SI
ALGUNO SE CREE RELIGIOSO, PERO NO PONE FRENO A SU LENGUA, SE ENGAÑA A SÍ MISMO
Y SU RELIGIÓN ES VANA.
Oración:
Te pedimos Padre del cielo, que por tu Hijo Jesús, nos concedas el don del
Espíritu Santo para que ilumine nuestras mentes, fortalezca nuestras voluntades
y sane nuestros corazones para que nuestras palabras sean vivas, amables,
limpias y veraces.
Iluminación:
«Podéis suponer que si un árbol es bueno, su fruto será bueno, y que si un
árbol es malo, su fruto será malo, pues el árbol se conoce por el fruto. ¡Raza
de víboras!, ¿cómo podéis vosotros hablar cosas buenas siendo malos? Porque la
boca habla de lo que rebosa el corazón. El hombre bueno saca cosas buenas del
buen tesoro, y el hombre malo saca cosas malas del tesoro malo.
Introducción:
Decía también: «Lo que realmente contamina al hombre es lo que sale de él. Porque de dentro, del corazón de los hombres,
salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios,
avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia,
insensatez. Todas estas perversidades
salen de dentro y contaminan al hombre.» (Mc 14, 20- 23)
Lo
que rompe la comunión con Dios y con los hombres.
Rechazad, por tanto,
malicias y engaños, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. (1 Pe
2, 1) Estas cinco realidades son palabras asesinas, matan al hombre con
palabras obscenas, meten miedo, amenazan, manipulan y engañan. El hombre con
sus palabras matan o dan vida. Aprendamos por eso a educar nuestro vocabulario
para llegar a tener lenguas nuevas que animen, motiven exhorten, enseñen y
corrijan con prudencia, sabiduría, entendimiento, amor, humildad y mansedumbre.
Que nuestras lenguas sean limpias, amables y veraces.
Escuchemos a Jesús:
“¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? ¿Porque estáis impedidos para escuchar mi
palabra? Vosotros sois hijos de vuestro padre el diablo, y queréis cumplir los
deseos de vuestro padre. Éste fue homicida desde el principio, y no se mantuvo
en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando
dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de
la mentira. Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis.” (Jn 8, 43-
45).
Escuchemos
las instrucciones de san Pablo a las comunidades cristianas.
Por
tanto, desechad la mentira y decíos la verdad unos a otros, pues somos miembros
unos de otros. Si os irritáis, no
pequéis; que no se ponga el sol mientras estéis irritados, para no dar así ocasión al diablo. No digáis palabras que puedan herir, sino
las que sean oportunas para edificar según la necesidad y hacer el bien a los
que os escuchen. No entristezcáis al
Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la
redención. Que desaparezca de entre
vosotros cualquier clase de amargura, ira, cólera, gritos, maledicencia y
maldad. Sed amables y compasivos entre
vosotros, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo.” (Ef
4, 25- 32) Encontramos algunos pecados de la lengua que con palabras engañan y
agreden, hieren y lastiman con palabras agresivas, hirientes, negativas, pesimistas,
destructivas que meten miedo, confunden amenazan y manipulan. La peor forma de
manipulación es, inspirando lástima. Se arrodillan y se arrastran para obtener
lo que desean, pero, todo es apariencia, sus lenguas están llenas de
hipocresía.
El
reinado del “hombre viejo”.
“Ten
presente que en los últimos días sobrevendrán momentos difíciles. Los hombres serán egoístas, avaros,
fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos,
irreligiosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados,
enemigos del bien, traidores, temerarios, infatuados, más amantes de los
placeres que de Dios. Aparentarán tener
piedad, pero en la práctica renegarán de su eficacia. Guárdate también de ellos”
(2 Tim 3, 1- 5). Lo anterior está cargado de impiedad y de irreligiosidad que
se manifiesta en el leguaje o en las palabras vacías de valores y de vida.
Palabras que manifiestan una mente embotada, un corazón vacío y endurecido, el
abandono de la moral y una vida arrastrada (cf Ef 4, 17- 19). Al hombre viejo
hay que matarlo de hambre, negándole el alimento (Col 3, 5); despojándole de su
fuerza destructiva que encuentra su fuerza en la mentira y en el engaño
maldiciente (cf 1 pe 2, 2) A lo que Pablo le llama “obras de tinieblas” (cf Rm
13, 12) Obras de tinieblas. Traje de muerte espiritual a la que Pedro le llama
corrupción (cf 2 Pe 1, 4b).
