QUE VUESTRO AMOR SEA EN EL ESPÍRITU
SANTO.
Introducción: “Qué Cristo habite en
vuestros corazones por la fe”. (Ef 3,
17)
Damos
gracias sin cesar a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por vosotros en
nuestras oraciones, al tener noticia de vuestra fe en Cristo Jesús y de la
caridad que tenéis con todos los santos, a causa de la esperanza que os está
reservada en los cielos y acerca de la cual fuisteis ya instruidos por la
Palabra de la verdad, el Evangelio, que llegó hasta vosotros, y fructifica y
crece entre vosotros lo mismo que en todo el mundo, desde el día en que oísteis
y conocisteis la gracia de Dios en la verdad: tal como os la enseñó Epafras,
nuestro querido consiervo y fiel ministro de Cristo, en lugar nuestro, el cual
nos informó también de vuestro amor en el Espíritu.(Col 1, 4- 8)
El
peor enemigo de la fe es la soberbia, donde reina no hay esperanza, como tampoco
hay amor en el Espíritu. Juan el Bautista nos enseño en camino del verdadero
crecimiento: “Conviene que yo disminuya para que Cristo crezca” (cf Jn 3, 30)
La soberbia, la mentira, la envidia, la hipocresía y la maledicencia son
obstáculo para que la fe crezca y se despliegue hacia la esperanza y el amor.
(cf 1 de Pe 2, 1)
¿De
dónde viene la fe? De la escucha de la Palabra de Verdad para que seamos
verdadero creyentes de Cristo, sus discípulos y conocedores de la Verdad que
nos hace libres (cf Jn 8, 31- 32) Y a la misma vez nos convertimos en hijos de
Dios, hermanos de los demás y en servidores de los otros. La clave está en amar
en el Espíritu Santo. Y no con amores fingidos (Rm 12, 9) Amar en el Espíritu
Santo es amar en Cristo, amar en Dios. Lo que implica la renuncia al mundo, a
los ídolos, a los vicios, a nuestra pecaminosidad. Para caminar en la Verdad
que nos lleva al Amor.
La
esperanza que viene de la fe, pide, para nacer y crecer de un corazón pobre y
sencillo. Dónde reina la soberbia y el egoísmo, no hay esperanza. La esperanza
se despliega hacia el amor. La fe, la esperanza y el amor son inseparables.
Donde está una, están las tres, y cuando falta una se van las tres. Fe en
Jesucristo y amor a todos los santos, animados por la esperanza que viene de la
escucha de la Palabra.
«Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón», es decir, el mensaje
de la fe que nosotros predicamos. Porque, si proclamas con tu boca a Jesús como
Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás
salvo. Pues con el corazón creemos para obtener la justificación y con la boca
hacemos profesión de nuestra fe para alcanzar la salvación. (Rm 10, 8b-10)
La
predicación de la Palabra viene de la presencia de Cristo resucitado en nuestro
corazón, para que no seamos descalificados, como lo dice Jesús: Muchos me dirán
aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre
expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y
entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de
iniquidad!" (Mt 7, 22- 23) Seríamos entonces falsos profetas que hacen de
la fe un verdadero negocio que es rechazado por Cristo. Es una abominación.
La
fe en Cristo consiste en hacer la Voluntad de Dios. Pide romper con el pecado
para poder seguir a Cristo (2 de Tim 2,22; 1 de Cor 6, 18; 2 de Pe 1, 4; 1 de
Jn 1,8-9) Es lo que Pablo dice: no se acomoden a la vida mundana: Y no os
acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de
vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo
bueno, lo agradable, lo perfecto. (Rm 12, 2) Lo que equivale a tomar la firme
determinación de seguir a Cristo Jesús. Para poder entrar en la Voluntad de
Dios que pide aborrecer el mal y amar apasionadamente el bien (Rm 12, 9) Romper
con el pecado equivale a romper ataduras, nudos, cadenas que nos hacen y nos
esclavizan, por eso, lo primero, para caminar en la fe, es romper con el
pecado, abandonar los vicios. Es el primer sacrificio del hombre nuevo para dar
culto a Dios (cf Rm 12,1) Hemos tomado en serio la conversión, pronto
aparecerán los frutos de la fe.
Conducidos
por el Espíritu Santo somos capaces de negarnos a nosotros mismos, aceptar la
cruz de Jesús y seguirlo a él para amarlo y servirlo en el Espíritu (cf Lc 9,
23) Para ir encarnando el espíritu de las Bienaventuranzas: «Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos , porque ellos posseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque
ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos
serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la
justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis
cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra
vosotros por mi causa. (Mt 5, 3- 11)
Y
dar los frutos de la fe: En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz,
paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra
tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la
carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos
también según el Espíritu. (Gál 5, 22- 25)
Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de
misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a
otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el
Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto,
revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. (Col 3, 12- 14) Vete al
alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en unión de los que
invocan al Señor con corazón puro. (2 de Tim 2, 22)
Por
esta misma razón, poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la
virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la
tenacidad, a la tenacidad la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor
fraterno la caridad. Pues si tenéis estas cosas y las tenéis en abundancia, no
os dejarán inactivos ni estériles para el conocimiento perfecto de nuestro
Señor Jesucristo. Quien no las tenga es ciego y corto de vista; ha echado al
olvido la purificación de sus pecados pasados. Por tanto, hermanos, poned el
mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra elección. Obrando así nunca
caeréis. (2 de Pe 5, 10)
El
que cultiva las virtudes está sentado a la derecha del Padre, es su hijo,
hermano, amigo y servidor de Dios y de los hombres. Camina en la Gracia de
Dios. (cf Col 3, 1- 4) Su fe está viva, su esperanza es cierta y su caridad es
ardiente. Para que aprendamos amar en el Espíritu Santo, el espíritu de Dios
que es Amor y que ha derramado en nuestro corazón para que amemos a Dios. a nosotros
mismos y a los demás. Y no amemos con amores fingidos que nos llevan a ser pura
“fachada” en la que no habita Cristo.
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