4.- El
Bautismo es el Sacramento de la Fe
Objetivo: Purificar los conceptos,
criterios y dudas que se tengan acerca del Bautismo y de la fe para facilitar
el entendimiento y el compromiso de la fe.
Iluminación. “El hombre es justificado por la fe sin las obras de
la ley” (Rom. 1,5; 3, 28) Significa que la salvación es un don gratuito e
inmerecido a grandes y a niños; nunca es algo debido, no hay méritos propios,
es por eso, una gracia de Dios acogida por la fe. De esta manera el creyente
nunca puede gloriarse de sus obras o de su propia justicia ni apoyarse en sus
obras como lo hacía Pablo el fariseo” (Fl, 3, 4- 9)
¿Es el
Bautismo necesario para la salvación? La fe
es la exigencia esencial para salvarse, para conocer, amar y servir al Señor.
Jesús en el Evangelio de Juan pide a sus discípulos creer en Él. “Creen en
Dios, crean también en mí”. (Jn. 14, 1)
En Mateo y Marcos, el Señor Jesús, ordena a sus Apóstoles bautizar a los que
crean en su Palabra (cf Mt 28, 20; Mc 16, 15) Por el Bautismo pasamos de la
muerte a la vida (cf Jn 3, 1- 5) “Todos
ustedes estaban muertos a causa…”. Dios, el Padre de toda misericordia nos ha
dado vida juntamente con Cristo…y esto no es por méritos personales, sino por
la fe…por la obediencia de Cristo al Padre, y por al amor de Cristo a los
hombres”. (Efesios 2, 1-8.) Cristo después de su Resurrección dice a sus
discípulos: “Y les dijo: “Vayan opor todo el mundo y prediquen la Buena Nueva. El que crea y se bautice se salvará. El
que no crea se condenará” (Mc. 16, 15-16) Por el bautismo somos incorporados al
Cuero de Cristo y revestidos de él. (Gál 3, 26- 27)
El Origen de la fe. Por lo tanto, la fe viene por la
predicación, y la predicación, por la
Palabra de Cristo” (Rom. 10, 17) La escucha de la Palabra, nos lleva a la
confianza en Dios que se revela, a la obediencia de la fe y al compromiso
cristiano. Por la fe, el hombre
somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el
hombre da su consentimiento a Dios que se revela; esta respuesta, del hombre a Dios es llamada:
La obediencia de la fe”. (Catic. 143) La Sagrada Escritura nos presenta varios
modelos de la Fe.
Abraham, el Padre de la fe. La Escritura llama a Abraham el padre
de todos los creyente. Dios pide al patriarca que deje cuanto le pertenece:
tierra, patria y familia para que pueda ser una bendición para los demás (Gn
12,3b) Por la fe Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en
herencia, y salió sin saber a dónde iba” (Heb. 11,8; Cf Gn. 12, 1-4). Abraham
cree en lo imposible, y el misterio inicia su historia. “Creyó Abraham en Dios
y le fue reputado como justicia” (Rom. 4,3; cf Gn 15, 6) Gracias a esa fe
poderosa vino Abraham a ser el Padre de lso creyentes.
María, la Madre de la fe. María, por ser modelo de fe es llamada
por la iglesia: “Madre de todos los creyentes.” Dios pide a María una fe que va
mucho más allá del abandono de la tierra y de la familia; le pide el abandono
de sí misma; todas sus ilusiones como mujer quedan truncadas ante la presencia
del Ángel. Ella desea ser madre y tiene que seguir siendo virgen…para ser
madre. Ella realiza de manera más perfecta la obediencia de la fe, creyendo que
nada es imposible para Dios y responde dando su asentimiento: “He aquí la
esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc. 1, 38) Isabel la
saludó:”Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor” (Lc. 1,45) Por esta fe todas las generaciones te
proclamarán bienaventurada. (cf Lc. 1, 48)
Pablo de Tarso, pilar de la fe. “Yo sé en quien he puesto mi
confianza” (2 Tim 1, 12). La fe es ante
todo “la adhesión personal del hombre a Dios y a toda la verdad por Él
revelada., es decir, la “voluntad del Padre es que todo aquel que crea en el
que Él ha enviado tenga vida eterna” (Jn 6, 39-40). Creer en su “Hijo amado” en
quien Él tiene todas sus complacencias (cf Mc. 1,11). No podemos creer en Jesucristo y no creer en el Espíritu Santo. Es
Él quien revela y quien actúa en los
hombres para llevarlos a la fe en Jesucristo: Nadie pude decir: “Jesús es
Señor, sino es bajo la acción del Espíritu Santo” (1 de Cor. 12, 1-3). El
“Creer” , no es solamente un acto personal, es también un acto eclesial. Porque
la fe, no es algo subjetivo, nos precede, existía desde antes que cada uno de
nosotros fuera bautizado. Es la fe de la Iglesia que nos precede, engendra,
conduce y alimenta nuestra fe. “La Iglesia es la Madre de todos los creyente.
“Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre” (San
Cipriano)
¿Qué es entonces la fe? Para comprender lo que es la fe,
miremos a Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe (cf Hb 12, 2).Jesús, el
Siervo emprende el camino hacia Jerusalén para obedecer hasta la muerte. Aceptando
su muerte lleva la fe a su perfección mostrando una confianza absoluta en el
que podía salvarlo de la muerte (Heb. 5,7) Para Jesús la fe es obediencia a su
Padre, confianza ilimitada; abandono en las manos del Padre y vida entregada a
favor de todos los hombres especialmente los menos favorecidos a quienes amó
con predilección.
Para nosotros…digamos primero lo que no es la fe: La fe no es un
algo: un objeto, una cosa que podemos medir, pesar y abarcar. La fe no es un sentimiento. Los
sentimientos humanos son neutros, es decir, ni buenos ni malos, depende la
orientación que se les quiera dar. La
fe no es una teoría como la de Darwin. Toda teoría es la manifestación de
impresiones subjetivas. La fe no es
un conjunto de normas que tengamos que obedecer para salvarnos. Caeríamos en un
fariseísmo legalista, rigorista y perfeccionista. Hombres y mujeres sin misericordia.
La fe no es una “ideología” u conjunto de ideas para presentarla como la solución
a los problemas de la vida.
Ahora digamos lo que sí es la fe. Es la respuesta que el hombre da
al amor de Dios, a la Palabra que Él le dirige. Es la decisión de confiar y
abandonarse en Jesús: Es una convicción que sólo en Cristo hay
salvación…(Hechos 4, 12) La fe es la experiencia de Dios en nuestros corazones
que abraca toda nuestra vida. Fuera de Cristo todo es muerte. La fe
es un don y respuesta: “He sido yo quien los eligió a Ustedes” (cfr. Jn.
6, 70), nos ha dicho Jesús. La fe no se puede comprar. La fe es un poder. Poder
“para vencer el mal y para hacer el bien”, fuerza de Dios para cambiar la
manera de pensar y los criterios mundanos y torcidos. La fe es una vida: “El Padre nos ha dado
vida, esa vida está en Cristo, quien tiene a Cristo tiene vida”. (1 de Jn 5,
14ss) La fe es abrazar la Voluntad de Dios (cf Mt 721s; Lc 6, 6) Jesús mismo
nos dice quien es El: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. (Jn 14, 6) “Yo
soy la Resurrección y la vida”. (Jn 11, 35)
La fe es un “Alguien” que habita por la fe el corazón del creyente (cf Ef.
3, 17). Una persona divina que ha tomado rostro humano: Jesús. El Don de Dios a
los hombres, La Palabra hecha carne mediante la cual fueron creados los mundos;
la Vida que el Padre nos da para que tengamos vida en abundancia. La
fe es el camino para apropiarnos de los frutos de la Redención y de todo lo que
Dios en su divina gracia nos ha querido compartir. Sólo por el camino de la fe
podemos conocer a Dios, penetrar sus Misterios y recibir sus bendiciones
espirituales (Ef. 1, 3-10) Por la fe
sabemos que en el nombre de Jesús, y por sus méritos, los pecados son
perdonados; los demonios son expulsados, los enfermos se curan y por él y en él
somos hijos de Dios.