La
recomendación de Pablo a las comunidades cristianas
“Que
la palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza. Instruíos y amonestaos
con toda sabiduría, cantando a Dios, de corazón y agradecidos, salmos, himnos y
cánticos inspirados. Todo cuanto hagáis,
de palabra y de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias
a Dios Padre por medio de él.” (Col 3, 16- 17) Pablo
se inspira en las misma Palabra del Señor Jesús: «Pero a vosotros que me
escucháis os digo: Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los
que os difamen.” (Lc 6, 27) Palabras que expresa diciendo a la comunidad de
los romanos: “Bendecid a los que os
persiguen; no maldigáis.” No seáis altaneros; inclinaos más bien por lo
humilde. No os complazcáis en vuestra propia sabiduría. No devolváis a nadie
mal por mal; procurad el bien a todos los hombres. Siempre que sea posible, y
en cuanto de vosotros dependa, vivid en paz con todos. No os toméis la justicia
por vuestra mano, queridos míos; dejad lugar a la ira, pues dice la Escritura:
Mía es la venganza; yo daré el pago merecido, dice el Señor. Antes al
contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de
beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer
por el mal; antes bien, vence al mal con el bien.” (Rm 12, 14- 12). ¿Cómo
vencer al mal?
Con
la fuerza de la fe que viene del Espíritu Santo.
“Éstos
son los signos que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán
demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y,
aunque beban veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y
se pondrán bien.” (Mc 16, 17- 18). Las lenguas nuevas, son
las “lenguas de Dios” que unen, dejan paz y luz, liberan, enseñan y corrigen. A
la vez, animan, motiva, exhortan, levantan y abren caminos. Jesús cura a un hombre que tenía problemas
para comunicarse con los demás, era tartamudo y sordo: “Jesús, apartándole de
la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la
lengua. Después levantó los ojos al cielo, dio un gemido y le dijo: «Effatá»,
que quiere decir ‘¡Ábrete!’ Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la
atadura de su lengua y hablaba correctamente.” (Mc 7, 33- 35) “Effata”
sinifica: Ábrete al diálogo, ábrete a la
oración, a la Palabra de Dios, ábrete a la acción del Espíritu Santo que viene
a unir lo que está separado; vine a liberar a lo que se encuentra oprimido;
vine a sanar las lenguas enfermas y a edificar comunidades fraternas,
solidarias y serviciales. Vivir de encuentros con Jesús es la clave para caminar
en la verdad como hombres nuevos:
sinceros, honestos, íntegros, leales y fieles, para vivir en el Evangelio de la
verdad (cf Flp 1, 29), sin recurrir a los amores fingidos y a las apariencias
que dan cause a la hipocresía (cf Rm 12, 3.9).
Recurramos
al Apóstol Santiago, primer obispo de Jerusalén.
Hermanos míos, no queráis ser
maestros muchos de vosotros, pues habéis de saber que tendremos un juicio más
severo, pues todos caemos muchas veces. Si alguno no cae al hablar, puede ser
considerado un hombre perfecto, capaz de refrenar todo su cuerpo. Si ponemos a
los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan, podremos dirigir todo su
cuerpo. Lo mismo pasa con las naves: aunque sean grandes y las empujen vientos
impetuosos, basta un pequeño timón para dirigirlas adonde quiere el piloto. Otro tanto ocurre con la lengua: aunque es
un miembro pequeño, puede alardear de grandes cosas. Pensad que un fuego
insignificante puede destruir un bosque enorme. También la lengua es fuego,
todo un mundo de iniquidad. En efecto, la lengua, que es uno de nuestros
miembros, puede contaminar todo el cuerpo y, encendida por la gehenna, prender
fuego a la rueda de la vida desde sus comienzos. Los hombres podemos domar toda
clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos; y de hecho han sido
domados. En cambio, ningún hombre ha podido domar la lengua, pues es un mal
turbulento y está llena de un veneno letal. Con ella bendecimos al Señor y
Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y
la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así. ¿Acaso la fuente mana
por el mismo caño agua dulce y amarga? ¿Acaso, hermanos míos, puede la higuera
producir aceitunas y la vid higos? Tampoco el agua salada puede producir agua
dulce.” (Snt 3, 1- 12).
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