LAS PROFECÍAS DE EZEQUIEL Y DE LOS OTROS PROFETAS SE HAN CUMPLIDO YA EN CRISTO JESÚS.

 


LAS PROFECÍAS DE EZEQUIEL Y DE LOS OTROS PROFETAS SE HAN CUMPLIDO YA EN CRISTO JESÚS.

22. Por eso, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: No hago esto por consideración a vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, que vosotros habéis profanado entre las naciones adonde fuisteis.

23. Yo santificaré mi gran nombre profanado entre las naciones, profanado allí por vosotros. Y las naciones sabrán que yo soy Yahveh - oráculo del Señor Yahveh - cuando yo, por medio de vosotros, manifieste mi santidad a la vista de ellos.

24. Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo.

25. Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré.

26. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.

27. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas.

28. Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios.

Lo dijo un judío que era sumo sacerdote: “Ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación”. (Jn 11, 50) Jesús murió, y con su muerte unió a todos los hombres, los reconcilió en su Cuerpo. Así que, recordad cómo en otro tiempo vosotros, los gentiles según la carne, llamados incircuncisos por la que se llama circuncisión - por una operación practicada en la carne -, estabais a la sazón lejos de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y extraños a las alianzas de la Promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad. (Ef 2, 11- 14)

 

Y Jesús resucitó para darnos vida eterna. Con su muerte perdona nuestros pecados y lava nuestros corazones de los pecados que llevan a la muerte (Heb 9, 14) Resucita para darnos vida eterna y para darnos el don del Espíritu Santo, ahora podemos habitar en la tierra Prometida que es Cristo, el Hijo de Dios, que con su muerte y resurrección selló la Nueva Alianza para que el Espíritu Santo habitara en nuestro corazón. Jesucristo es el cumplimiento de las Profecías del Antiguo Testamento. Nada de que se están cumpliendo las profecías, ya están cumplidas en Cristo Jesús.

La profecía de los huesos secos.

Entonces me dijo: «Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros. Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh.» (Ez 37, 11- 14)

¿Qué hace Dios para abrir nuestras tumbas?

Abre nuestras tumbas como en otro tiempo abrió el mar rojo para que Israel pasara de la esclavitud a la libertad. Hoy nos envía su Palabra que es luz para que reconozcamos nuestros huesos secos, es decir nuestros pecados. Sin la luz de la Palabra estamos ciegos o somos cortos de vista, estamos en tinieblas y no reconocemos nuestra pecaminosidad. No hay arrepentimiento y no hay conversión, nos creemos buenos y sin pecado. Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado. Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros.  (1 de Jn 1, 7- 10)

¿Qué hace Dios para sacarnos de nuestras tumbas?

Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! (Gál 4, 6) Profecía cumplida.  Juan nos dice: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.(Jn 3, 16) Jesús para sacarnos del pozo de la muerte, de nuestro sepulcro abrazo la cruz por amor y ofreció su vida para redimirnos y para salvarnos; se hizo obediente hasta la muerte y a la vergonzosa muerte de cruz (Flp 2, 8). Cristo es el cumplimiento de la profecía.

¿Dónde es nuestra tierra?

Nuestra tierra es el Cuerpo de Cristo al que fuimos incorporados por el Bautismo  (Gál 3, 26) ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! (1 de Cor 6, 15) El Cuerpo de Cristo es la Iglesia, es la Comunidad de Cristo, esta es nuestra tierra; tierra que mana leche y miel, paz y dulzura espiritual. Cristo es el Nuevo Santuario de Dios: Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. (1 de cor 12, 12- 13)

El Espíritu Santo conduce a los hijos de Dios. ¿A dónde los lleva?

Nos lleva a la Unidad, a la Verdad y a la Santidad (Jn 17, 17) Nos lleva al verdadero conocimiento de Dios (Ef 4, 13) Nos lleva al Santuario de Dios que es Cristo: ¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario. (1 de Cor 3, 16- 17) “Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios”.(Ef 3, 17- 19)

Características del pueblo de Dios.

“Pero, vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz, vosotros que en otro tiempo no erais mi  pueblo y que ahora sois el pueblo de Dios”. (1 de Pe 2, 9-10).

Un pueblo que fue arrancado de las tinieblas y traído  a la luz de la verdad, de la justicia, de la equidad y del amor. Un pueblo libre que ha hecho alianza con Aquel que lo amó, lo justificó y lo glorificó (Rm 8, 29). Un pueblo llamado a ser luz, sal y fermento en medio de los pueblos (Mt 5, 13). Es el pueblo de Dios; Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero El ha adquirido para sí un pueblo de aquellos que antes no eran pueblo: “una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa” (1 Pe 2, 9)

Se llega a ser miembro de este pueblo, no por el nacimiento físico, sino por “el nacimiento de arriba”, “del agua y del Espíritu” (Jn 3,3-5). Por la fe en Cristo y el Bautismo.

Este Pueblo tiene por Cabeza a Jesús el Cristo. “la Unción de Cristo, Cabeza fluye de la cabeza al Cuerpo, es el “Pueblo Mesiánico”.

La identidad de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo”.

“Su Ley, es el Mandamiento Nuevo:” Amar como el mismo Cristo nos amó (Jn 13, 34) Esta es la Ley nueva del Espíritu” (Rom 8,2)

Su misión es ser luz, sal y fermento del mundo (cf Mt 5,13-14)

“Su destino es el Reino de Dios. Que él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que él mismo lo lleve a su perfección” (LG 9; CATIC 782)

 

Para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error, antes bien, siendo sinceros en el amor, crezcamos en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo, (Ef 4, 14- 15)

 

 

 

 

 

 

 

 

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