LA IGLESIA EXISTE PARA EVANGELIZAR.
Al Ángel de la Iglesia de Filadelfia escribe: Esto dice
el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David: si él abre, nadie puede
cerrar; si él cierra, nadie puede abrir. Conozco tu conducta: mira que he
abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco
poder, has guardado mi Palabra y no has renegado de mi nombre. Mira que te voy
a entregar algunos de la Sinagoga de Satanás, de los que se proclaman judíos y
no lo son, sino que mienten; yo haré que vayan a postrarse delante de tus pies,
para que sepan que yo te he amado. Ya que has guardado mi recomendación de ser
paciente, también yo te guardaré de la hora de la prueba que va a venir sobre
el mundo entero para probar a los habitantes de la tierra. Vengo pronto; mantén
con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate tu corona. Al vencedor le
pondré de columna en el Santuario de mi Dios, y no saldrá fuera ya más; y
grabaré en él el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios, la
nueva Jerusalén, que baja del cielo enviada por mi Dios, y mi nombre nuevo. El
que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. (Apoc 3, 7- 13).
Conozco tu
conducta: mira que he abierto ante
ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco poder, has
guardado mi Palabra y no has renegado de mi nombre. ¿De qué puerta se trata? Es
el don profético de dar la Palabra de Dios. Lo que hoy día se llama:
“Evangelización.” Evangelizar es sembrar el poder de Dios en el corazón de los
hombres para que lleguen al conocimiento de la Verdad (1 de Tim 2, 4).
Evangelizar es anunciar a Cristo, el Hijo de Dios, el Salvador, Maestro y Señor
de la Iglesia y de los hombres, para que creyendo en él, se salven (Mc 16, 16)
Has sido fiel a mi Palabra y no has renegado de mi Nombre, por eso te doy el
don de evangelizar para que enseñes mi Palabra, tal como yo lo enseñé: Para la
gloria de Dios y para el bien de las almas. Recuerda mi Gran envío:
«Me ha sido dado
todo poder en el cielo y en la tierra.
Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo
os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin
del mundo.»(Mt 28, 18- 20) Habrá luchas, tentaciones y pruebas, pero yo estaré
contigo para salvarte y protegerte. Bautiza en el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo y enseña todo lo que yo les enseñe: “El arte de vivir en
comunión, el arte de amar, el arte de servir y el arte de compartir”. Lo que te
pido es que sean fiel, al vencedor lo pondré como columna del Santuario de mi
Dios y no saldrá fuera, jamás. Las columnas sostienen el techo, como Servidor,
sostendrá la fe de muchos y cargará las debilidades de los más débiles (Rm 15,
1) Las alimentará con alimentos de “conocimiento y de discernimiento” (Jer 3,
15) Recuerda que Dios bendice al que ama y sirve con alegría (2 de Cor 9, 7)
El que tenga oídos,
oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.
Esta Palabra es para todos en la Iglesia. Los dones de
Dios son irrevocables, no se arrepiente de haberlos dado para servir, todo lo
que nos pide es que seamos fieles como administradores de la multiforme gracia
de Dios (1 de Cor 4, 1) Fieles a Jesucristo, a su Evangelio, a los
Mandamientos, a los Sacramentos, al Servicio. Trabajemos como Iglesia, en
comunión con todos, preocupándonos unos por los otros, en reconciliación
continua y compartiendo con todos, todo lo que Dios nos ha dado. La Iglesia
existe para evangelizar. Cuando evangeliza es fuerte, y cuando no evangeliza es
débil, y los otros son fuertes. Por eso hablemos de los dones del Resucitado a
su Iglesia:
El Señor Jesús hace a su Iglesia partícipe de lo que él
es y de lo que él tiene. No la envía con las manos vacías: “Al atardecer de
aquel día, el primero de la semana, los discípulos tenían cerradas las puertas
del lugar donde se encontraban, pues tenían miedo a los judíos. Entonces se
presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto,
les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también
yo os envío.» Dicho esto, sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A
quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis,
les quedan retenidos.» (Jn 20, 19- 23).
