¿Q
¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?
OBJETIVO:
Ayudar a tener una clara
concepción de sí mismo y de los demás a la luz de una Antropología bíblica, para tener también una
adecuada visión de la vida.
1.
Hagamos al
Hombre.
“Hagamos
al hombre a imagen y semejanza nuestra” (Gn. 1, 26). ¿Qué significa ser imagen
y semejanza de Dios? Miremos a Jesús, él es la Imagen visible de Dios
invisible (Col 1, 15). Jesús es el revelador de Dios y es el revelador del
hombre.
Cuando Dios
creó al hombre tomó como modelo a su Hijo. Jesús
es lo que todo hombre está llamado a ser. La tarea de todo hombre es
descubrir su rostro y el sentido de su vida. Decir que el hombre tiene rostro
es decir que existe, que tiene dignidad, que es un fin en sí mismo, que es
valioso y es don de Dios a la humanidad. Es descubrir el fundamento de su
significado y el sentido de su existencia. Que hermoso es saberse “don de Dios”
para los demás.
Lucas
15, 11ss. En la parábola del hijo pródigo encontramos una frase que nos ayuda a
descubrir toda la riqueza que se encierra en cada ser humano: “Todo lo mío es tuyo”. ¿Qué significa
todo? Significa que el hombre participa de lo que Dios es y de lo que Dios
tiene. Él, gratuitamente comparte sus dones con el hombre a quien ha puesto
como corona de la Creación ;
como amo y señor de todo lo creado. Sólo al aceptar esta hermosa verdad podemos
comprender que la grandeza del hombre no está en las cosas, sino en lo que
realmente es: “Imagen y semejanza de un Dios” que es PADRE, AMOR,
PERDÓN, LIBERTAD, VIDA, SANTIDAD... Todo ser humano está llamado a ser
padre-madre, es decir, está llamado a ser fecundo y lo es en la medida que ame.
Todo hombre posee la capacidad para amar, para perdonar, dar vida, ser libre.
Podemos decir a la luz de esta verdad que si Dios es amor tú también eres amor,
Si Dios es perdón tú también eres perdón y si El es Libertad, tú también eres
libertad. A la luz de los Rostros de Dios podemos deducir los rostros del
hombre y entender lo que significa ser
imagen y semejanza de Dios.
2.
¿Qué es el
hombre para te acuerdes de él?
La
Sagrada Escritura nos da la respuesta tan ansiada y tan buscada: “Eres de gran
valor, eres precioso a mis ojos y yo te amo” (Is 43, 4-5). “Con amor eterno te
amado” (Jer 31, 3) “En Cristo, Dios me
eligió desde antes de la creación del mundo, y me destinó a ser adoptado como
hijo suyo”” (Ef 1, 4-5) “Cristo me amó y se entregó por mi” (Gal 2, 20) Para
Dios el hombre es un ser valioso, importante, amado por Él y llamado a ser una
“Plenitud”. Dios tiene proyectos de vida para el hombre y para todos los
hombres.
El hombre. Todo hombre es un ser en relación: “No es bueno que el hombre está solo, démosle una ayuda adecuada”.
(Gn 2, 18) El hombre no se realiza solo, necesita de los demás y ellos
necesitan de él. Somos seres en comunión con los demás, con Dios, consigo mismo
y con la naturaleza. Estamos llamados a vivir de encuentros con la “Realidad”
para poder realizarnos como lo que somos.
El hombre. Todo hombre es un ser en proyección. No estamos hechos, nos estamos haciendo, nuestra vida está orientada
hacia lo que todavía no somos pero que estamos llamados a llegar. Estamos
llamados a salir fuera de nosotros mismos para desplegarnos, desenvolvernos y
realizarnos como personas poseedoras de unos valores que estamos llamados a
realizar en el encuentro con los demás. Nuestra vida está orientada hacia Dios,
hacía la Plenitud.
