EL DÍA DE SANTIAGO APÓSTOL.
Llamados a ser Apóstoles:
Dios
nos ha confiado el mensaje de la reconciliación. Por eso nosotros actuamos como
enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por medio nuestro. En
nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. (2Co 5, 19b-20)
El
Apóstol es enviado, enviado por Cristo a continuar su Obra redentora por el
mundo, con la misión de anunciar su evangelio. Santificar a los hombres y
conducir a los fieles. Primero fueron llamados a ser discípulos, para luego ser
apóstoles, pero sin dejar de ser discípulos, para estar siempre en el camino de
la enseñanza de su Maestro Jesús de Nazaret.
En
aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se
postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?» Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el
otro a tu izquierda.» Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois
capaces de beber el cáliz que yo he de beber?» Contestaron: «Lo somos.» Él les
dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me
toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi
Padre.»
Santiago
y Juan, los hijos del Zebedeo, Jesús les llamó “Los hijos del trueno” por ser
violentos y agresivos. Eran soberbios y envidiosos y buscaban los primeros
lugares. Quería bajar fuego del cielo para destruir a los samaritanos. (Lc 9, 51) Sin embargo
pertenecían al grupo de los predilectos de Jesús que los llevó al Monte Tabor y
fueron testigos de la Transfiguración, juntamente con Pedro. (Mc 9, 2) Así mismo los llevo
a presenciar la resurrección de la hija de Jairo. (Mc 5, 21- 43) Hoy van por el camino y
mientras Jesús les habla de lo que a pasar en Jerusalén, su pasión, su muerte y
resurrección, ellos no lo entienden, porque en sus mentes y en sus corazones
estaban como alcanzar los primeros lugares. Recurren a la madre que era tía del
Maestro. Los puestos de la derecha y de la izquierda está ya reservado para otros
llamados Gestas y Dimas, los dos hombres que fueron crucificados junto al
Señor.
Los
otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero
Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los
tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que
quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser
primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre
no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por
muchos.» (Mateo 20,20-28)
Los
otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Todos
buscaban lo mismo, sólo que estos se les adelantaron. Jesús aprovecha la oportunidad
para darnos una enseñanza fundamental del cristianismo. “Sabéis que los jefes
de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen”. No sean como
ellos, que oprimen, aplastan, dividen y matan. Y les dice que significa ser
grande en el Reino de Dios: ser servidor de los demás. El que quiera ser el
primero que sea vuestro esclavo, siervo de los otros. Gobernar significa reinar
y reinar significa servir. Jesús se presenta como el modelo para servir y para
dar su vida por muchos.
¿Cuándo entienden los apóstoles el mensaje de Jesús?
Después de la resurrección, Jesús
entra en sus corazones y se convierte en el Maestro interior y se da en ellos
una conversión verdadera, auténtica y sincera, están dispuestos a seguir a
Cristo hasta la muerte. El primero de todos que cayó, fue Santiago el Zebedeo,
que fue obispo de Jerusalén, que en su carta nos presenta su fidelidad a la
Palabra, a Cristo y a la Iglesia. Es el apóstol fiel a su Maestro, su testigo,
su mártir. Entre otras cosas nos dice: “No se contenten con ser oyentes, sean practicantes”
(cf St 1, 22) “La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a
los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del
mundo”. (St 1, 27) “Pero si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y espíritu
de contienda, no os jactéis ni mintáis contra la verdad. Tal sabiduría no
desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca. Pues donde
existen envidias y espíritu de contienda, allí hay desconcierto y toda clase de
maldad”. (St 3, 14- 16) “Aquel, pues, que sabe hacer el bien y no lo hace,
comete pecado”. Es el pecado de omisión. (St 4, 17)
El
mensaje de los Apóstoles.
Después
de Pentecostés, salieron del Cenáculo y con poder predicaban la Palabra de Dios.
Enseñaban lo que Jesús les había enseñado a
ellos: el arte de vivir en comunión, el arte de amar y el arte de
servir. Los creyentes que se unían a la Comunidad asistían asiduamente a la
enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, la fracción del pan y a las oraciones,
las cuatro columnas de la Comunidad. (Hch 2, 42) Los apóstoles hacían muchos
signos y prodigios en medio del pueblo, y crecía el número de los creyentes,
hombres y mujeres, que se adherían al Señor. (Hch 5, 12a. 14)
Todos
judíos y gentiles, unidos en virtud de la sangre de Cristo eran reconciliados
para formar un solo pueblo, el pueblo de Dios: “Ya no sois extranjeros ni
forasteros, sino que sois ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la
familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y
profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio
queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al
Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser
morada de Dios por el Espíritu”. (Ef 2, 19-22)
Los
Apóstoles recibieron de las manos de Jesús resucitado los dones de Cristo para
edificar la Iglesia: La paz, el gozo, la Misión, el Espíritu Santo. El Ministerio
de la reconciliación y la experiencia de la resurrección (Jn 20, 20- 23) Con la
promesa de que “Yo estaré con ustedes todos los días hasta la consumación de
los siglos”. (Mt 28, 20)
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