EL CULTO A DIOS PIDE ESTAR EN GRACIA DE DIOS
«No
todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos,
sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día:
"Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les
declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!".
(Mt 7, 21- 23) Jesús y los profetas
rechazaron el Culto que no viene de un corazón limpio y que se hace por amor.
Señor
Jesús está por terminar el Sermón de la Montaña para enseñarnos lo que es
agradable a Dios: la obediencia y la justicia, sin las cuales el Culto se queda
vacío. El Culto a Dios es manifestación
de una conversión auténtica y verdadera, tal como lo describe san Pablo: “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de
Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a
Dios: tal será vuestro culto espiritual”.(Rm 12, 1)
Las tres columnas del Culto a Dios: El fin de este mandato es la caridad que procede
de un corazón limpio, de una conciencia
recta y de una fe sincera. (1 de Tim 1, 5) La fe sincera está llena de
confianza, obediencia, pertenencia, amor y servicio a Dios y al prójimo. El
corazón limpio es de aquel o aquella que ha recibido el perdón de sus pecados
porque se ha lavado en la sangre de Cristo (Ef 1, 7; Hb 9, 14) Y la conciencia
recta es hacerlo todo para gloria de Dios y para el bien de la Iglesia o de los
demás. De la unidad de las tres nace y crece el amor a Dios y a los demás.
La obediencia a la Palabra de Dios y a sus Mandamientos es de
vital importancia para el Culto divino: “En esto
sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le
conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en
él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado
a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en
él, debe vivir como vivió él”. (1 de Jn 2, 3- 6)
La justicia es así mismo de vital importancia para el Culto. Tal como lo describe Isaías: Y al extender vosotros vuestras
palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no
oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos, quitad vuestras
fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el
bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al
huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así
fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren
rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. Si aceptáis obedecer, lo bueno de
la tierra comeréis. (Is 1, 15- 19)
Hacer justicia a Dios equivale a romper con el
pecado: "Este es el ayuno que deseo: dejar caer las cadenas de la
injusticia, desatar las cuerdas del yugo, por la libertad de los oprimidos y
romper todo el yugo. Es compartir su comida con el refugio, dar refugio Para
los pobres sin casa, use lo que ve desnudo y no se niegue ayuda a los demás". (Is 58, 6-7)
El libro del
Eclesiástico nos dice los pilares del Culto divino: Guardar los Mandamientos,
practicar la Caridad y renunciar al pecado. “Observar la ley es hacer muchas
ofrendas, atender a los mandamientos es hacer sacrificios de comunión. Devolver
favor es hacer oblación de flor de harina, hacer limosna es ofrecer sacrificios
de alabanza. Apartarse del mal es complacer al Señor, sacrificio de expiación
apartarse de la injusticia. No te presentes ante el Señor con las manos vacías,
pues todo esto es lo que prescribe el mandamiento. La ofrenda del justo unge el
altar, su buen olor sube ante el Altísimo. El sacrificio del justo es aceptado,
su memorial no se olvidará. (Eclo 35, 1- 6)
“Si
alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su
propio corazón, su religión es vana. La religión pura e intachable ante Dios
Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y
conservarse incontaminado del mundo”. (Sant 1, 26- 27) La enseñanza de Santiago
la recibió de Jesús, el Maestro de los Apóstoles.
Jesús a
todos nos dice que seremos juzgados por el amor a Dios y a los hombres: “Porque
a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que
tiene se le quitará”. (Mt 25, 28- 29)
Algo sobre el juicio. Serán congregadas delante de él
todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor
separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los
cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid,
benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve
sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me
vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme."
(Mt 25, 33- 37)
“Nada de lo que es carne y sangre entra en el Reino de Dios” (1 de Cor 15, 50) Por la fe y la conversión, fe y caridad, son
inseparables, hacen unidad en Cristo para hacer la voluntad de Dios. La
herencia es para los que amaron a Cristo y a sus hermanos, para otros, los de la
izquierda, no habrá vida eterna: Entonces dirá también a los de su izquierda:
"Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus
ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me
disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me
vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis." (Mt 25, 41- 43)
El Culto a Dios ha de ir acompañado
por la Obediencia a Dios y la Justicia,
la Verdad y la Caridad (Ef 5, 9) La salvación es un don gratuito, es Gracia de
Dios, pero, no es barato. Pide fe y amor, es decir conversión que consiste en
llenarse o en revestirse de Cristo, de Justicia y Santidad (Ef 4, 24) Se salva
el que hace la “Voluntad de Dios” que es creer y amar a Cristo y en él a los
demás (1 de Jn 3, 23)
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