4. EL HOMBRE ES UN PAN QUE SE COMPARTE

 

4. EL HOMBRE ES UN PAN QUE SE COMPARTE

 

Iluminación. Id, presentaos en el Templo y comunicad al pueblo todo lo referente a esta Vida.» Ellos obedecieron, y al amanecer entraron en el Templo y se pusieron a enseñar. (Hech 5, 20-21)

¿Qué es lo esencial de esta Nueva Vida? ¿Por qué ir al Templo? Es la vida de Cristo Resucitado que vino para darnos vida en abundancia (cf  Jn 10, 10)  El Templo era el centro del mundo religioso judío. Vayan y enseñen todo lo referente al Plan de Dios, manifestado en Cristo, Jesús. El templo fue el primer lugar de apostolado para los discípulos. ¿Qué enseñaban los Apóstoles? Enseñaban los mismo que su Maestro les había enseñado a ellos. Esto nos lleva a decir que la Iglesia es “Apostólica” Recibió de los Apóstoles el “Depósito de la fe.” Creer en Jesucristo para obtener la Justificación y poseer la tener vida eterna.

Lo esencial y lo primero es el Amor de Dios al Hombre: “Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.” (Jn 3,16) La única razón por la que Dios envió a su Hijo Unigénito al mundo para salvarlo, es el Amor a la Humanidad herida por el pecado. Jesús ha venido a mostrar al mundo el rostro de su Padre y realizar su Obra (cf Jn 3, 34) Un rostro de misericordia, de libertad, de santidad, de justicia: “Vengo para que tengan vida, ¡y la tengan en abundancia! (Jn 10, 10)

La pregunta de Felipe: “Maestro muéstranos al padre y nos basta” En Señor nos da la respuesta que viene a ser el “alma” de toda religiosidad: Respondió Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? (Jn 14, 7) Las palabras del Señor Jesús, su Obras y especialmente, su estilo de vida, son el modo como él manifestó a los hombres el Amor de su Padre. San Juan lo confirma en su primera carta: “Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él.  En esto consiste el amor: no en que hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de expiación, para el perdón de nuestros pecados.” (1 Jn 4, 7-10). Para la Iglesia Jesús, el hijo de María, es el Revelador del Padre y es a la misma vez, el revelador del hombre. Jesús es lo que nosotros estamos llamados a ser (cf Rm 8, 29) Una religiosidad sin alma está vacía y no responde al proyecto de Dios.

 

1.      La predicación del Kerigma.

 

Vayan, prediquen y enseñen que la Salvación, ofrecida por Dios a la Humanidad, es un don gratuito e inmerecido de Dios. No es un premio, no es una recompensa, tampoco se compra ni se vende. Jesucristo con su Sacrifico redentor ha pagado la deuda por todos nosotros. Salvación gratuita, pero no barata. Escuchemos la primera predicación de la Iglesia: “«Israelitas, escuchad estas palabras: Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios ante vosotros con milagros, prodigios y signos que Dios realizó entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis, fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios. Vosotros lo matasteis clavándole en la cruz por mano de unos impíos.  Pero Dios lo resucitó librándolo de los lazos del Hades, pues no era posible que lo retuviera bajo su dominio” (Hech 2, 22- 24) «Sepa, pues, con certeza todo Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a ese Jesús a quien vosotros habéis crucificado.» Hech 2, 36)

El Kerigma es la primera predicación apostólica: “JESUCRISTO HA MUERTO. JESUCRISTO HA RESUCITADO. JESUCRISTO ES SEÑOR Y MESÍAS.” La fe cristiana nace y crece con la escucha de este Mensaje Salvador y Redentor. Fe, que ha de ser recibida como “regalo,” pero, que puede a la vez ser rechazado, olvidado o abandonado. Dios a nadie obliga, a nadie impone la fe. La justificación por la fe implica el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo, tal como lo dice san Pablo: Así pues, una vez que hemos recibido la justificación mediante la fe, estamos en paz con Dios. Y todo gracias a nuestro Señor Jesucristo. Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. (Rm 5, 1.5)