La Paz del Señor.
Cristo mismo es nuestra Paz.
La Alegría al ver al Señor. “Se llenaron de alegría al ver al Señor. La Misión
del Señor. Es ahora la Misión de la Iglesia. El Espíritu Santo. Dios se nos dona
en persona para que realicemos la Misión. El Ministerio de la Reconciliación.
En la Iglesia y por su medio nos reconcilia con Él y reconcilia a los hombres
entre ellos. La Experiencia de la Resurrección. Es la experiencia de la
presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en nuestra vida. Experiencia
que es el Motor de la vida cristiana. El Don para edificar la Iglesia. Por
medio de la Evangelización, los Sacramentos, Oraciones y Obras de Misericordia.
La Misión de la Iglesia es continuar en la historia la
obra redentora de Cristo para que el mundo crea, y creyendo se salve. La clave es la fidelidad
a la Misión y a la Acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo.
Teniendo presente las palabras de la Madre, la primera evangelizada y evangelizadora:
“Hagan lo que él les diga” (Jn 2, 5)
Evangelizar es
ofrecer una Buena Noticia que se presenta a sí misma como el principio más
hondo de salvación para el hombre.
La Buena Noticia consiste en que Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios, que pasó
por el mundo haciendo el bien y que fue crucificado está vivo, presente y
operante en los que creen el él para transformarlos en hombres nuevos, a su
propia imagen .
“Evangelizar
significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la
humanidad y, con su influjo,
transformar desde dentro y renovar a la misma humanidad” (EN 14, 18).
Evangelizar, es por eso, sembrar el
“poder de Dios” en el corazón de los hombres y de las culturas para instaurar
el Reino del Señor, o sea, continuar como ministros de Cristo, su misma obra
evangelizadora.
Evangelizar es
enseñar a la gente el arte de vivir en comunión. Evangelizar es anunciar la persona de Jesús, la
adhesión a su persona, a su destino y a
su misión; dicho de otra manera, anunciar a Jesús, su obra redentora, su Reino
y sus valores.
Evangelizar es ante
todo dar testimonio de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu
Santo (EN 26) Una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho
hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como
don de la gracia y de la misericordia de Dios (EN 27).
Somos Ministros de
la Nueva Alianza: Pero vosotros sois
linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, destinado a
anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su
admirable luz; vosotros, que si en un tiempo no fuisteis pueblo, ahora sois
Pueblo de Dios: ésos de los que antes no se tuvo compasión, pero que ahora son
compadecidos
No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo
Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. Pues el mismo
Dios que dijo ‘Del seno de las tinieblas brille la luz’ la ha hecho brillar en
nuestras mentes, para iluminarnos con el conocimiento de la gloria de Dios, que
brilla en el rostro de Cristo (2 Cor 4, 5-6).
La importancia de
la evangelización.
La Iglesia ha nacido con este fin: Evangelizar. Cristo
vino para anunciar y realizar entre los hombres la Buena Noticia. La Iglesia
nació y vive únicamente para evangelizar a los hombres, a todos los hombres.
Ella es el sacramento universal de salvación: la anuncia y realiza. Su
renovación constante tiene aquí su objetivo: potenciar su actividad misionera
universal, buscar nuevos cauces por los que los hombres conozcan, acepten y
vivan el plan de Dios, despojarse de todo aquello que impide, en cada momento,
la evangelización, realizar todo aquello que pueda hacer más creíble la verdad
del Evangelio.
"La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el
reino de Cristo en toda la tierra para gloria de Dios Padre, y hacer así a
todos los hombres partícipes de la redención salvadora y, por medio de ellos,
ordenar realmente todo el universo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo
místico, dirigida a este fin, recibe el nombre de apostolado, el cual la
Iglesia lo ejerce por obra de todos sus miembros, aunque de diversas
maneras" (C V II: AA 2).
