LA RESURRECCIÓN ES SER DÓCILES Y FIELES A LA PALABRA DE
DIOS.
Ellos replicaron: “Digan ustedes mismos si es justo
delante de Dios obedecerlos a ustedes antes que a Dios. Nosotros no podemos
dejar de contar lo que hemos visto y oído”. (Hech 4, 19- 20)
La palabra de Dios invita a obedecerla, a ponerla por obra, lo que significa “conviértanse”.
Lo que significa pasar a la Pascua de Jesús: su Muerte y su Resurrección. Para
pasar de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz y dar frutos de Vida
Eterna: Bondad, Verdad y Justicia (Ef 5, 9) Entramos en la Pascua por la fe y
la conversión, pero no salgamos de ella, permanezcamos en su Amor, siempre en
lucha contra el Egoísmo, hijo predilecto del hombre viejo (Ef 4, 23)
EL Egoísmo es el padre del la malicia, de la mentira, de
la envidia, del orgullo y de la soberbia (1 de Pe 2, 1) La malicia son los
Vicios. La soberbia es la raíz de cada uno de ellos y la mentira es la fuerza
del mal y la envidia es su manifestación. La vida del hombre tiene dos
dimensiones, Una es antes de conocer a Cristo y la otra es después de conocer a
Cristo: Antes era de tinieblas, después es de luz (Ef 5, 7- 8) Una es de muerte
y la otra es de resurrección. Por eso Pablo nos dice:
Os digo,
pues, esto y os conjuro en el Señor, que no viváis ya como viven los gentiles,
según la vaciedad de su mente, sumergido su pensamiento en las tinieblas y
excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza
de su cabeza los cuales, habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al
libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas. Pero no
es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido, (Ef 4, 17- 20)
Pero
Cristo se nos acerca y siembra su Palabra en nuestro corazón (Rm 10, 17)
Semilla del Amor, la Verdad, el Perdón y la Resurrección, hay Vida eterna. Y,
¿Ahora que sigue? Ahora sigue la conversión, revestirse de Cristo: Pero no es éste el Cristo que vosotros habéis
aprendido, si es que habéis oído hablar de él y en él habéis sido enseñados
conforme a la verdad de Jesús a despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior,
del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias. a renovar el espíritu de
vuestra mente, a revestiros del Hombre
Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad. (Ef 4, 19-
24) Lo anterior significa permanecer en mi Amor, en mi Pascua (Jn 15, 9) No se
bajen de la Cruz. Esto es permanecer en la voluntad de Dios. “Aborreciendo el
mal y amando apasionadamente el Amor (Rm 12, 9)
Nuestra
resurrección es el “Sí de Dios” a nuestra conversión. No hace ser “hombres
nuevos” como Jesús, revestidos en justicia y en santidad (Ef 4, 24) Nos
apropiamos de los “Frutos de la Redención” para nacer de lo Alto, para nacer de
Dios (Jn 1, 12) y entramos en la Vida Eterna (Jn 6, 40) Como respuesta a la
invitación de Dios: conviértanse a Mí: «Venid a mí todos los que estáis
fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo,
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.» (Mt 11, 28- 30)
Y, ¿Ahora
que sigue? Ahora tenemos como Maestro a Jesús resucitado, es nuestro Maestro
interior: Amémoslo y sirvámoslo como hombres nuevos, hagámonos sus discípulos. Antes
cuando éramos hombres viejos estábamos en las tinieblas, éramos egoístas e
individualistas, nos negamos a obedecer a amar y a servir a Cristo. Al grito de
“No serviré” nos encerrábamos en nuestra propia concha y sólo vivíamos para
nosotros mismos, sin preocuparnos de los demás. Con la resurrección vino el
cambio: Cristo vino a nuestro corazón y nos hace partícipes de su Mansedumbre y
de su Humildad, las raíces de la fe sincera.
Ahora
somos libres para amar y para servir, hay obediencia a Dios. Con la humildad y
la Mansedumbre Dios ha puesto en nuestro corazón el Amor (Rm 5, 5) que se
manifiesta en hacer la Voluntad de Dios con alegría, en salir de nuestro
egoísmo para ir al encuentro de una persona concreta para iluminarla con la Luz
del Evangelio y con el Amor podemos estar siempre dispuestos a dar nuestra vida
por los dos objetivos anteriores. Y permanecer en la resurrección de Cristo. Así
lo prometió nuestro Maestro: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios
y la guardan.» (Lc 11. 28) Razón por la que san Pablo nos dice:
Mirad: el
que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en
abundancia, cosechará también en abundancia. Cada cual dé según el dictamen de
su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría. Y
poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin de que teniendo, siempre y
en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra buena. (2 de
Cor 9, 6- 8).
Seamos
dóciles y fieles a la Palabra de Dios y participaremos de la Resurrección de
Cristo.
Publicar un comentario