REDIMIDOS Y SALVADOS POR JESUCRISTO
NUESTRO SEÑOR.
¿Qué es la redención? La Redención hace referencia a la Obra perfecta
realizada por Jesucristo para salvar a la Humanidad. Es el Sacrificio que
Jesucristo ofreció al Padre para nuestra salvación. Una cosa es la redención y
otra cosa es la salvación. La redención hace referencia al sacrificio perfecto
de Cristo y la salvación es el don de Dios a favor de los hombres, es una
posibilidad. Se puede aceptar o se puede rechazar. La redención es la obra que
Dios realiza en Cristo y por Cristo a favor de los hombres para rescatarlos del
poder de las tinieblas (cf Col 1, 13) En virtud de la sangre de Cristo, pagada
como rescate, nuestros pecados son perdonados (Ef 1, 7). El término redimir
tiene por lo menos tres significados: Rescatar
o sacar de esclavitud al cautivo mediante el pago de un precio. Vencer el mal en todas sus formas.
Jesucristo es el Vencedor del Mal. Cancelar
la deuda. Dejar libre algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen u
obligación.
“La Redención” se relaciona
directamente con pagar un precio”.
Nadie es capaz de pagar su propia redención y seguir viviendo. “Porque la
redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás” (Salmos 49, 8).
Nuestra redención, la hemos recibido gratuitamente por gracia, tuvo un precio
muy alto: la sangre de Cristo. Es muy
importante comprender que el precio que Jesucristo pagó por nuestros pecados no
fue pagado al diablo, sino a Dios, pues, a Él era a quién habíamos ofendido.
Por eso Dios se hace hombre en Jesús para cumplir la Ley de Dios y ofrecerse a
sí mismo como sustituto por nosotros. De esta forma, en Cristo, Dios mismo es
el iniciador de nuestra redención (cf Heb 12, 2). Él es nuestra redención y
nuestro Redentor, es nuestra salvación y es nuestro Redentor (cf 1 Cor 1, 30).
Todos
pecaron y se hallan privados de la gloria de Dios; son justificados
gratuitamente, mediante la gracia de Cristo, en virtud de la redención
realizada en él, a quien Dios ha propuesto como instrumento de propiciación. (Rm
3, 23-25ª) Todos pecaron por que todos somos pecadores, y el que diga que no
tiene pecado hace pasar a Dios por mentiroso. (1 de Jn 1, 8-9) Pero si
reconocemos nuestros pecados y nos arrepentimos somos justificados por la fe de
Jesucristo (1 de Jn 1, 10; Rm 1, 5; Gál 2,16) Y todo por la redención de Jesús,
tal como lo dice la Escritura:
“Pero
Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amo, estando muertos
a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo - por gracia
habéis sido salvados y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en
Cristo Jesús”. (Ef 2, 4- 6) En Cristo y por Cristo somos redimidos, es decir,
en virtud de su sangre somos perdonados (Ef 1, 7) y somos lavados de los
pecados que llevan a la muerte (Heb 9, 14) Porque sólo Cristo es nuestra propiciación:
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a
uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. El es víctima de
propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por
los del mundo entero. (1 de Jn 2, 1- 2).
¿Qué podemos hacer para entender nuestra
redención? Es un don de Dios, hay
que dejarse amar, perdonar, reconciliar y salvar por él. Leamos bien y despacio estas palabras, meditémoslas
y dejémoslas entrar en nuestro corazón: “Porque él ofreció su vida como rescate”
“Mi vida no me la quitan yo la entrego” “Su sangre es el precio pagado a Dios por
nuestra salvación” “Con su muerte y resurrección venció al Diablo, al Mundo y
al Pecado”. Pomos decir sin miedo que JESUCRISTO es nuestro Redentor y nuestro Salvador:
“Amó a los suyos hasta el extremo” (Jn
13, 1) Amó a todos y murió por todos los hombres (cfr. Ef. 5, 1); nos amó
entregando su vida para redimirnos y darnos el perdón de los pecados (Ef. 1, 7)
y trasladarnos del Reino de las tinieblas al Reino de la Luz, Reino de Dios
(Col. 1, 12- 13).
¿Por qué es Jesús el vencedor del
pecado? Jesús combatió el pecado.
Estuvo en lucha contra las fuerzas del Mal a lo largo de toda su vida, tal como
lo muestran las tentaciones en el desierto. (Mt 4, 1ss) Combatió la injusticia,
la falsedad, la mentira, el divorcio, la autosuficiencia, etc. (Mt. 23, 13- 15)
Jesús es el defensor y el promotor de la mujer (Jn 8, 1- 11; Mc 5, 21- 43; Jn
20, 11- 18) Jesús nunca se hizo cómplice de ninguna situación de pecado. Al
final de su vida con su muerte venció definitivamente al Maligno y al pecado. Los
hombros de Jesús son los hombros de Dios, él cargó todas nuestras debilidades.
Por haber amado, enseñado y proclamado la verdad, fue perseguido por los
grandes de la religión de los judíos, por las autoridades civiles y por los “grandes”
de la religión. Fue preso, le pusieron sobre sus hombros una cruz que abrazó
con amor y en la cual fue clavado y levantado en alto, como cualquier
malhechor. (Lc. 23, 2- 5; 14, 20)
Por
eso podemos decir que la gracia que Dios nos ofrece no es barata, nosotros la
abaratamos. Es carísima: El precio fue pagado por el mismo Padre: “Porque tanto
amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no
perezca, sino que tenga vida eterna”.(Jn 3, 16) Fuimos comprados a precio de
sangre, la sangre de Jesús. Escuchemos a Pedro decirnos: Y si llamáis Padre a
quien, sin acepción de personas, juzga a cada cual según sus obras, conducíos
con temor durante el tiempo de vuestro destierro, sabiendo que habéis sido
rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo
caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y
sin mancilla, Cristo, ( 1 de Pe 1, 17- 19)
“¿Qué debo hacer para recibir la “Gracia
de Dios?” Si creo en Jesús que me
amó y entregó su vida por mí, seré salvo. Creer que murió y resucitó por
nosotros tendremos vida eterna (Rm 4, 25) La fe tiene un sacramento, el
bautismo, el que me apropio de los frutos de la redención de Cristo: el perdón,
la paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo, tal como lo dice Pedro el
día de Pentecostés: Pedro les contestó: “Convertíos y que cada uno de vosotros
se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados;
y recibiréis el don del Espíritu Santo”;(Hch 2, 38) Redimir significa vencer el
mal, rindámonos, para Cristo redime todas dimensiones, y elél se anuestro
Vencedor.
Aunque
el sacrificio de Cristo es para todos, la redención alcanza a todos, podemos
afirmar que existen dos clases de pecadores: los que son redimidos y los que
están si redimir, porque no creen en Jesús o porque quieren permanecer en el
pecado. Todo el hombre tiene que ser redimido, todo, con su mente, su voluntad
y con su cuerpo, con sus dimensiones y con su historia. Por eso la Escritura dice:
¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí
mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para
rendir culto a Dios vivo! Por eso es mediador de una nueva Alianza; para que,
interviniendo su muerte para remisión de las transgresiones de la primera
Alianza, los que han sido llamados reciban la herencia eterna prometida. (Heb
9, 14- 15) El que crea en la redención de Cristo, entra en el Nuevo Nacimiento,
y se hace salvo, y ahora a vivir como hijos de Dios, y como hermanos y
servidores de los otros, y vivir dentro de la Nueva Alianza.
Publicar un comentario