La fe es un don de Dios, nace y crece en la escucha y en la obediencia de la Palabra de Dios (cf Rm 10, 17) Realidad que inicia en el creyente un cambio de mente y de vida que nos introduce en la confianza, en la esperanza y en el amor a Dios y al hombre. Es el cumplimiento de la Palabra del Señor Jesús: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ha llegado; convertíos y creed en la Buena Nueva.» (Mc 1, 15) Dos conceptos que significan una misma realidad: Pasarse a Jesucristo. Pasar del judaísmo a Jesucristo; del paganismo a la Salvación que en Jesucristo se ofrece a la Humanidad.

a)                  El Nuevo Nacimiento por el Bautismo. A la palabra predicada por los Apóstoles, el pueblo da una respuesta: ¿Qué hemos de hacer, hermanos? Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para perdón de vuestros pecados y para que recibáis el don del Espíritu Santo. La Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro». (Hch 2, 37- 39)

 

La escucha de la palabra de Dios nos lleva al Nuevo Nacimiento: ¡Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar los signos que tú realizas, si Dios no está con él.» Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.» (Jn 3, 1- 3) Nacer de lo Alto, nacer de Dios, ya que el primer nacimiento de nuestros padres, no pudieron darnos la “vida eterna”. (cf Jn 1, 11- 12) La Palabra es luz que ilumina nuestras tinieblas, para que reconozcamos nuestros pecados, nos oriente a Cristo con un corazón contrito y arrepentido para que nos apropiemos de los frutos de la redención; el perdón, la paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo. El Nuevo nacimiento, sólo puede ser obra de Dios.

El nuevo nacimiento lo explica al mismo Señor al decirnos: “El que crea y se bautice, se salvará” (Mc 16, 15) El Bautismo es el sacramento de la fe como lo confirma el envío de Jesús a los suyos: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y estad seguros que yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo.” (Mt 28, 19- 20) San Juan hace referencia al Nuevo Nacimiento al decirnos: “En verdad, en verdad os digo que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, allí queda, él solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 23) La Palabra de Dios nos convence que nadie puede salvarse a sí mismo. Sólo Cristo salva. Hay que renunciar a salvarse a sí mismo para apropiarnos por la fe de los frutos de la Redención de Jesucristo, y renacer a la vida de Dios y entrar en el “Régimen de la Gracia.” “Niégate a ti mismo” significa “Morir al pecado” para “vivir para Dios.” A esto san Pablo le llama la Pascua de Cristo: “Por medio del bautismo fuimos, pues, sepultados con él en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo resucitó de entre los muertos mediante la portentosa actuación del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.” (Rm 6, 4) Morir al pecado (Rm 7) y vivir para Dios en Cristo (Rm 8) Abandonar los terrenos de la carne (Gál 5, 19- 21) para cultivar los frutos de la fe (cf Gál 5, 22).

b)                 Fe y conversión: “Después que Juan fuese entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ha llegado; convertíos y creed en la Buena Nueva.” (Mc 1, 15). San Lucas nos describe el itinerario de los creyente, discípulos y apóstoles: “Después de escuchar la Palabra, lavar las redes y dejar a Jesús entrar en nuestra vida, escuchamos su invitación amorosa:  “Remen mar adentro” (cf Lc 5,1-11) Es la invitación del Señor a abandonar LA SUPERFICIALIDAD, LA MEDIOCRIDAD, LA VIDA MUNDANA Y LA CHARLATANERÍA,  para abrazar el compromiso de la fe y la conversión sincera para poder darle orientación y sentido a la vida. La obediencia de la fe implica abrazar el amor a Cristo y al prójimo.

 

2.      La catequesis apostólica.

La primera comunidad nos[UMR1]  presenta cuatro características: “Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.” (Hech 2, 42) Una Comunidad conducida por la enseñanza de los Apóstoles para vivir en Comunión y compartir con alegría el pan con los demás; teniendo la Eucaristía como centro de la vida y las oraciones como alimento y aliento de la fe. Los apóstoles según el mandato del Cristo Jesús, al enviarlos buscan ayudar a los creyentes a ser discípulos de su Maestro: San Juan en el Apocalipsis nos propone la clave del crecimiento cristiano: Hacerse discípulos de Jesús: ¿Cómo hacerlo? Escuchar su Palabra y obedecerla: “Ten en cuenta que estoy a la puerta y voy a llamar; y, si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos los dos.”  (Apoc 3, 20) Escuchar la Palabra y obedecer es “abrir la puerta” del corazón para hacernos discípulos y permitir a Cristo Jesús entrar en nuestros corazones y hacernos uno con él. Es la interacción del Espíritu Santo y nuestra respuesta. La palabra de Dios es vida y es para vivirse; para ponerse en práctica para que se haga vida en nosotros.

