UN DÍA DE TRABAJO PARA JESÚS EN EL CAPÍTULO OCHO DE MATEO.

 


UN DÍA DE  TRABAJO PARA JESÚS EN EL CAPÍTULO OCHO DE MATEO.

Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. El sermón del monte lo encontramos en los capítulos 5- 7 de Mateo. Ahora el evangelio nos presenta un día de trabajo de Jesús, seguido por una gran muchedumbre quien lo seguían para oírlo y para que los curara de sus males.

Jesús a un leproso, al criado de un centurión, a la suegra de Pedro, libera a muchos enfermos y endemoniados, y llama discípulos, para luego, pasar a la otra orilla del lago.

Jesús sana a un leproso.

En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme.» El extendió la mano, le tocó y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante quedó limpio de su lepra. (Mt 8, 2- 4) La lepra era una enfermedad muy contagiosa e incurable. El leproso o leprosa eran personas asociales, eran marginados, expulsados de la familia, del Templo, de la comunidad y de la sociedad. Este leproso se acerca a la gente, llevaba una campana amarrada al cuello para hacer ruido, le tiraban piedra para alejarlos. Este es valiente, corriendo y de repente se acera a Jesús, no pide comida, pide su sanación. Se postra ante Jesús y clama: “Señor, si quieres puedes curarme”. Jesús no tiene miedo quedar impuro, se deja tocar y extiende su mano y lo toca, (extender la mano significa compartir el don que se tiene) Para luego proclamar la verdad eterna de Dios: “Quiero, queda limpio”. Y antes del encuentro con Jesús, el leproso, ahora es un hombre sano y limpio.

La fe de un hombre que no era judío:

Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.» Dícele Jesús: «Yo iré a curarle.» Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: "Vete", y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace.» Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. (Mt 8, 5- 19) La voluntad de Jesús, es la voluntad de Dios: “Yo iré a curarlo”, como respuesta de un oficial romano, de un pagano, pero que era un hombre prudente y le dijo a Jesús: “Señor, no soy digno de que entres  bajo mi techo”. Según la cultura religiosa de los judíos, si un hebreo enraba en la casa de un pagano quedaba impura, el oficial romano no quería eso para Jesús. Iban a hablar mal de él.  Y quiso impedírselo. Sánalo a distancia, tú tienes autoridad para hacerlo. Al oírlo Jesús dijo a la gente: “Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande”. La fe del centurión romano era, prudencia, humildad y amor, era una fe sincera como era sincero el corazón del oficial. Y el criado quedó curado

Jesús sana a una mujer:

Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. (Mt 8, 14- 15) Pedro había invitado a Jesús a comer, pero al llegar a casa, la señora estaba en cama, tirada por una fiebre, Jesús se acerca, la toma de la mano y la levanta. Ella se puso a servir. Servir es señal de salud espiritual. El amor acompañado del servicio voluntario son señales de la presencia de Jesús en nuestro corazón.

Jesús sana a muchos enfermos y endemoniados:

Después de la comida y de un breve descanso, Jesús siguió trabajado: Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades. (Mt 8, 16- 17) “Mi Padre siempre trabaja, y yo también trabajo, (Jn 5,17)

El llamado a ser discípulos.

Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.» Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. (Mt 8, 19- 20) Jesús es el Maestro que elige a sus discípulos, pero, éste se ofrece, seducido por la personalidad del Maestro y por su Enseñanza. Jesús no lo rechaza, pero, le avisa con toda claridad: No hay lugar para la economía, para las vacaciones pagadas, o para los bonitos aguinaldos, por que el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza, no tiene tiempo para descansar, para comer, para dormir o para irse de paseo. Deja las guaridas y los nidos que son la vida mundana y pagana, y los nidos, son el individualismo, el totalitarismo y el conformismo.

Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.» Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.» (Mt 8, 19- 22) Los muertos, Jesús hace referencia a los que pelean herencias. No se puede servir a dos señores a Dios y al dinero; al dinero y al Reino de Dios.(Mt 6, 24) El consumismo y el derroche son enemigos de la fe sincera.

A dejar la fe mediocre y superficial: vayamos a la otra orilla.

Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. (Mt 8, 18) Subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8, 23- 27) Jesús es hombre verdadero, se cansa y se duerme. Pero, invita a sus discípulos a remar mar adentro. Vamos a la otra orilla, es tarde, ya casi es de noche. Jesús es el Misionero del Padre y quiere ir de misiones. Y quiere dar una enseñanza a los discípulos. Por el camino hay tormentas, vientos huracanados, tentaciones, pruebas y  luchas. De pronto viene la tormenta tan grande que la barca amenazaba con hundirse.  Jesús duerme, esta rendido, para enseñarnos que cuando la Iglesia queda en manos de los hombres amenaza con hundirse o desviarse a izquierda o a derecha, ninguna nos sirve. Hay que despertar a Jesús, y los discípulos lo hacen: Ellos le dicen: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza.

La misión de la otra orilla.

Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?» Eran violentos, agresivos y peligrosos, todos les tenían miedo. Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos.»El les dijo: «Id.» Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término. (Mc 8, 28- 34)

Dos endemoniados atacan a Jesús. Sabemos quién eres y sabemos a que has venido: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo? Jesus en el evangelio de Marcos pregunta: ¿Cuál es  tu nombre? “Somos legión”. Le piden permiso de entrar en los cerdos y se desbarrancan y se van al lago donde se ahogan los cerdos, los dos hombres quedan libres. Viene la gente y los encuentran sentados, vestidos y en sano juicio. La gente de la ciudad viene y le pide a Jesús que se vaya de esa región: Jesus nos conflictúa la vida, nos invita a convertirnos y a comprometernos. El precio que Jesús pagó por los cerdos ahogados en el lago, fueron los dos hombres libres de toda opresión.

Como conclusión decimos:

El evangelio o la fe no pide recomendaciones, usted levántese  y póngase en camino, y por el camino verá las maravillas del Evangelio. La vida cristiana es un don de Dios y es una lucha. Nuestra lucha es contra el Mundo, el Maligno y la Carne. Es la lucha del hombre viejo contra el Hombre nuevo; es la lucha de los vicios contra las virtudes; es la lucha del amor contra ego, padre de todos los vicios, mientras  que el amor es el padre de todas las virtudes.

¿Quién ganará? Gana aquel o aquella que alimente o al hombre viejo o al Hombre nuevo.

 

 

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