TODO LO PUEDO EN CRISTO JESÚS QUE ME FORTALECE (Flp 4, 13)

 


TODO LO PUEDO EN CRISTO JESÚS QUE ME FORTALECE (Flp 4, 13)

“Que el Señor os haga aumentar y rebosar en amor de unos con otros y con todos, así como os amamos nosotros, para que conservéis vuestros corazones intachables en santidad ante Dios, Padre nuestro, cuando venga nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos”. (1Ts 3, 12-13)

Aumentar y rebosar en amor es un crecer en fe, esperanza y en caridad. Es un crecer en la gracia de Dios, un crecer en amor, humildad y por ende en santidad. La gracia es el don gratuito que recibimos en el sacramento del bautismo y después en los otros sacramentos como la Confesión. Donde es derramado el amor de Dios juntamente con el Espíritu Santo (Rm 5, 5) Ahí hay gracia de Dios y crece con la práctica de las virtudes, tal como lo dice el apóstol san Pedro: Por eso, pongan el máximo empeño en incrementar su fe con la firmeza, la firmeza con el conocimiento, el conocimiento con el dominio de los instintos, el dominio de los instintos con la constancia, la constancia con la piedad, la piedad con el amor fraterno y el amor fraterno con la caridad. Pues si tienen todas estas virtudes en forma eminente, no serán inútiles ni estériles, sino que más bien alcanzarán el conocimiento de Cristo Jesús, nuestro Señor.(2 de Pe 1, 5- 8).

Es por medio de la gracia y los sacramentos, que el cristiano tiene la certeza de no estar solo en sus batallas. Es la gracia de Dios que nos da la esperanza de ser perdonados de nuestros pecados y de  resucitar un día con Cristo.

A través de las Escrituras, recibos la sabiduría de saber que somos sus hijos. Si nos fiamos de él, el nos promete la perfecta alegría que no es simplemente dejar de sufrir, sino mas bien que vayamos por la vida sintiéndonos amados por Dios.

Por la gracia de Dios sabemos que no estamos solos, somos Comunidad fraterna. Somos una fraternidad en Cristo, llamados a servirnos unos a los otros (Jn 13, 13) Con la misma dignidad entre todos. La dignidad recibida en el bautismo.

Por la gracia, llegamos a ser hijos adoptivos de Dios en Cristo y coherederos de la herencia de Dios. (Rm 8, 14-17) Con la meta de una vida eterna (Jn 17, 3). Si somos fieles es gracia de Dios. Todo don perfecto viene de Dios, nada para presumir (1 de Cor 4, 7)

Por la gracia de Dios rompemos con el pecado para participar la naturaleza divina. (2 de Pe 1- 3) Todo es gracia de Dios. Que creamos, que nos arrepintamos, que nos convirtamos y hagamos obras buenas, todo es gracia de Dios. Nada de que presumir.

Por estas razones, el que crece en caridad y en humildad se hace santo, con la misma santidad de Cristo Jesús que nos invita a ser mansos y humildes de corazón como él (Mt 11, 29) Este camino de la santidad pide esfuerzos, renuncias y sacrificios, apoyándose en la gracia de Dios. El que quiera ser santo que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y me siga, (cf Lc 9, 23) lo ha dicho el Señor. Que abandone sus madrigueras y sus nidos, es decir, la vida mundana y pagana, los sentimentalismos y los emocionalismos (Lc 9, 58) para que pueda estar conmigo en mi Pascua (Jn 12, 24- 25).

Por la gracia de Dios estamos en comunión con Cristo y podemos dar fruto, el fruto es el amor, la paz y el gozo (Jn 15, 4.9; Gál 5, 22) Por la gracia de Cristo o de Dios nos levantamos, caminamos y vamos hacia delante, dejando atrás la fe cómoda, mediocre y superficial para remar mar adentro y soportar las tormentas de la vida y permanecer de pie. (Lc 5, 4; Mt 7, 24- 25; Mt 8, 23-28; Ef 6, 10- 12)  La gracia nos interpela, nos sacude y nos hace trabajar con parresia. No es un espíritu de miedo o de esclavitud, sino de amor, fortaleza y dominio propio (2 de Tim 1, 6-7) Por gracia de Dios podemos dar testimonio de Cristo de Palabra y con obras (Hch 1, 8) La gracia de Dios es el Espíritu Santo que está en nosotros y nos hace ser casas de Dios. (1 de Cor 12,12) Es por gracia de Dios que podemos ser testigos de Cristo, hasta dar la vida por él. (Lc 9, 23- 24; Jn 12, 24- 26)

Iluminados por las Escrituras podemos decir: “Todo lo que nos sucede es para bien de los que aman a Dios” (Rm 8, 28) Y podemos caminar con Jesús, siguiendo sus huellas: caminando humildemente con Dios (cf Mq 6, 8) Y poder reproducir su imagen (Rm 8, 29) Ya que hemos sido perdonados, reconciliados, salvados y santificados por su gracia. El camino de Jesús nos lleva a encarnar sus Bienaventuranzas, pura gracia de Dios, y poder ser como Jesús pobre de espíritu, sufrido, manso, humilde, limpio de corazón, misericordioso, pacifico, justo y por ende santo (Mt 5, 3- 11) En medio de nuestras muchas debilidades, podemos decir con san Pablo: “Tu gracia me basta, tu amor es todo lo que necesito” (2 de Cor 12, 9)

Por eso, apoyados por la gracia, levantemos nuestra mirada hacia lo Alto, donde está Cristo sentado a la derecha del Padre y busquemos crecer en la gracia de Dios, no busquemos las cosas de abajo, sino las de arriba, ya que hemos muerto al pecado y vivimos en Cristo para Dios (cf Col 3, 1- 4) Y caminemos con Cristo hacia la meta que ya nos dio alcance (Flp 3, 13. 14)

Sigamos conducidos por la gracia de Dios el camino de Jesús: camino de desprendimiento, de anonada miento de humillación y de obediencia hasta la vergonzosa muerte de Cruz (Flp 2, 6-8) Muramos con Cristo y resucitamos con él a la vida de Dios (Rm 6, 3- 4) Para que Dios nos resucite y esta sea nuestra esperanza, y pasemos la eternidad con Jesús y con la Iglesia triunfante en la Casa del Padre. Todo el que tiene esta esperanza se hace santo como él es santo (cf 1de Jn 3, 1)

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