¿QUÉ OBRAS TENEMOS QUE HACER PARA SALVARNOS?

¿QUÉ OBRAS TENEMOS QUE HACER PARA SALVARNOS?

«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? (Lc 15, 4)

Dejarse encontrarse con Jesús es la experiencia más bella que alguien puede tener. Es cierto que todo hombre es buscador. ¿Qué busca? Busca sentirse bien, lo que realmente busca es ser feliz. Lo que realmente busca es a Dios, solo que lo busca en el poder, en el tener o en el placer, y se sumerge en la idolatría.  El profeta Isaías había dicho: “Si me buscáis de todo corazón me dejaré encontrar por ustedes” (Is 29, 13). Hay una doble búsqueda: la nuestra y la de Jesús resucitado que nos busca hasta encontrarnos. Nos busca hasta en nuestro pecado. Dejarse encontrar es reconocer que no somos felices. Que nos hemos equivocado, Que estamos necesitados de ayuda y reconocer que esa ayuda solo puede venir de Cristo (Hch 4, 12)

El encuentro con Cristo nos deja una porción de Luz, de Poder y de Amor. Nos libera, nos reconcilia, nos transforma en una nueva creación (2 de Cor 5, 17) Lo primero que nos da en su Palabra. Palabra que nos lleva a la experiencia del Amor de Dios que nos ama incansablemente. Lo segundo es que por la vida que llevamos no podemos experimentar su amor. Somos pecadores necesitados de su Perdón. Su Palabra es portadora de Luz que ilumina nuestras tinieblas y para llevarnos con su Poder el Encuentro de Jesús y apropiarnos de los Frutos de la Redención de Jesús. El Perdón, la Paz y el Amor.

El Evangelio de Juan nos dice: “Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”.

Ellos le dijeron: “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”.(Jn 6 25- 28)

 

Jesús nos muestra nuestras intenciones torcidas, nuestras intenciones no son rectas, por eso nuestra fe no es sincera y nuestro corazón no está limpio (1 de Tim 1, 5) No hay Amor, seguimos vacíos. “Yo sé porque me siguen, les he dado de comer hasta saciares” Y, si les niego lo que me piden, ¿Me van a dejarme? “Están en libertad para irse”, Son libres para quedarse y son libres para irse. Los discípulos le dicen  a ¿Dónde iríamos? “Sólo tu tienes palabras de vida eterna.”

Las Palabras de Jesús son duras, duelen, sacuden, y muchos lo abandonan. Jesús les deja irse porque él no quiere ser parche de nadie, quiere ser el todo (Mc 2, 21-22) Por eso nos dice: “Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”. (Apoc 3, 15- 16) La fe mediocre, superficial y vacía no es grata a Dios por eso el apóstol san Pablo nos recuerda: Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. (Rm 12, 2)

 

“¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”. ¿Qué tenemos que hacer para salvarnos? Creer que Jesús es Dios, es su Don y su Hijo que nos amó y nos lo entregó para salvarnos (Jn 3, 16) Creer en Jesús es confiar en él, obedecerlo y amarlo: Creer que murió por nuestros pecado y resucitó para darnos vida eterna. Entonces, ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra: en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de la fe que nosotros proclamamos. Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación. (Rm 10, 8- 10) Lo primero es creer en tu corazón para luego confesarlo con tus labios. La Fuerza y el Amor salen del corazón suben a los labios y salen por las manos con obras concretas.

 

La fe nos deja Luz, Poder y Amor, tiene una dimensión intelectual y otra espiritual, la espiritual es la que nos salva, es la fe sincera que es acompañada de un corazón limpio y de una recta intención de donde brota el Amor (1 de Tim 1, 5) Así entendemos la Escritura que nos dice: .«No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad” (Mt 7, 21- 23)

 

La fe sincera pide confianza y obediencia a la Palabra: «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. (Mt 7, 24- 25)

 

La Roca es Cristo que habita por la fe en nuestro corazón. (Ef 3, 17)

  

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