3.      Fe y Caridad. El servicio a las mesas.

 

Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No está bien que abandonemos la palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres de buena fama, llenos de Espíritu y de saber, para ponerlos al frente de esa tarea; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.» La propuesta pareció bien a toda la asamblea, y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito antioqueno. Los presentaron a los apóstoles y, después de hacer oración, les impusieron las manos. (hch 6, 1- 6) La Palabra se manifiesta en amor y en servicio a los pobres.

 

Se trata del Camino del Señor Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. “ (Jn 14, 6) La unidad de la fe y la caridad lleva a los creyentes a la madurez cristiana (cf Gál 5,6) El fundamente de la fe y el contenido de la fe es Jesucristo (1 Cor 3, 11) San Pablo expresa la unidad de fe en Jesucristo y caridad a los consagrados como fuente de garantías para alcanzar la plenitud en el Espíritu Santo: “Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos,  no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones.  Así, pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, que os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente, que ilumine los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él, cuál la gloriosa riqueza otorgada por él en herencia a los santos, y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa.” (Ef 1, 15,ss)

 

La fe vacía de obras está muerta  (cf Snt 2, 14) Es señal de ausencia de conversión; manifestación de un grano de trigo estéril, según las palabras de Cristo Jesús: “En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, allí queda, él solo; pero si muere, da mucho fruto a fe sin Caridad está vacía” (Jn 12, 24) Para la teología de san Juan, el amor es el fruto por excelencia de la fe:  “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que, como yo os he amado, así os améis también entre vosotros. Todos conocerán que sois discípulos míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros.” (Jn 13, 34-35) Y es la exhortación del Maestro a sus discípulos: “La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he amado; permaneced en mi amor” (Jn 15, 8- 9) Los deseos de permanecer en el amor de Cristo sumerge a los discípulos de Jesús en la lucha espiritual que hace a Pablo decir: “No se bajen de la cruz” (cf Gál 5, 24)

 

4.      La Vida Nueva es don y lucha.

 

En el Camino de Jesús hay “tentaciones, pruebas y luchas. No basta con escuchar la Palabra hay que ponerla en práctica (Snt 1, 22) ¿Por qué me dicen señor, señor, y no hacen lo que yo les digo? (Lc 6, 46) El Señor Jesús sobre avisa a sus discípulos: “Sabed que yo os envío como ovejas en medio de lobos.” “Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas.  Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; seréis conducidos ante gobernadores y reyes por mi causa, para que deis testimonio ante ellos y ante los paganos.  Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento.  Porque no seréis vosotros los que hablaréis; será el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros” (Mt 10,16ss)

La finalidad de la lucha es conservar la cabeza, Cristo, para no perder la fe, y en la lucha, usar la “armadura de Dios” “Las armas de luz o de Dios” (Rm 13, 13-14; Ef 6, 10ss) El Señor Jesús le advierte a Pedro y a toda la Iglesia: «¡Simón, Simón! Sábete que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo, pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»  (Lc 22, 31- 32) Cuando la fe se pierde, se pierde el amor, la paz y el gozo del Señor. Armas poderosas para la lucha contra el mal es la oración acompañada por la caridad, la verdad, la justicia, la misericordia, la mansedumbre y la humildad.  Cada de estas virtudes es arma de luz. Las virtudes cristianas conforman la “armadura de Dios” en la lucha del “Ego” contra el Amor. Orar es invocar a Dios, tal como lo hacemos al rezar el Padre nuestro.

5.      Enseñanza y testimonio de vida son el método de los Apóstoles.

 

Es la congruencia de vida como signo auténtico de un verdadero discípulo de Cristo. “Hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. Y lo mismo el atleta, que no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos. Entiende lo que quiero decirte; seguro que el Señor te hará comprender todo.” (2 Tim 1- 7) La congruencia de vida es fuente de libertad interior y autoridad para dar la Palabra con la fuerza del Espíritu.

 

 

 


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