LO QUE SALE DEL HOMBRE ES LO QUE
REALMENTE CONTAMINA.
Nada
hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale
del hombre, eso es lo que contamina al hombre. (Mc 7, 15 )
¿Qué
sale del hombre? Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al
hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones
malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades,
fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas
perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.» (Mc 7, 20- 23) ¿Que es
lo que debe de salir de nuestro corazón? Sólo el amor que sale de un corazón
limpio y de una fe sincera (1 de Tim 1,5) Palabras amables, impías y veraces
que nos reconcilien, nos liberen nos enseñen, nos salven y nos corrijan con
amor, humildad y mansedumbre.
Para
los limpios todo es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay
limpio, pues su mente y conciencia están contaminadas. Profesan conocer a Dios,
mas con sus obras le niegan; son abominables y rebeldes e incapaces de toda
obra buena. (Tito 1, 15-16)”No juzguen para no ser juzgados” (Mt 7, 1) “No
critiquen” “No murmuren” “No calumnien”, “No salga de vuestra boca palabra
dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el
bien a los que os escuchen.” (Ef 4, 29) El administrador de Dios, debe ser
irreprochable; no arrogante, no colérico, no bebedor, no violento, no dado a
negocios sucios; sino hospitalario, amigo del bien, sensato, justo, piadoso,
dueño de sí. (Tito 1, 7- 8).
El
amigo del bien, busca sus amigos entre los amigos de Dios; entre los que son conducidos por la
Verdad, que es la Palabra. (Jn 17, 17) Sensato es el que es prudente, se conoce
sus defectos y sus cualidades, no se acerca al fuego para no quemarse. Sensato
es el que escucha la Palabra de Dios y la obedece (Mt 7, 24) Justo es como un
árbol plantado a la orilla de un río, sus raíces están siempre en el agua, y sus
ramas están dando frutos los doce meses del año (Slm 1, 1- 3) Piadoso es el que
cultiva la virtud de la piedad, vive en comunión con Dios como hijo, y en
comunión con los demás como hermano. Dueño de sí, es el que tiene carácter,
domino propio, tiene vigor y fuerza para vencer las pasiones desordenadas (cf 2
de Tim 2, 22). El amigo de Dios es aquel que lo ama y lo sirve.
Pero,
¿Cómo podemos limpiar el corazón? Escuchemos a Jesus decirnos: “Dicho esto,
escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del
ciego y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir
Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo” (Jn 8, 6- 7) Como si hoy nos
dijera: “Ve y bautízate o confiésate para que tus pecados sean perdonados y
puedas ver”. En el encuentro con Jesús vamos quedando limpios del corazón, de la
mete y del espíritu:
«Venid
a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad
sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera.» (Mt 11, 28- 30) De este encuentro con Jesús salimos limpios. Personados,
reconciliados y salvados. Salimos como un verdadero hombre nuevo, donde lo
viejo ha pasado, para dar lugar a lo nuevo: la bondad, la verdad y la justicia (Ef
5, 9), la humildad, la mansedumbre y la misericordia (Col 3, 12) Llenos de Luz,
de Poder y de Amor, el contenido de la Fe. La Fe es el don de Dios y es la
respuesta que damos a su Palabra que nos conduce a la Salvación y a la
perfección cristiana (2 de Tom 3, 14. 17)
Ahora
podemos decir con Pablo: “No hemos recibido un espíritu de esclavitud para
tener miedo de volver atrás”. “Hemos recibido un Espíritu de Amor, de Fortaleza
y Dominio propio” (2 de Tim 1, 6) Espíritu que nos conduce a Cristo. La Tierra
prometida que mana leche y miel (Rm 8, 14; Jn 7, 37- 38) Nos lleva al reino del
hijo de su amor (Col 1, 13- 14) Nos lleva a la Casa del Padre (Jn 14, 7) Nos
lleva a Cristo que es el Santuario de Dios, dejando atrás el pasado. Jesús nos
ha dicho: “El que pone su mano en el arado, y vuelve la mirada hacia atrás no
es digno del Reino (Lc 9, 62) El pasado ya pasó, no lo revivas porque te
enferma. Sácale una enseñanza y proyéctate hacia el futuro, que todavía no
llega, vive tu presente. Entrégale tu pasado, tu historia, tus experiencias a
Cristo que él quiere redimirlo y vencerlo para que seas una persona renovada y
saneada para que puedas caminar en la verdad que te hace libre (Jn 8, 32).
La
clave es el seguimiento de Cristo, el que lo sigue, lo ama y lo sirve. ¿Cómo es
posible? Hay tres palabras que nos meten en el seguimiento de Cristo: Escuchar,
guardar y obedecer la Palabra de Dios. Según las indicaciones dadas por el mismo
Jesús: Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os
mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la
verdad y la verdad os hará libres.» (Jn 8, 31- 32) La Palabra nos lleva al Nuevo
Nacimiento. (Jn 3, 1—5) En el que recibimos el perdón de los pecados y el don
del Espíritu Santo que nos conduce tras las huellas de Jesús.
Ellos
mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os
convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo
y verdadero, y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a
quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la Cólera venidera. (1
de Tes 1, 9- 10) El seguimiento de Cristo nos lleva como de la mano al servicio
a Dios y a los hombres. Un servicio libre y voluntario, por amor y con alegría.
“Mirad: el que siembra con mezquindad,
cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará
también en abundancia. Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala
gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría”. (2 de Cor 9, 6- 7)
El
seguimiento de Cristo garantiza recibir la Gracia de Dios en abundancia, porque
Jesús nos acompaña y camina con nosotros.(Mt 28, 20)
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