Para mí la vida es Cristo y la muerte es ganancia
La advertencia de Cristo Jesús a sus discípulos misioneros.
“Sabed que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas.” Las víboras o serpientes las pueden cortar en pedazos, pero, mientras no despedacen la cabeza, permanecen vivas. “No pierdas tu cabeza” Perder la cabeza es perder a Cristo nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra salvación (cf 1 Cor 1, 30) “Ser sencillos como las palomas” es la invitación de Cristo a ser como él: “Mansos y humildes de corazón” (Mt 11, 29) Para que no tengamos un corazón doble; para no servir a dos señores (cf Mt 6, 24) Prudencia y sencillez de corazón, son el modo para ser sinceros, honestos, íntegros y ser de corazón valiente.
“Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; seréis conducidos ante gobernadores y reyes por mi causa, para que deis testimonio ante ellos y ante los paganos.” Recordamos que el Señor resucitado le revela a Ananías la vocación del Pablo: «Vete, pues he elegido a éste como instrumento para llevar mi nombre a los gentiles, a los reyes y a los israelitas. Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi nombre.» (Hch 9, 15- 16) Padecer y sufrir por Cristo para encarnar las Bienaventuranzas de Jesús: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan, y cuando, por mi causa, os acusen en falso de toda clase de males. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” (Mt 5, 10- 12)
“Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis; será el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros.” Antes de hablar hay que primero dar “Testimonio de Jesús.” Con la gracia del Espíritu Santo, damos testimonio de Jesús, puede ser de palabra o con la vida, se renuncia al pecado o hacemos el bien. Puede ser que se presentan tentaciones de fraude, adulterio, de matar, …. Por amor a Cristo, por amor a mi familia, por amor a mi sacerdocio… renuncio a defender mi fe, mi familia, mi integridad, mi Ministerio, la dignidad humana … Es entonces cuando el Espíritu Santo pone palabras de vida y no de muerte en nuestros labios… Con el bien se vence al mal (cf Rm 12. 21). Es la oportunidad de vencer al enemigo con palabras llenas de “espíritu y vida” y sembrar el amor, la verdad y la vida en el corazón de los adversarios.
“Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se rebelarán hijos contra padres y los matarán. Seréis odiados por todos a causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin se salvará. En la familia de cinco, puede haber dos contra tres y tres contra dos. Unos tienen fe, otros no tienen. Unos tienen el espíritu de Cristo, otros tienen un espíritu mundano y pagano. Pueden ser esposo contra esposa, padre contra hijos o hijos contra padres. Hay división entre el bien y el mal. Así lo ha dicho Jesús: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su propia familia. (Mt 19, 34- 36) Uno tiene la sabiduría de Cristo y otro tiene la sabiduría mundana o demoniaca (cf Snt 3, 13- 18). Muchos son los que reciben “bulling” por ser de Cristo, dentro y fuera, de la misma familia.
«Cuando os persigan en una población, huid a otra, y si también en ésta os persiguen, marchaos a otra. «No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos! (Mt 10, 16-22. 25) “Huyan de la corrupción” (cf 2 Pe 1, 4b) “Huyan de las pasiones desordenadas que deshumanizan y despersonalizan (cf 2 Tim 2, 22; 1 Jn 2, 15ss) ? “¡No unciros al mismo yugo que los infieles! No sería posible el equilibrio. Pues ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y la tiniebla? 15 ¿Qué armonía entre Cristo y Beliar? ¿Qué comunicación entre el fiel y el infiel?” ( 2 Cor 6, 14- 15)
¿Cómo es el Maestro y cómo es el Señor?
No busquemos superar al Maestro y Señor, Jesús el hijo de Dios, que nos baste ser como él: Hijos, hermanos y servidores “… de la misma manera que el Hijo del hombre, que no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.” (Mt 20, 28) “Después de lavarles los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que acabo de hacer con vosotros.” (Jn 13, 12- 15)
El Espíritu Santo habla a los discípulos de Cristo en el Apocalipsis.
“Conozco tu tribulación y tu pobreza — aunque eres rico—, y las calumnias de los que se llaman judíos sin serlo, pues son en realidad una sinagoga de Satanás. No temas por lo que vas a sufrir: el diablo va a meter a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis tentados, y sufriréis una tribulación de diez días. Manténte fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida. El vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda.” (Apoc 2, 8-11)
“Conozco tu conducta. Mira, he abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco poder, has guardado mi palabra y no has renegado de mi nombre. Ya que has preservado mi recomendación de ser paciente, también yo te preservaré de la hora de la prueba que va a venir sobre el mundo entero para probar a los habitantes de la tierra. Vengo pronto. Mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate tu corona. Al vencedor le pondré de columna en el Santuario de mi Dios” (Apoc 3, 9- 12)
El discípulo de Cristo es un hombre de fe, esperanza y caridad.
Así pues, una vez que hemos recibido la justificación mediante la fe, estamos en paz con Dios. Y todo gracias a nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido, también mediante la fe, el acceso a esta gracia en la que nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de participar de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.” (Rm 5, 1- 5) La fe, la esperanza y caridad, son las armas poderosas del cristiano que hace decir a Pablo: “Nosotros, por el contrario, que somos del día, seamos sobrios; revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación.” ( 1 Ts 5, 8)
El discípulo es un hombre de Cristo y para Cristo, al estilo de Pablo de Tarso.
“A nadie damos ocasión alguna de tropiezo, para que nadie se mofe del ministerio; antes bien, nos manifestamos en todo como ministros de Dios, soportando con frecuencia tribulaciones, necesidades y angustias; azotes, cárceles y algaradas; fatigas, desvelos y ayunos.” (2 Cor 6, 3- 5) Pablo vive en Cristo y para Cristo ((cf Gál 2, 19- 20) El Amor de Cristo es su fuerza motivadora que lo hace exclamar: Para mi la vida es Cristo y la muerte es ganancia (Flp 1, 21) Por eso recomienda a Timoteo, su hijo en la fe.
“Hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. Y lo mismo el atleta, que no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos. (2 Tim 2, 1-6). Soldado, Atleta, y Labrador de Cristo y para Cristo.
Oremos con las palabras de Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Flp 4, 13)
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