EN LA SINAGOGA TODOS LOS OJOS ESTABAN FIJOS EN JESÚS.

 


EN LA SINAGOGA TODOS LOS OJOS ESTABAN FIJOS EN JESÚS.

Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimido y proclamar un año de gracia del Señor. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.» (Lc 4, 16- 21)

Jesús de Nazaret ungido con el Espíritu Santo es Jesucristo, el Nombre y la Misión están unidos. Jesús es el Siervo de Dios y el Servidor de los hombres. Jesús es la Palabra que se hizo hombre para caminar y estar con nosotros (Jn 1, 14) Es Emmanuel, Dios con nosotros (Mt 1, 23) Viene a traernos vida en abundancia (Jn 10, 10) Se trata de la vida que el Padre nos da, vida que está en Cristo, el que tiene a Cristo tiene la vida (1 de Jn 5, 11- 12) Para tener vida eterna hemos de creer en Jesús (Jn 6, 40) El que cree en Jesús sus pecados son perdonados y recibe el don del Espíritu Santo con la vida eterna (Rm 5, 1; Gál 2, 16) Somos justificados por la fe de Jesucristo.(Rm 5, 1)

Ungido significa para los judíos Mesías, para los griegos es Cristo. Como Cristo y Mesías es el Siervo de Dios: sacerdote, profeta y rey, es Pastor, es Hijo de Dios (Mt 16, 16) Como sacerdote es víctima y altar, porque para salvarnos ofreció su vida, en el altar de su corazón, se ofreció como víctima, viva, santa y agradable a Dios (Rm 12, 1: Heb 9, 14) Y resucitó para darnos vida eterna (cf Rm 4, 25). Como Profeta anunció, proclamó y predicó su Palabra, de esta manera sembraba el Reino de Dios en el corazón de los hombres. Con sus milagros, exorcismos y con su testimonio de vida, lo cultivaba y hacía decir que el reino de las tinieblas había llegado a su fin. “Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios.” (Mt 12, 28)

Con su Palabra y con sus Obras enseña a los ciegos el sentido de la vida, el Amor. A los que teniendo ojos no ven, les abrió la mente, los ojos y el corazón para que entendieran que el amor es el camino de la realización humana, camino que lleva al servicio. Servicio que es amar, compartir, servir. (cf Jn 13, 13) Por eso levantó a los cojos, a los que llevaban una vida arrastrada para hacerlos responsables, libres y capaces de amar (Mc 2,5- 11) A un hombre de la mano tullida lo liberó para dejarnos la enseñanza que para servir hay que ser libres para amar y para servir (Mc 3, 1- 5) Enseñanza que nos dice que el sentido de la vida se alcanza sirviendo con libertad y con amor.

Los ciegos ven, los cojos caminan, los oprimidos quedan libres. Los que no encontraban el sentido de la vida: Los que no amaban porque no eran libres, ahora, después de un encuentro con Jesús, han pasado de la muerte a la vida del pecado a la Gracia, de las tinieblas a la luz, ahora pueden ser originales, responsables, libres, capaces de amar y capaces de servir, su vida tiene sentido. Ahora pueden orientar su vida hacia la madurez, hacia la plenitud en Cristo. Plenitud que es el servicio, porque Cristo nos hace partícipes de la Unción del Espíritu Santo para su Obra no se apague, siga caminando como Luz en favor de todos los hombres. Hasta alcanzar los confines de la tierra (Hch 1, 8)

La Luz de Cristo es inseparable de su Poder y de su Misericordia. Las tres hermosas realidades están contenidas en su Palabra que ilumina nuestras tinieblas, fortalece en nuestras debilidades y nos enseña el camino del perdón para recibir y para dar. Jesús el Ungido nos dice: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» (Jn 8, 12) La Luz de Cristo es Amor, Verdad, Vida, Justicia y Santidad (cf Ef 5, 7- 9) Estas son los fundamentos de la “Civilización del Amor” en la que todos somos llamados a trabajar y servir, como dice Pablo: “Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia. Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría.” (2 de Cor 9, 6-7)

La Obra del Ungido, Jesús, el Cristo, nos descubre el rostro, nos quita el velo que impedía que fuéramos impronta de su Ser, imágenes de Cristo, el pecado: Y cuando se convierte al Señor, se arranca el velo. Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu. (2 de Cor 3, 16- 18) La conversión es la obra del Espíritu en nuestra vida y de nuestra decisión. Con la ayuda de la Gracia y con nuestros esfuerzos, renuncias y sacrificios nos vamos llenando y revistiendo de Cristo.

Cuando hemos padecido en nuestra vida la acción de Cristo, el Ungido, podemos levantarnos y caminar hacia los terrenos de Dios el amor y el servicio. Pablo nos presenta en la carta a los romanos a partir del capítulo 12, el cómo tenemos que vivir, como comunidades cristianas, seguidoras de Cristo: “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto”. (Rm 12, 1- 2)

Nos invita a no creernos ni superiores ni tampoco inferiores a los demás, todos somos iguales en dignidad (v. 3) Conózcanse y descubran sus valores y sus carismas para que estén unidos en servicio unos con los otros (v. 6) y en los versículos del 9 al 13 nos dice como tenemos que amarnos y servirnos unos a los otros:

Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. (Rm 12. 9- 13)

Sólo quienes son libres pueden amar y pueden servir sin tantos pujidos. Donde hay libertad hay responsabilidad, y donde hay responsabilidad hay originalidad, no somos ni copias ni títeres de los demás. Somos seres únicos e irrepetibles, somos obra del Ungido que vino a traernos vida en abundancia (Jn 10, 10)

Para ser libres nos liberó Cristo, pero no confundamos la libertad con el libertinaje. (Gál 5, 1. 13)El libertinaje nos deshumaniza y despersonaliza, la libertad en cambio, nos edifica y nos humaniza.

 

 

 

 

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