LLAMADOS TODOS POR AMOR PARA SER ENVIADOS A SERVIR PARA DAR AMOR.

 


LLAMADOS TODOS POR AMOR PARA SER ENVIADOS A SERVIR PARA DAR AMOR.

Introducción: El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. (Jn 14, 24)

Ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. (Jn 15, 15) “Todo poder se me ha dado, tanto en e cielo como en la tierra” “Así como el Padre me ha enviado, yo os envío a vosotros”(Mt 28, 18- 19) Jesús es el Misionero del Padre y la Iglesia es la Misionera de Cristo. “Id pues y hagan discípulos míos”. “Enseñen todo lo que yo les he enseñado” (Mt 28, 20) De la misma manera que yo hablo las palabras de mi Padre, ustedes hablen mis palabras. Jesús es la boca del Padre, la Iglesia y  los discípulos, cuando hablamos en su nombre, somos la boca de Cristo.

No hagáis ya de vuestros miembros armas de injusticia al servicio del pecado; sino más bien ofreceos vosotros mismos a Dios como muertos retornados a la vida; y vuestros miembros, como armas de justicia al servicio de Dios.(Rm 6, 14)

La vida de los hombres podemos dividirla en dos; en un antes de conocer a Cristo y el después de conocer a Cristo. Antes éramos tinieblas, ahora, somos luz. Somos luz porque hemos nacido de Dios; somos hombres nuevos en Cristo. Somos miembros del Cuerpo de Cristo (Gál 3, 26) Ahora somos templos del Espíritu Santo (1 de Cor 6, 19) Cristo habita por la fe en nuestro interior (Ef 3, 17). Ahora somos una Nueva Creación, y somos de Cristo (2 de Cor 5, 17)

Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. (Ef 5, 8-9 ) Por la fe y el bautismo, somos de Cristo, estamos dentro de la Nueva Alianza (Rm 6, 3- 4) Le pertenecemos, lo amamos y le servimos, somos ministros de la nueva Alianza. No que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida. (2 de Cor 3, 5- 6)

 

Cómo ministros de la Nueva Alianza somos sacerdotes profetas y reyes: “Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz vosotros que en un tiempo no erais pueblo y que ahora sois el Pueblo de Dios, de los que antes no se tuvo compasión, pero ahora son compadecidos”. (1 de Pe 2, 9- 10)

Todo lo que hablemos o digamos lo hacemos en el nombre del Señor (3, 23) Porque él vive en nosotros, tal como lo dice el apóstol: “Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”.(Gál 2,2) Si somos de Cristo, hablemos pues las palabras de Cristo, que todo nuestro ser le pertenezca.

“Cristo ha constituido a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud”.  (Ef 4, 11-13) Todos al servicio de lo mismo: Edificar la Iglesia. Para eso hemos sido constituidos y llamados para servir al Señor en la edificación del Pueblo de la Nueva Alianza. Pueblo de Dios que tiene como identidad su dignidad y su libertad en Cristo. Como su destino el Reino de Dios.

Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él. (2 de Cor 5,  18- 21)

Somos ministros y embajadores de Cristo, hablamos sus palabras y en su Nombre, amamos y servimos a los demás. Cuando predicamos, es Cristo el que predica; cuando nosotros amamos o perdonamos es Cristo el que ama y el que perdona. Por eso la importancia de vivir en la Gracia de Dios y revestirnos de justicia  santidad, de bondad y de verdad, (cf Ef 4, 23; Ef 5,9) de humildad, mansedumbre y de misericordia.  (Col 3, 12) Y poder, así, mantener nuestras lámparas encendidas (Lc 12, 35) Para poder, así, ser discípulos de Cristo y poder enseñar sus Palabras (Mt 28, 20) Y gritar al mundo que en Cristo, Dios nos ha elegido, nos ha redimido y nos ha salvado y santificado (Ef 1, 4- 8) Recibamos entonces los dones de Jesucristo resucitado a su Iglesia:

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn 20, 20- 23) Dones para edificar la Iglesia, todo bautizado está llamado a servir, al estilo de Jesús: No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» (Mt 20, 26- 28)

Pero teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio; la enseñanza, enseñando; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad. (Rm 12, 6- 8) Teniendo presente la recomendación del apóstol de los gentiles: “No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará: el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna.  (Gál 6, 7- 8)

Cuando decimos a una persona: Dios te ama, pero, yo no la amo, soy un mentiroso, y la verdad no está en mí.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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