JESUCRISTO VINO A LOS SUYOS Y NO LO
RECIBIERON.
Vino a su
casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio
poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació
de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. (Jn 1, 11- 13)
El Prólogo de san Juan es una
meditación del Apóstol. Siendo un anciano de más de 90 años, escribió su
Evangelio. Para él sólo hay Luz y Tinieblas, Cristo o el Diablo, Verdad o
Mentira. Creer o no creer, nada se obliga, todo es un “sí tú quieres”. Para
Juan Jesús es el Hijo de Dios, es Luz y Vida, Amor y Verdad. Para el Apóstol
Jesús es el amor entregado de Dios a los hombres. Viene del cielo y está en el
cielo, y a la vez está con los hombres, porque es Dios y Hombre: “el Verbo se
hizo carne y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1, 14)
El relato evangélico:
“Tanto amó Dios al mundo, que le
entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que
tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino
para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero
el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.
La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los
hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo
aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus
obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se
acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios’’. (Jn 3, 16-21)
¿A qué viene Jesús? No viene a condenar ni viene a juzgar. “Viene a traernos Vida en abundancia”
(Jn 10, 10) Viene a salvarnos a sacarnos del pozo se la muerte (Ez 37, 12).
Viene a sacarnos de la esclavitud y llevarnos
a la libertad, sacarnos del reino de las tinieblas y llevarnos al reino
del Hijo de su amor, al cielo (Col 1, 13- 14) Jesís viene anunciar el Reino de
su Padre; viene a reconciliar a los hombres con Dios y entre ellos (Ef 2, 14)
Viene a salvarnos, a traernos el perdón de los pecados y a traernos al Espíritu
Santo, viene a traernos a Dios.
¿Qué hace Jesús para realizar la Obra de su Padre? Lo primero deja la empresa de Nazaret y baja al
río Jordán para ser bautizado por Juan y ser ungido con el Espíritu Santo.
Luego, al impulso del Espíritu es llevado al desierto para prepararse para su
Misión. Al final de su desierto de 40 días de oración y ayuno es tentado por el
Diablo. Luchan y pelean, Jesús lo vence y lo ata para luego irse a invadir los
terrenos del Diablo y liberar a los oprimidos por el Malo. Comienza su Evangelización.
Lo primero es dar su Palabra, la semilla del reino. Las primeras palabras de Jesús fueron: “Crean y
conviértanse” (Mt 4, 17. Mc 1, 15)Y a si, siembra el reino de Dios en el
corazón de los hombres. Se gana algunos discípulos que creen en él y lo siguen.
Sus palabras son espíritu y vida (Jn 6, 67) Unen al cielo con la Tierra, los
lleva a la Verdad que los hace libres” (Jn 8, 32) Con la escucha de la Palabra
nace la fe que nos lleva a las buenas obras (Rm 10, 17)
Con
su Palabra la acompaña con sus milagros y con sus exorcismos como señal que el reino de las
tinieblas ha llegado a su fin para dar comienzo a la época de la Gracia. Llegan a
Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y
quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como los escribas. Su Palabra estaba unida a sus acciones: Entró
de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban
al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que
tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» Y les dice: «¿Es lícito en sábado
hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos
callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón,
dice al hombre: «Extiende la mano.» El la extendió y quedó restablecida su
mano. (Mc 3, 1- 5) Jesús nos libera del mal y nos capacita para hacer el bien,
nos capacita para el camino de la Moral, el Servicio.
Había
precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se
puso a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a
destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.» Jesús, entonces, le conminó
diciendo: «Cállate y sal de él.» Y agitándole violentamente el espíritu
inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. (Mc 1, 21- 26)
Después
sana a una mujer, la suegra de Pedro: La suegra de Simón estaba en cama con
fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La
fiebre la dejó y ella se puso a servirles. (Mc 1, 30- 31) También sano y libero
a muchos enfermos y a poseídos por espíritus impuros. Se enfrenta a un leproso,
no le tiene miedo, lo recibe, lo acoge y lo sana: “Quiero queda sano” (Mc 1,
38) Todo lo hace bien y la gente lo admira diciendo: “Este si habla con
autoridad y no como los escribas y fariseos” (Mc 1, 22). Jesús en todo era
conducido por el Espíritu Santo de Dios. En su vida había coherencia y unidad
entre su mente, voluntad y corazón. Lo que él es, es lo que habla y habla lo
que hace.
En su
predicación, milagros y exorcismos había coherencia, pero todavía no nos ha
salvado. En tercer lugar sigue su muerte.
Los poderes de este mundo se unen con el Diablo para darle muerte, lo torturan
y lo crucifican. “El poder religioso, político y económico”. Jesús ofrece al
Padre su Sacrificio Redentor por la
redención de los hombres. Murió por nuestros pecados, pagó el precio para
liberarnos del pozo de la muerte, se humilló a sí mismo por nuestra salvación
(Flp 2, 8)
Le falta el último de sus enemigos la muerte: Al que
murió en la cruz, Dios lo resucitó y lo sentó a su derecha. Con la Resurrección
Jesús vence la muerte para nuestra justificación, para el perdón de nuestros
pecados y para darnos Espíritu Santo. Por la fe nos apropiamos de los frutos de
la Redención: el perdón, la paz, la resurrección el don del Espíritu Santo. Nuestra salvación
es gratuita, Jesús pagó el precio. De la muerte y resurrección de Jesús nace un
pueblo nuevo, el Pueblo de Dios. Somos del Señor, le pertenecemos si lo amamos
y le servimos.
Pero vino
a los suyos, y ellos no lo recibieron. Los suyos eran el pueblo judío, y ahora
somos nosotros. Llamados a ser luz de las naciones. Si estamos con Cristo, Luz
del Mundo (Jn 8, 12;Mt 5, 13) A los que si lo recibieron los concedió llegar a
ser hijos de Dios por la Fe, Existe una fe intelectual, saber cosas de Dios y
de la Biblia. Y existe otra que espiritual, está en el corazón, esta es la fe
que nos salva. La fe de la cabeza no salva. Por eso muchos se alejan de la Luz
para que sus obras no se descubran, se alejan de la Iglesia, de los Sacramentos
y de la Palabra. No basta con rezar con predicar o expulsar demonios, hay que
caminar en la Verdad para que nuestras obras sean de Dios.
Somos libres
para hacer el bien o para hacer el mal. Dios no nos obliga y no nos manipula
hacer lo que él le agrada. Todo está si queremos o si no queremos, la salvación
es gratuita, pero no forzada y no barata, Crean y Conviértanse es el precio que
Jesucristo nos ha enseñado, amémoslo y sigámoslo, para que podamos realmente
pertenecerle.
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