EL AMOR ES EL VÍNCULO DE LA PERFECCIÓN.

 


EL AMOR ES EL VÍNCULO DE LA PERFECCIÓN.

Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48) La perfección es un llamado a la santidad por el amor. Sin amor no hay santidad. Perfecto sólo Dios nosotros somos perfectibles, somos seres capaces de cambiar con la ayuda de la Gracia de Dios. Así lo dijo Jesús: Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. (Jn 15, 4)

Sed perfectos. Por lo demás, hermanos, alegraos; sed perfectos; animaos; tened un mismo sentir; vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros. (2 de Cor 13, 11) La perfección pide paz y reconciliación, alegría y caridad. La caridad pide amor reciproco: amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. (Rm 12, 10- 13) Lo que hace referencia a la práctica de las Obras de Misericordia.

El amor es el vínculo de la perfección. (Col 3, 14) El amor es lo que une, íntegra y reconcilia. La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. (1 de Cor 13, 4- 7) Sin la caridad nuestro corazón está vacío de amor, de Dios y de los demás valores del Reino.

Por eso san Juan dice al Ángel de Sardes: No he encontrado tus obras perfectas a los ojos de Dios. Si no estás en vela no sabrás a qué hora vendré sobre ti (Ap 3, 3) Por eso si quieres ser perfecto escucha mi Palabra, guardada y arrepiéntete para que puedas vestirte de blanco y alcances la santidad.

Al Ángel de Laodicea le dice: “Conozco tu conducta: no eres ni frío  ni caliente. Pero, ¡ojalá fueras frío o caliente! Y puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca” ( Ap 3, 15- 16) Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. (Ap 3, 17- 18) Si quieres ser perfecto arrepiéntete, abraza mi Cruz y sígueme. (Lc 9, 23)

Por eso el apóstol Santiago que para que alcancemos la perfección hemos de ser probados muchas veces en la fe: “La calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento. Pero esta paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas, para que seáis perfectos”. (St 1, 3- 4) Toda virtud debe de ser probada, para que sea virtud probada. Sin humildad no hay perfección cristiana. De la misma manera decimos que sin caridad no hay perfección: “Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme”  (Mt  19, 21) La perfección cristiana pide encarnar las bienaventuranzas: Ser pobres de espíritu, ser sufridos, ser mansos y humildes de corazón, limpios de corazón, misericordiosos, pacíficos y justos. (Mt 5, 3- 11) Para ir alcanzando nuestra configuración con Cristo. Lo que pide ser sus discípulos con tres características: “Negarse a sí mismos” “abrazar la cruz con amor” y “seguir a Cristo” (Lc 9 23) Este es el camino para alcanzar la perfección, y llegar a ser santos como él es santo (1 de Pe 1, 15)

La Iglesia nos recuerda que todos los bautizados estamos llamados a la perfección y a la santidad. Lo primero es desear ser santos y buscarlo, Dios nos ha puesto los medios para crecer en santidad. Lo primero es ser hombres renuevos que han nacido de lo Alto, de Dios (Jn 1, 11- 12) En segundo lugar buscar hacer en todo la voluntad de Dios que consiste en nuestra santificación y pertenecer al Reino de Dios (Mt 6, 9) Pablo confirma lo anterior al decirnos: Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él. (Col 3, 1- 4)

En tercer lugar tomar en serio nuestra conversión: Tomando la firme determinación de seguir a Cristo y dando la espalda al mundo. Despojándose del hombre viejo y revistiéndose del hombres nuevo  (Ef 4, 23- 24) Teniendo como modelo a Jesús, el Cristo que se despojó de sí mismo, se anonadó, se humilló a si mismo y se hizo obediente hasta la muerte de cruz (Flp 2, 6- 8)

Pablo nos presenta un camino de perfección: Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión, que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo. (Flp 2, 1- 5)

 

 

 

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