REVESTIDOS CON EL TRAJE DE GALA PARA NO SER EXPULSADOS DE LA FIESTA.

 


REVESTIDOS CON EL TRAJE DE GALA PARA NO SER EXPULSADOS DE LA FIESTA.

Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como a una novia que se adorna con sus joyas.  (Is 61,10)

El traje de gala es la “Vestidura de salvación”. Revestidos con la Gracia de Dios que es el Amor. Amor que se anida y se enraíza en el corazón de la “Fe sincera” y de un “corazón limpio” que se ha lavado en la sangre de Cristo de los pecados que llevan a la muerte (Heb 9, 14) El traje de gala es el “Traje de bodas” que es una conciencia liberada del pecado y revestida con la Gracia de Dios que es Cristo que habita por la fe en nuestro corazón (Ef 3, 17) Es el amor derramado en nuestro corazón, juntamente con el Espíritu Santo que Dios nos ha dado (Rm 5, 5)

El traje de bodas:

El traje de bodas es la “Santidad de Dios en nuestro corazón”. Donde hay Santidad hay Vida espiritual, y donde hay Vida espiritual ahí está el Espíritu Santo, que nos conduce a Cristo para que nos revistemos de él. ¿Cómo podemos hacerlo? Por la fe y la conversión (Mc 1, 15) Creer en Jesucristo y amarlo. Esto exige el “Despojarse del traje de tinieblas” para “Revestirse del Hombre Nuevo”, Jesucristo resucitado. “Huir de la corrupción del pecado para poder participar de la “Naturaleza divina” ( 2 de Pe 1, 4b)

Huir equivale a romper con el pecado para irse a buscar a Dios de todo corazón (Jer 29, 13). Dar la espalda al Mundo, lo que equivale a romper con el pecado (1 de Jn 1, 8) Para ser perdonados y recibir la Gracia de Dios (1 de Jn 1, 9- 10) Y, ahora comer del Árbol de la Vida que está en el Paraíso de Dios (Apoc 2, 7) Para fortalecerse con la energía de su Poder que es el Amor (Ef 6, 10) Y poder levantarse y caminar por los caminos de la Verdad que nos llevan a los “terrenos de Dios”. Que son la bondad, la verdad, la justicia, la humildad, la mansedumbre, la santidad. (Ef 5, 9; Col 3, 12; 2 de Tm 2, 22). Para pasar de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz.

El relato evangélico:

Entonces dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda." Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" El se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.» (Mt 22, 8- 14)

El traje de bodas era un regalo del Novio a los invitados, Todos son invitados, muchos no fueron dignos de ir a la Fiesta, por eso salgan a los caminos y traigan a buenos y malos, pobres y no tan pobres, hombres y mujeres, viejos y jóvenes. Al entrar al salón de la Fiesta, un baño y un vestido nuevo, este era el Regalo a todos los invitados. En la fiesta todo era alegría, había los mejores y suculentos manjares, los vinos más exquisitos, la mejor música. Todos se divertían a lo grande. Un espíritu de amistad reinaba en todos. Cuando el Señor de la boda salió a saludar a sus invitados le sobraban agradecimientos y felicitaciones: Gracias por la invitación. Nunca había estado en un lugar tan bello y con los mejores manjares y los mejores vinos, y esa música es la mejor. Nunca había estado en una fiesta tal bonita y  tan alegre. Todos se sentían como amigos y familiares.

«Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?". El hombre se quedó callado, no tuvo palabras. Nadie hablaba, alguien podía haber dicho: Señor, dijo que su vestido era de primera calidad, que lo había traído de la mejor tienda; que lo había traído de las Europas. Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes." No tenía el traje de bodas, no tenía su conciencia limpia y no estaba revestida de Amor. Su traje era de tinieblas.

En la Iglesia sucede lo mismo, estamos participando de la Fiesta, servimos en diferentes ministerios, en cotos, lectores; participamos del Eucaristía y pasamos a comulgar, pero, sin el traje de bodas. Nuestra manos están manchadas de sangre y nuestro corazón está vacío de la Gracia de Dios (Is 1, 16) Jesús nos lo recuerda: «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21- 23)

El Culto agradable a Dios ha de venir del corazón.

El Culto es agradable a Dios cuando sale de un corazón limpio y de una fe sincera, es decir, se hace con amor y por amor. El Señor para lavarnos nuestros corazones nos dejó el Sacramento de la Confesión, en el cual, en virtud de la sangre de Cristo nuestros pecados son perdonados (Ef 1, 7) El traje de bodas es un regalo del Señor, podemos pedirlo y recibirlo, sólo nos pide escuchar su Palabra y obedecerla. La Palabra nos lleva al Nuevo Nacimiento, a la salvación por la fe y a la perfección cristiana que se llega a ella por el amor. (Rm 10. 17; Jn 3, 1- 5; 2 de Tim 3, 14. 17)

El que escucha la Palabra y la obedece, es como un hombre prudente que construye su Casa sobre Roca (Mt 7, 24) No basta con escuchar la palabra, hay que ponerla por obra para que se haga vida vigor y fuerza en nuestros corazones. Jesús nos dice: “Permanezcan en mi Luz, en mi Amor, y en mi Verdad para que sean libres de todo pecado y libres para amar y para servir.

 

 

 

 

 

 

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