseñe, nos defienda y quien nos consuele.
Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de
nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene;
mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables (Rm 8, 26)
Es nuestro Maestro interior, todo para conocer, amar y servir a Cristo y al
Padre. Su primera enseñanza es la oración, lo hace con el don de Piedad. Como a
niños nos enseña para que aprendamos a vivir en comunión con Dios y con los
demás. Como Defensor nos defiende de las acechanzas del Mal para que no caigamos
en tentación. Como Consolador nos consuela en medio de nuestras tribulaciones.
Y como Poder nos levanta para que sigamos en el camino de Jesús, el Amor.
“y
el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que
su intercesión a favor de los santos es según Dios.” (Rm 8, 27) El Maestro
interior nos conoce, para Él somos trasparentes, e intercede por nosotros,
siempre en favor de los santos, según la voluntad de Dios: “Qué seamos
santificados, para que vivamos en el Reino de Dios y hagamos siempre la
voluntad del Señor” que es creer en Jesús y amarnos los unos a los otros (Jn 3,
23) Nos ayuda a renunciar al pecado y hacer el bien siempre (Rm 12, 9)
“Por
lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le
aman; de aquellos que han sido llamados según su designio.” (Rm 8, 28) Para los
que han sido justificados, perdonados, reconciliados y salvados, es decir, los
que confían, obedecen y aman al Señor. El Espíritu Santo es Maestro del Amor y
del Servicio, enseña las palabras de Jesús. Enseña el Arte de Amar.
El Arte de amar según Chiara Lubic.
Antes que
nada, el amor verdadero ama a Jesús en la persona
amada. Hay que grabárselo bien en la cabeza: en cada
persona que encontramos, detrás de cada una está Jesús. ¿Acaso no ha dicho El,
hablando sobre la grandiosa escena del juicio final, que
considera hecho a El mismo lo que se le hace a los otros sea bueno o malo? ¿No es su juicio un constante repetir: “A
mí me lo hiciste, a mí me lo hiciste, a mí me lo hiciste”? El primer punto que
tenemos que grabar en nuestra cabeza para llevar adelante esta revolución de
amor en el mundo, es que hay que hacer a los demás lo que se le haría a Jesús,
porque Jesús está dentro escondido detrás de cada hermano nuestro. Entonces hay
que amar a Jesús en cada uno. Con esta convicción nació el Movimiento. Y con
esta convicción se expandió en todo el mundo.
El amor verdadero, además –
es otra cualidad, y así hacemos un poco de examen de conciencia a ver si lo
tenemos o no-, el amor verdadero, ama a todos. No admite excepción de personas;
esta sí, esta no. No existe para este tipo de amor, el simpático o el
antipático, el lindo, el feo, el grande, el pequeño, el que es de mi patria o
el extranjero.
Todos son
amados. Recuerdo esta revolución al comienzo del Ideal cuando descubrimos
que el amor evangélico nos llevaba a amar a todos. Teníamos
también nosotros nuestras simpatías, nuestras antipatías, veíamos a ese que era
feo y nos íbamos lejos, nos poníamos cerca del que era lindo, al extranjero no
le prestábamos atención, al de nuestra patria sí. Y en cambio, aquí está la
revolución: hay que amar a todos. Y amar a todos es la gimnasia espiritual que
se nos pide a nosotros los cristianos.
El amor
verdadero –otra cualidad es el primero en amar. O sea que
no espera ser amado para luego amar, sino que comienza siempre.
Como hizo el Eterno Padre que envió a Jesús a morir por nosotros,
cuando éramos pecadores, ¡no amábamos a Dios nosotros! Y El fue el primero en
amar. El auténtico amor cristiano es el primero en amar. Prueben, háganlo,
verán que revolución surge a su alrededor viviendo un amor de este tipo.
Atención por lo tanto: amamos siempre, a todos, viendo a Jesús, de primeros.
Todavía
más, el amor verdadero ama al otro como a sí mismo, exactamente
como… como a si fuese yo. Y esto hay que tomarlo al pie de la letra, no se
puede amar a sí mismo así nomás. El otro soy yo, yo soy el otro, y debo
amarlo como a mi mismo, por lo tanto hacer a él lo que haría a mí, cosas buenas
naturalmente.
Es
más: el amor verdadero sabe hacerse uno con los otros. Por
ejemplo, si uno sufre saber sufrir con él; si uno está alegre saber estar
alegre con él. Por ejemplo, si vas a una boda con mala cara estás equivocado.
Hay que gozar con el que goza. O si vas a ver a un enfermo, no se te ocurre
reírte o pensar en otra cosa. No, hay que sufrir con él, hay que vivir lo que
el otro vive. Hay que hacerse uno con el otro. Por lo tanto no es un amor
sentimental, es un amor concreto.
Todavía más:
el verdadero amor cristiano ama también al enemigo: “Perdona
setenta veces…”, ama también al enemigo, y le hace el bien, y reza por él. Este
amor al enemigo es la revolución típica de nuestro cristianismo, yo no he
encontrado esto en ningún otro lado. Amar al enemigo es algo típicamente
cristiano, es típico del cristiano. (Lc 6, 27)
Además: el amor verdadero, el que Jesús trajo a la tierra quiere…Jesús quiere que sea recíproco. Que
uno ame al otro y viceversa, de modo tal que se llegue a la unidad, esa unidad
de la cual Jesús habló en su testamento, en su oración sacerdotal. Es justo el
mandamiento nuevo que vino a la tierra con Jesús: “Ámense mutuamente como yo
los amé” Porque Él quiere que nosotros imitemos a la Santísima Trinidad, como
se aman las Personas en la Trinidad. Que también entre nosotros cristianos nos
amemos de esta forma.
Además – y ésta es la última cualidad, después las resumimos
todas-, Jesús nos hace comprender que se ama con la
cruz, con su cruz, estando en la cruz. El amor, a veces,
muchas veces, casi siempre, es sufrir, porque hay que hacerse uno con el otro,
hay que renegarse a si mismo y pensar en los demás. Pero luego ¡esto te da una
alegría inmensa en el corazón! ».
Todo cristiano es llamado a
reproducir la Imagen de Jesús. Pues
a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de
su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos (Rm. 8, 29)
“Tener los mismos sentimientos de
Cristo Jesús” (Flp 2, 5) Para ser uno con Él y ser unidad participado de la vida Trinitaria y ser
conducidos por el Espíritu Santo para aprender amar y seguir a Cristo Jesús.
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