Al Ángel de la Iglesia de Filadelfia escribe: Esto dice
el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David: si él abre, nadie puede
cerrar; si él cierra, nadie puede abrir. Conozco tu conducta: mira que he
abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco
poder, has guardado mi Palabra y no has renegado de mi nombre. Mira que te voy
a entregar algunos de la Sinagoga de Satanás, de los que se proclaman judíos y
no lo son, sino que mienten; yo haré que vayan a postrarse delante de tus pies,
para que sepan que yo te he amado. Ya que has guardado mi recomendación de ser
paciente, también yo te guardaré de la hora de la prueba que va a venir sobre
el mundo entero para probar a los habitantes de la tierra. Vengo pronto; mantén
con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate tu corona. Al vencedor le
pondré de columna en el Santuario de mi Dios, y no saldrá fuera ya más; y
grabaré en él el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios, la
nueva Jerusalén, que baja del cielo enviada por mi Dios, y mi nombre nuevo. El
que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. (Apoc 3, 7- 13).
Conozco tu
conducta: mira que he abierto ante
ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco poder, has
guardado mi Palabra y no has renegado de mi nombre. ¿De qué puerta se trata? Es
el don profético de dar la Palabra de Dios. Lo que hoy día se llama:
“Evangelización.” Evangelizar es sembrar el poder de Dios en el corazón de los
hombres para que lleguen al conocimiento de la Verdad (1 de Tim 2, 4).
Evangelizar es anunciar a Cristo, el Hijo de Dios, el Salvador, Maestro y Señor
de la Iglesia y de los hombres, para que creyendo en él, se salven (Mc 16, 16)
Has sido fiel a mi Palabra y no has renegado de mi Nombre, por eso te doy el
don de evangelizar para que enseñes mi Palabra, tal como yo lo enseñé: Para la
gloria de Dios y para el bien de las almas. Recuerda mi Gran envío:
«Me ha sido dado
todo poder en el cielo y en la tierra.
Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo
os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin
del mundo.»(Mt 28, 18- 20) Habrá luchas, tentaciones y pruebas, pero yo estaré
contigo para salvarte y protegerte. Bautiza en el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo y enseña todo lo que yo les enseñe: “El arte de vivir en
comunión, el arte de amar, el arte de servir y el arte de compartir”. Lo que te
pido es que sean fiel, al vencedor lo pondré como columna del Santuario de mi
Dios y no saldrá fuera, jamás. Las columnas sostienen el techo, como Servidor,
sostendrá la fe de muchos y cargará las debilidades de los más débiles (Rm 15,
1) Las alimentará con alimentos de “conocimiento y de discernimiento” (Jer 3,
15) Recuerda que Dios bendice al que ama y sirve con alegría (2 de Cor 9, 7)
El que tenga oídos,
oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.
Esta Palabra es para todos en la Iglesia. Los dones de
Dios son irrevocables, no se arrepiente de haberlos dado para servir, todo lo
que nos pide es que seamos fieles como administradores de la multiforme gracia
de Dios (1 de Cor 4, 1) Fieles a Jesucristo, a su Evangelio, a los
Mandamientos, a los Sacramentos, al Servicio. Trabajemos como Iglesia, en
comunión con todos, preocupándonos unos por los otros, en reconciliación
continua y compartiendo con todos, todo lo que Dios nos ha dado. La Iglesia
existe para evangelizar. Cuando evangeliza es fuerte, y cuando no evangeliza es
débil, y los otros son fuertes. Por eso hablemos de los dones del Resucitado a
su Iglesia:
El Señor Jesús hace a su Iglesia partícipe de lo que él
es y de lo que él tiene. No la envía con las manos vacías: “Al atardecer de
aquel día, el primero de la semana, los discípulos tenían cerradas las puertas
del lugar donde se encontraban, pues tenían miedo a los judíos. Entonces se
presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto,
les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también
yo os envío.» Dicho esto, sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A
quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis,
les quedan retenidos.» (Jn 20, 19- 23).
