SABER DISTINGUIR ENTRE LO QUE ES VERDAD DE CRISTO Y LO QUE ES MENTIRA DEL DIABLO.

 ¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo!


SABER DISTINGUIR ENTRE LO QUE ES VERDAD Y LO QUE ES MENTIRA.

Iluminación.    Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.» (Jn 8, 31- 32)

«También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. «¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí.» Y él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.» (Mt 13, 47- 52)

La Palabra de la verdad nos consagra a la Verdad. (cf Jn 17, 17)

Una vida consagrada a la Verdad, está orientada hacia la bondad, la libertad y hacia la justicia. Su “referencia” es Cristo Jesús, se busca la equidad, la justicia y caminar con él, siguiendo sus huellas (cf Miq 6, 8) La carta a los hebreos explica lo que significa esta referencia: “Con los ojos fijos en Jesús” (Hb 12, 2) Para que él sea el centro de nuestra vida y habite por la fe en nuestro corazón (cf Ef 3, 17) De manera que podamos proclamar que en realidad somos “Casa de Dios” y no cueva de ladrones (cf Mt 21, 13-14) San Pablo nos advierte la urgente necesidad de aprender a distinguir entre lo real y lo falso, entre lo bueno y lo malo: No extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno.= Absteneos de todo género de mal. = (1 Ts 5, 21- 23)

Como hombre de experiencia en las cosas espirituales, la verdad, la bondad y la justicia, recomienda a su discípulo Timoteo y a todo cristiano: “Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro”. “Evita las discusiones necias y estúpidas; tú sabes bien que engendran altercados”. “Y a un siervo del Señor no le conviene altercar, sino ser amable, con todos, pronto a enseñar, sufrido, y que corrija con mansedumbre a los adversarios, por si Dios les otorga la conversión que les haga conocer plenamente la verdad, y volver al buen sentido, librándose de los lazos del Diablo que los tiene cautivos, rendidos a su voluntad”. (2 Tim 2, 22- 26)

La experiencia de Dios que nace del encuentro en la fe con Cristo Jesús:

Es el origen de la espiritualidad cristiana. ¿Dónde hay espiritualidad cristiana? Ahí donde hay “vida espiritual” Y, ¿Dónde hay vida espiritual? Ahí dónde se mueve el Espíritu Santo que guía a los hijos de Dios (cf Rm 8, 14) ¿Hacia dónde nos guía el Espíritu Santo? Digamos a dónde no nos lleva. Nunca nos conducirá a dónde pongamos en peligro la “gracia de Dios”. No nos lleva a pecar. Allá somos conducidos por otros espíritus que no vienen de la fe (cf Rm 14, 23) y que nos llevan a perder la identidad cristiana. El Espíritu Santo, es la Verdad que nos guía a la verdad plena (cf Jn 16, 13). ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Dónde es mi lugar? ¿Para qué estamos aquí? La respuesta viene del Espíritu Santo de la verdad: “Vengo” el pozo de la muerte, (Ez 37, 12) del caos y del vacío, (Gn 1,1) del mundo de las tinieblas (Ef 5, 7) Mi lugar es el Cuerpo místico de Cristo, la Comunidad cristiana. (Gál 3, 26; 1 Cor 12, 12- 14)

El Espíritu Santo lleva a los discípulos de Cristo al desierto.

El Espíritu nos lleva al recogimiento interior, a la soledad, al silencio del corazón para ahí escuchar las instrucciones de Dios que nos entrega por el camino de la fe que recurrimos en compañía de una multitud de hermanos para que tengamos la experiencia de Cristo como hijos de Dios, hermanos y servidores del Señor Jesús que camina delante de los suyos. El Espíritu nos guía a los “Terrenos de Dios.” A la “Nueva Tierra Prometida: “La Santidad, la Libertad, la Justicia, la Misericordia, la Humildad y la Mansedumbre.” Esto con la finalidad que podamos reproducir Cristo” (Rm 8, 29), “Imagen visible de Dios invisible” (Col 1, 15) “Todo el que está en Cristo es una nueva creación; lo viejo ha pasado, lo que ahora hay es nuevo?” (2 Cor 5, 17) ¿Qué es lo nuevo? Lo nuevo es el Hombre Nuevo es Jesucristo resucitado y todo aquel que ha resucitado con Cristo, ha salido de la muerte, para vivir una vida consagrada a Dios y orientada hacia “La casa del Padre” para con la fuerza del Espíritu santo irse despojando del hombre viejo, revestido con el traje de tinieblas con una mente embotada, con un corazón endurecido, sin moral, llevando una vida arrastrada (Ef 4, 17- 23; Rm 13, 13). Para revestirse del Hombre Nuevo (Ef 4, 24)

La “Novedad” es Cristo, es el Espíritu Santo y el hombre renovado en Cristo por la acción del Espíritu.

