3. EL HOMBRE ES UN PAN QUE SE COMPARTE.
“Con los ojos fijos en Jesús, el Autor y Consumador de
nuestra fe” (Hb 12, 2) vamos aprendiendo paso a paso a ser con él, instrumentos
valiosos en las manos de Dios Amor, para irradiar lo que llena nuestro corazón
en el rostro de los hombres. La fundadora del Movimiento focolar, ChiaraLubich,
nos legó un itinerario, que puesto en práctica es capaz de hacer de la
Humanidad una Comunidad de Vida y de Amor para ir entendiendo que lo que
importa es amar.
1.
AMAR POR PRIMERO.
La
primera característica que mejor distingue el amor de Dios Padre es su absoluta
gratuidad. La salvación no se compra ni se vende. Su Amor se contrapone
radicalmente al amor del mundo. Mientras este último se basa en la
correspondencia y la simpatía (amara los que nos aman o nos son simpáticos), el
amor del Padre Celestial es del todo desinteresado; se da a sus criaturas
independientemente de la respuesta que pueda llegar. Es un amor cuya naturaleza
es tomar la iniciativa comunicando todo lo que posee. En consecuencia, es un amor que
construye y que transforma. El Padre Celestial nos ama no ya porque seamos buenos,
espiritualmente bellos y por eso merecedores de atención y benevolencia; sino
al contrario, amándonos crea en nosotros la bondad y la belleza espiritual de
la gracia, haciéndonos ser amigos e hijos suyos.
El amor
verdadero, es el primero en amar. O sea que no espera ser amado para luego amar, sino que comienza
siempre como hizo el Eterno Padre que envió a Jesús a morir por nosotros,
cuando éramos pecadores (Rom 5, 6), ¡no amábamos a Dios nosotros! Y Él fue el
primero en amarnos (1 Jn 4, 10). El auténtico amor cristiano es el primero en
amar. Prueben, háganlo, verán que revolución surge a su alrededor viviendo un
amor de este tipo. Escuchemos la Palabra de Dios.
“En esto se manifestó el amor de Dios
en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que
vivamos por medio de Él. En
esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él
nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación
por nuestros pecados” (1Jn 4, 10). Solo Dios ama incondicionalmente, los amores
humanos son interesados y condicionados, razón por la que el Apóstol nos
exhorta a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2, 5) “que siendo
rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9).
Dios ha tomado la iniciativa, nos ha amado por primero, sin
que hayamos tenido mérito alguno para que comprendamos que la “salvación” es un
don gratuito e inmerecido que no se compra ni se vende. San Pablo en el himno
Cristológico nos dice: “Él nos eligió en
la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e
irreprochables ante él por el amor” (Ef
1, 4). Elegidos por amor desde la eternidad sin méritos personales. Somos una
manifestación del amor de Dios que tomó la iniciativa para llamarnos a la
existencia y nos ha dado destino: ser adoptados como hijos suyos (Ef 1, 5),
llamados a pertenecer a Jesucristo y a formar parte de su pueblo santo (Rom 1,
7).
Dios
es Amor y es, el Totalmente Libre para crearnos de la nada, para enviarnos a su
Hijo, (Jn 3,16) darnos Espíritu Santo (Rom 5,5) y hacer de cada ser humano un
“hombre nuevo”, responsable, libre, creativo y capaz de amar (2Cor 5, 17; Gál
5, 1.13). Dios no exige a nadie lo que antes él no nos ha dado, pero, la hermosa
noticia es que nos amó primero, y nos llama al Amor gratuito. Digamos que la
vida del hombre se divide en dos, el antes de conocer a Cristo y el después de
encontrarse con él. Nadie da lo que no tiene, sólo cuando se ha tenido la
experiencia de salvación y liberación, el amor de Dios es derramado en nuestros
corazones para que amemos como Dios nos ama: inmensa e incondicionalmente.
Ahora podemos tomar la iniciativa y amar por primero, salir de nosotros mismos
e ir al encuentro de los otros para irradiarlos con el amor de Cristo.