El hombre. Todo hombre es un buscador de valores, de
perlas preciosas. ¿Qué buscamos? ¿Dónde
buscamos? Buscamos ser felices, sentirnos bien, agradar a los demás…En el fondo
lo que todo hombre busca es a Dios, y lo hace sin darse cuenta…veces lo busca
en el poder, otras en el placer o en el tener…La felicidad tan buscada por el
hombre no es ajena a él, la lleva en su interior como un anhelo que desea ser
descubierto, liberado y realizado. La
felicidad el hombre la encuentra sin buscarla directamente; cuando se proyecta
en la vida y se realiza, la felicidad aparece por añadidura.
3.
Los Rostros del
Hombre.
Decir
que todo hombre tiene rostro es aceptar que todos somos iguales en dignidad.
Todos salimos de las manos de Dios. Es aceptar la dignidad de cada ser
humano; su grandeza, su vida interior,
sus criterios y su pensamiento. Cuatro son los rostros del hombre que nos
ayudaran a conocernos mejor:
a. El hombre es un ser original.
No
es fácil comprender lo que significa ser original, ser único, ser irrepetible,
cuando en nuestra sociedad reina el conformismo; se vive haciendo lo que otros
hacen; vivimos en una sociedad masificada y masificadora, esclava de las modas
o de estilos de vida impuestos; maneras de vivir que desfiguran a los seres
humanos.
Cada
ser humano es único e irrepetible porque Dios lo hizo original. No fuimos creados para ser
copia de otros. Nunca queramos vernos como los demás. No hay otro que piense
como yo, que siente como yo, que ame como yo; por eso soy una maravilla; Dios
no se repite en sus criaturas. De esto sacamos algunas conclusiones:
El ser humano tiene la capacidad de ser creativo. Esto nos exige no ser copias de otros. No querer vernos como los
demás se ven, ni hablar como ellos o vivir como otros viven. Tú tienes lo tuyo,
sé original, sé tú mismo. El ser humano
puede tomar decisiones por sí mismo. La peor ofensa contra ti mismo es
dejar que otros decidan la vida ti, o que en cuestiones tan serias como el
casarse, sean otros quienes lo decidan. El
ser humano está llamado a ser amo y señor de su vida. Y no esclavo de las
pasiones, instintos, cosas o personas. No seamos
títeres de otros; de nada ni de nadie. Deberíamos ver a
todo ser humano con respeto, admiración y delicadeza.
b. El hombre es un ser responsable.
Ser
responsable en la vida significa vivir de frente a sí mismo y de frente a los
demás. Responsable de los pensamientos, palabras, obras y omisiones, es decir,
somos responsables por el mal que se hace o por el bien que se deja de hacer.
Sin miedo digamos que la responsabilidad es el termómetro de la madurez humana.
Hay una persona madura, ahí donde hay responsabilidad. Educar para la
responsabilidad tiene dos dimensiones: una positiva y otra negativa.
Veamos la dimensión positiva:
Aceptar nuestros deberes y no solo nuestros
derechos. Tenemos el derecho a tener una vivienda
digna, pero también tenemos el deber de trabajar y administrarnos para un día
lograr ejercer este derecho fundamental de todo ser humano. Tenemos el derecho
a la educación, pero también tenemos el derecho a estudiar, etc.
Ser solidarios con los demás, especialmente con los
de casa. Algo que se tiene que aprender desde niños.
Papá y mamá pueden y deben compartir con todos los de casa los trabajos,
deberes o responsabilidad para que los pequeños no crezcan con la idea de que
papá y mamá son sus sirvientes o instrumentos que tienen la obligación de
hacerlo todo. Aprender el sentido de
justicia. En casa, todos son importantes, los pequeños y los grandes, por
lo mismo todos deben ser responsables de la armonía familiar, cada uno según
la capacidad que su edad le permita.
Sin
el cultivo de los valores humanos o personales nadie podrá llegar a poseer su
Originalidad creativa a favor de sí mismo y en favor de los demás. Solo
entonces se podrá vivir en la “Casa del Padre”, sólo entonces podremos
comprender lo que significa ser “Casa de Dios vivo y no cueva de ladrones”.
Veamos ahora la dimensión negativa:
No cosificar y no instrumentalizar a las personas. No hacer a otros medios a nuestro servicio, o instrumentos de
trabajo o de placer a favor nuestro. No
desconocer ni negar los valores, cualidades y posibilidades que existen en los
demás. Eso significaría ser ciego, sordo y mudo; un ser atrofiado.