Con la sabiduría y el entendimiento, dones del Espíritu Santo, el hombre conoce a voluntad de Dios y la pone en práctica (Col 1, 10) Se levanta y camina (Ef 5, 14) Se fortalece y lucha (Ef 6, 10) Se despoja con alegría de lo que le hace daño y se reviste de entrañas de Misericordia, humildad y mansedumbre (Col 3, 12; Gál 6, 1- 3) La novedad es que ahora se tiene la mirada y el pensamiento, los sentimientos y las preocupaciones, los intereses y las luchas de Cristo (Flp 2, 5) Ahora se tiene la “Conciencia Moral” que en teología católica es Cristo, la Moral es Amor, es Misericordia. No se trata de un puñado de “dogmas y mandatos” que se imponen desde fuera. La fe o la verdad no se imponen, entran con la fuerza del Espíritu con respeto y ternura para conducir la vida cristiana hacia los valores del Reino de Dios. Trabajo que exige distinguir entre lo malo y lo bueno, lo que sirve y lo que no sirve. Qué nadie se engañe, no seamos como niños sacudidos por cualquier viento de doctrina y expuestos a la malicia de los hombres. (Ef 4, 14)

Discernir, distinguir y separar entre lo falso y lo real, entre lo bueno y lo malo.

Es un don del Espíritu Santo que nos enseña por el camino del discernimiento espiritual que se encuentra y crece en compañía de otros dones escatológicos como son la fe, la esperanza, la caridad, la oración, la alabanza, humildad y la mansedumbre, entre otros. El discernimiento espiritual nace y crece del corazón limpio, de la fe sincera y de la recta intención (cf 1 Tim 1, 5) Es manifestación y fruto del seguimiento de Cristo (cf Jn 15, 7- 9).

Escuchemos la Palabra: “el ojo es la lámpara del cuerpo; si el ojo está sucio, todo el cuerpo estará sucio.” (Mt 6, 22- 23) De la misma manera si la intención de lo que hacemos está sucia, toda la acción estará sucia. A esto, podemos preguntar: ¿Qué es lo que tenemos que echar fuera de nuestro Santuario? El Espíritu Santo nos responde: “La malicia, la mentira, la envidia, la hipocresía y la maledicencia” (1 Pe 2, 1) “huyan de la corrupción (2 Pe 1, 4b) Por tanto, mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría. (Col 3, 5)

Para ser “Casa de Dios” hemos de estar en vela y en oración para no caer en la idolatría (cf Mt 26, 41)

Para descubrir los elementos extraños y no abrirles la puerta del corazón o de la mente o de las manos, y sí, permitir que entre la Palabra de Dios, (Col 3, 16) la Cruz de Cristo y la Eucaristía (Las tablas de la Ley, una porción del Maná y la vara de Aarón. (Cf  Nú 17, 1- 3) Todos formamos un “templo espiritual” y cada uno somos llamados a ser “casitas de Dios”. ¿Qué hacer? ¿Cómo está nuestra estructura espiritual? ¿Qué hemos puesto en ella? ¿Somos realmente casa de oración? O ¿Somos casas en ruinas? La estructura espiritual está formada por los diversos elementos que fusionados entre sí dan consistencia y firmeza a nuestra estructura espiritual. Examinemos cómo es nuestra estructura  espiritual y demos una respuesta real y verdadera a nosotros mismos. ¿Cuáles son los elementos que la conforman? La Oración, la Palabra de Dios, la Caridad, los Sacramentos, la Cruz, el Ayuno, la Misericordia, los Mandamientos de Dios, las Relaciones Humanas, el Servicio.

¿Dónde está la división entre lo material y lo espiritual?

Porque a la luz de la espiritualidad cristiana, lo espiritual está en todo: valores, virtudes, familia, política, educación, relaciones humanas, economía, religión, deportes, amistades, relaciones sexuales, trabajo, etc. ¿Cuál es el sentido o significado de lo que hacemos? ¿Con qué intención lo hacemos? ¿Qué es lo que realmente buscamos? ¿Qué queremos decir cuando hablamos de evangelización? Nuestros intereses o los del otro; el bien de sí mismo o el bien de todos. La política la vemos como negocio o como servicio. Lo mismo la religión servimos al hombre o buscamos que nos sirvan. En todo lo que hagamos ha de estar el amor a todos y cada uno para ayudar o servir, y construir así, el “Bien común.”  La calidad de lo que hacemos está en la sana y recta intención que descubre el amor o la maldad. El bien o el mal, lo que agrada a Dios o lo que no le agrada. Lo que edifica al hombre o lo que deshumaniza. Quien camina en la verdad y vive en la caridad hace justicia y trabaja por la Paz y el bienestar de los demás. Qué Dios bendiga a todo hombre que con recta intención trabaja y sirve en la construcción de la “Civilización del Amor, cimentada en la Verdad, en el Amor y en la Vida.” (Jn 14, 6)

 

 

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