TODOS PECARON Y ESTÁN PRIVADOS DE LA GRACIA DE DIOS

 


TODOS PECARON Y ESTÁN PRIVADOS DE LA GRACIA DE DIOS

Todos pecaron y se hallan privados de la gloria de Dios; son justificados gratuitamente, mediante la gracia de Cristo, en virtud de la redención realizada en él, a quien Dios ha propuesto como instrumento de propiciación. (Rm 3, 23-25ª)

El pecado nos priva de la gracia de Dios. Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros.  Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros.( 1 de Jn 1, 8- 10) Todos somos pecadores, no somos buena gente, estamos necesitados de salvación. Reconozcamos nuestros pecados ante el Señor y seremos justificados: Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amo, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo - por gracia habéis sido salvados (Ef 2, 4-5) Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. (1 de Jn 2,1- 2)

El Plan de Dios es para todos en Cristo Jesús:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado. En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de antemano, (Ef 1, 3-9)

 Las cuatro bendiciones son nuestras en Cristo: La Elección, la Filiación, la Redención y la Santificación para ser “Alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado”. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad” (1 de Tim 2, 4) ¿Cómo pueden llegar los hombres al conocimiento de la Verdad? Por medio de la evangelización, por la escucha de la Palabra de Dios. ¿Cómo puede llegar la salvación a los hombres? Por medio de los Sacramentos, los siete, pero especialmente, por el Bautismo, la Confesión y la Eucaristía, que está siempre a nuestro alcance.

LA FE Y LOS SACRAMENTOS.

En el Bautismo nos apropiamos de los frutos de la Redención: el perdón, la paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo. En la Confesión recuperamos lo que habíamos perdido por el pecado. En la Eucaristía recibimos, lo mismo, la Gracia de Dios, a Cristo, Pan de Vida y al Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, todo para que participemos de la “Naturaleza divina” (2 de Pe 1, 4b). Y todo por al Amor de Dios que se ha manifestado en Cristo Jesús, nuestro Salvador. En cada Sacramento bien celebrado Cristo nace y crece en nuestro corazón.

La vida cristiana es un don y es una lucha, como la fe es un don y es una respuesta a la Palabra de Dios.  Tal como lo dice el Apocalipsis: Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.(Apoc 3, 20) Abrir la puerta es la respuesta, es obediencia a la Palabra para que Cristo entre en nuestro corazón y realice su  Obra, nuestra liberación, salvación y santificación (Rm 8, 29- 30)

LA FE ES RESPUESTA A LA PALABRA.

La fe como respuesta pide guardar los Mandamientos y la Palabra: En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. (1 de Jn 2, 3-5) Jesús nos había dicho: “Vigilad y orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41) Hay que vivir como Jesús vivió: en la Verdad y en el Amor, en lucha contra el Maligno y el Mundo. Juan nos dice: “No amen al mundo, amen al Señor” (1 de Jn 2, 15) El mismo Juan nos dice:”guárdense de los falsos profetas” (1 de J 2, 18) Hoy día, la falsa profecía está envuelta en Ideologías que desfiguran el rostro del hombre, de la Iglesia  y quieren destruir la Imagen de Jesucristo. “Guárdense de los falsos profetas”.

Vivir en Cristo equivale a vivir según el Espíritu y vivir según el Plan de Dios. Lo que significa vivir nuestro Bautismo para estar muriendo con Cristo, siendo sepultados con él y resucitando con él a una vida nueva, la vida de Dios (Rm 6, 3- 4.11) Haciendo de la Voluntad de Dios la “delicia de nuestro corazón”. ¿Cómo podemos hacerlo? En la escucha y obediencia de la Palabra, tal como lo dice Jesús: Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen.» (Lc 8, 21) Pero él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.»(Lc 11, 28) Escuchar la Palabra, guardarla y ponerla por obra equivale amar, seguir y servir a Jesús.

Huyan del pecado para participar de la gracia de Dios (cf 2 de Pe 1, 4b) Lo que equivale a “Permanezcan en mi amor” (Jn 15, 4) Como yo guardo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor (Jn 15, 10) Permanecer en el amor es estar y vivir en la gracia de Dios, lo que equivale a ser “Hombre Nuevo”, igual que Cristo (cf Ef 4, 24). Lo que Pablo dice: Vivid, pues, según Cristo Jesús, el Señor, tal como le habéis recibido; enraizados y edificados en él; apoyados en la fe, tal como se os enseñó, rebosando en acción de gracias”.(Col 2, 6- 7).

“Tú, pues, hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado”. (2 de Tim 2, 1- 4)

 

 

 

 

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