Amar
por primero pide salir fuera para ir en la búsqueda de “los hijos pródigos”: de
los que nos ofendido o se han distanciado. No hay que esperar, si la montaña no
viene a ti, ve tú a la montaña. Si ha habido enojos o malos entendidos, no den
lugar a los resentimientos, al odio, a las venganzas, es el momento de escuchar
la Palabra de Dios y ponerla en práctica: “Por tanto, dejando a un lado la
falsedad, hablad verdad cada cual, con su prójimo, porque somos miembros los
unos de los otros. Airaos,
pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al diablo” (Ef 4, 25- 27) “No seas vencido por el mal, sino vence
con el bien el mal” (Rom 12, 21).El Amor es una fuerza creativa que nos libera, nos reconcilia, nos
sana, nos promueve. Nos ayuda a ser cada vez más amables, generosos y
serviciales.
2. AMAR A TODOS.
Otra
característica del amor de Dios Padre es su universalidad. Dios ama a todos
indistintamente. Él tiene como medida la ausencia de todo límite y toda medida. Por otra parte, este amor suyo no
podía ser gratuito y creativo si no estuviese totalmente proyectado allí donde
hay una necesidad o un vacío que colmar. Precisamente por esto el Padre
Celestial ama también a esos hijos que son ingratos o rebeldes o están
alejados; es más, se siente particularmente atraído hacia ellos (Chiara
Liubic).
Amar a los que nos aman, nos ha dicho el Señor Jesús no es
muy difícil: “Si amáis a
los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que
los aman” (Lc 6,32). El Señor invita a los suyos a ser compasivos y
misericordiosos para con todos (Lc 6, 36), que nadie se sienta excluido porque
la voluntad de Dios nos ha sido revelada: "Dios, nuestro Salvador... quiere que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1Tm 2,3-4).
Cristo vino por todos, y no sólo por el pueblo de Israel. El murió por todos,
para que los pecados de todos fueran perdonados (Ef 1, 7). Cuando se comprende
que el amor de Dios es universal comenzamos abrir nuestra mente y nuestros ojos
para aceptar a los demás como hermanos, y a extender nuestra mano para
compartir con ellos los dones que el Señor nos ha dado para nuestra realización
y para ayuda de los otros, especialmente de los menos favorecidos. Los peores
enemigos de nuestra salvación y por lo tanto de la dinámica del amor, serían
entonces el “individualismo y el relativismo” que hacen decir: “estando yo bien
los demás allá ellos” y “Cuánto tienes, cuánto vales”.
Para el Apóstol Pablo, todos, judíos y gentiles,
pobres y ricos, hombres y mujeres somos contemplados con la misma mirada
divina: “Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro
tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo.
Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el
muro divisorio, la enemistad, y anulando en su carne la Ley con sus
mandamientos y sus decretos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre
Nuevo. De este modo, hizo las paces y reconcilió con Dios a ambos en un solo
cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a
anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban
cerca. Por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo
Espíritu”. (Ef 2,
13- 18) La universalidad del amor nos pide tener la
mirada de Dios y pensar a todos como Dios los piensa, para reconocer a todos
como personas valiosas, importantes y dignas. Aceptar a todos y respetarlos
incondicionalmente.
El amor evangélico
nos lleva a amar a todos, sin excluir a nadie y a comportarnos como verdaderos
hijos del Padre Celestial, es decir, imitando su amor, sobre todo en las
características que hemos puesto de relieve: la gratuidad y la universalidad.
Entonces, trataremos de ser los primeros en amar con un amor generoso,
solidario, abierto a todos, especialmente hacia aquellos vacíos que podamos
encontrar a nuestro alrededor. Trataremos de amar con un amor desapegado de los
resultados. Nos esforzaremos en
hacernos instrumentos de la liberalidad de Dios, haciendo partícipes a los
demás de los dones naturales y de gracia que hemos recibido de Él. Dejándonos
guiar por esta Palabra de Jesús, veremos con ojos nuevos y con un corazón nuevo
a cualquier prójimo que pase a nuestro lado, cualquier ocasión que la vida
diaria nos ofrezca. Y allí donde nos encontremos trabajando (familia, colegio,
ambiente de trabajo, hospital, etc.), nos sentiremos impulsados a dispensar
este amor que es propio de Dios y que Jesús trajo a la tierra, el único capaz
de transformar el mundo (Chiara Lubich)
3.
