LA
FE ES UN DON DE DIOS SU PRECIO FUE PAGADO A PRECIO DE SANGRE.
La
fe es un don de Dios. Es un poder, es vida, es vigor, es fuerza, es luz, es
amor. Es un Alguien, es una persona que conocemos con el nombre de Jesús, a la
que la revelación le llama el Hijo de Dios, el Mesías. (Mt 16, 16) Es el don de
Dios a los hombres: Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único,
para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. (Jn 3,
16) Es la vida que el Padre nos ha dado: Y este es el testimonio: que Dios nos
ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo, tiene la
vida; quien no tiene al Hijo, no tiene la vida.(1 Jn 5, 11- 12) Es luz porque
él mismo lo afirmó: «Yo soy la Luz del mundo; el que me sigue no andará en
tinieblas, sino que tendrá la Luz de la vida».(Jn 8, 12) El poder de Jesús está
en su Amor, está en su Compasión. (Jn 14, 6)
Todo
lo hizo por amor y sin amor no hizo nada: “El cual, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en
su porte como hombre, y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y
muerte de cruz. (Flp 2, 6- 8) Por amor se negó a sí mismo; se despojó de toda
grandeza, se hizo humilde y se hizo pobre, se humilló a sí mismo y por amor se
hizo obediente hasta la muerte de cruz. Amor a su Padre y a los hombres al
entregarse e inmolarse por ellos. Por amor realizó la Obra del Padre (Jn 4, 34)
Para sacarnos del pozo de la muerte y llevarnos al reino del Amor (cf Col 1,
13- 14)
Dios,
que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aun cuando
estábamos muertos por nuestros pecados, nos vivificó con Cristo —por pura
gracia habéis sido salvados— y nos resucitó con él, y nos hizo sentar en los
cielos con Cristo Jesús. (Ef 2, 4-6)
Por
lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo
seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de
vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se
convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de
Jesucristo. A quien amáis sin haberle visto; en quien creéis, aunque de momento
no le veáis, rebosando de alegría inefable y gloriosa y alcanzáis la meta de
vuestra fe, la salvación de las almas. (1 de Pe 1, 6- 9)
Y
si llamáis Padre a quien, sin acepción de personas, juzga a cada cual según sus
obras, conducíos con temor durante el tiempo de vuestro destierro, sabiendo que
habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con
algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin
tacha y sin mancilla, Cristo, Jesús. (1 de Pe 1, 17- 19)
La
fe es además, una respuesta a la Palabra de Dios. Sin respuesta, nuestra fe
queda vacía, la respuesta es por amor y con amor, a Dios y al prójimo. En esto sabemos que le conocemos: en que
guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus
mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su
Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto
conocemos que estamos en él.(1 de Jn 2, 3- 5)
Así
lo dice san Juan: Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y
todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido
a Dios, porque Dios es Amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene;
en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. (1
de Jn 4, 7-9) El amor es la señal que nuestra fe está viva (Gál 5, 6) y que
hemos pasado de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz. Teniendo
presente que Dios nos amó por primero. En esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo
como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta
manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.(1 de Jn 4, 10- 11)
El
amor es lo que nos une a unos con los otros y con Dios. Por eso si queremos
vivir en comunión con Dios, tenemos como tarea buscar a Dios, en la justicia y
en la misericordia. Buscar a Dios en los demás, si lo encontramos en los otros,
entonces reconozcamos que son personas como nosotros, iguales en dignidad.
Aceptemos que son de nuestra Familia, nos pertenecen, y a la misma vez,
aceptemos que son un regalo de Dios para nosotros, y nosotros somos regalo de
Dios para ellos. Ahora profundicemos en la misión que se nos ha dado: Cargar
con las debilidades de los otros (Rm 15,1) Sin olvidar que el amor pide
respeto, generosidad, paciencia, tolerancia, oración, servicio y hospitalidad
(1 de Cor 13, 4; Rom 12, 10- 13) Y tengamos siempre presente que el amor de
Cristo no podemos encerrarlo en círculos familiares, de partido o de élite. Es
sin fronteras, e implica amar a los enemigos (Lc 6, 27)
En
el amor hay predilección, se vale, y podemos tener nuestros predilectos. Para
Dios en el Antiguo Testamento eran las viudas, los huérfanos, los pobres, los
extranjeros (Is 1, 16s) En el nuevo Testamento Jesús añadió los enfermos y los
pecadores. Santiago nos dice: La religión pura e intachable ante Dios
Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y
conservarse incontaminado del mundo.(Snt 1, 27) En el amor hay radicalidad:
Conmigo o contra mí, el que no junta desparrama (Mt 12, 30) Jesús va hasta el
extremo al decirnos que el Culto sin Amor queda vacío y sigue el ejemplo de los
profetas: Y al extender vosotros
vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria,
yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos, quitad
vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a
hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al
huérfano, abogad por la viuda. (Is 1, 15- 17) Jesús nos dice:
«No
todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos,
sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día:
"Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les
declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"
(Mt 7, 21- 23) El culto a Dios en espíritu y en verdad, viene de dentro, del
corazón, y se hace por amor, y sin amor queda vacío. No es lo mismo rezar en
pecado mortal a rezar en Gracia de Dios. No es lo mismo sufrir en pecado mortal
que sufrir en Gracia de Dios.
Y
la Gracia no es barata, es Carísima, fue pagada con la sangre del Cordero sin mancha
y sin tacha. No pide poco, tampoco pide mucho, lo pide todo en Amor y en Servicio,
Todo.
Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Que si vivimos,
vivimos para el Señor; y si morimos, para el Señor morimos. En fin, que tanto
en vida como en muerte somos del Señor. Para esto murió Cristo y retornó a la
vida, para ser Señor de vivos y muertos. Rm 14, 7-9
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