NO
SOMOS DE LA NOCHE NI DE LAS TINIEBLAS SOMOS DE LA LUZ.
No viváis, hermanos, en tinieblas para que el día del Señor no os sorprenda
como ladrón; porque todos sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la
noche ni de las tinieblas. (1Ts 5, 4-5)
Todo
el que está en Cristo es creatura nueva, lo viejo ha pasado, lo que ahora hay
es nuevo. (2 de Cor 5, 17) Lo viejo eran las tinieblas, lo nuevo es la luz (Ef
5, 8-9) Cristo es la Luz: En ella estaba la vida y la vida era la luz de los
hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. (Jn
1, 4- 5) Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me
siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» (Jn 8,
12) Luz significa Amor, Verdad y Vida (Jn 14, 6) Lo que realmente significa: Yo
Soy Dios (Jn 8, 58)
La
tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de
Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz.
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que
crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. (Gn 1,1-3; Jn 3, 16)
Las tres etapas: la iluminación, de
separación y de ornamentación.
Vio
Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; y llamó Dios
a la luz «día», y a la oscuridad la llamó «noche». Y atardeció y amaneció: día
primero Dijo Dios: «Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las
aparte unas de otras. E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por
debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue. Y
llamó Dios al firmamento «cielos». Y atardeció y amaneció: día segundo (Gn 1,
4- 8)
Dijo
Dios: «Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto, y
déjese ver lo seco»; y así fue. Y llamó Dios a lo seco «tierra», y al conjunto
de las aguas lo llamó «mares»; y vio Dios que estaba bien. (Gn 1, 9- 10) Y luego
Dios ornamentó los cielos, la tierra y el mar, con astros, con hierbas y animales
y con peces. (Gn 1, 11- 25). Y todo estaba bien hecho, estaba bello, Luego hizo
al hombre y a la mujer a imagen y semejanza (Gn 1, 26) Y todo era muy bello.
Las
tres etapas de iluminación, separación y ornamentación son una verdadera catequesis
llevada a nuestra vida. La Luz, el rompimiento y ornamentar nuestra vida con las
virtudes: La Palabra es la Luz que ilumina nuestras tinieblas, para que a
separarnos de ellas podamos dar frutos de vida eterna. Por eso, profetiza. Les
dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré
salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel.
(Ez 37, 12) Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en
vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh.»
(Ez 37, 14)
Para dar frutos hay que ir a nuestro
suelo: la tierra que mana leche
y miel (Ex 3, 8) La tierra prometida que es Cristo. Hay que salir de Egipto,
tierra de esclavitud; hay que salir del exilio, tierra de la servidumbre para
salir y ponerse en camino de éxodo hacia la tierra que mana leche y miel, es
decir, paz y y dulzura espiritual. Con palabras de Juan: El
último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno
tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí», como dice la Escritura: De su
seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que
iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues
todavía Jesús no había sido glorificado. (Jn 7, 37- 39)
Dios no hace alianza con esclavos, primero los libera, luego los reconcilia, para hacer
de ellos una Nueva creación para luego promoverlos de grandes pecadores en
hijos de Dios, de esclavos en amigos y en discípulos de Cristo. (cf Rm 5, 20)
Para sacarnos del sepulcro Dios envió a su Hijo que se hizo hombre para liberarnos
de la esclavitud de la ley (Gál 4, 4- 5) Para liberarnos y reconciliarnos con
Dios y entre nosotros, Jesús murió y resucitó para perdonar nuestros pecados y para
darnos vida eterna (Rm 4, 25) Luego nos da Espíritu Santo para hacernos hijos
de Dios y hermanos unos de los otros. Jesús es el Cordero de Dios, y con su
sangre selló la Nueva Alianza, de la que nace el Culto Nuevo, la Nueva Ley y la
Iglesia. Los Sacramentos son signos de la Nueva Alianza.
Por
la Nueva Alianza recibimos el perdón de los pecados y recibimos el don del
Espíritu Santo. Ahora somos propiedad de Cristo, para que lo amemos y le
sirvamos. Para entrar en la Nueva Alianza sólo hace falta creer que Jesús es el
Hijo de Dios, el Don de Dios a los hombres, (Jn 3, 16) el Salvador que murió y
resucitó por nosotros y que es el Señor de vivos y de muertos. (cf Rm 14, 8)
Cristo es Luz y es Vida (Jn 1, 4) y para poseerlo hay que creer en él y tendremos
la Vida eterna (Jn 6, 40) La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo
hombre que viene a este mundo.(Jn 1, 9) Vino a traernos vida y vida en
abundancia (Jn 10,10) Y para eso abrazó su Cruz con amor para sacarnos del pozo
de la muerte y llevarnos a nuestro suelo, su Comunidad (Ez 37, 12: Col 1, 13-
14) En su Comunidad todos somos hijos de Dios, hermanos unos de los otros y
servidores de los demás.
¿Qué dijo Jesús de sí mismo? “Yo Soy el Pan de Vida” (Jn 6, 35)”Yo soy la Luz del
Mundo” (Jn 8, 12) “Yo Soy” (Jn 8, 58) “Yo Soy la Puerta” (Jn 10, 7) “Yo Soy el
Buen Pastor” (Jn 10, 11) “Yo Soy la
Resurrección y la Vida” (Jn 11, 25) “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn
14, 6) “Yo Soy la Vid” (Jn 15, 1). “Yo Soy el que da la vida por ustedes” (cf Jn
10, 18)
¿Qué dicen los discípulos de Jesús? “Tú eres el Hijo de Dios y el Cristo” (Mt 16, 16) “Tú
eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel” ( Jn 1, 49) “Tú eres mi Salvador, mi Maestro y mi Señor” (
Gál 2, 19- 20; Flp 2, 11) “Mi Señor y mi
Dios” (Jn 28, 20)“Es hombre verdadero y Dios verdadero: Dios bendito por
los siglos”. Amén. (Rm 9. 5)
Jesús
es Dios que se hizo hombre para salvarnos y darnos vida eterna. Jesús nos
enseñó lo que hemos de hacer para dar un Culto verdadero a Dios: Amar a Dios y
al prójimo (Jn 14, 21. 23) Por eso nos dijo:
«No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos,
sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día:
"Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les
declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"
(Mt 7, 21- 23) Para Jesús salvarse pide: “Hacer la Voluntad del Padre” (Mt 6,
9; Jn 4, 34) “Qué crean en Jesús y lo amemos” (1 de Jn 3, 23) “Qué aborrezcamos
el mal y amemos apasionadamente el bien” (Rm 12, 9)
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