DIOS SE REVELA A SÍ MISMO Y EL MISTERIO DE SU VOLUNTAD.

 


DIOS SE REVELA A SÍ MISMO Y EL MISTERIO DE SU VOLUNTAD.

La Revelación de Dios está contenida en la Biblia. Dios se revela a sí mismo y nos revela el Misterio de su Voluntad. El Deseo de Dios es salvar a todos los hombres y que lleguen al conocimiento de su verdad (1 de Tim 2, 4)

En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro, Jetró, sacerdote de Madián. En cierta ocasión llevó el rebaño más allá del desierto, hasta el Horeb, el monte de Dios, y el Señor se le apareció en una llama que salía de un zarzal. Moisés observó con gran asombro que la zarza ardía sin consumirse y se dijo: "Voy a ver de cerca esa cosa tan extraña, por qué la zarza no se quema". Moisés va más a allá del desierto, llega hasta el monte de Dios. Ha pasado el desierto, lo ha superado, lo ha vencido, Ahora sigue en Encuentro con Dios que ha acompañado a Moisés a lo largo del desierto:

Viendo el Señor que Moisés se había desviado para mirar, lo llamó desde la zarza: "¡Moisés, Moisés!" El respondió: "Aquí estoy". Le dijo Dios: "¡No te acerques! Quítate las sandalias, porque el lugar que pisas es tierra sagrada". Y añadió: "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Dios llama a Moisés por su nombre y él le responde con una “Aquí estoy”. Dios le responde: Descálzate, porque el terreno que pisas es sagrado. Lugo Dios se identifica: Yo Soy el Dios de tus padres. Tus padres se identificaron conmigo, por eso son mis hijos predilectos.

Entonces Moisés se tapó la cara, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Pero el Señor le dijo: "El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto cómo los oprimen los egipcios. Ahora, ve a ver al faraón, porque yo te envío para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel". El pueblo de Israel sabía que nadie puede ver a Dios y seguir viviendo, por eso Moisés se tapó la cara. Luego de este gesto, Dios revela a Moisés su Plan de Salvación: “He escuchado el clamor de mi pueblo; he visto la opresión de mi pueblo; he bajado para liberar a mi pueblo. Y le comunica su voluntad: Tu eres mi misionero, Yo te envío para que libera a mi pueblo de la esclavitud de Egipto.

Moisés le dijo entonces a Dios: "¿Quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel?" El Señor respondió: "Yo estaré contigo y ésta será la señal de que yo te envío: Cuando hayas sacado de Egipto a mi pueblo, ustedes darán culto a Dios en este monte". (Ex 3, 1-6. 9-12) “Yo estaré contigo” Y la señal de esto es el culto que me darás al salir de Egipto en este monte. Dios no hace alianza con esclavos, primero lo libera y luego, hace alianza, y después de la alianza viene el culto. Un culto acompañado con la justicia y la obediencia para que sea grato a Dios.

Relato evangélico:

En aquel tiempo, Jesús exclamó: "¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien. El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar''. (Mt 11, 25- 27)

Jesús después de un fracaso en la misión de Galilea, no se queja y no se lamenta, más bien alaba y bendice a su Padre del Cielo, y da gracias porque ha escondido sus cosas a los sabios y entendidos. Estos son los escribas, fariseos y sacerdotes que no creyeron en él, se les hizo poca cosa. Las cosas que se les había escondido son su Evangelio, sus palabras y sus milagros. La gente sencilla son los de corazón pobre, sencillo y humilde que acogió en su corazón el Mensaje de Jesús. A este pequeño resto (Lc 12, 32) les concedió llegar a ser hijos de Dios (Jn 1, 11-12)

La pedagogía de Dios es la misma ayer, hoy y siempre (Heb 13, 8) Desde Abraham hasta hoy Dios, no ha cambiado su pedagogía. Es la misma hace más de cuatro mil años, que hace dos mil años cuando Jesús nació, como lo es hoy. Los soberbios si quieren conocer a Dios tienen que convertirse, bajarse de sus pedestales para bajarse al nivel de los pequeños, de los sencillos y de los humildes. Todos somos llamados a la perfección por el camino del desprendimiento de toda maldad para revestirse de justicia y santidad (Ef 4, 24) El principio de la sencillez es reconocer que somos conflictivos y constructores de muros que dividen. El principio de la humildad es reconocer que somos pecadores y somos obstáculos para otros. El humilde, como principio reconoce que todo lo bueno que tiene lo ha recibido como regalo de Dios para compartirlo con los demás.

El humilde se deja lavar los pies por Jesus, para luego, lavar los pies a los demás (cf Jn 13, 13) Por eso es hombre nuevo, al igual que su Maestro, con la disponibilidad de hacer la voluntad de Dios y con disponibilidad de servir a los demás y caminar con ellos. Es un hombre y una mujer con corazón hospitalario (Rm 12, 13). Es portador del amor de Dios. (Rm 5, 5) Por eso Pablo nos habla:

 El amor no pasa nunca. El don de predicar se acabará. El don de lenguas enmudecerá. El saber se acabará. Mi conocer es por ahora inmaduro; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: éstas tres. La más grande es el amor. (1Co 13, 8-9, 13)

El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.  (1Co 13, 4-7)

Para amar tal como lo dice Pablo, sin fingimiento, (Rm 12, 9) Hay que ser libres, con la libertad de los hijos de Dios (Gál 5, 1) Sólo los libres pueden amar, los esclavos del pecado no pueden. “Para ser libres no libertó Cristo”. Es Jesús el que nos invita a la libertad: Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.» (Jn 8, 31- 32) Para siendo libres seamos misioneros, enviados a trabajar por la liberación de los hombres, como Moisés y como Jesús, así está en la Revelación de Dios en la Biblia. Para eso hay que ir más allá del desierto, para vivir de encuentros con el Señor que nos capacita para el servicio.

 




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