Nunca manipular a
ningún ser humano. La manipulación es la
peor de las ofensas contra la dignidad de las personas.
Urge
erradicar y eliminar de nuestra vida toda falsa imagen que podamos tener del
hombre y de la vida. Urgen cambios profundos en la manera de pensar y de
sentir. Urge que nos dediquemos a cultivar actitudes positivas frente a la vida
y frente a los demás para no quedarnos como un simple bosquejo de personas al
margen de nuestra realización.
c. El hombre es un ser libre.
Muchas
son las personas que se autodefinen como hombres o mujeres libres que pueden
hacer lo que quieran con su dinero o con sus cuerpos. La frase clásica que se
usa: “haz con tu cuerpo lo que quieras que para eso eres libre”, ha llevado a
muchos al libertinaje, a la irresponsabilidad. El ser libre tiene sus
exigencias:
Ser libre significa que el hombre es capaz de elegir
bien en cada situación concreta de su vida; saber
distinguir entre lo bueno y lo malo. Por malo se entiende todo aquello que
impide que nos realicemos como personas, o
todo aquello que impida que el reino de Dios crezca en nosotros. Lo
bueno es entonces, lo contrario: todo lo que permite que nos realicemos como
personas, o todo lo que permite que el reino se desarrolle en nuestras
circunstancias. Cultivar hábitos buenos
que nos den la fuerza para rechazar lo malo y la fuerza para hacer lo bueno. Tener la disponibilidad para servir a los
demás seres humanos, sin que importe su estrato social, color de la piel,
sexo o religión, abrazando todo lo que el servicio desinteresas implica. Tener la capacidad del desprendimiento;
desprenderse de personas, ideologías, bienes
o cosas que nos impidan vivir como seres en proyección.
d. El hombre es un ser capaz
de amar.
No
sólo debemos reconocer esta hermosa verdad, sino también, hemos de reconocer
que fuimos creados por amor, y fuimos creados para amar. Decir que somos seres
capaces de amar es aceptar el sentido de nuestra vida.
¿Qué
entendemos por amor? Según la
Biblia amar es entregarse, es donarse, es acoger al otro en
su realidad; es ayudarle a ser lo que debe ser. (Jn 3, 16; 1 de Jn. 4, 7-9). Muchos
son las personas que se pasan la vida demostrando que aman mucho; algo que
ellas ignoran es que el amor no se demuestra, se ama y basta. No obstante,
podemos decir que amar tiene sus exigencias:
La renuncia:
especialmente a sí mismo; al egoísmo personal, al orgullo, etc. El sacrificio: éste tiene un sentido
oblativo, es como el sello de autenticidad. La donación y entrega: expresiones máximas del amor verdadero.
A
la luz de la Sagrada
Escritura , podemos afirmar que conocemos a Dios en la medida
que hagamos su voluntad, guardemos sus Mandamientos y amemos al prójimo, acción
que exige renuncias, otras veces sacrificios, y otras más, donación y entrega
en un servicio al crecimiento personal de los demás.
4.
Una ayuda que
no miente.
El
mayor acto de amor que podemos realizar a favor de los demás, no es darles
cosas, dinero o propiedades, sino el
ayudarles a iniciarse en su proceso de realización humana para que
lleguen a ser lo que deben ser. Personas con un grado de madurez y de plenitud
que respondan al Plan maravilloso que Dios tiene para cada una de sus
criaturas. San Juan en su primera carta nos dice: “Todo el que ama ha nacido de
Dios y conoce a Dios”. Esta verdad debe ser encarnada, vivida y trasmitirla a
los demás. A todo hombre. Sin amor nadie se realiza. Podemos vivir teniendo
escasez de cosas; cargando alguna enfermedad, pero nadie puede vivir sin amor.
Cuando
san Pablo nos dice en la carta a los Romanos que Dios al justificar al hombre
lo capacita para toda obra buena llenando su corazón de vida nueva, de amor, de
Espíritu Santo (Rm. 5,5), podemos entender que si es posible ser hombres
nuevos, libres para amar, para servir, para hacer el bien. Con el Poder de Dios
y con nuestras decisiones.
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