La Paz del Señor.
Cristo mismo es nuestra Paz.
La Alegría al ver al Señor. “Se llenaron de alegría al ver al Señor. La Misión
del Señor. Es ahora la Misión de la Iglesia. El Espíritu Santo. Dios se nos dona
en persona para que realicemos la Misión. El Ministerio de la Reconciliación.
En la Iglesia y por su medio nos reconcilia con Él y reconcilia a los hombres
entre ellos. La Experiencia de la Resurrección. Es la experiencia de la
presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en nuestra vida. Experiencia
que es el Motor de la vida cristiana. El Don para edificar la Iglesia. Por
medio de la Evangelización, los Sacramentos, Oraciones y Obras de Misericordia.
La Misión de la Iglesia es continuar en la historia la
obra redentora de Cristo para que el mundo crea, y creyendo se salve. La clave es la fidelidad
a la Misión y a la Acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo.
Teniendo presente las palabras de la Madre, la primera evangelizada y evangelizadora:
“Hagan lo que él les diga” (Jn 2, 5)
Evangelizar es
ofrecer una Buena Noticia que se presenta a sí misma como el principio más
hondo de salvación para el hombre.
La Buena Noticia consiste en que Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios, que pasó
por el mundo haciendo el bien y que fue crucificado está vivo, presente y
operante en los que creen el él para transformarlos en hombres nuevos, a su
propia imagen .
“Evangelizar
significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la
humanidad y, con su influjo,
transformar desde dentro y renovar a la misma humanidad” (EN 14, 18).
Evangelizar, es por eso, sembrar el
“poder de Dios” en el corazón de los hombres y de las culturas para instaurar
el Reino del Señor, o sea, continuar como ministros de Cristo, su misma obra
evangelizadora.
Evangelizar es
enseñar a la gente el arte de vivir en comunión. Evangelizar es anunciar la persona de Jesús, la
adhesión a su persona, a su destino y a
su misión; dicho de otra manera, anunciar a Jesús, su obra redentora, su Reino
y sus valores.
Evangelizar es ante
todo dar testimonio de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu
Santo (EN 26) Una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho
hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como
don de la gracia y de la misericordia de Dios (EN 27).
Somos Ministros de
la Nueva Alianza: Pero vosotros sois
linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, destinado a
anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su
admirable luz; vosotros, que si en un tiempo no fuisteis pueblo, ahora sois
Pueblo de Dios: ésos de los que antes no se tuvo compasión, pero que ahora son
compadecidos
No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo
Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. Pues el mismo
Dios que dijo ‘Del seno de las tinieblas brille la luz’ la ha hecho brillar en
nuestras mentes, para iluminarnos con el conocimiento de la gloria de Dios, que
brilla en el rostro de Cristo (2 Cor 4, 5-6).
La importancia de
la evangelización.
La Iglesia ha nacido con este fin: Evangelizar. Cristo
vino para anunciar y realizar entre los hombres la Buena Noticia. La Iglesia
nació y vive únicamente para evangelizar a los hombres, a todos los hombres.
Ella es el sacramento universal de salvación: la anuncia y realiza. Su
renovación constante tiene aquí su objetivo: potenciar su actividad misionera
universal, buscar nuevos cauces por los que los hombres conozcan, acepten y
vivan el plan de Dios, despojarse de todo aquello que impide, en cada momento,
la evangelización, realizar todo aquello que pueda hacer más creíble la verdad
del Evangelio.
"La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el
reino de Cristo en toda la tierra para gloria de Dios Padre, y hacer así a
todos los hombres partícipes de la redención salvadora y, por medio de ellos,
ordenar realmente todo el universo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo
místico, dirigida a este fin, recibe el nombre de apostolado, el cual la
Iglesia lo ejerce por obra de todos sus miembros, aunque de diversas
maneras" (C V II: AA 2).
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