Aquel
día, a los tres meses de salir de Egipto, los israelitas llegaron al desierto
de Sinaí: saliendo de Rafidín, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon allí,
frente al monte. El Señor dijo a Moisés: «Voy a acercarme a ti en una nube
espesa, para que el pueblo pueda escuchar lo que te digo, y te crea en
adelante.» Moisés comunicó al Señor lo que el pueblo había dicho. Y el Señor le
dijo: «Vuelve a tu pueblo, purifícalos hoy y mañana, que se laven la ropa y
estén preparados para pasado mañana; pues el Señor bajará al monte Sinaí a la
vista del pueblo.» (Éxodo 19,1-2.9-11.16-20b)
Tres
meses después de haber salido de la esclavitud de Egipto, el pueblo llega al Monte
Sinaí para hacer Alianza entre Dios y su pueblo, porque Dios no hace alianza con esclavos, primero
los libera para luego hacer Alianza con ellos. La pedagogía de Dios es la
misma, ayer, hoy y siempre (Heb 13, 8) Hoy, nosotros, los que hemos tenido la
suerte y la predilección de Dios, hemos tenido un encuentro con Cristo, hemos
tenido la experiencia de la presencia de Dios en nuestros corazones, hemos sido
conducidos al desierto, el lugar de la experiencia de la victoria de Dios sobre
nuestra vida, y a la vez, el lugar donde habitan los demonios con los que hemos
de luchar, vencerlos y atarlos para luego, ir a como misioneros de Cristo a
servir al Evangelio. Tres meses después de nuestro encuentro, después de una
luna de miel y la experiencia del desierto, llega el momento de gracia de hacer
o renovar nuestra Alianza con el Señor.
Es
un momento de gracia. Exige vivir la experiencia de Dios que nos deja la doble
experiencia: “Que Dios nos ama y que también nosotros lo amamos”. Lo amamos por
que guardamos sus mandamientos, su Palabra y amamos al prójimo. Hablamos del
final del desierto, cuando Jesús, luchó y venció al Maligno con sus tres
tentaciones. Así también nosotros somos tentados de la misma manera para prepararnos
para la hermosa decisión de nuestra fe en Cristo. Es un momento de gracia y de
fidelidad.
El
demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los
reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: "Te daré todo esto, si
te postras para adorarme". Jesús le respondió: "Retírate, Satanás,
porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios y a él solo rendirás
culto". Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para
servirlo. (Mt 4, 8- 11) Jesús vence al demonio lo ata, para luego ser servido
por los ángeles e irse a predicar su evangelio y liberar a los oprimidos por el
Diablo. (Hch 10, 38)
Jesús
se confirma como el Hijo y el Mesías de su Padre, su Servidor. A esta
experiencia nosotros le llamamos: “La Opción fundamental por Cristo”. Que
traducida es la “Firme Decisión de seguir a Cristo” O “Tomar la firme de
terminación de creer en Cristo, amarlo y seguirlo” “Dando a la misma vez, la
espalda al Mundo”. Es aceptar pertenecerle a Cristo para amarlo y para
servirlo. Es hacer Alianza con él y con los suyos. Quiero ser tu Discípulo,
quiero pertenecerte, y desde ahora poner mi vida en tus manos y dejarme
conducir por Ti, Señor Jesús. Es aceptar el compromiso bautismal: “Ser enviado
con Cristo a favor de otros, para servir y dar mi vida por los hombres amados y
redimidos por Cristo”. Esta Opción Fundamental podemos renovarla muchas veces.
Equivale a renovar nuestra Alianza con el Señor.
La
respuesta de Jesús a nuestra Opción fundamental está llena de Luz: “El mundo
los odia porque ustedes me aman, si ustedes me odiaran el mundo los amaría”(Jn
15,18) Es aceptar la Misión y el Destino de Jesús. Es aceptar voluntariamente
la Cruz de Jesús: “Niégate a ti mismo, toma tu Cruz y sígueme”(Lc 9, 23) Y con
su Cruz derrama en nuestros corazones una porción doble o triple de fe,
esperanza y caridad para que seamos fieles al servicio. Y nos sobre avisa: “Hijos
míos se han decidido a servirme, prepárense para la prueba, y en las pruebas,
no se desesperen, aférrense a mí, sean pacientes, confíen en mí, esperen en mí
y esperen en mi misericordia”. (cf Eclo 2, 1- 4) La Cruz de Jesús es su Yugo,
no lo llevamos solos, él camina con nosotros para que aprendamos de él. (Mt 11,
29- 30; Mt 28, 20).
La
Cruz de Jesús está hecha de amor, verdad, justicia y servicio. Es el camino que
nos lleva a la resurrección. Sin cruz no hay resurrección, todo es iluminismo,
y sin esta, la cruz es una experiencia drástica. Cruz y Resurrección son dos
momentos de un mismo acontecimiento: la Pascua de Cristo. Es un morir al pecado
para vivir para Dios, (Rm 6, 10- 11) Recordemos a Pablo decirnos: “Por eso lo
soporto todo por el bien de los elegidos, para que también ellos alcancen la
salvación que se nos dio en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna. Una
cosa es cierta: si hemos muerto con él, también viviremos con él. Si sufrimos
pacientemente con él, también reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos
negará. Si somos infieles, él permanece
fiel, pues no puede desmentirse a sí mismo”.(2 de Tim 2, 10- 13)
Cuando
Jesús dice: Permanezcan en mi amor (Jn 15, 8) Pablo nos dice: “No se bajen de
la cruz, (Gál 5, 24) para que no caigan en el pozo de la muerte. Por eso la
Cruz es el signo del amor, de la verdad y de la vida (Jn 14, 6) El que abraza
la cruz, abraza la Voluntad de Dios, abraza el Mensaje, la Misión y el Destino de Cristo Jesús.
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