¿Qué implica creer en Jesús? Aceptarlo
como nuestro único Salvador personal: “me amó y se entregó por mí”. (Gál 2, 20)
Es mi Redentor: con su sangre me ha comprado para Dios: “nos ha sacado del
reino de tinieblas y nos ha llevado al reino de la luz” (Col. 1, 13). “Bajo las
estrellas del cielo, solo en el nombre de Cristo Jesús podemos ser
salvos”.(Hech. 4, 12) Creer en Jesús es adherirse a su persona:
hacerse uno con él, buscando su rostro, su mirada, tener sus pensamientos, sus
sentimientos, sus intereses, sus preocupaciones, sus luchas, (cf Flp 2, 5-8)
para hacer nuestras las promesas y bendiciones del Padre que encontramos en la
Biblia. Creer en es aceptar su Palabra como “Norma” para nuestra vida: Vivir
según el Evangelio (Fil. 1, 29), es vivir como hijo de Dios, hermano de los
hombres y servidor de los demás. Creer en Jesús es aceptar a Dios como Padre
que nos ama, que nos perdona, que nos salva y que nos da su Espíritu Santo.
Lo que exige el creer en Jesús. El
Catecismo de la Iglesia nos dice que la fe es la adhesión personal a Dios que
se revela en Cristo. Implica la inteligencia y la voluntad del hombre que
acepta la Revelación que Dios hace de sí mismo mediante sus obras y sus
palabras. (Catic 176)
V
Confianza
infinita en Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús. Se abandonó
incondicional en las manos del Padre. “Yo sé en quien he puesto mi confianza”.
“Quien pone su confianza en Él, no queda defraudado”. (2Ti. 1,12)
V
Obediencia
a su Palabra: “Haced lo que os diga” (Jn. 2, 5) Sin obediencia a la Palabra
de Dios no hay salvación.
V
Disponibilidad
para servirle, aunque no te dejen: “No he venido a ser servido, sino a
servir” (Mt 20, 28)
V
Sentido
de pertenencia: Somos del Señor, de Aquel que nos ha redimido, que ha
pagado el precio por nosotros. Y somos
pertenencia exclusiva del Señor en la medida que lo amemos por lo qué es y no
por lo que tiene. (1 de Cor. 3, 21; Gál 5, 24))
¿Dónde no hay fe? No hay fe
donde hay orgullo. La soberbia es el peor enemigo de la fe: presunción,
machismo, vanidad, etc. No hay fe donde hay avaricia: ambición
desmedida por las riquezas, fraudes, opresión y explotación a los demás. No
hay fe donde hay lujuria: adulterio, fornicación, pornografía, etc. No hay fe donde hay envidia:
chismes, críticas, calumnias, falsos testimonios. No hay fe donde reina el
pecado. No hay fe donde reina el espíritu impuro, mundano y pagano. No hay fe, aunque
recemos y prendamos velas, mientras se oprima a los demás. Pablo VI habló de una fe que
no salva, la fe objetiva: creer en los dogmas de la Iglesia pero sin vivirlos.
La fe que sí salva, la fe subjetiva: vivir lo que se cree: es la obediencia de
la fe. Es la fe sincera, que brota de un corazón reconciliado y justificado por
el sacrificio redentor de Cristo.
Los frutos de la fe. Hemos
dicho que nadie se salva sin la fe; pero de la misma manera hemos de decir, que
nadie se salva sin las obras. Obras que han de ser manifestación de la fe, de
la presencia de Cristo en el corazón (cf Snt 2, 14). Los frutos de la fe son
las Obras de Misericordia y los frutos del Espíritu: El amor, la paz, la justicia, etc. (Gál. 5,
22) Todo lo anterior nos lleva a decir
que el Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana; es la puerta
para entrar a la Iglesia y nos abre el acceso a los demás sacramentos y a la
vida según el Espíritu, la vida en Cristo.
Digamos entonces que el Bautismo
es: Es don y tarea; es llamada y
compromiso. Nos bautizamos para
ser cristianos, es decir, para recibir la “Gracia de Dios” que se nos da en
Cristo. En Él somos hijos de Dios, y en Él, recibimos la salvación. Nos bautizamos para vivir en Cristo y ser
conducidos por su Espíritu que nos transforma y nos capacita para entregar
nuestra vida al estilo de Jesús. Su muerte y su Resurrección dan sentido a
nuestra vida.
Una mirada a María, la Madre del
Salvador, nos ayudará a comprender lo que es la fe. Para la Madre la fe es “don
de Dios”, “es confianza y abandono en la manos de Dios” “es apertura a la
acción divina”, “es acogida de la voluntad de Dios”, es “entrega y servicio a su Pueblo.” Podemos
de esta misma manera comprender porque la Iglesia llama a María “la hija
predilecta del Padre” y “la Madre de los creyentes” (Lc 1, 38. 46- 55)
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