HACERSE UNO.
El amor
verdadero ama al otro como así mismo y sabe hacerse uno con los que ama. Por ejemplo, si uno sufre saber sufrir con él; si uno está alegre
saber estar alegre con él. Por ejemplo, si vas a una boda con mala cara estás
equivocado. Hay que gozar con el que goza. O si vas a ver a un enfermo, no se
te ocurre reírte o pensar en otra cosa. No, hay que sufrir con él, hay que
vivir lo que el otro vive (Chiara Lubic). Hay que hacerse uno con el otro. Por
lo tanto, no es un amor sentimental, es un amor concreto. Hacerse uno con el
otro a la luz del Amor es hacerse solidario cargando con sus debilidades,
haciendo propio el problema del otro; tener disponibilidad para compartir según
su necesidad y de acuerdo a las propias necesidades (Rom 15, 1). “Quien ve a su
hermano pasar necesidad y no le ayuda es peor que un pagano” (1 de Jn 3, 17)
Hacerse uno con el enfermo, con el secuestrado para ayudar a pagar su rescate,
con el padre desempleado que no puede pagar la inscripción de la escuela de sus
hijos. No esperemos que vengan a pedirnos, tomemos la iniciativa y salgamos a
buscar con quien hacerse uno por amor y nunca para quedar bien.
4.
VER A JESUS EN EL OTRO.
El otro, los otros, el enfermo, el pobre, el extranjero,
etc., son lugares teológicos en donde podemos encontrarnos con Dios. Ver a
Jesús en el otro implica poseer la mirada de Jesús para vernos como él nos
mira, con amor, respeto, admiración. Lo primero es dejarse encontrar por el
Señor Jesús que busca a las ovejas perdidas hasta encontrarlas (Lc 15, 4), es
decir, las ama hasta el extremo (Jn 13, 1). Hoy se habla de darle sentido a la
vida. Es decir, orienta tu vida hacia Dios. Búscalo de todo corazón y él se
dejará encontrar por ti (Jer 29, 13). El hombre busca a Dios y él busca al
pecador, el encuentro es posible porque Dios se deja encontrar, se hace el
encontradizo, como el caso de la mujer samaritana (Jn 4, 10) y Zaqueo (Lc
19,1ss). Lugar por excelencia para encontrarse con el Señor es el propio
corazón (Mt 6).
Después de encontrar a Dios en nosotros mismos, ahora vayamos
a buscarlo en los demás. Si no somos capaces de encontrarlo en los otros,
significa que tampoco lo hemos encontrado en nosotros, seguimos vacíos, ciegos
y sordos. Reconocer a Cristo en el rostro de los pobres es un signo profético
de crecimiento y madurez humana que supera el reconocer al otro como persona y
poder amarlo con el amor de Cristo, aceptarlo como hermano y cargar con sus
debilidades. El otro es de mí misma naturaleza, me pertenece y yo le pertenezco
a él, somos miembros unos de los otros (Rom 12, 5). Hijos de un mismo Padre
(Gál 3, 26) Hermanos unos de los otros, somos una fraternidad (Mt 9, 23)
llamados a servirnos unos a los otros (Jn 13, 13). Somos entonces, una
Comunidad de hombres y mujeres con los mismos sentimientos de Cristo (Flp 2,
5).
5. AMAR AL ENEMIGO.
El
amor cristiano, el que nos ha traído Cristo, no tiene fronteras. No podemos
encerrarlo en círculos familiares ni egoístas. Jesús nos pide amar a Dios y al
prójimo. "Nadie tiene
mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13) Pero sabemos de un amor más grande: “Perdónalos Padre porque no
saben lo que hacen” (Lc 23, 34): el verdadero amor cristiano ama también al
enemigo y se abre al perdón sin límites: “Perdona setenta veces…” (Mt 18,22), es decir siempre. Perdonar es
amar con el mismo amor con el que Cristo nos amó y dio su vida por nosotros.
