SER CONDUCIDOS POR EL ESPÍRITU SANTO
NOS LLEVA A CRISTO.
Pues
toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como
a ti mismo. (Gál 5, 14) Ama el que es libre en Cristo, pues para ser libres nos
ha liberado (Gál 5, 1) Tal como lo dice
san Juan: Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os
mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la
verdad y la verdad os hará libres.» (Jn 8, 31- 32) El hombre libre es el que ha
pasado de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, es un ser
responsable y capaz de amar. Es el que padecido la acción del Espíritu Santo: Les
dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré
salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel.
(Ez37, 12) Para realizar lo anterior Jesús, vino, vivió, murió y resucitó para
el perdón de nuestros pecados y para darnos vida eterna (Rm 4, 25)
Pero,
no confundamos la libertad con el libertinaje. Este deshumaniza y la libertad
edifica y construye. “Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad;
sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario,
servíos por amor los unos a los otros”. (Gál 5, 13) ¿A qué le llama Pablo “la
carne”? A la inclinación que hay en el hombre hacia el pecado. La carne nos
lleva a la esclavitud y a la muerte (Rm 6, 20-23) Nos deshumaniza y
despersonaliza. Por eso Pablo de la carne contra el Espíritu, dos estilos de
vida para elegir: vida o muerte (Dt 30, 15)
Pues
la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la
carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que
quisierais. (Gál 5, 17) La carne tiene sus obras: Ahora bien, las obras de la
carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería,
odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias,
embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya
os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. (Gál
5, 19- 21) Como lo había dicho antes: Pero si os mordéis y os devoráis
mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros! (Gál 5, 15) En la carta a
los romanos nos dice el apóstol: Como en pleno día, procedamos con decoro: nada
de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades
y envidias. (Rm 13, 13)
Pero,
también el Espíritu tiene sus frutos, llamados frutos de la fe: En cambio el
fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad,
fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los
que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus
apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu.
(Gál 5, 22- 25) En las cartas y a los colosenses enumera otros Frutos: La
bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9) La humildad, la mansedumbre la
caridad, la paz y la misericordia (Col 3, 12- 13)
Para
dar los frutos del Espíritu hay que convertirse en hombres nuevos, hay que
morir al pecado para vivir para Dios (Rm 6, 11) Hay que despojarse del traje de
tinieblas para revestirse de luz, con la armadura de Dios (R 13, 12) Hay que
vivir en comunión con Cristo por amor (Jn 15, 4. 9) hay que guardar los
mandamientos (Jn 14, 21) y guardar su Palabra (Jn 14, 23) Lo que implica negarse
a sí mismo, amar y seguir a Cristo (Lc 9, 23) Es el camino del grano de trigo
que Jesus vivió: “En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en
tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su
vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida
eterna”. (Jn 12, 24- 25) Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí
estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. (Jn 12,
26) Seguir a Cristo es el camino para llenarnos de su Gracia, y así, poder
entrar en su Pascua: Para participar de su Muerte y Resurrección. (Rm 6, 3- 4)
Entramos
a su Pascua, no como turistas o como extranjeros, sino, como conciudadanos del
Reino, con derechos y con deberes: “Así pues, ya no sois extraños ni
forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados
sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo
mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo
santo en el Señor, en quien también vosotros estáis siendo juntamente
edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu”. (Ef 2, 19- 22).
Acercándoos
a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios,
también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio
espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales,
aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. Pues está en la Escritura: He aquí
que coloco en Sión una piedra angular, elegida, preciosa y el que crea en ella
no será confundido. Para vosotros, pues, creyentes, el honor; pero para los
incrédulos, la piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha
convertido, en piedra de tropiezo y roca de escándalo. Tropiezan en ella porque
no creen en la Palabra; para esto han sido destinados. Pero vosotros sois
linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar
las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz vosotros
que en un tiempo no erais pueblo y que ahora sois el Pueblo de Dios, de los que
antes no se tuvo compasión, pero ahora son compadecidos. (1 de Pe 2, 4- 10)
Hay
Espiritualidad cristiana o bíblica, donde hay Vida espiritual, y hay vida
espiritual donde hay Espíritu Santo, dejémonos conducir por él para que podamos
conocer, amar y servir a Cristo, y después de la muerte, la Gloria eterna (cf
Rm 8, 17)
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