EL
LIBRE ALBEDRÍO Y LA FE SINCERA NOS LLEVAN A CRISTO.
Mira,
yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas los
mandamientos de Yahveh tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a Yahveh tu
Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, preceptos y normas,
vivirás y multiplicarás; Yahveh tu Dios te bendecirá en la tierra a la que vas
a entrar para tomarla en posesión. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas,
si te dejas arrastrar a postrarte ante otros dioses y a darles culto, yo os
declaro hoy que pereceréis sin remedio y que no viviréis muchos días en el
suelo que vas a tomar en posesión al pasar el Jordán.(Deut. 30, 15- 18)
Eres
libre para hacer el bien y para hacer el mal, de lo que hagas tú serás
responsable. Puedes creer en Cristo y puedes no creer en él. Tú eliges ser luz
o eliges ser tinieblas. Tú decides ser libre interiormente o tú decides no
serlo. Todo eso porque Dios te ha dado el “libre albedrío”. Frente a ti está la
vida y la muerte, felicidad y la desgracia; frente a ti está el agua y el
fuego, mete la mano donde tú quieras (Eclo 15, 11) Todo lo encuentras en la
Sagrada Escritura: Gn 2, 17s; Deut 30, 15s; Eclo 15, 11s) Por eso Jesús a nadie
obligó a creer en él, a nadie engañó y nadie manipuló. “Sí tú quieres” Puedes
creer en mí o me puedes rechazar, de lo que tú hagas tú eres responsable: “Conmigo
o contra mí, el que no junta desparrama” (Mt 12, 30) La Salvación es un don
gratuito, no se impone, pero no es barata, hay que creer y convertirse, y esto,
si tú quieres. A fuerza ni los zapatos entran.
La
Fe es un don de Dios, es una vida, es un poder, es amor, el que escuche la
Palabra y la guarde tiene fe; el que guarde sus Mandamientos tiene fe, el que
ama y hace el bien tiene fe, y el que no, pues no tiene fe. Aunque rece y
prenda velas, pero tiene el corazón lleno de malicia, de odio, envidia, mentira,
hipocresía y maledicencia, no tiene fe (1 de Pe 2, 1) Hay fe donde hay
confianza y abandono en las manos de Dios; hay fe donde hay obediencia a la
Palabra de Cristo o de Dios; hay fe donde hay amor a Dios y a los hombres.
Jesús habló con toda claridad sobre esto: «No todo el que me diga: "Señor,
Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi
Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os
conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21- 23) Sin la fe
sincera que es inseparable de un corazón limpio y de una conciencia recta (1 de
Tim 1, 5), nada es grato ni agradable a Dios (Heb 11, 6)
La
fe sincera es inseparable de la esperanza y del amor (Rm 5, 1- 5) Es religión
verdadera como lo dice Santiago: “La religión pura e intachable ante Dios Padre
es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse
incontaminado del mundo”. (Snt 1, 27) No te enredes en los asuntos de la vida
civil ( 2 de Tim 2, 4) Lo que significa no mezcles la fe, la gracia de Dios, con
una vida mundana y pagana, eso es la carne que no es grata ni agradable a Dios
(Gál 5, 16, Rm 8, 9) De toda mezcla resulta tibieza y dice el apocalipsis: “Conozco
tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora
bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”.
(Apoc 3, 15- 16)
La
fe sincera pide Unidad, Verdad y Santidad (cf Jn 17, 17) Pide remar mar adentro
para dejar la mediocridad y la superficialidad (Lc 5, 4) y pide la obediencia a
la Palabra de Dios: “Echen las redes a la derecha”. Lo que significa servir al
Reino de Dios. La fe pide santidad: “Sed santos, como vuestro Padre celestial
es santo” (1 de Pe 1, 15- 16) Por eso san Juan en el Apocalipsis nos exhorta: Tú
dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que
eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo
que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos
blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez,
y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. Yo a los que amo,
los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. (Apoc 3, 17- 19).
Es un llamado a la santidad, a la verdad y a la unidad. Las tres son inseparables:
“Hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del
Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de
Cristo. Para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y zarandeados por
cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que
conduce engañosamente al error”. (Ef 4, 13- 14) La verdad nos hace libres (Jn
8, 32) de toda malicia, mentira y envidia, para amar y para servir. Sin
libertad, no hay amor y no hay servicio ni Dios ni a los hombres.
La
fe sincera nos lleva a la luz, para que demos frutos de luz: “la bondad, la
verdad y la justicia” (Ef 5, 9); la mansedumbre, la humildad y la misericordia
(Col 3, 12) Estas y otras, son la sobras de la fe, de la que Santiago dice: ¿De
qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: «Tengo fe», si no tiene obras?
¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y
carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz,
calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué
sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. (Snt 2, 14-
17) Y antes nos había dicho: Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a
su lengua, sino que engaña a su propio corazón, su religión es vana. La
religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a
las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo.(Snt 1, 26-
27) Y más delante nos dice: “Aquel, pues, que sabe hacer el bien y no lo hace,
comete pecado”. (Snt 4, 17)
La
fe sincera nos invita a luchar contra el pecado y sus aliados; el mundo, el
maligno y la carne. (cf Ef 2, 1- 3) Y nos pide la obediencia a la Palabra de
Dios: Pero no es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido, si es que habéis
oído hablar de él y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús a
despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe
siguiendo la seducción de las concupiscencias a renovar el espíritu de vuestra
mente, y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y
santidad de la verdad.(Ef 4, 20- 24).
Lo
que pide la fe sincera es guardar los Mandamientos de la Ley de Dios. Por
tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues
somos miembros los unos de los otros. Si os airáis, no pequéis; no se ponga el
sol mientras estéis airados, ni deis ocasión al Diablo. El que robaba, que ya
no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda
hacer partícipe al que se halle en necesidad. No salga de vuestra boca palabra
dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el
bien a los que os escuchen. No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el
que fuisteis sellados para el día de la redención. (Ef 4, 25- 30)
Defiende
tú fe, vívela, celébrala y anúnciala. Que nadie te quiete la Palabra, los
Mandamientos y los Sacramentos de la Iglesia. Todo para la Gloria de Dios y
para el bien de las almas.
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