UNA FE SIN OBRAS ES ESTÉRIL Y ESTA MUERTA.
Si vuelves al Señor, tu Dios, si escuchas su voz en todo lo que yo te mando
hoy, tú y tus hijos, con todo el corazón y con toda el alma, entonces el Señor,
tu Dios, cambiará tu suerte y tendrá piedad de ti. (Dt 30, 2-3ª) Volver al
Señor es volver al Paraíso donde había amistad, armonía con Dios, con los demás
y con la naturaleza, Cristo es nuestro Paraíso, es nuestra Paz. Reconciliados
con Dios y con los demás para entrar al Paraíso de Dios. Por la fe pasamos de
la muerte a la vida, del pecado a la Gracia. Dónde hay fe, hay confianza en Cristo,
nuestro Redentor.
“No perdáis vuestra confianza. Ella
lleva en sí una gran recompensa. Tenéis necesidad de constancia, para que,
cumpliendo la voluntad de Dios, podáis alcanzar la promesa.” (Hb 10, 35-36) La
confianza es hija de la fe, que acompaña a la virtud de la esperanza que se
despliega hacia el amor. Confianza en Dios que se ha manifestado en Cristo Jesús.
“Dichoso el que no pierda su confianza en él” (1 de Tim 1, 12) La constancia es
perseverancia es tenacidad, nos hace fuertes en la fe (2 de pe 1,5) La
recompensa es la Vida eterna, el mismo Dios, nuestra herencia (Rm 8, 17)
Vivid sometidos a Dios. Resistid al
diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros.
Pecadores, lavaos las manos; purificad vuestros corazones, gente que obráis con
doblez. Humillaos en la presencia del Señor y él os ensalzará. (St 4, 7-8. 10) Vivir bajo el yugo de Dios es
vivir en el amor, la paz y el gozo del Espíritu. Busquen a Dios y él se dejará
encontrar, si lo buscáis de todo corazón (Jer 29, 13) La luz de la Palabra nos
dice que Dios como buen Pastor nos busca hasta encontrarnos (Lc 15, 4) ¿Dónde
podemos purificar nuestros corazones? Pablo nos habla de la fe sincera, del
corazón limpio y de una conciencia recta” (1 de Tim 1, 5)
En la fe sincera está unida al corazón
que ha salido de las manos de Cristo Jesús que murió para el perdón de nuestros
pecados y resucitó para darnos Vida eterna. “En virtud de su sangre nuestros
pecados son perdonados (Ef 1, 7) y nuestros corazones quedan limpios de los
pecados que llevan a la muerte (Heb 9, 14)La fe sincera nos deja Luz, Poder y Misericordia,
es decir, es tener una fe viva, una esperanza cierta y una caridad ardiente. La
conciencia recta es hacer todo para la gloria de Dios y para el bien de los
demás.
Nuestros corazones son purificados
por la acción del Espíritu Santo que nos lleva al horno del sufrimiento: "Por
lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo
seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de
vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se
convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de
Jesucristo."(1 de Pe 1,6- 7)
La fe sincera y la conciencia recta
echan fuera la hipocresía que hace de nosotros ser pura fachada, para con un
corazón limpio, vencer con el poder de la fe, la doblez de corazón para dar
lugar a la sencillez de corazón donde habita la humildad y la mansedumbre.
Hablemos de las hijas de la Fe para
poder entender a Santiago que nos ha dicho que una fe sin obras es estéril (Snt
2,14) La primera hija de la Fe es la Fortaleza para vencer el mal hacer el bien sin medida. Con el poder de la
fe podemos gritar al mundo: “Todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece”
(Flp 4,13) La hija de la Fortaleza que es también hija de Fe es la sencillez de
corazón. La esperanza cristiana para nacer y crecer requiere de un corazón pobre,
humilde y sencillo. Hija de la sencillez de corazón que es también hija de la
fe es la “Pureza de corazón” “Dichosos los limpios de corazón porque ellos
verán a Dios (Mt 5, 8 ) La hija de la pureza de corazón es la “Santidad” sin la
cual nadie verá al Señor.(Hb 12, 14) Esto pide una intima comunión con Cristo, “muriendo
al pecado y viviendo para Dios” (cf Gál 5, 24). La hija de la santidad es la “ciencia
o sabiduría” que nos lleva hacer de la voluntad de Dios la delicia de nuestra
vida. La hija de la ciencia es la caridad, el amor. “Con el amor derramado en nuestro
corazón, juntamente con el Espíritu Santo (cf Rm 5, 5) La Gracia es el elemento
esencial de Dios para hacer este recorrido y poseer en nuestros corazones la
Familia de la fe, las virtudes cristianas, “los sentimientos de Cristo Jesús”
(Flp 2, 5) La Fe nos deja Luz para discernir entre lo que es bueno o malo, lo que viene de Dios o de otro espíritu. También nos deja poder para que rechacemos el mal y para que hagamos a voluntad de Dios. También nos deja amor y misericordia para que perdonemos a nuestros deudores, y por amor sigamos a Cristo llevando nuestra cruz cada día (Lc 9, 239
Podemos afirmar que la unidad de la
“fe sincera, el corazón limpio y la conciencia recta” son el origen y el acompañamiento de las
Bienaventuranzas y de todas las virtudes cristianas. Como también que podemos
afirmar que son el origen de un auténtico discipulado que nos compromete con el
seguimiento y una conversión cristiana: "Decía a
todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y síganme. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien
pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber
ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?" (Lc 9,
23- 25)
Basta
al discípulo ser como su Maestro y al siervo ser como su Señor (Mt 10, 25)
Expuestos a ser perseguidos, calumniados, encarcelados, y algo más. “Si a mí me
persiguen también a ustedes los perseguirán” (Jn 15, 20) “Ánimo, yo estoy con Ustedes”
(Mt28, 20)
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