Los discípulos de Jesús son llamados a amar también al enemigo, y hacer el
bien, y reza por él (Lc 6, 27). Este amor al enemigo es la revolución típica de
nuestro cristianismo, yo no he encontrado esto en ningún otro lado. Amar al
enemigo es algo típicamente cristiano, es típico del cristiano. La única
revolución capaz de salvar al mundo. Escuchemos al fundador de esta revolución
decirnos:
“Pero a vosotros los
que oís, os digo: amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os
vituperan” (Lc 6, 27-28) Además: el amor verdadero, el que Jesús trajo a la tierra para dar a
los hombres la “verdadera riqueza” …Jesús quiere que sea recíproco. Por eso nos dejó su Mandamiento:
“Ámense los unos a los otros como yo os he amado” (jn 13, 34). Qué
uno ame al otro y viceversa, de modo tal que se llegue a la unidad, esa unidad
de la cual Jesús habló en su testamento, en su oración sacerdotal. Es justo el
mandamiento nuevo que vino a la tierra con Jesús: “Ámense mutuamente como yo
los amé” Porque él quiere que nosotros imitemos a la Santísima Trinidad, como
se aman las Personas en la Trinidad. Que también entre nosotros cristianos nos
amemos de esta forma.
5.
AMARSE RECIPROCAMENTE.
El amor recíproco está cimentado en dos columnas: la apertura
y la acogida, para que el amor sea auténtico. “Effata”, significa abrirse a la
acción de Dios y de los hermanos. Effata significa entonces dejarse amar por
los otros, dejarse servir y ayudar, es sentarse a la mesa con ellos para
compartir lo que generosamente pueden ofrecer. Para que se dé un encuentro
interpersonal hay que remover las barreras de soberbia, egoísmo,
autosuficiencia. Hay que bajarse del “árbol de grandeza” como Zaqueo, (Lc
19,1-10). Hay que bajarse por la acción del Espíritu Santo del “caballo” como
Pablo en el Camino de Damasco (Hch 9). Dejarse amar por los pobres es reconocer
y aceptar que también ellos son sujetos de la Evangelización. Evangelizar es
amar… y dejarse amar.
7. AMAR CON OTROS.
En el Reino de Dios, nadie se realiza solo (Rom 14, 8).
Necesitamos de los otros y ellos necesitan de nosotros. Buen servidor no es el
que hace muchas cosas, pero las hace sin los demás. El arte de amar nos enseña
a servir con otros, caminar con ellos y aprender de los demás, dejando que
también aprendan de nuestros aportes. El hombre se realiza amando y el amor se
expresa en la donación, entrega y servicio. Si negamos a otros la oportunidad
de ser sujetos de amor, sería negarles la oportunidad de realizarse, y a la
vez, nos empobreceríamos al despreciar su ayuda. “Ya estamos completos”, es una
mentira. Todos somos importantes, y tenemos algo que los demás necesitan, ellos
a la vez, poseen algo que nosotros podemos necesitar.
Seamos personas abiertas al “Compromiso Cristiano”. El
compromiso es el “ser enviados con otros a favor de otros” para ayudarles
hacerse más y mejores personas. Es poner en práctica el evangelio de Jesús que
nos invita al “Amor reciproco” al darnos su Mandamiento Regio: Ámense los unos
a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34). Este es el Amor que hace unidad,
libera y hace fraternidad. El “Amor recíproco” es lo que nos identifica como
“discípulos de Jesús, amigos suyos, pueblo de su propiedad” (Rom 1, 7; Gál 5,
24). Somos de Cristo porque nos amamos y nos servimos unos otros. Busquemos
siempre el bien de los demás, como el Señor Jesús lo hizo, en eso está la
gloria de Dios.
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