TODO LO QUE NOS SUCEDE ES PARA BIEN DE
LOS QUE AMAN A DIOS.
Recordad que Dios ha querido probarnos como a nuestros padres. Recordad lo que
hizo con Abraham, las pruebas por que hizo pasar a Isaac, lo que aconteció a
Jacob. Como les puso a ellos en el crisol para sondear sus corazones, así el
Señor nos hiere a nosotros, los que nos acercamos a él, no para castigarnos,
sino para amonestarnos. (Jdt 8, 21b-23)
La
finalidad de las pruebas espirituales es la purificación de nuestros corazones
y el crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad. Sólo después de la prueba
si hemos sido vencedores, podeos llamarnos hijos de Dios. Las pruebas son la
señal que estamos siguiendo a Cristo que le pertenecemos, lo amamos y le
servimos. Son también un llamado al arrepentimiento y a la conversión: “Yo a
los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete”. (Apoc
3, 19)
Arrepentirse
es volverse a Dios con un corazón contrito para recibir el perdón de los
pecados y la gracia, para luego convertirnos de todo corazón y llenarnos de
Cristo: “Sed para mí santos, porque yo, el Señor, soy santo, y os he separado
de entre los pueblos para que seáis míos”. (Lv 20, 26) La conversión es la Obra
de Dios en nuestra vida, ayudada con nuestras decisiones. Dios y nosotros. En
nuestro proceso de conversión, Dios toma la iniciativa. Nos da la luz, el poder
y el amor.
En aquellos días, cuando comunicaron al rey de Egipto que el pueblo había
escapado, el Faraón y su corte cambiaron de parecer sobre el pueblo, y se
dijeron: «¿Qué hemos hecho? Hemos dejado marchar a nuestros esclavos
israelitas.»
Hizo
preparar un carro y tomó consigo sus tropas: tomó seiscientos carros escogidos
y los demás carros de Egipto con sus correspondientes oficiales. Se acercaba el
Faraón, los israelitas alzaron la vista y vieron a los egipcios que avanzaban
detrás de ellos y, muertos de miedo, gritaron al Señor. Y dijeron a Moisés:
«¿No había sepulcros en Egipto?, nos has traído a morir en el desierto; ¿qué es
lo que nos has hecho sacándonos de Egipto? ¿No te lo decíamos en Egipto:
"Déjanos en paz, y serviremos a los egipcios; más nos vale servir a los
egipcios que morir en el desierto"?» Moisés respondió al pueblo: «No
tengáis miedo; estad firmes, y veréis la victoria que el Señor os va a conceder
hoy: esos egipcios que estáis viendo hoy, no los volveréis a ver jamás. El
Señor peleará por vosotros; vosotros esperad en silencio.» El Señor dijo a
Moisés: «¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en
marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para
que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto.
Que
yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me
cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de
los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto
de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de sus guerreros.» Éxodo
(14,5-18).
La
liberación de la esclavitud no es nada fácil, por un lado los egipcios se arrepienten
de haber dejado salir al pueblo y van tras él, por otro lado el pueblo se llena
de miedo y prefieren ser esclavos a ser pueblo libre y soberano. El pueblo
clama a Dios y se quejan contra Moisés que les anima a confiar en Dios. El
Señor le dice a Moisés: «¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que
se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y
divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto.
Dios
es el Liberador de su pueblo, Moisés es tan solo su instrumento. Él quiere
sacar a su pueblo de la esclavitud para hacer alianza con él. Primero los
libera, luego se reconcilia con ellos y luego los hace su Pueblo. El libro de la
sabiduría nos dice: “Tú, Dios nuestro, eres bueno, leal y paciente, y con
misericordia gobiernas todas las cosas. La perfecta justicia consiste en
conocerte a ti, y reconocer tu poder es la raíz de la inmortalidad”. (Sb
15, 1. 3)
Dios
es nuestro Creador, nuestro Redentor y es nuestro Salvador (Is 43, 1- 3) Por
eso el profeta Baruck nos dice: “Hijos, clamad al Señor: él os librará de la tiranía
y de la mano de vuestros enemigos. Yo espero del Eterno vuestra salvación, del
Santo me ha venido la alegría, por la misericordia que llegará pronto a
vosotros de parte del Eterno, vuestro Salvador”. (Ba 4, 21b-22) El anhelo
eterno de Dios es nuestra liberación, quitarnos el yugo de la idolatría para
que seamos libres como él es Libre. Pero quiere nuestra decisión porque tenemos
libre albedrío. Nada a fuerzas. Tú decides
ser libre o quedarte en la servidumbre.
Con
la fe en Cristo Jesús nos apropiamos de la libertad de los hijos de Dios. (Gál
5, 1) La libertad es una propiedad de la voluntad que se logra en la escucha y
obediencia de la Palabra de Dios: “Decía,
pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi
Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres”. (Jn 8, 31- 32) Libres de todo lo que esclaviza y libres
para amar y para servir. “Para ser libres nos liberó Cristo”.
Para
que siendo libres podamos amarnos como él nos ama, y entonces, podamos ser
santos como él es santo: “Que el Señor os haga aumentar y rebosar en amor de
unos con otros y con todos, así como os amamos nosotros, para que conservéis
vuestros corazones intachables en santidad ante Dios, Padre nuestro, cuando
venga nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos”. (1Ts 3, 12-13)
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